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CRÓNICA

Congreso, el misterioso barrio porteño que se convirtió en punto de encuentro de la resistencia a las medidas del gobierno

Cacerolazo frente al Congreso, tras el anuncio del dictado de un megaDNU por parte del Presidente.

Facundo Lo Duca

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Franco señala la tapa metálica en la vereda: una red cuadriculada herrumbrada sobre la calle Hipólito Yrigoyen al 1700, a metros del Congreso de la Nación. “Por acá empieza el túnel”, dice Franco, empleado del Congreso en tareas de mantenimiento, mientras escudriña la mirada entre las pequeñas ondulaciones de la alcantarilla.

Es un martes de diciembre, las nueve de la noche y afuera del Parlamento, sobre la avenida Entre Ríos, un grupo de personas con cacerolas y pancartas cantan en contra de las medidas del gobierno libertario. Desde el 13 diciembre, cuando el presidente Javier Milei anunció la firma de un mega Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) para desregular la economía, esta zona del barrio de Balvanera se convirtió en un punto de encuentro para manifestantes. Pero a Franco, 51 años, alto, fornido, esta noche solo le importa recordar. “Va desde acá”, dice y levanta un brazo, “hasta allá”, repite, mientras la punta de su dedo señala a la cúpula del Congreso, a unos 200 metros. “Era un conducto fluvial de hace 100 años”, cuenta. “Dicen que se usaba para vía de escape y reuniones secretas entre los legisladores”, agrega Franco. 

No hay información histórica exacta sobre la existencia de los túneles del Congreso. En los registros y planos de la construcción del edificio a principios del siglo 19, no hay detalles de pasajes subterráneos. Sin embargo, la teoría del trabajador legislativo podría ser acertada. Sobre la avenida Rivadavia, las astas de la confitería ‘El Molino’ ─famosa por ser el lugar de ‘lobby’ de diputados y senadores en la década del ‘30─ lucen un color ocre.

Ricardo Echenegue tiene 34 años y llegó al Congreso a protestar desde Villa Urquiza. El aumento del transporte público, dice, es lo que más le afecta de las medidas de ajuste. Toma dos colectivos y un subte para llegar a su trabajo en el microcentro porteño. “Me angustia mucho estar viviendo en la incertidumbre económica. Que una parte de mi sueldo se gaste en tratar de llegar a mi lugar de trabajo me parece un horror”, cuenta. 

Pegado a las rejas de las escalinatas del parlamento, integrantes del Tercer Malón de la Paz ─la comitiva de pueblos originarios de Jujuy que se instaló, tras la reforma constitucional del gobernador Gerardo Morales─, también participaron de las protestas.  “Milei viene por el litio”, señala Margarita. “Los recursos naturales de Jujuy van a hacer lo primero que entregue a las grandes corporaciones del exterior, como hizo Morales”, explica la integrante del Tercer Malón de la Paz. 

La manifestación, custodiada por un cordón de policía de la ciudad ante el nuevo protocolo del Ministerio de Seguridad para evitar los cortes en las calles, no es masiva esta noche. Rodrigo Ruiz, fotoperiodista que cubrió varias protestas desde que comenzaron el 13 de diciembre, lo resume así: “La única que fue más o menos espontánea fue la primera”, dice el fotoperiodista. “Las demás son movidas más forzadas y no creo que sean la respuesta natural para esta época que podría desembocar en un estallido”, comenta Ruiz.

Más allá de las manifestaciones, las cuadras que comprenden al Parlamento muestran el filo urbano de una crisis que, hasta el momento, no fue mencionado por ningún funcionario o decreto libertario: la emergencia habitacional. Juan, de 41 años, duerme sobre un colchón mullido en la calle Combate de los Pozos, la parte trasera del “edificio de las leyes”. “Hace meses que estoy por acá”, cuenta Juan. “Hay grupos que vienen a darme comida todos los días”, dice, mientras acomoda su espalda a la pared del Congreso. En el mismo lugar donde diputados y senadores debaten las leyes que bregan por el país, Juan espera paciente que alguien le traiga un plato de comida.

Mario tiene 75 años y no vino a protestar, sino a tocar su trompeta. Es jubilado, fanático del jazz y casi todos los días se sienta frente al Congreso con su instrumento. “Hago unos pesos, no mucho”, cuenta. “La jubilación no me alcanza, por eso salgo. Igual me gusta estar acá. Hay una energía envolvente”, señala el músico. Y agrega: “La pelea hay que darla en la calle, la trinchera del pueblo”.

Puertas adentro del Parlamento, explica la reciente diputada nacional por Unión por la Patria, Sabrina Selva, también “hay que dar una batalla”. “No está avalada ni la necesidad, ni la urgencia, para que las medidas del Ejecutivo sean tratadas como tales”, explica Selva respecto al DNU que ya entró en vigencia y que se tratará en sesiones extraordinarias. “Milei está intentando anular el Congreso. La conformación de ambas cámaras no se decidió en el balotaje, sino que es producto de la voluntad del pueblo. Lo que quieren instalar desde La Libertad Avanza es una autocracia, donde no exista la independencia de poderes”, puntualiza la diputada nacional. Cuando camina a su despacho en la Cámara Baja, la legisladora dice que por estas calles se “respira un aire de resistencia”. “La responsabilidad de los legisladores es muy grande en estos momentos. Y vamos a defender la independencia de poderes”, afirma Selva.

Franco retoma su teoría del túnel. Son las diez de la noche, la cúpula del Congreso brilla con una luz opaca, mientras los manifestantes despejan la zona. “Hay túneles en la Casa Rosada y la Manzana de las luces. ¿Por qué acá no habría?”, se pregunta, sin despegar los ojos de la alcantarilla. Si uno asoma la mirada, detrás de las colillas de cigarrillo, profundo y húmedo, la forma curvada de un tubo aparece.

FLD/DTC

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