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De la carta al clip, de la letra dura al tono emotivo: hacia dónde va Cristina

- Hay varios artistas que te quieren ver. ¿Armo algo?

Un chat de Telegram de Jorge “Topo” Devoto, el sigiloso publicista amigos de casi todos, sirvió como insumo básico para la más llamativa aparición de Cristina Fernández. Como en otras intervenciones, prácticamente una regla de los modos de la vice, intervino el factor sorpresa. Y, si el medio es el mensaje, el encuentro con artistas en Pilar, pero sobre todo su difusión y el formato de difusión del encuentro, fue un despliegue de gestualidades.

La vice dio su OK y Devoto buscó un mecenas político de la cita. Cuando Cristina le respondió el mensaje, el publicista estaba con Federico Achával, intendente de Pilar, un dirigente que se ubica en el cuadrante político de Martín Insaurralde. Devoto le ofreció ejercer el mecenazgo de la cumbre cristinista y el alcalde aceptó. Después, fue una saga de la vice con varios dobleces.

Uno, esencial, es que cambió el tono. La Cristina de las cartas, epistolar y analógica, siempre es dura, ultra política, rigurosa y conceptual. Parece -o está- enojada. Las cartas son producto de un desencanto acumulado, una consecuencia. Las que dirigió a Alberto Fernández fueron eso: una vez que Cristina “agotó” la instancia privada, la paritaria política mano a mano en Olivos, explicitó sus diferencias. Hubo cartas y hubo discursos que replicaron esa lógica. El último, en Plaza de Mayo, un “Cabildo Abierto” -esa figura que tanto fascina a algunos peronistas- donde se hablaron en público como si no se hablaran en privado.

La de Pilar, frente a artistas y periodistas, fue una Cristina con un perfil llano, donde exploró una línea argumental hasta ahora inédita sobre la conformación del Frente de Todos (FdT) en 2019. Contó que el gérmen de la fórmula Fernández-Fernández tuvo un componente más emotivo que político, “más madre que dirigente”, en referencia a la situación que padeció en este tiempo Florencia, su hija.

“Es la Cristina de la intimidad, que es sensible, emotiva, divertida”, describe un colaborador. Evita interpretar los movimientos de la vice, solo trasmite que se trató de un encuentro más relajado que otros episodios políticos. Que fue, nada más y nada menos, que una invitación de fin de año que fue más relajado que sus habituales reuniones. “No hay que verlo como un hecho político”, invitan desde su entorno y disparan la obvia interpretación.

Cristina no es, se da por hecho, una figura con comportamientos espasmódicos o que no formen parte de una táctica. De mínima, el encuentro -pero sobre todo la difusión y el formato de difusión- tuvo una lógica: una Cristina más cercana, más sensible que política. Tiene, como cada movimiento de la vice, teorías y lecturas. Para algunos anticipa un fenómeno que circula hace tiempo en la galaxia del panperonismo: que Cristina empezó, en particular a partir que se cierran sus causas judiciales, un repliegue que debería ser en paralelo con la irrupción de Máximo Kirchner como su heredero. Versiones y/o conspiraciones.

Pero, a su vez, en el fragmento de 4 minutos de discurso, editado, en formato clip, que publicó en las redes, la vice arrancó con el planteo de las “cosas hermosas que pudimos construir” pero, agrega, al intante y que “seguramente vamos a seguir construyendo”. Ningún jefe político preanuncia su retirada antes de retirarse. Nadie muere en la víspera parafraseó, alguna vez, Carlos Menem.

Por lo pronto, Cristina confirmó su vigencia y su rol.

¿Cuánto de azar hay en su aparición, en su tono manso, humanizado? Es casi una herejía leer a la vice de manera lineal, sin movimientos calculados, porque siempre la precede la lógica de la killer. ¿Hay una Cristina versión cuarto Perón, una leona herbívora? Un dirigente que la frecuenta evita los dos extremos. Arriesga que lo que si puede haber es un cambio de plan: que la vice esté ensayando otro modo de comunicar, de exponer matices, de conducir.

Fan del secretismo, mientras Alberto explora movimientos autonomistas y repite que Cristina no es su jefa, la vice sorprende con un cambio de coreografía. Lo hace, especuló un dirigente que la ve seguido en el Congreso, horas después de que el Fernández anunciara, sin estridencias pero sin velos, su pretensión continuista en el 2023. “¿Vos viste que salgan a respaldar su reelección?. Yo no”, carcajea el referente y enlaza, con interpretación libre, los dos episodios.

Causal o no, Cristina despliega otro ropaje cuando la política ya entró en la pendiente que conduce al 2023, a 18 meses del junio en que se tendrán que anotar las fórmulas para la próxima presidencial. En medio, en el mientras tanto, Lula Da Silva tratará de volver al poder en Brasil. En la novela de ese hipotético regreso, sectores K quieren ver reflejada en lo que pase con el líder del PT, la chance última de Cristina.

PI