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THE UBER FILES
El día que Joe Biden cambió su discurso en Davos para elogiar las prácticas laborales de Uber

Joe Biden, cuando era vicepresidente de Barack Obama, durante su presentación el Foro de Davos, en 2016.

Por Sydney P. Freedberg, Nicole Sadek, Brenda Medina, Agustin Armendariz, Karrie Kehoe (ICIJ)

Versión editada por elDiarioAR —

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En enero de 2016, diez ejecutivos de Uber viajaron al exclusivo destino turístico de Davos, en Suiza, para charlar, asistir a fiestas y firmar acuerdos con líderes globales y oligarcas en el Foro Económico Global. En el evento de cuatro días, al que se acude solo con invitación, Uber también impresionó al entonces vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden, con los supuestos compromisos de la empresa con los trabajadores.

La información surge de los Uber Files (Archivos Uber), obtenidos por el periódico The Guardian y compartidos con el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ) y otros 42 medios asociados, entre ellos, elDiarioAR. La filtración incluye correos, mensajes de texto, presentaciones internas y otros documentos de 2013 a 2017, cuando Uber irrumpía en las ciudades, retando a las legislaciones y regulaciones locales, evadiendo impuestos y buscando ganar la pulseada a los taxis concesionados y a los defensores de derechos laborales.

En Estados Unidos, Uber fue eje de escándalos y tropiezos que implicaron el espionaje a funcionarios públicos y la filtración de los malos comportamientos de sus ejecutivos, que dieron pie a libros, series de televisión e investigaciones periodísticas. Esta filtración revela, desde adentro, cómo los ejecutivos de la empresa de viajes compartidos irrumpieron en nuevos mercados y operaron para transformar a Uber de una empresa emergente de Silicon Valley a un gigante global.

Aunque Uber se presumió como líder de la revolución digital, los archivos muestran que, para impulsar su agenda, adoptó prácticas de la vieja escuela: inyectó montones de dinero en su maquinaria de influencia global para ganarse los favores de políticos, reguladores y otros líderes. Algunos de ellos estaban, a menudo, deseosos de echar una mano.

Viaje a Davos

Uno de los temas de Davos 2016 era la revolución digital y el futuro del trabajo. Un libro interno de Uber, de 98 páginas, revela que el entonces CEO, Travis Kalanick, y sus subordinados tuvieron reuniones con cuatro primeros ministros; dos vicepresidentes de la Comisión Europea; el entonces ministro francés de Economía, Emmanuel Macron; y otro grupo de líderes. También fueron invitados a una fiesta nocturna convocada por el financiero británico Nat Rotschild y Oleg Deripaska, un aliado clave del presidente ruso Vladimir Putin.

“Entonces, hoy un vicepresidente y dos primer ministros”, indicó Rachel Whetston, entonces máxima encargada de comunicaciones de Uber, en un correo a su jefe el 20 de enero, el primer día del foro de Davos. Dijo que su agenda también incluía cocteles y una cena con la filántropa Melinda Gates; una charla cálida con Arianna Huffington, la fundadora del Huffington Post; y un debate con el multimillonario ruso Herman Gref, director del ahora sancionado Sberbank, durante una recepción organizada por el banco. Y, finalmente, una “última copa totalmente opcional” en el Grand Hotel Belvedere, una fortaleza con columnas que se eleva sobre el paseo marítimo de Davos.

Detrás de la luz pública, Kalanick habló con líderes mundiales y altos funcionarios de países donde Uber pretendía expandirse.

Se reunió con Xavier Bettel, el primer ministro de Luxemburgo, y con el entonces ministro de comercio e industria, Tawfig al-Rabiah, según muestran los documentos. “Fue un placer”, escribió al-Rabiah después. “Esperamos que los apoyaremos para tener su licencia oficial pronto”.

Benjamin Netanyahu, el primer ministro de Israel, expresó su apoyo público a Uber poco tiempo después de su reunión con Kalanick. “Vamos a romper las resistencias, trabajemos en paralelo”, dijo Netanyahu, según notas de la reunión.

Uber fue particularmente cuidadoso en mantener el secreto sobre la reunión con Biden, “incluso con los equipos internos”. La charla se concretó mediante una cadena de ex asesores de Barack Obama.

Acompañados por un exagente del Servicio Secreto, Kalanick se reunió con Biden en su suite del Hotel InterContinental, un recinto conocido como “Huevo Dorado” por su forma ovalada. La charla se centró en las afirmaciones de Uber de que estaba creando muchas fuentes de trabajo y una manera flexible de ganar dinero. Tuvo el efecto deseado: Biden cambió su discurso en el foro y habló de Uber, según el mensaje que un empleado de Uber recibió de un asesor de Biden.

“Me reuní hoy con el CEO de una de estas empresas”, dijo Biden en su discurso, en el que aludió a Kalanick y Uber, y evocó las proyecciones del ejecutivo sobre el impacto de los negocios de viajes compartidos en las economías del mundo. “[Dice] que va a crear dos millones de trabajos nuevos este año, con la libertad de trabajar el número de horas que quieran, manejar sus propias vidas como quieran”.

En respuesta a las preguntas de ICIJ el mes pasado, una vocera de la Casa Blanca dijo que Biden está “comprometido con combatir la clasificación engañosa de los empleados, que quitan a los trabajadores de protecciones y beneficios importantes, incluyendo el salario mínimo, horas extras, y la seguridad social y familiar”.

El otro Uber

Las proyecciones sobre los beneficios laborales expuestas en Davos eran exageradamente optimistas. Muchos conductores de Uber –de tiempo parcial y contratistas freelance-- ganaban menos que el salario mínimo. En muchos países donde Uber se expandió rápidamente, sus conductores eran amenazados o atacados por clientes, ladrones o taxistas tradicionales.

En Sudáfrica, Uber dejó que los conductores acepten efectivo en mayo de 2016 como parte de una estrategia para acelerar su implantación, y pandilleros empezaron a pedir viajes por la aplicación para asaltar a los conductores. En agosto de 2019, dos ladrones atacaron a un conductor de Uber; golpearon su cabeza con un ladrillo y el hombre murió, informaron las autoridades.

Conductores en Ciudad del Cabo, en Sudáfrica, dijeron al Washington Post –un socio de ICIJ–, que varios conductores fueron quemados vivos en sus carros

“Ya no me veo manejando para la plataforma. Me da demasiado miedo”, dijo Faiza Haupt, una mujer de 61 años, en una entrevista con ICIJ. Haupt empezó a manejar para Uber en Ciudad del Cabo en 2014, con la esperanza de convertirse en emprendedora independiente. Al principio, se sentía empoderada por el trabajo. Pero después, Uber empezó a cobrar una comisión más elevada, sin aumentar los precios de los viajes.

Renunció en 2016, después de que un viajero enojado la atacó desde el asiento trasero; le jaló el cabello y la golpeó. “Perdí el control y pensé que me iba a estrellar”, dijo Haupt. “Para una mujer conductora, es de miedo”.

Entre 2014 y 2015, Uber redujo de manera drástica el pago a los conductores en Ciudad del Cabo, cortando un bono de 4 dólares por viaje a prácticamente nada, según documentos filtrados. Ciudad del Cabo se convirtió en uno de los mercados más rentables para Uber.

En los últimos cinco años, dijo Uber, la empresa se dedicó a “reorientar toda su cultura –de arriba para abajo-- hacia la seguridad”, invirtiendo masivamente en nuevas tecnologías y otros servicios para mantener a los pasajeros y los conductores a salvo.

“Mucho de lo que dijo nuestro exCEO hace cerca de una década, hoy no lo perdonaríamos”, dijo Jill Hazelbaker, vocera de Uber. “Pero una cosa que sabemos y sentimos fuertemente es que nadie jamás en Uber estuvo contento con la violencia hacia un conductor”.

Sin embargo, documentos filtrados muestran que Kalanick y otros exejecutivos de Uber vieron a la violencia y los ataques contra conductores como oportunidades estratégicas para sumar apoyos a su causa. Nunca asumieron responsabilidad por la violencia, incluso cuando la entrada de Uber en nuevos mercados –a menudo en violación a las leyes locales-- la provocaban.

Apenas una semana después del encuentro entre Kalanick y Biden, mientras taxistas franceses planeaban manifestaciones que degenerarían en violencia contra conductores de Uber, Kalanick envió un mensaje a sus colegas, explicando que el desorden podría tener efectos benéficos: “La violencia es garantía de éxito”.

Después de sustituir a Kalanick en 2017, Dara Khosrowshahi dirigió Uber en su atormentado inicio en Wall Street, con una caída inducida por la pandemia y una revisión de prácticas comerciales. “Dara reescribió los valores de la empresa, renovó el liderazgo sobre el equipo, hizo de la seguridad una prioridad máxima para la empresa, implementó medidas de gobernanza de primera, reclutó a consejeros independientes”, dijo la vocera Hazelbaker. “Nos hemos movido desde una era de confrontación hacia una de colaboración, demostrando nuestra voluntad de sentarnos a la mesa y encontrar un piso común con nuestros oponentes más firmes, incluyendo los sindicatos y las empresas de taxis”.

Hazelbaker reconoció que la empresa no siempre ha tratado a sus conductores con suficiente cuidado y respeto, pero ha mejorado desde 2017. Los ingresos de los conductores a nivel global están más elevados que nunca, dijo, y Uber apoya ahora “globalmente por más beneficios y protecciones”.

Sin embargo, Uber sigue lidiando con las consecuencias de su lanzamiento internacional tumultuoso.

Algunos conductores de Uber, especialmente en países en desarrollo como Sudáfrica, siguen quejándose acerca de sus jornadas agotadoras y sus magros ingresos. Muchos tuvieron que contratar créditos para pagar sus autos Uber. Durante la pandemia, algunos no llegaban a fines de mes.

En la India, los conductores pagan a Uber entre 20% y 30% de sus tarifas en comisiones, una tasa dos veces mayor a la que cobraba cuando arrancó sus operaciones en la democracia más grande del mundo, según el grupo de defensa de derechos laborales Fairwork India.

En el Reino Unido y Holanda, tribunales han determinado que los conductores de Uber están cubiertos por las leyes laborales.

En Argentina, la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) le reclamó a Uber $55,9 millones en concepto de capital y $109,7 millones en concepto de intereses resarcitorios “por trabajo no registrado, no ingreso de aportes y contribuciones correspondientes a los trabajadores”, es decir, los conductores, sólo por el período 2016-2018. La Dirección General de los Recursos de la Seguridad Social determinó que los conductores tienen un vínculo laboral no registrado con la compañía.

La denuncia llegó recién en junio de 2021, cuando el organismo denunció penalmente al grupo económico por la presunta evasión de esos impuestos. Uber lo impugnó e impulsó dos reclamos en sede judicial durante 2022. 

Hasta el momento, ninguna de las tres causas tuvo movimientos significativos, informó una fuente con conocimiento de las investigaciones.

En otros lados, las decisiones judiciales han perjudicado a los conductores. En Estados Unidos, el Consejo Nacional de Relaciones Laborales declaró que los conductores de Uber son contratistas independientes quienes no tienen el derecho de formar un sindicato o de negociar de manera colectiva.

Después de reportar más de US$20.000 millones de pérdidas en diez años, Uber finalmente informó que se acerca a tener ganancias en 2022.

Contribuyeron: Scilla Alecci, Dean Starkman, Delphine Reuter, Ben Hallman, Jelena Cosic, Fergus Shiel, Mike Hudson, Emilia Diaz-Struck, Miguel Fiandor, Richard H.P. Sia, Hamish Boland-Rudder, Asraa Mustufa, Pierre Romera, Gerard Ryle, Antonio Cucho Gamboa, Joe Hillhouse, Tom Stites, Whitney Awanayah, Margot Williams, Soline Ledésert, Bruno Thomas, Caroline Desprat, Maxime Vanza Lutaonda, Damien Leloup, Adrien Senecat, Elodie Gueguen, Felicity Lawrence, Rob Davies, Jennifer Rankin, Aaron Davis, Robin Amer, Joseph Menn, Douglas Macmillan, Rick Noack, Linda van der Pol, Uri Blau, Dirk Waterval, Karlijn Kuijpers.

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