Un escenario de pesadilla para el Gobierno: movilizar más gente a votar, pero que lo haga en contra
Alberto Fernández no tenía incorporado a su chip político un escenario de derrota el 12-S. Pero la derrota ocurrió y fue una bomba. Primero derivó en furia, que descargó sobre el consultor que le aportó bocas de urna tan optimistas como erróneas, y luego mutó en shock con un mal final de fiesta en la madrugada del lunes, en Olivos, con unos pocos colaboradores, entre lamentos y pizzas.
A tres semanas del porrazo y a algo más de 40 días de la general, el gobierno intenta recuperar una convivencia astillada, con vínculos que parecen irrecuperables, y una doble apuesta que esconde un peligro: que la inyección de fondos y el involucramiento del PJ territorial no alcancen para mejorar la performance electoral, con lo cual gastaría las que se ven como sus dos últimas balas de plata.
“¿Y si vamos a buscar a la gente que no fue a votar y nos vota en contra?: sería una paliza”. En el planteo de un dirigente con territorio y cucardas se concentra un riesgo que se agita en la cima del gobierno: que la táctica del Frente de Todos (FdT) se oriente solo a aumentar el número de votantes, luego de la baja concurrencia de septiembre -en provincia de Buenos Aires fue de 68,3% contra 77.6% en las primarias del 2017- y el efecto sea inverso al buscado.
El planteo tiene una lógica estadística: el oficialismo encontró como argumento para explicar la derrota el ausentismo electoral, sobre todo en las barriadas donde, teoriza un dirigente, 7 de cada 10 votos son -o deberían ser- del FdT. “No fueron a votar para no votarnos en contra”, apuntó un elDiarioAR alcalde del conurbano que mapeó, como otros, el distrito y la sección para anotar ese registro.
Fue de consumo profuso entre dirigentes y funcionarios un informe de la consultora Inteligencia Analítica, de Sebastián Galmarini y Marcelo Escolar, que radarizó los datos electorales de 2019 y el 2021 en 30.171 mesas de votación y determinó, por “inferencia ecológica”, como migraron los votos. Registró dos datos puntuales: a) casi uno de cuatro votantes del FdT en 2019 no fueron a votar en septiembre del 2021; b) un 10% de los votantes del FdT en 2019 “migraron” a Juntos.
Sobre esa lógica, en particular los votos ex FdT que no participaron de la elección, se empezó a construir el escenario de la general pero, al mismo tiempo, apareció un fantasma: la posibilidad de que “movilizar” a los votantes PJ o filo PJ, que requiere un despliegue importante de logística electoral, no permite garantías de que ese voto se cristalice. “Si un tipo de un barrio, que la pasó mal y no le alcanza la guita no te votó: ¿qué te hace pensar que te va a votar porque le das un IFE nuevo de 15 mil pesos?”, analiza un dirigente.
El Excel que miran Axel Kicillof y Máximo Kirchner, respecto a los votos perdidos en el 2021 respecto al 2019, con la baja concurrencia, anima una tesis similar: que faltó movilización e incentivo para que los votantes propios, concurran el 12-S. “Hay que desplegar 50 mil militantes para garantizar que vayan”, aportó un funcionario bonaerense que tiene varias elecciones encima. ¿Por qué, esta vez, el gobierno leerá bien la demanda si no lo hizo antes de la PASO?
Registros
El registro de lo que ocurrió antes y después de la paliza electoral define la traumática convivencia del Frente de Todos (FdT) y aporta las dos herramientas con las que el oficialismo encarará las generales del 14 de noviembre: billetera y territorio. Fue un proceso que arrancó apenas se conocieron los números del 12-S
El lunes 13, Fernández ajustó su brújula puso un norte: una batería de anuncios económicos, muchos de ellos planificados desde antes de las primarias, pero sin avanzar con cambios de gabinete. Al mediodía se lo ratificó a tres ministros con los que almorzó y por la noche, “convenció” de lo mismo a Máximo Kirchner y Eduardo “Wado” De Pedro, que fueron a verlo con el reclamo de un refresh ministerial.
El martes, Fernández compartió un acto en Brown con Sergio Massa, y le trasmitió su planteo de no mover el staff hasta después de las generales, sobre la base de que hacerlo en ese momento no tendría efecto electoral y corría el riesgo de quemar ministros nuevos. El jefe del Frente Renovador validó esa idea.
- Mantenete firme -, le dijo Massa cuando supo que por la noche el presidente se reuniría con Cristina Kirchner.
A las horas, De Pedro -que el miércoles a las 10 AM hizo un zoom con empresarios extranjeros y tenía pautado una reunión con Santiago Cafiero luego del almuerzo- presentó su renuncia y se produjo la réplica interna, cuyos temblores todavía perduran. En la tempestad apareció Juan Manzur como jefe de Gabinete. Dos gobernadores, Sergio Uñac y Jorge Capitanich, fueron sondeados para asumir en Interior, la butaca que estuvo en suspenso durante casi 60 horas.
En el medio, Fernández, Cristina, los gobernadores, Axel Kicillof, los intendentes, los gremios y las organizaciones sociales, juntos o separados, se entregaron a hacer evaluaciones de una derrota que en la previa, al menos en público, nadie del Frente de Todos (FdT) pronosticó. El viernes previo a las PASO, en el Complejo C, los datos que cruzaban albertistas, kirchneristas y massistas coincidían en eso: una victoria por entre 4 y 7 puntos.
Derrota invisible
La tarde del domingo, hasta que a las 20.15 empezaron a “caer” datos de mesas con números inquietantes, el clima era de celebración. Un rato antes, Sergio Berni habló por teléfono con Diego Santilli, y el candidato de Juntos casi le anticipó el saludo: le dijo que, según sus datos, el FdT estaba puntos arriba, pero estaba contento porque le había ganado bien a Facundo Manes. El ministro bonaerense contó la charla como indicio de victoria. Cuando aparecieron los números reales, el clima fue otro.
- ¿Cómo la ves? -, sondeó Máximo Kirchner a Berni.
- Mal... ¿Cómo querés que la vea? Hace rato que vengo diciendo que venía mal y nadie me dio bola -, se descargó el ministro.
Hubo miradas de fuego y palabras ásperas.
En su carta de la semana que el Frente de Todos vivió en peligro, Cristina contó que en privado le advirtió a Fernández sobre una derrota electoral. Cierto o no, el presidente -como la mayoría de las primeras líneas del oficialismo- se resistía a imaginar un traspié en la provincia de Buenos Aires.
El análisis posterior se unificó en que la derrota tuvo dos razones: una económica y otra política. Las consecuencias, en palabras de la vice, de una gestión que “ajustó” y del poco involucramiento de los peronismos territoriales para poner a andar la maquinaria del PJ. El primer punto se ajustó, según algunas fuentes importantes, en la pauta de elevar el gasto en lo queda del 2021 hasta llegar a un déficit de 4 puntos. De acuerdo al informe de Equilibra, eso implica aumentar el rojo en 1.3 billones de pesos en el último cuatrimestre del año, es decir, triplicar el déficit acumulado entre enero y agosto del 2021.
Las dos cartas
Más allá del debate entre la vice y Guzmán, sobre si bajar el déficit implica ajustar, lo cierto es que el ministro -que horas antes había pulseado con Fernández por el envío, o no, del proyecto de Presupuesto al Congreso- accedió a multiplicar el gasto para la parte final del año.
El involucramiento político de los territorios se alineó entre el jueves y el domingo. El mapa de cambios que armó Fernández se sometió a un acuerdo con Cristina que el domingo, en El Calafate, acordó mano a mano con Axel Kicillof los retoques en el equipo bonaerense. Tuvieron, en esencia, la misma matriz: incorporar figuras con más entidad política, peronistas con gestión y territorio, para darle músculo y potencia a las dos gestiones clave del FdT.
El oficialismo se montó a esa aventura para transitar los casi 45 días que faltan para la general. Aunque el criterio general es que los gabinetes, tanto el de Fernández como el de Kicillof, están pensados para revitalizar las gestiones hacia el 2023, si el resultado electoral del 14-N no registra algún tipo de mejorar podría generar nuevos movimientos. “Cristina perdió en las PASO, como perdimos todos. Pero impuso cambios de gabinete: si sale bien, dirá que fue porque ella forzó una reacción. Si sale mal, dirá que fue demasiado tarde”, analiza una fuente del PJ.
El resultado esconde otros peligros. Que no mejore el termómetro electoral aunque se haga un despliegue monumental de recursos, como el que se proyectan para estos meses. El otro es más sutil y tiene que ver con el poder del PJ territorial: que el involucramiento de gobernadores e intendentes, no alcance para “movilizar” a los desmovilizados o, peor aún, los movilice pero no para votar a favor del FdT.
Desde antes de las PASO, el gobierno tenía detectado un universo que tiene ingresos entre los 25 y los 50 mil pesos por mes, muchos de ellos con trabajo formal o cuentapropistas, que “no le alcanza para vivir y al que cuesta llegarle con el estado”, explicó un funcionario. Son los que rechazan la asistencia directa. Conseguir su voto será una de las quimeras de noviembre del Frente de Todos.
PI
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