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Hoja de ruta de la “segunda etapa” que Fernández imagina como resurrección

Alberto Fernández durante su discurso en Plaza de Mayo

Pablo Ibáñez

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El anabólico electoral se diluye y Alberto Fernández, tras una maratón de 72 horas en que celebró la supervivencia a una crisis que no ocurrió, buscará poner en escena la “segunda etapa” de su gobierno. Es un proceso que comenzó a cranear antes del 14-N para neutralizar una potencial crisis interna y pero que, por resultados y climas, adquirió otra vitalidad tras la derrota “por poco” del último domingo.

Un dato de calendario marcará el fin de la espuma electoral e inaugurará el relanzamiento que el presidente imagina casi como su resurrección. Este jueves a media mañana, Gustavo Beliz encabezará una nueva juntada del Consejo Económico y Social (CEyS), cumbre que convocó de urgencia el lunes luego de estar, el domingo, en contacto con Fernández: el secretario de Asuntos Estratégicos, ideólogo y presidente del CEyS, participó de la redacción “colectiva” del discurso presidencial junto a Cristina Kirchner -que estuvo de manera remota- y Antoni Gutiérrez Rubí, el campañista catalán.

El apuro, en un personaje sigiloso y metódico como Béliz, favorece la generación de ciertas intrigas. No está previsto que Fernández participe, pero tampoco en Casa Rosada descartan que eso pueda ocurrir. En definitiva, uno de los pilares de la “segunda etapa” fernandista es la convocatoria al diálogo externo -el otro es la reconstrucción del diálogo interno- y el CEyS es lo más parecido a una minúscula Moncloa criolla.

Ese club, que arrancó mal cuando Roberto Lavagna rechazó coordinarlo y Fernández tuvo que pedirle a Beliz que se hiciera cargo, le ofrece ahora al presidente un atajo: por ahí, aunque no necesariamente se hayan redactado en esa mesa, pasó un paquete de proyectos que tiene el sello de “consensuados” con los sectores involucrados.

En la redacción de la Ley Agroindustrial, la de Hidrocarburos o la de Hidrógeno Verde, que Fernández enviará al Congreso, no participó la oposición pero como tienen el OK sectorial, de académicos o referentes de cada rubro, el gobierno entiende que a Juntos le resultará más difícil negarse. La cita que armó Beliz para este jueves puede, frente al anuncio del envío de esos proyectos, abrir un frente interno en el CEyS donde hay mal humor acumulado porque esas iniciativas fueron escritas en otras oficinas y solo “pasaron”, como una validación formal, por el Consejo. Una Norma ISO del consenso.

Avances

Con ese insumo, Fernández quiere lograr algunos avances al menos en lo referido al diálogo legislativo, sobre la base de que el Congreso será, a partir del 10 de diciembre, tierra hostil en la que deberá aprobar, entre otras, dos leyes clave: el Presupuesto 2022, que generó chispazos dentro del oficialismo, y el plan plurianual, una especie de protocolo para el acuerdo con el FMI que luego deberá ser refrentado por el Congreso. Ida y vuelta.

El presupuesto 2022 que Martín Guzmán presentó el 15 de septiembre ya es viejo. Se modificó la previsión de crecimiento -pasó de 7 a 9- y eso altera, además, la pauta del déficit que el ministro pautó en 3,3% del PBI para el año próximo, pero con una economía más grande, el nivel de gasto podría quedar licuado de facto por esa expansión.

Con el llamado al diálogo, Fernández se arriesga a un imposible. Por momentos, en Casa Rosada reactivan la teoría de que Horacio Rodríguez Larreta podría, o debería, aceptar el diálogo que propone Fernández. El presidente, incluso, valida esa hipótesis pero luego concluye que no hay margen. En su discurso en Plaza de Mayo clausuró la opción Mauricio Macri pero, de ese modo, también limita los márgenes para que Larreta ensaye un acercamiento que en Uspallata descartan. “Horacio solo se puede sentar a hablar si las encuestas le dicen que eso le conviene, no porque piense que es bueno para el país o para su futuro”, asegura un dirigente peronista. ¿Puede pagar algún costo si rehúsa una convocatoria de Fernández?

El llamado al diálogo tiene un efecto interno: le devuelve a Sergio Massa, socio minoritario pero imprescindible del FdT, un rol político con más visibilidad, un intento por ordenar las tensiones del oficialismo que tuvieron tu punto crítico en la semana posterior a las primarias del 12-S. En la misma lógica entra el planteo de Fernández respecto a la aplicación, como norma general, de las PASO para la definición de los candidatos del 2023, un formato que se discutió en el 2021 pero naufragó porque en la mesa chica del FdT hubo acuerdo en que no haya internas.

Con las PASO para todos y todas, Fernández mueve una carta que a esta altura supone testimonial pero que sirve para reducir hipótesis de cisma o de fugas dentro del armado oficial. En el entorno presidencial, uno de los tantos argumentos citados para explicar la derrota del 12-S, estuvo que no se autorizó la competencia interna y que eso le quitó atractivo a la competencia, y mermó la movilización desde la misma estructura política. Hacia adelante, la promesa pública desde el escenario de Plaza de Mayo, aparece como una salvaguarda aunque ni los intendentes ni La Cámpora estén del todo de acuerdo con el sistema de primarias free.

En un punto, el formato de primarias puede leerse como un movimiento para minimizar el poder de Cristina como gran electora. La vice ha usado un argumento para refutarlo: cuando en 2015 bendijo la fórmula Scioli-Zanini, no le impidió a Florencio Randazzo anotarse como candidato. En 2019 pasó algo parecido: cuando anunció la dupla Fernández-Fernández, aunque muchos bajaron su candidatura, otros esperaron unos días. Scioli fue el último que mostró la bandera blanca.

PI

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