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El año electoral El año electoral

Biopsia del 13-A: el mapa ideológico y el voto puro del presidente número 14

Alberto Fernández, Mauricio Macri y Cristina Kirchner

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Mauricio Macri llamó dos veces a Javier Milei. El dato se filtró desde el micromundo PRO y horas después el libertario, que en todo entreve una pátina de conspiración, relató que el expresidente le agradeció el trato cuidado hacia su figura y que elogió el tono y enfoque del discurso que dio el candidato de La Libertad Avanza en su cierre de campaña. El hilo rojo entre los dos dirigentes se tradujo en LLA como un augurio casi electoral, la presunción de que el expresidente proyecta a Milei como una pieza determinante en lo que viene.

Macri estuvo, el último mes, hiperactivo: intervino en asuntos estructurales, como el puente con Milei para el día después, y en temas de logística menor, como la deserción de Roberto García Moritán, el marido de Pampita, como candidato porteño, cuya postulación en teoría le arrebataba un puñado de votos a Jorge Macri, en el duelo con Martín Lousteau. CABA, kilómetro cero del macrismo, es la obsesión primaria del expresidente, donde arriesga la continuidad de la dinastía. Con Milei construye un salvoconducto: Macri, aunque fue ostensible su preferencia por Patricia Bullrich, quiere preservarse la llave de la unidad de JxC post PASO pero exploró, con el libertario, una alternativa osada que se nutre de las teorías que sugieren la migración de votantes de PRO a ofertas no PRO luego del 13-A, según el resultado.

La primaria, al margen de la resolución de candidaturas finales, puede ofrecer una foto transversal del ecosistema de votantes: aunque sean candidatos de espacios distintos, será posible hacer una sumatoria de identidades y determinar un nicho de voto de derechas. Macri se asume, con razón, propietario de esa bandera. “El PRO surgió como un partido de centro derecha, liberal, pero después se distorsionó”, observa un dirigente. Milei, en esa lógica, es una derivación doble de aquello: validación de una experiencia derecha y liberal pero, además, expresión de lo que puede leerse como distorsión posterior. El sociólogo Ignacio Ramírez, campañólogo y docente de FLACSO, describió alguna vez a Milei como “hijo” del fracaso del PRO. El libertario solo rescata a Macri del ecosistema JxC.

El protagonismo que buscó el expresidente en la previa de las PASO no tuvo su correlato en la figura de Cristina Kirchner que, salvo algunos tuits, estuvo ausente en las últimas semanas de la campaña. La vice se involucró en los detalles, estuvo online con Sergio Massa y Axel Kicillof, pero se movió bajo el radar. La decisión se explica por varias razones. 1. Había anticipado que no estaría en el acto de cierre de UP porque hacerlo implicaría que esté, también, Alberto Fernández. 2. Que existió una sugerencia del campañólogo Antoni Gutiérrez-Rubí respecto de que lo más indicado era que Massa se muestre autónomo 3. Que la irrupción de Macri generó ruido en la campaña de JxC y ella consideró que lo mejor era mantenerse al margen. En las últimas, horas, volvió a la mesa de operación de UP una reflexión que Cristina hizo en su última entrevista por TV, cuando habló de una elección de tercios, pronóstico que se verificará o no este domingo.

Derechas

En noviembre pasado, la consultora Zubán-Córdoba hizo un sondeo sobre identidad ideológica y se topó con lo que, en cierto modo, se les presentó como una revelación: más de 40% se declaró del espectro de derecha, en un abanico desde la centro hasta la ultra. ¿Es, ese, un porcentaje que pueden acumular en conjunto candidatos que a simple vista, aunque alguno lo exprese abiertamente y otros -u otras- eviten ponerle título?

Nada es lineal, claro. En las legislativas de 2021, en la provincia de Buenos Aires, hubo récord de ofertas de listas del espectro de derecha: en las PASO se inscribieron al menos doce boletas que se ubicaban en ese segmento del arcoiris ideológico pero solo dos superaron el 1,5% para llegar a la general, Avanza Libertad de José Luis Espert y + Valores de Cinthia Hotton, que sumaron algo más de 10 puntos: el liberal 7,5% y la celeste 2,95%. Dos años más tarde, ambos comparten la lista de precandidatos a senadores bonaerenses por el espacio de Horacio Rodríguez Larreta.

No hay registro de altos niveles de voto a espacios de derechas. Sin computar los 17 puntos que logró Milei en CABA en 2021, hay que remontarse al 16,4% que, como proto PRO, obtuvo Ricardo López Murphy en las presidenciales del 2003 -que cuatro años después sacó menos de 2 puntos-. Se puede hacer una diagonal, con todas las precauciones, sobre otro turno: aquel mismo año, en la elección para gobernador bonaerense, el expolicía Luis Abelardo Patti sacó 12,4% y el excarapintada Aldo Rico 11,6%.

En la cuenta de la medianoche del 13-A, además de medir el índice de concurrencia y del voto desencanto -mediante el blanco o el nulo-, la matemática electoral podrá computar hasta cuánto mutó -si es que mutó- la galaxia electoral criolla hacia expresiones de derecha. El dato es, de por si, relevante no solo en términos de si la elección general de octubre, o un eventual balotaje en noviembre, pueden convertirse en disputas en el marco más clásico de hemisferios ideológicos. Es cierto, y por eso siempre fue difícil procesar desde afuera el caso argentino, que el peronismo la configuración dual del peronismo.

Existió, en un momento, una pax armada entre Milei y Bullrich, que se proyectaba sobre un hipotético 11 de diciembre. Se alteró en el fragor de la campaña pero es Macri quien se imagina como un posible articulador de esa ingeniería. “Mauricio cree que es más fácil negociar con Milei que con algunos radicales”, lo traduce un dirigente porteño. El expresidente se asume, además, como ordenador de las post PASO cambiemita: la decisión de no expresar en público su preferencia entre Larreta y Bullrich, que el primero lamentó y la segunda agradeció, se explica porque se considera el insumo imprescindible para que eso se reconstruya a futuro.

Catorce

Si se excluyen los dos presidentes electos durante la década infame -Justo y Ortiz- pero se cuentan los que emergieron de elecciones con el peronismo proscripto -Frondizi e Illia-, este domingo empezará el proceso que terminará en la proclamación de quien será el presidente democrático número 14 -el octavo desde 1983- y la elección presidencial número 19 desde la Ley Saenz Peña. Será, además, la elección con mayor oferta presidencial en los últimos 40 años: más allá de que en algunos distritos, la justicia bajó listas, se anotaron 26 precandidatos a presidente.

Los dos picos más altos anteriores fueron en 2003 con 18 postulantes y en 2015, con la ley de primarias en marcha, cuando se inscribieron 15 aspirantes. Esa super abundancia, más allá de la picardía de algunos de inscribir boletas para tratar de hacer negocio con los fondos de campaña y la impresión de boletas, que detalló Delia Ferreira Rubio, puede leerse como una paradoja: ante el desencanto electoral, se multiplica la oferta electoral. En paralelo, como nunca antes, hay alerta sobre la baja asistencia, en base a lo que ocurrió en las elecciones provinciales ocurridas en lo que va del 2023 donde la asistencia bajó casi 5 puntos. Solo en 2 de las 16 votaciones locales, la concurrencia fue mayor que en el 2019 y en algunos casos, como Mendoza y La Rioja, la caída fue superior a los 10 puntos. Las PASO no han sido, nunca, demasiado atractivas: en 2015, la concurrencia apenas superó el 72% y en 2019 no llegó al 75%. En ambos casos, en la general siguiente, superó el 81%.

Otro dato: compiten 15 espacios de los cuales siete tienen primarias. Con diferente dimensión, este domingo, por primera vez, las PASO funcionan para lo que fueron creadas: la resolución de candidaturas, proceso que involucra a los espacios más competitivos. El antecedente del 2015, cuando Macri venció en las primarias a Ernesto Sanz y a Elisa Carrió, no puede computarse como tal: nunca estuvo en discusión quien sería el ganador de esa interna, al punto que la existencia de los otros candidatos tenía como objetivo la validación de los acuerdos para conformar Cambiemos.

La atomización electoral puede, desde una mirada, leerse como recurso táctico o interpretarse como falta de conducción. La existencia de dos listas en Unión por la Patria (UP), donde parece estar en discusión quien se impondrá, y la disputa cambiemita, a simple vista más abierta, demostrarán con los datos del domingo si sirvieron para ampliar o no la cosecha de votos en las alianzas.

La biopsia de 13-A ofrecerá, con mucha anticipación, otro número: el que puede considerarse el núcleo duro, el voto puro, de cada candidato, entre ellos el que resultará electo presidente y asumirá el cargo. La PASO expresará el nivel de adhesión de un postulante como primera opción, cuando el votante tiene por delante todo un menú, incluso dentro del ecosistema por el que muestra su adhesión. Néstor Kirchner asumió en 2003 con un 22,3% de los votos y tuvo que reconstruir de un número bajo, en gran parte “prestado” por el PJ del conurbano que le aportó Eduardo Duhalde. En 2015, el voto puro inicial de Macri fue de 24,5% que en octubre creció a 34 y en el balojate a 51,34%. El último Macri, en la general del 2019, tuvo 40,3%.

PI/MG

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