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Cerró su campaña en Lomas de Zamora

Patoneta de unidad y yate de Insaurralde: Bullrich golpeó por igual al kirchnerismo y a Milei para meterse al balotaje

Bullrich junto a Macri, en el cierre de campaña en Lomas de Zamora.

Mauricio Caminos

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El último viaje de Patricia Bullrich en su Patoneta fue de solo tres cuadras. Apenas esa distancia recorrió en su combi proselitista para llegar a la plaza Raúl Alfonsín de Lomas de Zamora y cerrar este jueves a la tarde su carrera electoral hacia las generales. Tuvo dos acompañantes que no se habían mostrado juntos desde la noche de las primarias, hace ya lo que parecen muy lejanos dos meses: Mauricio Macri y Horacio Rodríguez Larreta. El ex presidente y su rival en las PASO la escoltaron especialmente para completar una puesta en escena de unidad de Juntos por el Cambio para atraer todos los votos posibles para el domingo que viene. Es su carta para entrar al balotaje.

“Vine a Lomas porque la pornografía brutal de Martín Insaurralde fue lo que nos llenó el vaso de 20 años de robo de la Argentina”, espetó Bullrich desde el escenario que se montó en el medio de la plaza. Mucha bandera argentina, ruido de batucadas, música de Tan Biónica, un disfraz de pato verde entre el público. Simpatizantes silvestres, pero también grupos de militantes identificados con las espadas opositoras del primer cordón del conurbano: San Martín, Tres de Febrero, La Matanza, Lanús, Quilmes. La oposición no llegó a ocupar la manzana del parque; la calesita infantil nunca dejó de girar. “No vendí ni diez hamburguesas”, se quejó una vendedora ambulante, que el miércoles en el cierre de Javier Milei en el Movistar Arena recaudó la venta de más de cien.

Bullrich sabía que estaba en un terreno hostil –el peronismo gobierna Lomas desde 2003–, pero no le temió al desafío. Intentó capitalizar el escándalo del intendente en uso de licencia, que golpeó de lleno al gobernador Axel Kicillof y tiene un costo todavía incierto para Sergio Massa. Metió el dedo en la llaga: “Este domingo vamos a terminar con el kirchnerismo de una vez y para siempre. El paseo en yate en Europa nos mostró una escena tan distante a la vida de todos los argentinos”. “¡Hijo de puta, hijo de puta!”, le devolvió en coro su público.

Bullrich avisó que el domingo que viene sólo se imagina entrar al balotaje. “Este es el último acto de la penúltima estación. La última es el 21 de noviembre, ganando el balotaje y la presidencia”, admitió a viva voz. Alguien la corrigió al instante: “O en primera vuelta, quizás”, comentó entonces para mostrarse algo más optimista. Como en los cierres de estos días, se apoyó en un telepromter para evitar los yerros discursivos que la tuvieron a mal traer en varias oportunidades de la campaña.

En el comando bullrichista se tienen confianza para el domingo. Una de las manos derechas de la candidata le aseguró a elDiarioAR, detrás del escenario, que “ella viene subiendo, al revés de lo que le pasa a Milei”. Su ilusión es que esta vez vayan entre 2 y 3 millones más de personas a votar; entienden que ahí está la llave para sobrepasar a Massa, con quien pelea voto a voto el ticket a la segunda vuelta. Tampoco descarta la sorpresa de que sea el libertario el quede afuera. “Esta puede ser la revolución de los viejos meados”, metaforeó otro importante dirigente del armado opositor. 

El público objetivo de Bullrich son los adultos mayores. Esa señora canosa de impecable impermeable amarillo que siguió parada y con ojos vidriosos su discurso de aproximadamente media hora. Esos hombres de camisa y chaleco inflado. Esa otra mujer que se colgó un cartel de Bullrich presidenta al cuello y le pegó a una silueta de un yate de cartón las palabras “inseguridad”, “pobreza”, “educación”. O la que escribió en una cartulina amarilla en mayúsculas imprentas: “¡¡AGUANTE LOS VIEJOS MEADOS!!”. Fue la inmensa mayoría que levantó sus manos y gritó “yooo” cuando Bullrich preguntó al aire: “¿Quién es jubilado por acá?”. 

“Un día del yate de Insaurralde son siete años de tu jubilación. Hay que ser muy caradura”, arremetió otra vez la candidata contra el kirchnerismo. Pero no le quitó el ojo a Milei: también intentó empatizar con su público para cargar contra el libertario, que hizo un capital de votantes entre los jóvenes, muchos de los cuáles –piensan en JxC– llegaron a convencer a sus padres para que lo voten: “Les quiero hablar como mamá y abuela: me preocupan las ideas de Milei. Son malas y peligrosas. Para que hablen con sus hijos; hablen las mamás y papás: quiere liberar las armas, quiere liberar la venta de órganos... Mamá, papá, abuelos, reflexionemos: ¿tirarían a un chico a una pileta vacía para que se rompa la cabeza?”, indagó con malicia Bullrich. Y su público: “Nooo”. 

El guion de pegarle por igual a Massa y Milei no fue improvisado, sino un discurso homogéneo de los escoltas que tuvo Bullrich en su exposición. Macri: “Hay un ministro que compite para ser el peor ministro de la economía y otra alternativa es una agrupación no madura, sin volumen ni equipo, infiltrable, que no puede generar ningún cambio”. Larreta: “Basta de la idea del salto al vacío”. Néstor Grindetti: “Tenemos el caos de hoy y el caos que ofrece Milei”.

“El único cambio real en la Argentina es Juntos por el Cambio”, vendió Bullrich al cierre de su último discurso de campaña y la foto de unidad opositora se desarmó en apenas segundos: Macri se fue rápido y Larreta, también. A ella le costó bajar del escenario por la gente que se agolpó a saludarla. Cuando por fin llegó a una de las esquinas de la plaza, vio el paisaje final que la aguardaba: a un lado la Patoneta, al otro la imitación de un yate, con un hombre y dos mujeres bailando al ritmo de la batucada, agarrados a una botella de champagne gigante. “Con la plata de Lomas”, decía en uno de sus costados. Pero Bullrich se subió a su auto privado y se fue. 

MC/DTC

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