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MINIATURA Camino al balotaje

El último round entre Massa y Milei, doce días para sobrevivir

Sergio Massa y Javier Milei, en campaña

Pablo Ibáñez

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Hasta que se secaron los surtidores, y la atmósfera UxP se despertó del letargo, Sergio Massa había desplegado una campaña prolija y ordenada, con método y, sobre todo, resultados: llegar a 37% como candidato de un oficialismo repleto de malas noticias es una medalla todavía abstracta porque falta el round final del 19 de noviembre. Hasta acá exprimió -con éxito- el recurso de antagonizar con el vórtice de incertidumbres y peligros que es Javier Milei.

A mediados de la semana pasada, el método Massa mostró fallas en su matrix. Empezaron a aparecer datos difusos sobre la segunda vuelta y el candidato se vio forzado a salir de una zona de confort -si es que eso existiese para un ministro de Economía argentino- para ensayar una campaña más intensa. En paralelo, el mundo Milei recuperó cierto silencio y orden. Lo segundo solo parece ser posible si se logra lo primero.

Cualquier elección, pero sobre todo un balotaje, se define más por los errores del otro que por los aciertos propios. Massa, que habita la selva de la crisis económica, respiró tras la victoria del 22-O y se replegó para que todo gire en torno a Milei que pudo asimilar el golpe, pactó con Mauricio Macri, crujió con las internas de internas, se enojó con el expresidente, y volvió a la campaña con un formato descafeinado, ahora sin motosierra. El exitismo de UxP se nutrió de una teoría, hasta acá, equivocada: que el libertario se bajaría del balotaje.

Un dato cruzado. El ecosistema de los consultores coincide, casi sin matices, que en las encuestas Milei está mejor que Massa. Los dirigentes, gobernadores, intendentes y jefes de orgas dicen que no perciben eso. Un encuestador habló el fin de semana con dos mandatarios peronistas, les contó que en sus mediciones Milei está entre 2 y 4 puntos arriba, y ambos se sorprendieron porque, le dijeron, en los territorios no ven que eso ocurra. Alguno de los dos tester no está funcionando bien.

Con Milei ocurre lo inverso: tenía, a priori, poco despliegue y las fracturas post pacto con Macri, profundizaron su debilidad territorial. Hasta acá, no salió del AMBA. Su última presencia en el interior fue el 12 de octubre en Salta y este jueves viajará a Mendoza. Planea, además, hacer su cierre de campaña en Córdoba y, si le da la agenda, visitar Rosario y Paraná. Juega en la franja media donde puede hacer la diferencia para compensar la diferencia que, imagina, le sacará Massa en la provincia de Buenos Aires.

En paralelo, no hizo promesas o planteos específicos para las provincias o las economías regionales, ni tejió una red que más allá de fiscalizar lo “milite” en los días previos al balotaje. La distorsión es, en ese caso, que Milei parece taquillero en territorios que visitó poco -o no visitó-, donde está escaso de referentes y a los que no les habla específicamente. El aporte de la vertiente Macri-Bullrich del PRO no fue, hasta acá, relevante. La mayoría de los gobernadores e intendentes del PRO, aunque prometen garantizar fiscales, en la pública se muestran distantes.

Pero quedan doce días hasta la elección. Y esas variantes se pueden modificar. El expediente del juicio a la Corte y los allanamientos por el supuesto espionaje, que parecen piezas de un mismo puzzle, son factores tóxicos en la campaña massista que gambeteó asuntos espinosos que son, por otro lado, sensibles para el ecosistema K. El candidato no pudo o no supo neutralizar los dos asuntos. Tener diputados en la comisión de Juicio Político no le alcanzó para evitar los tropiezos.

Las pesquisas por el supuesto espionaje constan, desde el 15 de septiembre, en un escrito judicial. El fiscal Gerardo Pollicita investiga material guardado en diez discos rígidos de 2 Tera de capacidad cada uno, con información obtenida, mediante un allanamiento informático, que se atribuye al expolicía Ariel Zanchetta, que parecía funcionar como un delivery de espionaje. ¿Qué más puede ocurrir hasta al 19? Está, en medio, el debate pero las expectativas de que esa instancia aparezca un Milei desorbitado ya fracasaron dos veces antes.

El libertario edulcoró su discurso, bajó el tono, y limitó la intervención de voceros. Administra sus propias apariciones para reducir los posibles errores. Por eso, el peronismo lo abruma con el archivo que es profuso. Milei trata, a diario, de que no aparezcan Bullrich ni Macri. Está seguro que el grueso del voto de JxC ya migró a LLA y que no es necesaria la aparición del expresidente ni de la excandidata. Pero no depende enteramente de su voluntad.

PI /DTC

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