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Lesa huamanidad

“Estuve presa con mi mamá. Era una bebé y amenazaron con torturarme”, declaró una sobreviviente

Sitio de memoria en Corrientes

Andrea de los Reyes

Corrientes —

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A finales de septiembre, Guadalupe se sentó frente a los integrantes del TOF y testificó como víctima de la represión, recuperando y reconstruyendo el impacto en su vida, hasta el presente, del período que pasó detenida junto a su madre. Fue en el juicio de lesa humanidad más voluminoso del norte argentino, que busca comprobar la organización sistemática con la que operaban la VII Brigada de Infantería y el Área de Inteligencia 231 del Ejército Argentino en la ciudad de Corrientes entre 1975 y 1977.

Guadalupe Arqueros nació el 30 de marzo de 1976. Apenas 11 días después fue secuestrada junto a su madre, Judith Casco, presa política entre 1976 y 1982. Su padre fue Joaquín Arqueros, militante político del peronismo que aún permanece desaparecido. 

Cuando el juez federal le preguntó si los hechos del gobierno militar entre 1976 y 1983, tuvieron algún impacto en su vida, contó que desde el día en que nació su vida está atravesada por los delitos de la dictadura. Desde ese banquillo y asistida por una psicóloga del equipo de Acompañamiento a Víctimas del Terrorismo de Estado; con voz clara apenas interrumpida por la emoción, contó lo que necesitaba contar. Guadalupe dijo allí, y en las entrevistas que precedieron a su testimonio judicial, que necesitaba que el Estado la escuche, necesitaba ese acto reparatorio. Porque ella, como tantos otros niños y niñas, hoy adultos que se convirtieron en testigos, fueron víctimas directas del aparato represivo del Estado. 

- “Esto lo pude reconstruir a partir de los relatos. Tenía 11 días cuando fuimos secuestradas con mi mamá por personas vestidas de civil. Yo era una bebé. Y mi mamá me llevó con ella, entiendo que para defenderse y defenderme a mí. La amenazaron con torturarme. Una cree que son atrocidades, pero se supo que eran hechos que ocurrían en ese momento”.

Luego de ese procedimiento, ambas fueron al Instituto Pelletier, una unidad carcelaria que funciona hasta el momento en la ciudad de Corrientes, administrada por un grupo de monjas. Allí permanecieron por el plazo de un año, cuando Judith Casco fue trasladada a la cárcel de Devoto. Guadalupe relató que en ese momento fue entrega a sus abuelas: “Me quedé con mi abuela materna y mi hermano, con mi abuela paterna. Tuve secuelas físicas que perduran al día de hoy. Tuve otitis, cuando era bebé y estaba en el Pelletier, que se convirtió en una dolencia crónica”. Luego del traslado a Devoto, “viajaba con mis abuelos a ver a mi mamá que estaba detenida. Tenía unos 3 o 4 años. Había cacheos físicos, nunca me tocaron, pero sentía la angustia de mi alrededor”, contó. En su testimonio, Guadalupe reconstruyó que cada visita a su mamá estaba acompañada por fuertes dolores de estómago, y que la veía a través de un vidrio. “Seis años después, en 1982, mi mamá vuelve. Estuve seis años con mis abuelas” y agregó que incluso el regreso fue traumático.

En un momento del testimonio, dijo: “De cuando estábamos en el Pelletier, me acuerdo de los olores y de los colores. Juré decir la verdad y puedo decir que tengo el recuerdo de olores y de colores. No me lo contaron – no es algo reconstruido – me acuerdo”. El olor a humedad, apuntó más tarde, como un reconocimiento certero, urbano, compartido, sobre ese edificio que aún aloja a las mujeres detenidas en Corrientes. 

Al finalizar, pidió que este juicio sirva parar conocer dónde están los restos de su padre: Joaquín Arqueros. Y agradeció la posibilidad de contar su historia, considerando que “la escucha” del Estado es un acto reparatorio para quienes fueron víctimas de la represión. 

Guadalupe no fue la única víctima infantil de la Brigada VII. Uno de los primeros testimonios que se escuchó en el juicio, durante el mes de agosto, fue el de Juan Carlos Fernández, hijo de Gladys “Bebi” Hanke y del militante peronista desaparecido Eduardo “Lalo” Fernández.

Juan Carlos nació en cautiverio el primero de enero de 1977, luego de que su mamá fuera secuestrada estando embarazada en Bella Vista. Según la reconstrucción, permanecieron en el Hospital Militar del Regimiento de Infantería 9, donde funcionaba uno de los centros clandestinos correntinos. Luego estuvieron detenidos en el Instituto Pelletier, donde lo bautizaron y tomaron una fotografía de ambos. “Gracias a esta foto no soy uno más de los cientos de bebés apropiados por la dictadura que todavía se están buscando”, relató.

ADR/DTC

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