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Las fundaciones de JxC: el sueño del plan llave en mano para la Argentina en 2024

El miércos pasado, en Salta, se conretó un encuentro de la Fundación Pensar

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Los anfitriones ponen la comida. Los encuentros tienen base rotativa: a veces en la sede de Pensar del PRO, en el comité nacional de la UCR o en el instituto Hannah Arendt. Las reuniones masivas de las cuatro fundaciones que integran Juntos por el Cambio, sin embargo, ya no corren más. Cada uno de los 12 equipos temáticos cuenta con una dinámica y reglas propias. Cada ministerio en potencia define su modalidad de trabajo. 

En total suman unas 120 personas, repartidas en 12 espacios. Son representantes de las fundaciones Alem, Encuentro, Hannah Arendt y Pensar. Expresan a la UCR, a la fuerza de Miguel Ángel Pichetto, a la Coalición Cívica y al PRO. A poco más de un año para las PASO, trabajan en planes de gobierno para un hipotético ciclo cambiemita en la Casa Rosada. 

“Es un trabajo en serio. De los 120 que nos juntamos todas las semanas, hay 60 o 70 que van a ser altos funcionarios”, se ilusiona uno de los coordinadores de los encuentros. Y agrega: “Claro que hay diferencias, pero los encuentros nos dan la posibilidad de generar un diálogo y una confianza que no existió en 2015, cuando los ministros, los secretarios y directores no se habían visto en su vida”. 

¿Quiénes integran la aventura? Los radicales Agustín Campero, el diputado Fabio Quetglas, Angel Valmaggia, Maxi Castillo, Luis Migliaro, Gustavo Menna, Emilio Cornaglia, José Luis Vila y Mónica Marquina, entre otros. Por el pichettista Encuentro Federal, Eduardo Mondino y Juan Carlos Sánchez Arnaud. Se suman los lilitos Fernando Sánchez, Fernanda Reyes, Paula Olivetto y Juan Manuel Lopez. Y por Pensar, su presidente, el actual director del Banco Ciudad Franco Moccia, más los amarillos Luciano Laspina (diputado y ex presidente de la Comisión de Presupuesto), la ministra larretista Maria Migliore, el economista Sebastián Welisiejko y la exjefa de Gabinete de Hernán Lacunza Milagros Gismondi, más el politólogo bullrichista Matias Lobos. 

La mayoría ocupó cargos bajo la gestión de Mauricio Macri. Y en 2023 esperan repetir la experiencia, pero más preparados y con mejores resultados. Están distribuidos en mesas por especialidad, como si se tratara de un gabinete en las sombras. Las áreas son Economía, Trabajo, Salud, Seguridad, Justicia, Desarrollo Productivo, Ambiente, Política Exterior, Desarrollo Social y Reforma del Estado.

Además de ser embajadores partidarios, los elegidos pertenecen a las distintas líneas internas de cada espacio. En las reunopnes para afinar un programa de gobierno conviven mauricistas con larretistas y bullrichistas; radicales leales a Gerardo Morales con otros autónomos o vinculados a Facundo Manes. La pluralidad permite el control cruzado de las ideas y propuestas. 

“No poder generar políticas de Estado es un problema estructural de la política argentina. Esperemos en algún momento revertirlo. Y con mucha muñeca estamos consiguiendo lineamientos comunes”, se entusiasma el politólogo Matías Lobos, alineado con Bullrich.

El debut en público de los cambiemitas se concretó en agosto del año pasado, antes de las elecciones legislativas. Las cuatro fundaciones difundieron un “Manifiesto por una Argentina mejor”. Presentaron ocho compromisos “para el futuro”. Cargado de críticas al gobierno, fue más bien una declaración de buenas intenciones bastante lavada. 

En mayo de este año, el trabajo coordinado puso la lupa sobre las políticas sociales. Y ahí los especialistas de la oposición dieron definiciones un poco más concretas. “No se puede cambiar esta realidad sin una macroeconomía ordenada y un plan de crecimiento y desarrollo claro, que contemple reformas estructurales que potencien capacidades productivas del sector privado. Pero con eso solo no alcanza”, señalaron.

El documento de cinco puntos concluyó que “la política social y la política económica deben estar integradas, para que cada una actúe en complemento y potencie a la otra”. Y detallaba que “en esta integralidad y heterogeneidad reside la posibilidad de éxito de la construcción de una matriz de desarrollo nueva, que nuestro país necesita. Para el año 2021, el gasto en servicios sociales representó un 65% del gasto total. Sin embargo, no hay que confundir: el gasto en servicios sociales incluye las prestaciones de Educación, Salud y Seguridad Social (asignaciones y jubilaciones), entre otras, y no se trata únicamente de lo destinado a planes y programas sociales”.

La Ministra de Desarrollo Humano y Hábitat de CABA, María Migliore, lo explica así a este diario: “Lo estamos tomando muy en serio. Y logramos muchas coincidencias en la visión de lo que la Argentina necesita”.

El viernes pasado, fue el turno del proto-ministerio de Desarrollo Productivo. Los dirigentes de los sectores del campo expusieron en cuatro mesas: Cadenas productivas de la región, Agroindustria, motor del desarrollo, Innovación y Proyección internacional del sector. La performance encerró un guiño electoralista hacia el mundo agropecuario. 

Pese al entusiasmo y dedicación de sus protagonistas, el plan de llegar al 2023 con un programa consensuado en el frente opositor arrastra una serie de dificultades. Pero existen dos trabas concretísimas. La primera es que, en paralelo a los encuentros de las fundaciones, los presidenciables de JxC cuentan con miradas, equipos y ambiciones propias. El potencial ganador de la coalición podría desechar tranquilamente el trabajo acumulado por los especialistas. 

La segunda es el riesgo de proyectar casi a ciegas, sin tener certezas sobre la realidad macroeconómica que exhibirá la Argentina en un año y medio. Con ese riesgo empalma el antecedente histórico más parecido a lo que están intentando las ONG cambiemitas. 

En 1998, más de un año antes de las presidenciales en las que se impuso Fernando de la Rúa, se creó el Instituto Programático de la Alianza (IPA). Lo armaron la UCR y el Frepaso. Su conductor era el ex presidente Raúl Alfonsín. El objetivo del IPA era coordinar una hoja de ruta a ser aplicada a partir de 1999. Los delegados de los partidos que componían la Alianza se reunían hasta dos veces por semana.  Dirigentes de primera línea asistían a los encuentros del instituto. Por ejemplo, los radicales Horacio Jaunarena, José Luis Machinea, Alfredo Neri, Oscar Shuberoff y Aldo Ferrer. Por el Frepaso asistían Adriana Puiggrós, Raúl Zaffaroni, Guillermo Estévez Boero, Nilda Garré, Enrique Martínez y Julio Godio. Pese a las buenas intenciones del IPA, la crisis macro-económica y la falta de liderazgo político se llevaron puesto el ensayo programático de la Alianza. 

“De la Rúa no nos dio bola. Quiso congeniar a los economistas de ese gabinete. Además ningún plan te sirve si tenés un mal diagnóstico”, recuerda un radical que integra la Fundación Alem. El militante de la UCR participó de la experiencia del IPA y también colabora en la actual. El dirigente marca una diferencia entre ambos momentos. “Con La Alianza nosotros ni devaluamos, ni ajustamos ni arreglamos con el Fondo. Así nos fue. Pero esta vez va a ser distinta”, asegura.

AF

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