Con Macri en Europa y Ritondo al frente, toma velocidad la negociación por un acuerdo en territorio bonaerense

Mauricio Macri depuso las armas, destrabó el último obstáculo -él mismo- para cerrar un acuerdo con La Libertad Avanza, y activó la cuenta regresiva hacia la elección bonaerense. Desde Europa, el expresidente no solo le envió un mensaje de felicitación a Javier Milei por la victoria de Manuel Adorni, sino que hizo algo más importante: anunció, vía Cristian Ritondo, con quien Milei se reunió a cenar el jueves, que no pondría trabas a la alianza con Casa Rosada en PBA. “Hay paz en el Olimpo”, sintetiza un peso pesado del PRO, que se prepara para la verdadera gran batalla: la pelea con el kirchnerismo por el control de la provincia más grande del país.
El PRO tuvo que morir en CABA para que pudiera sobrevivir en PBA. Esto razonan, con algunos matices, los acuerdistas del PRO. La derrota de Silvia Lospennato era la prueba, la confirmación de todas las advertencias que el ritondismo equilibrista le venía haciendo a Macri: el voto PRO ya no existía, Milei se los había comido todos y la única alternativa a la desaparición política era aliarse con LLA. “Es por el bien de Macri, aunque él no lo quiera ver. Hay que llevarlo como a los chicos”, aseveran en el ritondismo, ese heterogéneo conglomerado de dirigentes bonaerenses -como Diego Santilli, Guillermo Montenegro, Alejandro Finocchiaro y gran parte de los intendentes del PRO- que Ritondo lidera como primus inter pares.
Contra todo pronóstico, después del golpe, después del susto de ver como la marca se caía a pedazos en el bastión más importante del PRO, llegó la algarabía en el partido amarillo. En los días posteriores a la elección porteña, Ritondo nunca dejó tener contacto con Santiago Caputo -con quien whatsappeó, incluso, el domingo negro de la derrota desde el búnker PRO- e intervino para que Macri se contactara con Milei para felicitarlo. El jueves, finalmente, se encontró a comer con el Presidente en Olivos.
Reunidos a solas, el jefe de la bancada PRO y el Presidente fumaron la pipa de la paz, luego de un mes de tiroteo por la campaña porteña. Con Macri fuera del continente y Ritondo empoderado como representante del espacio, el PRO y LLA sellaban, así, el principio de un acuerdo electoral.

Todavía hay, sin embargo, algunos cabos sueltos a resolver. Primero, cuál será la marca, la carta de presentación electoral. Macri pretendía una alianza de iguales, pero eso no será posible. En Casa Rosada siempre fueron muy claros: solo habrá un partido en la boleta y es el de LLA. El ritondismo, sin embargo, no tiene problema en prescindir del sello PRO.
Al acuerdismo amarillo no se le caen los anillos. Santilli, que ya tiene un pie afuera del partido, viene insistiendo en replicar el esquema del acuerdo con el Frente Renovador de 2013, cuando Sergio Massa incorporó a los candidatos de Macri en las listas pero sin que apareciera la marca PRO en la boleta. “No vi que Macri estuviera quejándose de las ‘condiciones del acuerdo’ entonces”, masculla un dirigente bonaerense. Una fusión de hecho no muy distinta a la que pedía, hace un año, Patricia Bullrich.
Luego, está el detalle del cierre de listas. Milei no habla del tema, pero Karina Milei y Caputo sí. Los dirigentes amarillos saben que están en una situación de debilidad y que no pueden ponerse quisquillosos, pero saben también que ellos tienen algo que LLA no: músculo territorial, intendentes, armadores locales. La Provincia de Buenos Aires no es la Ciudad y, para ganarle al peronismo en su centro de poder, LLA necesitará del poder territorial del PRO. O a eso apusta, al menos, el ritondismo, que pretende cerrar las dos elecciones -la provincial de septiembre y la nacional de octubre- en una misma mesa de negociación.

El objetivo de máxima del PRO, para octubre, es renovar todas las bancas que tiene en Diputados. De los 7 diputados que renuevan, sin embargo, solo 4 o 5 abrevan en el armado que el ritondismo viene construyendo en PBA junto a LLA. No es lo mismo Gerardo Milman, por ejemplo, que responde a Bullrich, que Finocchiaro, que es mano derecha de Ritondo. No es lo mismo Gabriela Besana, que responde a María Eugenia Vidal, que Santilli, que tiene un vínculo personal con Karina Milei.
El acuerdo está en marcha y Macri no pondrá palos en la rueda, admiten los ritondistas, pero eso no significa que vaya a haber lugar para todos en la nueva alianza PRO-LLA.
Una ambulancia para los heridos
“El PRO está en remate y Ritondo es martillero”, ironiza un ex macrista que observa que, después de la derrota del domingo, no quedará mucho más del PRO: sobrevivirá lo que LLA logré comer, y el resto se desintegrará y atomizará. ¿Qué pasará con las sobras? ¿Cómo se reordenarán los heridos de la fusión con LLA? La respuesta a esa pregunta es lo que terminará de delinear el mapa político de PBA.
De un lado, el peronismo y su agónica pelea interna entre Axel Kicillof y Cristina Fernández de Kirchner. Unidos o separados, las encuestas dan que el panperonismo se comerá, al menos, el 40% de los votos. Del otro lado, el mileísmo y el PRO acuerdista, que batallan para posicionarse como la alternativa al kirchnerismo en PBA. Se puede sumar a este grupo al radicalismo que encabeza Maxi Abad, que coquetea con alinearse con LLA pero no termina de asentar postura.

En medio de la polarización, sin embargo, hay un centro político que no comulga ni con Milei ni CFK que analiza opciones para saltar la nueva grieta. Integran este espacio, por ejemplo, Facundo Manes, que el viernes lanzó su propia fuerza política por fuera de la UCR. Con el eslogan “Ni los de antes ni los de ahora. Para adelante”, Manes presentó el nuevo espacio con el que planea competir en octubre. El neurólogo mantiene vivo su sueño presidencial y aspira a representar a actores de la sociedad civil que se encuentran desencantados de la política y del rumbo económico de Milei.
Asesorado por el consultor Federico Zapata, Manes observa que puede sumar más votos por fuera de la estructura partidaria de la UCR. Se identifica como un alter ego de Milei: un extraterrestre ajeno a la “casta” política, pero con una agenda científica, social y productiva diferente. Está convencido de que el plan económico de Milei está destinado al fracaso, pero que el peronismo no ha logrado capitalizar el rol de la oposición. Hay un espacio vacío y Manes quiere ocuparlo.
Manes no es el único que fantasea con construir una alternativa opositora por fuera del kirchnerismo. Margarita Stolbizer, Elisa Carrió, Nicolás Massot, el peronismo anti k de Florencio Randazzo o Julio Zamora están en la misma búsqueda. Son, en su mayoría, los huérfanos de Juntos por el Cambio o los peronistas no kirchneristas cuyo antagonismo con CFK se volvió demodé. Son los viejos representantes del “centro” político que batallan contra la extinción en la nueva era Milei. Son, además, los macristas heridos, que no terminan de alinearse con un ritondismo impaciente por pintarse de violeta.
Todas estas fuerzas, de momento, se encuentran espaciadas y atomizadas. Pero hay un dirigente que, en las sombras, viene trabajando hace semanas para unirlos a todos. Ese dirigente es el armador todoterreno, rosquero de pura cepa, Emilio Monzó.

Monzó, que se autopercibe como un beduino en el desierto del centro político, observa que hay un 20% del electorado que no comulga ni con Milei ni con CFK. El diputado maneja una encuesta realizada por la consultora Aresco en todo el territorio bonaerense que muestra que, un armado de centro con dirigentes como Manes, Randazzo y el mismo, tiene un techo de 26 puntos. El número representa una fantasía, Monzó lo sabe, pero grafica un sector del electorado que todavía no ha entrado en la dinámica de la polarización. Y Monzó considera que, si van unidos, el centro podría sacar un 10% de los votos.
El primer condicionante, insiste, es la unidad. Monzó quiere evitar la atomización que se vio en la elección porteña, en donde fuerzas como Evolución o la Coalición Cívica quedaron afuera porque cada una, por separado, apenas sí llegaba a los 2-3 puntos. Si van todas juntas, en cambio, Monzó considera que tienen una chance real. Especialmente si el PRO termina sangrando heridos inconformes con el acuerdo con LLA.
En un mapa político dividido entre el azul y el violeta, Monzó enciende la ambulancia y se prepara para cerrar un nuevo armado antes del cierre de listas.
MC/DTC
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