No hubo “hola a todos” ni gritos eufóricos. En medio del escándalo que sacude al oficialismo por el presunto pago de coimas en la Agencia Nacional de Discapacidad (Andis), con su hermana Karina Milei en el centro de las acusaciones, Javier Milei eligió el tono monocorde y los tecnicismos para su discurso en la Bolsa de Comercio de Rosario, que este viernes por la noche celebró su 141º aniversario. Ante un auditorio que no lo aplaudió casi nunca, el Presidente se mostró nervioso, apagado y evitó cualquier referencia a la denuncia que compromete al corazón de su círculo íntimo.
Fue recibido por el titular de la Bolsa, Miguel Simeoni, y lo acompañaron —como si nada pasara— la propia Karina Milei, el ministro de Economía, Luis Caputo, y el vocero presidencial, Manuel Adorni. También estuvieron el gobernador de Santa Fe, Maximiliano Pullaro, y el intendente de Rosario, Pablo Javkin.
Apenas comenzó su alocución, el mandatario ensayó una explicación que funcionó también como muro de contención: “Voy a hablar de la volatilidad de la tasa de interés. El discurso va a ser técnico porque el auditorio así lo amerita”, dijo, en un intento por marcar de entrada que no se referiría a la coyuntura política. No mencionó la palabra corrupción, ni Andis, ni nada vinculado con el tema del momento: los supuestos sobornos en el gobierno de La Libertad Avanza.
Eludido el tema incómodo, el mandatario dedicó su primera parte a relatar, con trazos de economista y dosis de épica personal, lo que considera el mayor logro de su gestión: la baja de la inflación. “Cuando nosotros llegamos al gobierno, la tasa de inflación corría al uno y medio diario. Y hoy la inflación corre al 1,5% mensual. Si eso ustedes lo ponen en términos exponenciales, la tasa de inflación dejó de correr de niveles del 17.000% a niveles del 20%”, dijo, y completó con una de sus frases más provocadoras de la noche: “Ahora se entiende por qué el señor 'Toto' Caputo es el mejor ministro de Economía del mundo”.
Se jactó de haber hecho en un mes lo que, según él, no se había hecho en más de un siglo. “Hicimos en el primer mes de gestión lo que no se hizo en 123 años, que fue poner el resultado financiero en caja. Además, algo que parecía imposible: a los seis meses, limpiamos el balance del Banco Central”.
Con tono doctoral, Milei insistió en que la inflación no es multicausal y que “es un fenómeno monetario”. “Cortamos la emisión de dinero y se cortó la inflación”, repitió. En su narrativa, no hay espacio para matices. “Cuando empezamos a hacer esto, dijeron que no iba a funcionar, que no íbamos a poder bajar la inflación de niveles del 30% mensual. Después decían que no podíamos romper el 8, después no podíamos romper el 4, después no podíamos romper el 2 y la inflación sigue bajando”.
A medida que se fue soltando, el Presidente salió del modo técnico y volvió a arremeter contra el Congreso, en especial contra los legisladores que —según él— impulsan medidas que agravan el déficit. “La inflación no se da de manera instantánea, por algo que les gusta tanto a los políticos. ¿Por qué? Porque ustedes inyectan el dinero hoy y el impacto aparece dentro de 18 a 24 meses. Entonces, por eso les resulta tan divertido votar cualquier tipo de estupideces para aumentar el gasto público y generar déficit fiscal, si total después lo paga otro salame de acá dos años”.
Esta semana, la Cámara de Diputados rechazó el veto presidencial a la ley de emergencia en discapacidad. Además, el Senado rechazó y dejó sin efecto cinco de sus decretos presidenciales, en una maniobra que marca un récord en materia de anulación de decretos desde la vuelta de la democracia. Los decretos vetados intentaban reestructurar y desregulaban áreas clave del Estado: el INTA, el INTI, organismos culturales como el Instituto Nacional del Teatro y la Comisión de Bibliotecas Populares (Conabip), el Banco Nacional de Datos Genéticos, la Dirección Nacional de Vialidad y hasta establecían un régimen especial para la marina mercante, limitando el derecho a huelga. Para Milei, son “estupideces”.
Volvió a prometer que el combate contra la inflación está cerca de terminar: “De acá a mitad del año que viene, la inflación habrá sido solo una pesadilla que se terminó”, vaticinó, sin dejar margen para el escepticismo. Y pasó al segundo bloque de su exposición, en el que defendió los números de la actividad económica y negó una caída del consumo.
“Dijeron que la actividad económica se iba a derrumbar, que íbamos a generar una gran depresión. Y no pasó eso”, afirmó. “La economía se contrajo durante el primer trimestre y a partir de abril empezó a expandirse. Con lo cual ya llevamos cinco trimestres con la economía expandiéndose.”
Para reforzar su punto, citó al Indec: “La actividad medida por el EMAE diciembre contra diciembre terminó 6% arriba en 2024”. Y fue más allá: “Ya hemos llegado al nivel máximo que teníamos en el 2011 y además también estamos en el pico de consumo”, dijo, desestimando lo que calificó como una operación mediática: “Todas esas cosas que dicen acerca de que la actividad no se recupera, de que el consumo está deprimido, es mucho relato, porque los datos dicen otra cosa.”
Así, en la semana más crítica desde que asumió, con una denuncia de corrupción que sacude a su hermana y mano derecha, Javier Milei optó por encerrarse en su propio relato, evitó cualquier gesto político y se parapetó en un discurso económico plagado de datos, promesas y ataques al Congreso. La postal en Rosario, sin embargo, lo mostró lejos del tono dominante que cultiva: más sobrio, menos histriónico, claramente condicionado.
Del “efecto Cantillon” al “riesgo kuka”
Ya más descontracturado, Milei dedicó la segunda parte de su discurso a una clase de economía monetaria con referencias históricas, tecnicismos y una conclusión tan ideológica como electoral: el verdadero peligro para la Argentina, según él, no es el déficit fiscal sino el “riesgo kuka” que representa el kirchnerismo.
Tras defender que el ajuste fiscal es “expansivo” y que ya se ve una mejora en los salarios reales —“sacamos de la pobreza a 12 millones de personas”, aseguró—, el Presidente profundizó en su visión monetarista de la inflación. Con referencias a Hume, Cantillon, Menger, Vicksel y Dornbusch, criticó la economía keynesiana y cargó contra los controles de precios y de capitales que aplicaron gestiones anteriores. “El keynesianismo solamente es útil para los políticos populistas, demagogos, gastadores maníacos y demás, pero no para la gente”, sentenció.
Como si se tratara de una clase magistral, Milei se internó en el concepto de “tasa de interés” como precio relativo entre bienes presentes y futuros, y usó una alegoría catastrófica para explicar la situación argentina: “Si mañana nos encontráramos frente al fin del mundo, los precios futuros valdrían cero y la tasa de interés sería infinita”, razonó, antes de conectar esa metáfora con el contexto político.
Fue entonces cuando apareció el blanco preferido del Presidente: el kirchnerismo. “En Argentina hay dos tipos de políticos: los que abrazan las ideas de la libertad y los kukas”, disparó, para luego asegurar que “un diputado kirchnerista dice que su programa es romper todo lo que hicimos, y un candidato en la provincia de Buenos Aires recita a Marx”.
Con ese telón de fondo, Milei vinculó la incertidumbre electoral con la suba de la tasa de interés: “Cuando ustedes se encuentran frente a un escenario electoral como el que viene en octubre, y también el del 7 de septiembre, está claro que la tasa de interés se tiene que ir a las nubes. ¿Por qué? Porque están del otro lado los sodomitas del capital”, afirmó. El auditorio lo escuchaba en silencio, mientras el Presidente introducía otro neologismo del ecosistema libertario: el “riesgo kuka”, término que —según contó— acuñó el exfuncionario y asesor presidencial Federico Sturzenegger.
No fue todo: acusó al kirchnerismo de organizar fraude en la elección bonaerense del 7 de septiembre, a la que definió como el “techo electoral” de su oposición. “Tiran todo el aparato: voto cadena, urna embarazada o directamente pagar punteros para quedarse con todos los votos”, denunció, al tiempo que calificó como “fraude moral” la candidatura testimonial de dirigentes que, según él, ya admiten que no van a asumir.
La crítica, de tono encendido, también incluyó una distinción entre esa elección provincial y las presidenciales de octubre: “En septiembre los intendentes van a estar defendiendo su negocio. En octubre no”, dijo, dejando entrever que el oficialismo confía en revertir un eventual traspié electoral en la provincia de Buenos Aires.
JJD