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A 20 años del asesinato de los Perel en Cariló: un doble crimen con demasiadas pistas de dinero y espionaje, pero ninguna certeza

En un apart hotel de Cariló aparecieron muertos Mariano y Rosa Perel. Fue el 4 de febrero de 2001.

Alejandro Marinelli

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Ya era el mediodía, el plazo para dejar las cabañas había pasado y la pareja de huéspedes no salía. Llamaron por teléfono pero nadie atendió. Uno de los encargados del complejo decidió ir a golpear la puerta. Tampoco se escuchaban ruidos. Fue entonces que decidió entrar. Vio unos platos y una botella de vino en la mesa. Dijo algo en voz alta por si alguien estaba dormido. Los pasos hasta el cuarto los hizo muy despacio. Al asomar la cabeza, vio los dos cuerpos en la cama: eran el financista Mariano Perel y su esposa, tapados hasta el pecho con una sábana. Con ellos había dos pistolas y dos vainas servidas. El empleado no tenía idea de lo que vendría después. Ese hallazgo salpicaría esferas políticas y económicas hasta transformarse en uno de los grandes casos policiales argentinos. Hoy se cumplen 20 años de esa escena en Cariló y, luego de que se investigaran docenas de pistas, la única certeza sigue siendo la muerte de la pareja, todo el resto nunca dejará de ser un enorme misterio.   

“Era muy impactante.Te llegaba un dato sobre vínculos con el Mossad, otra de negocios con bancos, un posible ajuste de cuentas. No podías descartar nada porque las líneas eran muchas y distintas. Había que analizar información que llegaba todos los días. Por eso desde la Procuración se decidió que llegaran un grupo de cinco instructores para ayudar a los fiscales. Unos se dedicaban a lo informático, otros a trabajos de campo, otros a tomar testimonio... Y cuando estabas en una dirección aparecía una pista nueva. Había una carta que suponía un crimen por encargo, una cena entre ellos que parecía de despedida, sus vínculos laborales. En todos lados parecía haber posibles móviles”, recuerda el entonces secretario de la fiscalía de Dolores, Federico Fourquet, en charla con elDiarioAR

Perel fue encontrado boca abajo, al lado de su mano había una Walther PPK calibre 7.65. Al lado de la cama quedó una Glock. Al revisar el cuarto, los policías levantaron un plato y encontraron la primera de las tantas pistas, una nota hecha en computadora que decía en inglés: “Soy un gringo colaborador del Citibank. Asesinado por no pagar el rescate del Citigroup”. Los que miraban la escena como un crimen seguido de un suicidio ya solo tuvieron dudas. 

Al intentar ver de dónde había salido el mensaje, los policías prendieron la laptop de Perel y se encontraron con que el disco había sido borrado. Los investigadores entonces entendieron que debían conocer mejor a la víctima para poder saber lo que había ocurrido con él. “A medida que investigábamos nos dábamos cuenta de que era una persona con muchas relaciones. Pero sus compañeros de trabajo no daban muchos detalles. Eran muy discretos. Veíamos que tenía un nivel de vida mucho más alto del que podía sostener y diferente al de esos compañeros. Estaba endeudado, llevaba varios meses pagando el mínimo de la tarjeta”, también le cuenta a este diario el ex fiscal de la causa, Pablo Santamarina. 

Mientras tanto los peritos no eran concluyentes. La posición de la mano, el ángulo del disparo, la forma en que apretaba la sábana, todo resultaba interpretable y cambiante. Uno de los tres forenses sostuvo al principio que había sido un homicidio y tiempo después, frente a los fiscales, dijo que no podía ser tan terminante. 

Un financista con alto perfil y vínculos con el poder

A medida que la investigación avanzaba, distintos sectores del poder fueron apareciendo en foco. El alto perfil que había tenido el financista muerto los incomodaba. Durante el menemismo, mientras María Julia Alsogaray se encargaba del vaciamiento de ENTeL, Perel era el síndico de Alcatel, la empresa francesa de comunicaciones. La Justicia detectó en ese momento la existencia de pagarés mellizos y trillizos, algunos a favor de esa compañía, con los cuales se sospechaba habían pagado coimas a funcionarios durante la privatización de la telefónica. 

El caso había explotado en los medios, que lo contaban como un folletín con entregas diarias. Los periodistas se juntaban de a decenas en Dolores para poder mandar algún dato nuevo. Fue entonces que se conoció el hallazgo de una carta de 31 páginas con tono de testamento. Ahí el propio Perel explicaba a su familia en el mundo en el que se movía. Contaba sus relaciones como director del Banco Mercurio, cuyas operaciones eran investigadas. Explicaba sus estrategias de lavado de dinero, operaciones de evasión fiscal y una serie de desfalcos financieros. También, sus contactos dentro de la SIDE de los años 90, dirigida por Hugo Anzorreguy, el contrabando de equipos para ese organismo o su participación en espionaje a funcionarios cubanos. En el escrito además detallaba operaciones de inteligencia para desprestigiar a quien había sido fiscal del Juicio a las Juntas, Luis Moreno Ocampo. Cada vez Perel aparecía con relaciones más poderosas. “Es posible que hagan aparecer que me estoy suicidando”, vaticinó en la carta.

“En esa carta que mencionás, Perel le dice a cada uno de sus hijos y su esposa, qué es lo que tienen que hacer si se muere. Incluso le había dejado escondido dinero para uno de sus hijos debajo de una estatua y lo supimos porque se lo informó en la carta”, agrega el fiscal Santamarina.   

“Rosita, tenés que hacerte asesorar bien acerca de cómo usar toda esta información. Una vez que sea pública tampoco tiene valor, salvo el hacerles un daño mortal para que se hundan en la mierda como pretenden hacer conmigo”. Esas líneas estaban en la página final de la carta, destinadas a su mujer, que nunca las llegaría a leer. 

Como menciona el fiscal, la bancarrota de Perel también estuvo en un momento en el centro de la investigación ya que quienes no pueden afrontar enormes deudas toman decisiones precipitadas. Unos días antes de morir, un amigo de Perel le había entregado 300.000 dólares para que llevara a una financiera, pero ese dinero lo usó para hacer pagos. El socio de Perel explicó que el financista debía cerca de un millón de dólares. 

“Me llamó mucho la atención que era un fanático de las armas y la tecnología”, recuerda Santamarina. Peritos informáticos pudieron detectar que él mismo había instalado un virus en su computadora para borrar todo su contenido. Así se dieron cuenta de que en su Sony Vaio último modelo se había escrito la nota en inglés encontrada en la cabaña. Había sido impresa un día antes en la oficina de Perel en Buenos Aires. 

Mientras los investigadores buscaban los motivos de las muertes, encontraron en documentos y archivos de Perel las operaciones del Banco Mercurio que permitían a sus clientes evadir impuestos, transferir dinero a bancos fantasmas y pagar coimas para eludir inspecciones tributarias.

Se supo entonces que Perel había juntado más de dos millones entre conocidos y directores del banco y los mandó a un fondo de inversiones en Bahamas. El dinero se administraba desde Buenos Aires vía fibra óptica y las operaciones eran difíciles de rastrear en caso de allanamientos o pedidos de informes. 

También se pudo determinar que en octubre de 1994 una inspección de la DGI detectó errores en la declaración jurada del grupo Mercurio: una diferencia de 18,5 millones de dólares. Para resolver el problema, Perel le pagó 100.000 dólares a un funcionario que la garantizó que el expediente “se movería lento”. El banco también “justificaba” pérdidas o ganancias ficticias de empresas para evadir impuestos o “dibujar” balances. Por esta maniobra, el Mercurio se quedaba con el 1% del monto justificado. Como se puede ver, por su actividad, la posibilidad de que alguien hubiese querido dañar a Perel era real. El tema es que no aparecía ningún nombre firme. 

“Hicimos un trabajo enorme despejando todo lo que era verdad de lo que no. Buscamos todo de lo que fue posible pero nunca encontramos una pista sobre alguien que pudiera haberlo matado. También había elementos para creer en un suicidio. Me hubiera encantado encontrar un responsable si lo hubiera habido. Era lo que más quería porque hicimos un trabajo enorme.Yo pedí kilos y no paré durante todo un año”, concluyó Santamarina.  

Aunque se cumplen 20 años de la muerte de Perel y su esposa, la causa sigue abierta. El expediente completo está en el estante de homicidios de la Fiscalía N°3 de Dolores. Desde 2007 que no tiene movimientos y seguramente en breve se deberá dictar alguna resolución. Los hijos de Perel nunca se presentaron como querellantes en la causa y solo pidieron que le devolvieran la camioneta con la que sus padres llegaron al complejo de Cariló. De hecho, los objetos personales que llevaban cuando murieron nunca nadie los retiró. 

 

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