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Con la c, calostro. Con la l, loquios. Diccionario breve para madres y padres primerizos

Una madre con su bebé.

Lucía M. Quiroga

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Embarazo, parto y posparto son siempre épocas de cambios, especialmente si te estrenas en la maternidad. Durante estas etapas aprendes un montón de cosas nuevas, entre las que resuenan cientos de palabras que antes te resultaban ajenas y que ahora no dejas de repetir. Amenorrea, baby blues, calostro, colecho, dilatación, episiotomía, fontanelas, lactancia, loquios, mastitis, meconio, oxitocina, puerperio… Apréndetelas bien, porque van a formar parte de tu vocabulario a partir de ahora y durante un tiempo.

Amenorrea: es la ausencia de menstruación, que puede indicar el principio de un embarazo.

Baby blues: es un estado anímico de decaimiento, tristeza e irritabilidad que puede aparecer en la madre durante el puerperio. Hay que vigilarlo y, si es necesario, pedir ayuda profesional, ya que podría derivar en depresión posparto.

Braxton-Hicks: son contracciones que aparecen a lo largo del embarazo, especialmente en el tercer trimestre. Son irregulares y suelen ser menos dolorosas que las del parto, por lo que no indican que el nacimiento sea inminente sino que el cuerpo se está preparando para lo que viene.

Calostro: es la primera leche materna que se produce. Puede adelantarse durante el embarazo, pero suele aparecer en las primeras horas de posparto. Contiene numerosos nutrientes para el recién nacido.

Colecho: consiste en dormir con el bebé en el mismo espacio, directamente o bien en una cuna especial para ello que se acopla a la cama. Si se practica cumpliendo unas normas de seguridad, puede facilitar el descanso.

Dilatación: es el proceso por el cual se abre el cuello del útero para que se produzca el parto, a través de contracciones –otro término clave–. Apúntate también esta cifra: en torno a los 10 centímetros se considera que la dilatación está completa, por lo que el nacimiento es inminente.

Episiotomía: una de las palabras que más inquietud genera ante el parto, ya que consiste en cortar el perineo para ensanchar la vagina y que el bebé salga con más facilidad. Si el corte es injustificado –y en muchas ocasiones lo es–, forma parte de la llamada violencia obstétrica. Un buen plan de parto respetado puede ayudarnos a evitar esta y otras prácticas no recomendadas.

Fontanelas: son las separaciones en los huesos del cráneo del bebé, que dan lugar a zonas blandas en su cabeza. Tardan en torno un año en cerrarse y, si te fijas bien, puedes ver los latidos de su corazón a través de estas hendiduras.

Lactancia: es la manera de alimentación del recién nacido, que se extiende hasta los seis meses de manera exclusiva. Puede ser materna, mixta o artificial.

Loquios: poco se habla de que, después de parir, puedes pasarte entre 2 y 6 semanas sangrando abundantemente. El flujo es más abundante que una menstruación normal, ya que contiene sangre, moco y tejido placentario. Se da tanto en partos vaginales como por cesárea.

Mastitis: si la lactancia es materna puede aparecer la mastitis, una inflamación dolorosa de las mamas que puede ir acompañada de malestar general y fiebre. Aprender las posturas de lactancia y vaciar bien el pecho son recursos útiles. Si sospechas que puedes tener una mastitis, ve al médico.

Meconio: es la primera caca de un bebé tras el nacimiento. Tiene un color entre negro y verde, ya que contiene todo tipo de sustancias: moco, líquido amniótico, bilis, células e incluso lanugo –otro término nuevo: es el vello fino que cubre el cuerpo del bebé–. No te asustes cuando descubras que se parece más al chapapote que a una caca al uso.

Oxitocina: también conocida como la hormona del parto, es la que facilita todo el proceso para el nacimiento del bebé. Está relacionada con otros procesos de conexión emocional, con la lactancia o con el placer sexual.

Puerperio: el puerperio o posparto es el periodo que se abre justo después del nacimiento del bebé. La definición clásica hablaba de cuarenta días tras el parto, la famosa cuarentena, pero definiciones más recientes apuntan a que podría durar entre seis meses y un año. Es un periodo complejo, donde es importante cuidar también a la madre, que puede verse desbordada por la vulnerabilidad física y emocional.

LMQ

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