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La urgencia de las vacunas desata guerra de precios, lobby empresario y leyes a pedido

Alberto Fernández frente a periodistas

Pablo Ibáñez

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Cuántas, cuando y a qué precio. La desesperada batalla por conseguir vacunas contra el COVID-19 repite una dinámica milenaria: oferta y demanda, regateo y promesas. Hasta el 4 de diciembre, el gobierno no tenía respuesta a esas tres preguntas básicas sobre la Sputnik V y estaba frente al peor escenario: a esa altura, la suerte de un operativo masivo de vacunación de verano sólo parecía posible con la inyección rusa.

Del plan primario de una “canasta de vacunas”, un mix de partidas de distintos laboratorios, el gobierno se volvió rusodependiente. Se tensó la negociación con Pfizer y aparecieron ruidos en la plataforma COVAX montada por la OMS para un “reparto equitativo” de las dosis. Argentina destinó 35 millones de dólares a esa “bolsa” de vacunas.

La opción Oxford-AstraZeneca siempre fue con un calendario marzo/enero y las contactos con Moderna se frustraron de arranque. ¿Motivo?, el precio: cuesta U$S 37, casi el doble que la Sputnik V y cuatro veces más que la de vacuna de Oxford.

Entre el 5 y el 9 de diciembre, se aceleraron las conversaciones y se firmó el contrato con el Fondo Ruso de Inversión Directa (RDIF), que contempla la entrega de 300 mil dosis en diciembre —del primer componente— y 20 millones en enero y febrero. El jueves 10, Fernández lo anunció desde Casa Rosada junto al ministro de Salud, Ginés González García.

Un detalle refleja la ansiedad de Casa Rosada. Fernández pidió que para el día de su primer año presidencial, que atravesó bajo el látigo de la pandemia, se organice un acto sobre el Covid-19. Su equipo preparó una visita a la planta del laboratorio mAbxience, propiedad del empresario Hugo Sigman, de fluidos vínculos con el PJ, en la localidad de Garín, partido de Escobar, donde se fabrica el principio activo de la vacuna.

El contrato con el fondo ruso tiene cuatro mil fojas, muchas de ellas en ruso, y es confidencial: está contenido en un pendrive encriptado que impide que se copie, duplique o reenvíe. El RDIF firmó con las condiciones que no aceptó Pfizer.

No había nada nuevo en el radar porque, desde hace semanas, la planta produce el insumo, una especie de “yogurt blancuzco”, que en enero se enviará a México donde lo dosificará y envasará el laboratorio Liomont. En el anuncio de presidencia no se precisó si de la recorrida participaría Sigman, que vive en España y había viajado a Argentina, pero todo indicaba que sí. La noche previa, la visita se suspendió sin explicaciones y el jueves a media mañana se anunció la firma del contrato por la Sputnik V.

El contrato con el fondo ruso tiene cuatro mil fojas, muchas de ellas en ruso, y es confidencial: está contenido en un pendrive encriptado que impide que se copie, duplique o reenvíe. El RDIF, al igual que AstraZeneca, firmaron con las condiciones que no aceptó Pfizer.

La esperanza helada

“Pfizer fue la primera vacuna, pero nunca fue la mejor”, reconoció a elDiarioAr un funcionario al tanto de las negociaciones. Se firmó una carta de intención, sin valor judicial, por 4 millones de dosis que quedó en stand by cuando los abogados del laboratorio pusieron objeciones a la ley de cobertura que aprobó el Congreso y que se basó en modelos de contratos de precompra usados en otros países, aportados por los laboratorios.

Pfizer elevó tres pedidos: cesión de jurisdicción —que el laboratorio diga en los tribunales de qué países se resuelven eventuales problemas contractuales—, que el Estado se haga cargo de eventuales indemnizaciones producidas por una vacuna con desarrollo express, y confidencialidad. Con los puntos 1 y 3 no hubo problemas. La discusión fue sobre el 2: el Congreso incorporó un item referido a que en caso de fallas por negligencia —errores en la fabricación o incumplimiento de controles, por caso— se debía hacer responsable el laboratorio.

Un inconveniente adicional fue que Presidencia anexó una lista de bienes inembargables ante eventuales juicios, que los abogados de Pfizer y otros laboratorios objetaron. “El proyecto se trató en Diputados, se revisó en Senado, se reglamentó, Pfizer tuvo muchas oportunidades para poner reparos y no lo hizo. Por eso, parece una excusa”, confió una fuente a este diario.

La teoría oficial, que explicitó González García, es que cuando el laboratorio recalculó que podría producir la mitad de las vacunas que había estimado, se “agarró” de la ley para paralizar la negociación. “Le dimos una ley y ahora quieren otra. No le podemos dar otra ley”, agregó una fuente.

En medio ocurrió algo más: a mediados de noviembre, directivos de Pfizer le informaron a funcionarios de Salud que la entrega de dosis prevista inicialmente para diciembre se reprogramaba para enero. Fue un ruido más dentro de un vínculo que empezó con fotos y sonrisas entre Fernández y Nicolas Vaquer, CEO del la filial argentina del laboratorio, en Olivos, y se volvió áspero. El último episodio, en una saga todavía en construcción, fue una carta enviada por el gobierno a Pfizer con duros reproches sobre cómo manejaron la negociación, pero que cierra la propuesta de volverse a sentar para reencauzar el diálogo.

Desde Pfizer se refugian en el silencio, pero en el sector, como portavoces tercerizados de los laboratorios, ponen sobre la mesa un dato que en el gobierno admiten: la vacuna requiere una logística compleja, con un frio de 80 grados bajo cero, que hacía imposible que se aplique en todo el país.

“No podía ser masiva”, explicó una fuente a este diario. En Casa Rosada detallaron, como agregado, que por ese motivo el acuerdo de palabra incluía 4 millones de dosis y no 22,4 millones como Astra Zéneca, que requiere “frio de heladera”.

“Empezamos a negociar en agosto, le dimos cada cosa que pidieron. Desde una ley que los libra de las indemnidades, les prestamos el Hospital Militar para los ensayos, les autorizamos esos estudios ¿y después salen con esto?”, se quejó un funcionario y confío que, aunque no sean los 4 millones pre acordados, habrá vacunas de Pfizer en el operativo de vacunación nacional.

La ruta de la seda pasa por San Pablo

Sin Pfizer, pero con la Sputnik, y a la espera de los 22,4 millones de inmunizaciones que para “marzo o abril” prometió AstraZeneca, el gobierno exploró dos acuerdos adicionales referidos a vacunas chinas. Una de ellas es la llamada Coronavac, del laboratorio Sinovac que tiene sede en Pekín, pero que hizo un acuerdo de desarrollo con el Instituto Butantan de San Pablo, en Brasil.

La trazabilidad de esa negociación es curiosa: el rector de la UBA, Alberto Barbieri, hizo gestiones ante Cancillería y hubo una conversación entre Felipe Solá y el gobernador de San Pablo, João Doria, promotor del desarrollo de la vacuna y enfrentado con el presidente brasileño Jair Bolsonaro, quien amenazó con que la entidad nacional encargada de autorizar las vacunas no aprobaría la Sinovac.

Las conversaciones con San Pablo giran en torno a la compra y envío, durante el mes de enero, de entre 1 y 1,5 millones de dosis de la vacuna que comenzó a aplicarse en ese estado de Brasil. Se avanzó con una carta de intención, pero aparece sobre la mesa la cuestión del costo: las primeros números hablan de US$15 cada dosis, es decir U$S30 la inmunización total. Como en un mercado persa, hay una instancia de regateo a cargo del Ministerio de Salud.

La otra opción china es la vacuna Sinopharm, sobre la que se hicieron contactos a través del embajador argentino en China, Luis María Kreckler. Está a prueba en Argentina con un ensayo que dirige la Fundación Huésped y la Fundación Vacunar, según se indica en el sitio de esta última, que en septiembre había inoculado a 600 voluntarios. Salud envió un protocolo, pero el laboratorio chino lo devolvió con objeciones de forma. En el gobierno no lograron, tampoco, que el laboratorio chino diera precisiones sobre cuántas dosis, en qué fecha y a qué precio.

La novela Sputnik

De urgencia y en secreto, el miércoles 4 de noviembre, González García visitó la embajada de Rusia en Buenos Aires. Lo hizo por pedido de Fernández, a través del jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, y con un mensaje puntual: que la negociación para la compra de las vacunas Sputnik V, por entonces incipiente, pero acelerada tras una intervención personal de Cristina Kirchner, se concrete de “Estado a Estado”.

Unas horas antes, la aparición en escena de HLB Pharma, un laboratorio local con historia en el negocio, pero pequeño en el póker de las farmacéuticas, forzó la reacción del gobierno para evitar que denuncias y sospechas sobre una triangulación privada enturbiaran el proceso. El viernes 6, en una bilateral telefónica con Vladimir Putin, Fernández repitió el pedido que, se dijo entonces y se confirmó después, el premier ruso consintió.

Fue otro capítulo de la novela Sputnik V que en los cálculos del gobierno debería, en estos días, ofrendarle un respiro, algo parecido a una victoria: que finalmente, antes de Navidad lleguen al país las primeras 300.000 dosis para empezar a aplicarlas, como contó elDiarioAR la semana pasada, a partir del sábado próximo.

La secuencia se inició el 29 de octubre, cuando Cristina Kirchner recibió en el Senado al embajador ruso Dimitry V. Feoktistov. El diplomático se reunió, la semana pasada, con el ministro de Economía, Martín Guzmán, cuando el gobierno ardía entre negociaciones contrarreloj, versiones cruzadas y la inquietante frase de Putin referida a que no se aplicaría la vacuna porque no estaba, todavía, aprobada para mayores de 60 años.

Aquel jueves negro, febril, desató todas las peleas de cartel en el gobierno y apuró un balance de daños todavía en trámite. Quizá, si como indica el plan de vuelo de Aerolíneas Argentinas, el miércoles 23 el Airbus 330 aterriza en Ezeiza a las 18:30, Fernández pueda celebrar que una parte del operativo, al menos, terminó bien. Por delante, quedan, sin embargo, un desafío monumental: vacunar a 30 millones de personas.

Esta crónica fue republicada a las 9:59 AM del domingo con correcciones sobre cantidad de dosis. A las 12.22 se detalló, sobre un cable de la agencia Reuters, el valor de la vacuna Moderna. A las 14:24 se hicieron otras precisiones.

PI

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