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La ultraderecha se sube a la ola de protestas contra los pasaportes de vacunación en Europa

Miles de manifestantes en Trocadero, cerca de la Torre Eiffel, durante una protesta este sábado contra el pase sanitario en París.

Icíar Gutiérrez

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Francia, Italia, Grecia y Australia fueron algunos de los últimos escenarios de protestas relacionadas con medidas contra la pandemia. En los dos primeros casos, están estrechamente vinculadas con la vacunación, sobre todo con los certificados sanitarios, que imponen limitaciones a las personas no inmunizadas y se encontraron con una fuerte oposición de quienes lo consideran un ataque a las libertades.

“Las protestas ahondan en el dilema entre la libertad individual de elegir, o no, vacunarse y la necesidad de protección de la población, pero también en la crisis institucional”, dice a elDiario.es Carme Colomina, investigadora principal de CIDOB, think tank con sede en Barcelona.

“Hay una parte de la población que desconfía de la bondad del sistema que impone la vacunación. Y, en estos casos, las estrategias coercitivas tensan y alimentan todavía más esta desconfianza previa”, sostiene Colomina, autora del capítulo ¿Desconfianza en la vacuna o desconfianza en el sistema?, incluido en la publicación Geopolítica de la Salud.

Entre quienes se manifiestan y se oponen a este tipo de medidas suele haber una mezcla heterogénea, a la que en varias ocasiones se han sumado fuerzas de la ultraderecha que, como recuerda la investigadora, se alimentan del malestar.

Contra el certificado sanitario en Francia

Bajo lemas como “la libertad está siendo pisoteada”, decenas de miles de personas volvieron a manifestarse el pasado sábado en las principales ciudades de Francia contra el uso del certificado sanitario que el Gobierno comenzó a exigir en lugares de ocio y que se extenderá a otros establecimientos como los restaurantes.

Según el Ministerio del Interior galo, unas 161.000 personas salieron a la calle –frente a las 110.000 de la semana anterior– y 71 fueron detenidas. En París, cerca de 11.000 personas se unieron a varias movilizaciones–con algunos incidentes esporádicos entre manifestantes y policía–. Lo hicieron mientras continuaban los trámites parlamentarios de la medida, que se adoptó finalmente el domingo en el Senado francés.

En París, una de las protestas fue promovida por el ultraderechista Florian Philippot, exnúmero dos de Marine Le Pen en el Frente Nacional y hoy líder de su propio partido, Los Patriotas. Cerca de la Torre Eiffel, Philippot, denunció el “apartheid”, dijo, impulsado por el Gobierno mientras los manifestantes portaban pancartas que decían “alto a la dictadura”.

Pero, en general, según los medios locales, es difícil trazar un perfil típico de los contrarios al pase sanitario que salieron a manifestarse para defender, dicen, la libertad de elección: es heterogéneo y no todos son necesariamente de ultraderecha, antivacunas o teóricos de la conspiración. La oposición a las medidas del Gobierno congrega desde manifestantes antimascarillas y anticonfinamiento hasta a los llamados Chalecos Amarillos, protagonistas de las protestas de 2018 y 2019. El líder de izquierda Jean-Luc Mélenchon, se opuso férreamente al pase sanitario –que tacha de “pase autoritario”– y denunció la “discriminación social” que puede acarrear.

No obstante, una encuesta reciente muestra que la mayoría de franceses está a favor de utilizar el certificado en lugares como el transporte (76%), locales culturales (66%) y restaurantes (58%).

“Cuando la ciencia da armas, hay que utilizarlas”, dijo el presidente Emmanuel Macron tras las protestas. La libertad, argumentó, “se basa en el sentido del deber mutuo”. “Si mañana contagiás a tu padre, a tu madre o a mí mismo, soy víctima de tu libertad cuando tenías la posibilidad de tener algo para protegerte y protegerme. (...). Esto no es libertad, se llama irresponsabilidad, egoísmo”.

El certificado sanitario –prueba de tener la pauta completa de vacunación, un test negativo o de haber pasado la enfermedad en los seis meses previos– se empezó a aplicar en Francia hace una semana en museos, cines y otras salas de espectáculos y deportes. La intención es extender su uso a principios de agosto a bares, cafés, restaurantes, transporte de largo recorrido y algunos centros comerciales. La legislación que regula el certificado sanitario también obliga a los sanitarios a vacunarse.

El objetivo expreso del Gobierno galo es llevar las restricciones a los no inmunizados. Desde el anuncio, en las últimas dos semanas, la campaña de vacunación se aceleró en el país, pero los datos habían mostrado antes un claro estancamiento. Hasta ahora, se han administrado 107 dosis por cada 100 habitantes. El 61% ya tiene una dosis, según cifras de Our World in Data. Los casos de coronavirus, mientras tanto, siguen en aumento.

Colomina recuerda que Francia es uno de los países “más escépticos del mundo” respecto a las vacunas. “Las páginas antivacunas que se publican en este país tienden, además, a mezclarse con publicaciones antiestablishment, donde coinciden en su denuncia de una supuesta 'dictadura sanitaria'. Se trata de espacios híbridos donde el argumentario contra la vacunación alterna con todo tipo de teorías y contenidos: de la religión a la medicina tradicional y de las conspiraciones a la retórica contra las élites”. 

Sucesión de movilizaciones en Italia

Los gritos de “libertad” también resonaron en Italia, cuyo Gobierno siguió los pasos de Francia y se decantó por hacer obligatorio el llamado 'pase verde' en varios espacios cerrados, como el interior de los restaurantes o el cine, desde el 6 de agosto.

En los últimos días, principalmente el sábado, se produjeron varias manifestaciones de críticos con la medida y también antivacunas, algunos de los cuales hicieron desafortunados símiles entre los vacunados y la persecución de los judíos en la Alemania nazi.

Hubo protestas en Roma, Nápoles, Milán o Turín, en un total de 80 localidades según el Corriere della Sera, según el cual el movimiento se difundió en Telegram y redes sociales, con lemas como “basta de dictadura sanitaria”. A las manifestaciones se han sumado fuerzas de extrema derecha, pero, al igual que en Francia, quienes se oponen son políticamente heterogéneos, según el mismo medio italiano. “No hay dictadura sanitaria”, responde la ministra del Interior, Luciana Lamorgese. “La vacunación es esencial para superar esta pandemia”.

Este martes, informa EFE, cientos de personas protestaron de nuevo en la capital italiana, aunque fueron muchas menos de las estimadas por los organizadores. La manifestación fue convocada por el movimiento “Io Apro”, de hosteleros contrarios a las restricciones, pero también ha contado con la presencia de seguidores de la organización neofascista CasaPound. Las protestas continuarán en los próximos días.

Desde la política, las manifestaciones contra la medida fueron alentadas por Giorgia Meloni, líder de la ultraderechista Hermanos de Italia y única oposición al Gobierno de unidad nacional, que aseguró, entre otras cosas, que el pase es la “antesala de una sociedad orwelliana”.

Como en Francia, las solicitudes para vacunarse se multiplicaron en Italia, hasta un 200% en algunas zonas, tras el anuncio el pase, que se tendrá que mostrar antes de sentarse a la mesa de un restaurante, pero también si se va a un cine, un teatro, un estadio o un concierto. El Gobierno quiere así contener el virus, que sigue al alza, pero también animar a la vacunación. El 62% de la población tiene al menos una dosis.

“Una oportunidad para la extrema derecha”

A juicio de Colomina, en estas últimas protestas, hay “un efecto de acumulación que no es menor”, y menciona no solo en la fatiga de los ciudadanos, también la prolongación de las medidas excepcionales. Junto a ello, dice la investigadora de CIDOB, se endurece “también la retórica de los gobiernos contra las protestas”, e indica que el coronavirus irrumpió en un mundo que, en muchos sentidos, “ya estaba debilitado democráticamente”. “La pandemia ha intensificado retrocesos y ha reforzado recortes de derechos y libertades”.

“La desinformación y el negacionismo, la batalla por el relato y la influencia global, así como la debilidad de gobiernos e instituciones –fruto de la erosión democrática– que han alimentado la polarización política de la pandemia se reproducen ahora también en el proceso de vacunación”, sostiene. “Pero el debate ya era tóxico antes de la irrupción del coronavirus. Así que la desconfianza en la vacuna es solo un reflejo más de unas patologías previas al coronavirus: el desorden informativo, el descrédito de las instituciones y la polarización”.

Durante toda la pandemia ha habido protestas que, recuerda, han acabado convertidas en una “mezcla heterogénea de malestar legítimo por los costes económicos de los cierres forzados, con la protesta ideológica y, en algunos casos, la violencia desorganizada”. “De los hooligans del fútbol holandés o eslovaco a los neofascistas italianos; de los libertarios a los consumidores de teorías conspirativas; en unos países la protesta ha movilizado especialmente a la extrema derecha, y en otros a la extrema izquierda”.

“Pero, sobre todo”, matiza, “la pandemia se ha convertido en una oportunidad para las fuerzas de extrema derecha, que tradicionalmente se alimentan de agravios y malestares, ya sean reales o percibidos”. “La crisis del coronavirus ha reforzado los espacios de confrontación política de la derecha radical: nosotros contra ellos o el pueblo contra las élites”.

Protestas en Grecia y Australia

En Grecia, más de 4.000 personas se concentraron ante el Parlamento por tercera vez este mes para oponerse a la vacunación obligatoria de algunos trabajadores, como el personal sanitario. La manifestación fue dispersada con gases lacrimógenos y cañones de agua.

Las protestas en Europa estuvieron acompañadas por manifestaciones contra las restricciones en Australia, donde millones de personas han afrontado nuevas medidas de confinamiento a raíz del rebrote del virus mientras crece el enfado por una campaña que ha vacunado por completo a apenas el 13% de la población desde febrero.

Así, el sábado también fue convulsionado en Sidney, con cientos de manifestantes que incumplieron las órdenes de no salir de casa por el coronavirus. Decenas de personas fueron detenidas y multadas tras enfrentamientos con la Policía. El primer ministro australiano, Scott Morrison, afirmó que las protestas fueron “egoístas y contraproducentes”. “No consigue ningún propósito. No acabará antes con el confinamiento”.

Según The Guardian, un grupo de teóricos de la conspiración con sede en Alemania ayudó a impulsar las protestas en Australia. De acuerdo con el medio británico, la información sobre las protestas se difundió en Telegram, Instagram y Facebook, a menudo amplificados por grandes páginas antivacunas y conspirativas que han acumulado miles de seguidores durante la pandemia. Algunos de los organizadores detrás de las protestas tienen vínculos con elementos de extrema derecha.

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