Una cuna especial en un hospital de España ayuda a los progenitores a alargar la despedida tras fallecer su bebé

Alejandra Luque

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Estrella lleva días recuperándose de un proceso para el que no estaba preparada. La sociedad no capacita, ni al menos acerca, a mujeres y hombres a afrontar una pérdida perinatal, es decir, la muerte de un bebé durante la gestación o 28 días después de nacer. La sociedad no quiere ver, oír ni saber de la muerte, más aún de la de un bebé, la fragilidad más absoluta. Pero esta es la realidad y obviarla no es la solución. Estrella se quedó embarazada pero tuvo que abortar. Apenas habían pasado seis semanas desde aquel positivo, pero fue imposible tranquilizar a la ilusión porque se trataba de un bebé deseado. Acordó con su pareja no decir nada a familiares y a amigos hasta que no pasara el primer trimestre, ese tiempo impuesto socialmente para comunicar que se espera un bebé, como si pasados 90 días el pequeño mundo en el que habita le diera una armadura inquebrantable. Pero la vida puede irse en cualquier momento.

Nadie nos enseñó a dar la bienvenida a un nuevo ser. Lo hacemos porque las buenas noticias nos gustan a todos. Pero la muerte y el duelo son verdaderos tabúes y no abordarlos convierte a los padres en esclavos de su dolor, rodeados además de incomprensión. Como Estrella, otras mujeres pierden a sus hijos durante la gestación o en el parto y poder superar esta experiencia es trabajo de todos. Por ello, el Hospital Reina Sofía de la ciudad española de Córdoba actualizó los protocolos de actuación para que los progenitores puedan estar más tiempo con sus bebés en el caso de fallecer. A ello contribuyó la llamada cuna de los abrazos: durante seis horas, las familias pueden despedirse de su bebé, lo que las ayuda en el proceso de duelo.

Este cambio fue posible gracias al impulso dado por Andrea Jiménez, jefa de bloque de Obstetricia y Ginecología del hospital, y a la implicación de todos los trabajadores, en especial de las supervisoras del área de Partos y de Maternidad y de los responsables de la Unidad de Salud Mental. Todo un equipo que trabajó durante un año en un cambio de modelo con el único fin de ofrecer un mejor servicio y cuidado a la madre que se enfrenta a una pérdida tan dura.

Todo comenzó cuando Jiménez aún se encontraba en Atención Primaria. En este primer contacto con la sanidad pública, esta partera atendió a madres que sufrieron un proceso de duelo perinatal. “Me di cuenta de que no tenía muchas herramientas para poder ayudar porque este tipo de duelo está muy abandonado”. Por ello, y tras llegar a la jefatura de Obstetricia y Ginecología del centro hospitalario, quiso empezar a atajar el problema para que la atención a las madres no estuviera marcada por “los profesionales que le tocaran”.

El primer punto de inflexión fue la donación al hospital de una cuna de los abrazos por parte de Natalie Claytor y Laura Segura, cuyos hijos fallecieron en el parto. Con donaciones y apoyadas también por la Asociación de Apoyo al Duelo Gestacional, Perinatal y Neonatal Matrioskas, estas dos mujeres recaudaron los fondos necesarios para poder regalar esta cuna al Reina Sofía. La camita hace las funciones de una minicuna y su aspecto da calidez a estos momentos tan duros. Hasta la llegada de esta cuna, los progenitores apenas podían estar minutos con su bebé fallecido, el tiempo que durara la estancia en el paritorio. Ahora, los padres y madres pueden abrazar y besar a su hijo durante seis horas o acompañarlo si deciden introducirlo en esta cuna, que tiene un sistema de refrigeración. Para esta familia, el mundo se paró y a su lado tienen a su bebé. Les da igual en qué estado se encuentre. Es el suyo. A quien quisieron y amaron desde el minuto uno en que supieron de su existencia. Y así será siempre.

Esta mejora en la atención que introdujo el hospital no es más que una opción. La matrona Jiménez insiste en que no es una obligación usar la cuna ya que hay padres que, por los motivos que sea, no quieren o no son capaces de enfrentarse a estar tanto tiempo con su bebé al que nunca escucharán reír. El uso de esta cunita solo plantea un inconveniente: para aquellos casos en los que se produzcan abortos y el bebé apenas esté formado, por lo que resulta más complicada su utilización.

La cuna empezó a usarse a finales de 2022 y hasta el momento la requirieron tres familias. El residente de la Unidad de Salud Mental, Alberto Escaños, asegura que “si las madres pudieran, estarían dos días con sus hijos porque todo el tiempo que estén con ellos es sanador, mucho más que cualquier pastilla”.

Cómo decir adiós al bebé

Como señalamos anteriormente, la pérdida de un bebé puede producirse en el parto, pero también en las interrupciones involuntarias del embarazo y durante la cesárea. En el caso de un aborto, cuando los profesionales sanitarios comunican que no hay latido, la madre debe decidir si quiere abortar mediante pastillas o legrado. Si la gestación es superior a las 14 semanas, la mujer debe enfrentarse a un parto. En este sentido, otro cambio introducido en el protocolo es el de suministrar anestesia epidural a todas aquellas mamás que lo soliciten. “Hasta hoy, las mujeres no solo pasaban por la pérdida de su bebé, sino que también sufrían los dolores del parto”, explica Jiménez.

Una vez que se certifica el fallecimiento del bebé, la paciente es informada de qué despedida quiere, ya que el hospital ofrece un sobre de recuerdos donde se guardan las huellas de las manos del bebé, así como otros objetos como el gorrito que se le coloca al nacer, la pulsera identificativa y un cartel en el que aparecen la fecha, la medida y el peso del niño. Pegado al sobre, el logo de una mariposa azul cuyas alas están repletas de estrellas.

Como ocurre con la cuna de los abrazos, este sobre también es opcional. Tal y como señala Escaños, “contar con recuerdos de tu bebé ayuda muchísimo a la intensidad del duelo y a superarlo de una forma más rápida y menos traumática”.

En el caso de que la madre se niegue a tenerlo, los profesionales sanitarios lo realizan y lo guardan en su historia clínica por si algún día la paciente se arrepiente y lo quiere tener. “Despedirse no es olvidar”, insiste este profesional de Salud Mental. “Si no tienes nada a lo que aferrarte es como si no hubiera pasado. Hay familiares que incluso llegan a preguntar a la madre que cómo que quiere tanto a su bebé si no lo ha llegado a tener. Hay que corregir también esa forma de comunicar por parte de la familia”.

La misma mariposa que se coloca en el sobre de los recuerdos se instala en la puerta de la habitación en la que se encuentran los progenitores con su bebé fallecido. Todo aquel personal sanitario que cruce el umbral de esa puerta debe saber, nada más ver esa mariposa, qué situación se va a encontrar en aquella habitación y cuál debe ser su lenguaje. Gracias a este protocolo, en esta estancia podrán estar no solo los progenitores, sino también cuatro familiares más que estimen oportuno.

Alicia Vega, Carmen Muñoz y María Teresa Padillo, supervisoras del área de Partos y de Maternidad, celebran los cambios en el protocolo y la llegada de la cuna de los abrazos. En definitiva, aplauden la humanización, que tan necesaria es en procesos hospitalarios y en este, más aún. “No eres consciente de lo importante que son los cambios hasta que no llega una mujer y te relata cómo se ha sentido durante el proceso de la pérdida de su bebé”, afirma Vega, que hace mención al trance que también supone para los profesionales que atienden la muerte de un bebé.

“Es muy duro, de verdad. Durante todo el proceso de parto estás atendiendo a una mujer, tanto en la dilatación como en el expulsivo, dándole apoyo físico y emocional. Vives todo eso y la pena es muy grande”. En esta línea, añade que “en cada pérdida que atendemos, se va una parte de nosotros porque empatizas muchos”, por lo que reclama “un rato de recuperación”.

En ello insiste también Escaños, que recomienda además que los profesionales que atiendan las pérdidas neonatales no siempre sean los mismos. Asimismo, en el protocolo quedó establecido que sean los técnicos en cuidados auxiliares de enfermería quienes vistan al bebé en paritorio. Ya en planta, los progenitores pueden decidir si quieren despedir a su bebé con esa ropa o con otra de su elección. Por delante tienen seis horas de despedida para empezar a afrontar una vida muy distinta a la que soñaron.

AL