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La generación Instagram: así cala “el narcisismo” de las redes entre los jóvenes

Instagram

Carlos del Castillo

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Los confinamientos provocados por la pandemia supusieron un empujón a todos los procesos de digitalización. En el caso de los universitarios españoles, esa patada hacia delante ha supuesto un aumento de 10 horas en la media semanal de uso de las redes sociales en el teléfono móvil, que ya sobrepasa las 42 horas.

Es un 36% más de lo que se registraba antes de la pandemia. Un crecimiento que va parejo a cambios en su discurso sobre por qué están en las redes y qué valoran de estos servicios. Estos cambios han aflorado en un estudio publicado en la revista Sustainability que investigadores de la Universitat Autònoma de Barcelona, la Universitat de Vic-Universitat Central de Catalunya y de la Universidad Autónoma de Bucaramanga (Colombia) han realizado a jóvenes de entre 19 y 21 años que estudian en estos tres centros.

El crecimiento en el tiempo de uso estuvo muy concentrado en las plataformas que ya dominaban la atención de los universitarios antes de la pandemia. La gran ganadora es Instagram, que ya roza la implantación completa en este colectivo con un 96% de uso. Son 27 puntos por encima de la media española, según el informe de uso de redes sociales en España en 2021 elaborado por We Are Social.

Instagram también es, con diferencia, la que más atención consigue de los universitarios. Por encima de 10 horas a la semana.



Los datos también reflejan la irrupción de TikTok, que pasa de porcentajes de uso del 1% en 2019 al 40% tan solo dos años después. Twitch también ocupa un lugar de honor al haberse multiplicado por cuatro su presencia entre los jóvenes hasta el 16%. WhatsApp también creció, aunque en la misma línea en la que lo hizo en el resto de la población (un 90% de los españoles la tienen instalada, por el 98% que se registra entre los universitarios), mientras que otros servicios como Twitter, YouTube o las apps de juegos crecieron o mantuvieron cifras de uso similares.

Los universitarios no dieron de lado ninguna plataforma para crear hueco para las nuevas. “Los jóvenes no han dejado de ir a Instagram o a WhatsApp. Lo que han hecho al sumar a TikTok y Twitch es tener menos horas de descanso, de estudio, de ocio no digital, o de socialización alejada de las pantallas”, explican Cristina Fernández-Rovira y Santiago Giraldo-Luque, autores principales del estudio.



Sin embargo, algunos de los resultados más preocupantes tienen más que ver con las reflexiones de los jóvenes, apuntan los autores.

La investigación ha tenido dos partes. Por un lado, se instaló una app de control del tiempo de uso de cada aplicación en el teléfono de los participantes. Paralelamente se realizaron grupos de discusión o focus groups para comentar los resultados con los universitarios y conocer su opinión acerca de la economía de la atención que se nutre con su tiempo y sus datos.

Se ha dado un salto cualitativo hacia nuevos valores ligados a la lógica psicológica promovida por las redes

En los grupos de discusión organizados antes de la pandemia cuando se les preguntaba a los jóvenes sobre los motivos por los que consumían redes sociales, estos alegaron motivos como hablar con “gente que está lejos o que no ves hace tiempo”, “contactar con personas que no ves hace años” o “facilitar la comunicación entre grupos de personas”. En cambio, en 2021 los investigadores han apreciado “un salto cualitativo hacia nuevos valores ligados a la lógica psicológica promovida por las redes”.

De esta forma, ahora los jóvenes expresan con más frecuencia razones como “la capacidad de obtener mucha publicidad”, “el seguimiento de tendencias”, “la posibilidad de seguir la carrera de un artista”, “ver qué hacen los influencers” u “obtener reconocimiento personal” entre los motivos para pasar su tiempo en las redes sociales.

Valores como el narcisismo o la necesidad de recibir likes como símbolo de notoriedad personal han terminado por ubicarse de forma sutil pero efectiva en el discurso de los estudiantes

“El cambio en las motivaciones de uso da cuenta de la penetración de los valores fomentados por las plataformas en la vida cotidiana de los jóvenes que, ante el impacto masivo y el uso adictivo de las redes sociales, han terminado por interiorizar y proyectar como propios”, exponen Fernández-Rovira y Giraldo-Luque.

“Valores como el narcisismo y la fama personal, la promoción de operaciones estéticas como causa de presiones o cánones sociales o la necesidad de recibir 'likes' y recompensas emocionales como símbolo de publicidad o notoriedad personal han terminado por ubicarse de forma sutil pero efectiva en el discurso de los estudiantes universitarios estudiados”, añaden.

OK a la economía de la atención

Los jóvenes son capaces de identificar muchos de esos problemas que se derivan del uso de las redes sociales. Factores como “la obsesión por tratar de encajar en los cánones sociales, el abandono de las obligaciones cotidianas por la pérdida de la noción del tiempo, la ausencia de sociabilidad real, los problemas de salud, la pérdida de tiempo, la desinformación o el reflejo de una realidad idílica y a menudo falsa” aparecen en su discurso.

Sin embargo, el estudio de la UAB y la Universitat de Vic destaca que los universitarios no ven un problema en el modelo de negocio de esas plataformas. Los investigadores recogen algunas de las reflexiones que han expresado los jóvenes en este sentido, reflejando una creciente tolerancia a “las prácticas poco transparentes” de estas plataformas:

  • “No damos la información sin recibir nada a cambio, se trata de una transacción de bienes por servicios, una relación de quid pro quo. Una simbiosis entre consumidor y vendedor, donde uno no puede vivir sin el otro y viceversa”.
  • “Los usuarios son trabajadores gratuitos de las plataformas y en muchos casos los usuarios no son conscientes de ello. Pero es una cuestión retroactiva, ya que nosotros también podemos acceder de manera ‘gratuita’ a esto y se nos facilita una herramienta que nos permite hacer todo lo que hacemos”.
  • “Hemos de pensar que las empresas desarrolladoras y, por consiguiente, sus trabajadores, deben cobrar por ello. Si no queremos pagar por hacer uso de estas, se deben financiar a través de otras vías: en el caso de las redes, con nuestros propios datos”.

De hecho, los participantes se muestran contrarios a dejar las redes, incluso aunque se les ofrezca dinero a cambio. El estudio también recoge sus motivos:

  • “Hemos nacido en este sistema y pensamos que ya forma parte de nuestra vida”.
  • “En nuestra sociedad estar fuera de las redes supone estar fuera de muchas cosas. Lejos de amigos, familia, lejos de la actualidad. En definitiva, lejos de la vida”.
  • “Porque somos adictos. Y, pese a que digamos que las usamos demasiado o las queremos dejar, en el fondo no queremos. El miedo a la desinformación o desconexión es mayor que la voluntad de desintoxicarse”.
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