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MASONERÍA EN TIEMPOS DE MILEI

Gran Maestre Pablo Lázaro: “Hay masones en todos los partidos, incluso en el oficialismo”

Pablo Lázaro, Gran Maestre de la Gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados Masones. Es ingeniero especializado en ciberseguridad.

E.N y Florencia Galarza

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Con casi tres siglos de historia desde su consolidación moderna en 1717, la masonería supo sostener una presencia discreta y constante en distintos momentos clave de la historia argentina. En las filas de esta institución –que se define como “filosófica, filantrópica y progresista”– convivieron figuras como Sarmiento, Belgrano, San Martín y también referentes de la vida política, judicial y académica actual. Su lema de trabajo por la libertad, la igualdad y la fraternidad es su carta de presentación, incluso en tiempos donde esos principios parecen, una vez más, estar en disputa.

Tal como reconstruye el periodista Mariano Hamilton en su libro “Masones Argentinos”, la institución supo tener un rol claramente progresista y disruptivo en el siglo XIX, especialmente en su enfrentamiento con el poder de la Iglesia Católica. Desde esa tensión nacieron debates clave que moldearon buena parte del Estado moderno: la defensa de la educación pública y laica, el derecho al divorcio, la legalización de la cremación, entre tantos otros. Fue en respuesta a esta embestida que el poder eclesiástico no dudó en posicionar a la masonería como enemigos de Dios y la tiñó de supersticiones de oscurantismo que, aún hoy, persisten en el imaginario colectivo. 

Sin embargo, la masonería actual insiste en derribar ese mito: “Una vez un youtuber me preguntó: ‘¿Por qué laburan de noche? Pasás caminando de día y no hay nadie’. A lo que respondí: Porque de día estamos todos trabajando”, contó con gracia Pablo Lázaro, Gran Maestre de la Gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados Masones, en diálogo con elDiarioAR.

Lejos de perseguir un halo de secretismo, la Sede Central está ubicada en Perón 1242, Capital Federal, y la logia es fácilmente contactable por redes sociales, número de teléfono o su página web oficial.

A pesar de que la masonería fue un espacio tradicionalmente exclusivo para hombres, las mujeres masonas luchan por su inclusión. Muchos no saben de la existencia de una logia femenina. Según detalló a este medio María Elena Castillo, Gran Maestra de la Gran Logia Femenina de Argentina, “hay más de 4.000 mujeres iniciadas en el marco de la Gran Logia Femenina, pero hay muchas más en el espectro de la participación en otros espacios institucionales, como son las grandes logias mixtas”.

Si bien la masonería pregona los valores de la pluralidad de voces e ideas, la inclusión y reconocimiento de las mujeres masonas es aún hoy un debate abierto en el mundo.

Cuánto influye la masonería en la formación de políticas públicas o decisiones del Gobierno de turno, actualmente libertario, es difícil de medir. Sin embargo, Castillo describió su vínculo con el Estado: “Para ser franca, nos reconocen menos que a la masonería masculina. No nos registran tanto, no nos consultan. Nuestra vocación es poder ser una organización de la sociedad civil con injerencia y participación en la búsqueda de políticas públicas y de acuerdos que trascienden los gobiernos”.

La masonería siempre se planteó como un espacio progresista que hoy le toca atravesar el Gobierno de La Libertad Avanza y sus políticas liberales en lo económico y restrictivas en lo que a derechos sociales respecta: ¿Cómo convive la masonería con las nuevas reglas de juego político? ¿Qué temas de agenda manejan las logias argentinas? Y, sobre todo, ¿cuánto influyen en la actualidad?

Influencia masónica en la actualidad

El arribo de La Libertad Avanza al poder reconfiguró el tablero político y, con él, los desafíos de una institución que durante siglos se autodefinió como promotora de consensos. Al respecto de este tema, Pablo Lázaro instó a desmitificar que la influencia de la masonería es “poner jueces y políticos a dedo”.

No tenemos diálogo directo con este Gobierno, pero hay masones en todos los partidos, incluso en el oficialismo. Nuestro rol no es partidario, sino fomentar el debate plural”, explicó Lázaro. Sin embargo, admitió que temas como la educación pública, el cambio climático y los derechos humanos hoy chocan con la agenda de Milei.

“Estamos súper preocupados por este contexto, no solo por Argentina sino por el mundo. Porque esto es una antinomia permanente que no solo ocurre acá”, indicó el Gran Maestre, haciendo referencia a un “mundo polarizado” que se guía por el “hartazgo” y vota sólo “en contra de”. “Hoy hay muchos espacios, como el de Donald Trump, que no ganaron ellos, sino que perdieron los demás”, adujo.

La influencia masona en el espectro público es parte de lo que Lázaro define como “soft power”: es decir, no tener una influencia directa, sino indirecta: “Hay masones en los tres poderes del Estado y masones apartidarios, que tienen su empresa o su trabajo, como choferes o panaderos. Y los masones siempre apoyan a otros masones, más allá de su espacio político, porque saben que son personas honestas, por lo que indirectamente siempre hay una influencia”. 

Esta premisa explica uno de los grandes misterios de la historia argentina: cómo Alfredo Palacios logró convertirse en el primer diputado socialista de América, en 1904, en una época dominada por el conservadurismo: el secreto estuvo en la masonería. Muchos de los legisladores conservadores que lo votaron eran, en realidad, hermanos masones. Al reconocer en Palacios a un miembro de la orden —que anteponía los lazos fraternales a las diferencias ideológicas—, decidieron apoyarlo. Este episodio revela cómo, más allá de las disputas partidarias, las redes masónicas operaban como un factor invisible pero decisivo en la construcción de poder.

Pero mientras las logias masculinas continúan ocupando el centro de la escena institucional, las mujeres masonas enfrentan un doble desafío: disputar reconocimiento dentro del mundo masónico y también hacia afuera, en su relación con el Estado y la sociedad civil. “Nosotras encontramos una discordancia o una falta de cadencia entre las decisiones de un gobierno que colinda bastante poco con la libertad y el respeto a la igualdad, especialmente, vemos un desconocimiento palmario al trabajo de las mujeres y de algunos grupos sociales”, apuntó Castillo.

Género y poder 

Aunque la masonería se define como un espacio de construcción filosófica basado en los principios de igualdad, libertad y fraternidad, hacia adentro de la institución los debates en torno al género todavía siguen abiertos. La división entre logias masculinas y femeninas es una muestra concreta: funcionan por separado, no se reconocen mutuamente como iguales y no comparten espacios rituales. Esta separación, arraigada en tradiciones centenarias, limita la posibilidad de construir una masonería verdaderamente plural en términos de representación de género.

La Gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados Masones, presidida por Lázaro, forma parte de la llamada masonería regular, que responde a los criterios establecidos por la Gran Logia Unida de Inglaterra. Uno de esos criterios es que solo reconoce como masones regulares a varones, y no acepta ni a logias mixtas ni femeninas. Por lo tanto, aunque existen algunas instancias de diálogo y colaboración en causas comunes, no hay un reconocimiento formal ni igualdad jerárquica con las otras logias.

“Trabajamos en conjunto el 99% de los temas, compartimos sedes, estamos creando una universidad en conjunto -el Instituto Laico de Estudios Contemporáneos-, hacemos actividades filantrópicas, entre otras cosas. Pero pertenecemos a confederaciones diferentes”, explicó Lázaro al respecto. “Somos la misma organización pero con CUIT distinto”, bromeó.

Del otro lado, la Gran Logia Femenina de Argentina nuclea a más de 4.000 mujeres iniciadas y se vincula con obediencias internacionales más inclusivas que sí reconocen logias femeninas y mixtas. 

La masonería como hoy la conocemos data de 1717, y en ese momento cuando se conforma la Gran Logia Unida de Inglaterra, aquellas logias que eran todas masculinas vedaron la posibilidad de ingreso a las mujeres. “Esta decisión sigue vigente en las órbitas de todas aquellas instituciones que dependen de la Gran Logia de Inglaterra. La fraternidad masónica no se pudo escindir de los patrones generales de la época”, apuntó Castillo.

La falta de reconocimiento institucional por parte de las logias históricas masculinas refleja una tensión que muchas masonas señalan como una deuda interna del movimiento. “No hay una masonería única, y eso también es parte de lo que tenemos que discutir”, agregó Castillo, dejando en claro que el camino hacia una masonería verdaderamente plural no solo implica mirar hacia afuera, sino también revisar las propias estructuras de poder al interior de la institución.

“La verdad que para los años de vida institucional que tenemos, que vamos a cumplir 23 y tenemos una década más de formación para la conformación de la Gran Logia Femenina de Argentina —estamos hablando de 33 años dedicadas y abocadas a esto—, realmente es relevante todo el trabajo que se hace”, subrayó Castillo.

El recorrido institucional incluye hitos como la creación del “Supremo Consejo Femenino Grado 33 para la República Argentina”, que integra los altos cuerpos de la masonería y profundiza sus enseñanzas, y la participación fundacional en la Federación Americana de Masonería Femenina, donde la logia argentina ha ocupado la presidencia continental y hoy mantiene la vicepresidencia primera. A su vez, también integra el Llamamiento de Estrasburgo —una instancia internacional que reúne logias masculinas, femeninas y mixtas de América, Europa y Asia—, donde actualmente ejerce la vicepresidencia segunda a través de la ex gran maestra, Mariela Rodríguez Ruiz. “Para los pocos años, es mucha la dinámica social masónica que hemos ejercido para posicionar a la masonería en todos los ámbitos, tanto nacionales como internacionales”, afirmó Castillo.

El desafío de seguir siendo faro

En tiempos de discursos extremos, individualismo y desinformación, la masonería busca mantener su rol como espacio de pensamiento crítico, encuentro humano y búsqueda de sentido. Incluso Lázaro menciona a las logias como un “laboratorio de ideas”, que luego toman forma de, por ejemplo, proyectos de ley. “En plena pandemia, llevamos al Congreso el proyecto de Ley de Educación Ambiental, que se aprobó por unanimidad, que en ese entonces se trabajó con el aval de 15 universidades nacionales y más de 20 consejos deliberantes”, ejemplificó.

Castillo y Lázaro coinciden en que la masonería tiene las puertas abiertas al “librepensador”. O sea, se trabaja desde el consenso. Desde que todos pensamos diferente, el proyecto se hace mucho más sólido, porque todos hacen sus aportes, conceden un poquito, y se logra cierto consenso. Después es más fácil que pase en un lugar como el Congreso.

La Gran Maestra explicó que la masonería es una suerte de “escuela iniciática, filosófica, filantrópica, progresista, que propende al respeto de la dignidad humana, que busca el perfeccionamiento intelectual, ético y moral”. Y que está destinado a “aquella persona que está dispuesta en un momento a cuestionarse todo lo que tiene por verdad, a atreverse a conocer a sí mismo, a cambiar, a ser mejor, a sacar esa mejor versión que todos llevamos dentro”, porque el trabajo masónico es colectivo: se aprende del otro, se construye en el intercambio“. 

Esa lógica, que se opone a los discursos autoritarios o dogmáticos, permite que convivan distintas creencias, sensibilidades e incluso espiritualidades dentro de un mismo taller. 

La polarización del debate en Argentina, exacerbado por discursos de odio, discriminación e intolerancia o por las chicanas políticas que inundan los algoritmos de cada red social encuentran un límite en la masonería, uno de los pocos espacios donde conviven con respeto “masones de La Libertad Avanza, del PRO, del radicalismo, del peronismo, del socialismo, ateos, católicos y de todo color político, religioso o social”.

“Hoy más que nunca, necesitamos espacios donde se pueda disentir con respeto, donde el pensamiento crítico no sea castigado sino promovido. Y la masonería, bien entendida, ofrece eso”, señaló Lázaro. 

Entre la polarización y el deseo de centro

“El mundo está raro”, dice Pablo Lázaro. Y la masonería no vive al margen. En su rol de presidente de la Gran Logia Argentina, recibe visitas de masones y masonas de otros países que le preguntan por la situación del país. “Particularmente me preguntan mucho por Milei, que cómo es, si es así como se lo ve en la tele. Y yo les digo: ‘Mirá, no lo conozco, conozco lo mismo que vos, a través de la tele’. Sí me dicen que Argentina está carísimo, que los sueldos no subieron en consecuencia...”, contó.

Lázaro reconoce que hay algunas medidas del actual Gobierno que parecen haber estabilizado ciertos aspectos, aunque “otras se fueron al diablo”. Y agregó: “De afuera ven que hay movimiento y cierta estabilización que antes no veían. Eso es un poco el comentario general de Estados Unidos, Brasil, Chile estos últimos días”.

Pero más allá de lo económico, lo que observa con mayor claridad es una reacción social frente a lo que él llama “excesos” de uno y otro lado. “Justamente, como hoy todo se expresa en una antinomia: cuando determinadas cuestiones exacerban un extremo, generás una reacción. Este gobierno está tratando de llevar al otro extremo, cuando lo ideal sería el centro. Nuestra esperanza y nuestro trabajo es llegar a un punto medio”.

Al respecto, Lázaro compartió una anécdota personal, fuera del marco institucional pero reveladora: “Además de mi trabajo informático, doy clases; soy director de una carrera, y tengo un montón de alumnos que el año pasado hablaban en lenguaje inclusivo. A mí me parecía interesante porque daba visibilidad a algunas cosas, pero no me parecía ni bueno ni malo. Pero cuando me llegó una nota institucional diciendo que era obligatorio escribir no sé qué cosa en lenguaje inclusivo, yo mismo me calenté. Digo: ‘¿Por qué obligatorio?’”. Para él, esta sensación de imposición generó rechazo en muchos, y provocó un péndulo “hacia el otro extremo”. “Había cosas muy buenas que se usaban mal, como el INADI. Si me preguntás a mí, no hubiera cerrado el INADI; hubiera cambiado absolutamente sus objetivos. Porque las cosas hay que repararlas, no destruirlas”, expresó. 

EN/FG/DTC

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