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Educación en tiempo de pandemia
“Me gusta aprender no sólo del contenido, sino también de la experiencia de estar en una clase”: los deseos desde las aulas para el 2022

La presencialidad y la adaptación a las aulas: algunos de los desafíos educativos de 2021

Ana Breccia / Lucía Saludas

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“Fue como un paréntesis a todo lo que es 'arrancar'”. Así describe Felicitas de 15 años su experiencia con la virtualidad en la escuela: “Cuando uno arranca la adolescencia y empieza el secundario piensa que sabe de todo y vivió mucho. Pero a mí, lo que me hizo la cuarentena, fue frenarme y mostrarme muchas cosas de la vida que hasta ese entonces no valoraba, como por ejemplo, un abrazo, el contacto físico y el contacto visual”.

Miradas cómplices que se perdían entre las pantallas y tareas por WhatsApp. El 2020 fue el año en el que, por primera vez, el uso de celulares y otros dispositivos tecnológicos no estuvieron prohibidos en clase. Por lo contrario, protagonizaron y facilitaron la continuidad pedagógica y el vínculo entre la comunidad educativa. En el 2021 todo esto quedó, con la diferencia de que docentes y directivos tuvieron que multiplicarse entre burbujas, aulas virtuales y presenciales.

“Y nada, me costó mucho poder atravesar todo eso, porque a mí me gusta poder vivir una experiencia y aprender no solo del contenido, de lo que estoy aprendiendo en el colegio, sino también de la experiencia de estar en una clase”, sigue Felicitas. “Tener modales, poder encarar una conversación; esas cosas son esenciales para las relaciones humanas”, explica la alumna del St. Catherines Moorlands de Pilar.

Sin embargo, cree que lo que le dio fuerza e impulso para pensar que “podía seguir adelante” con la escolaridad virtual fue pensar que “a veces uno se tiene a una mismo para aprender. Pude mirar para adentro y buscar lo que una tiene, las herramientas como para mirar, para investigar, para preguntar, para comunicar. Esas cosas que parecen muy lejanas de una pantalla a la otra y que dependen de la conexión de un wifi. Igualmente se pueden dar si uno cree en sí mismo, o cree en el otro, en la voluntad que tiene un profesor de enseñar y un alumno de aprender, como personas y no como profesionales”.

El 2021, un “volver a empezar”

“El sistema educativo volvió a empezar”, considera Clara, maestra de tercer grado del colegio San Pablo de La Cumbre, provincia de Córdoba. “La tristeza de muchos niños se vio reflejada en sus posturas, en sus ojos, en su miedo al volver a encontrarse con todo en el aula y lo que eso implica”, define y asegura que “los más afectados en el 2020 fueron los chicos. Y es que la soledad infantil que sufrieron fue y es irreversible. Cuando hablo de soledad infantil me refiero a la falta de contacto con pares y con juegos que impliquen creatividad colectiva”.

El 2021 “fue una montaña rusa: burbujas, adaptarnos a barbijos, espacios y no abrazos; a las sonrisas tapadas y a las palabras bajas”. Hoy, la docente y mamá de dos chicos, entiende que la hace feliz pensar “que los niños son los mejores maestros para adaptarnos a nuevas realidades y amar lo diferente”, dice y asegura: “Los chicos necesitan tres cosas claves: amor, espontaneidad y escucha”.

Mis deseos para este 2022 es que seamos más humanos y aprendamos de lo simple”, cierra.

Hacer nuevos amigos y volver a la rutina

“A mí el colegio virtual, la verdad, que no me gustó tanto ahora comparándolo con el colegio presencial. No me gustaba que me pidieran activar la cámara, pero no por una cuestión de 'no prestar atención' sino porque no me gustaba verme así virtual y que todos te vean. Al compararlas con las clases presenciales, las últimas eran más dinámicas: no sé, es como todo mucho más recreativo y divertido”, cuenta Julia de 16 años.

Más allá de no estar muy conforme con la modalidad de aprendizaje remoto, la virtualidad la ayudó al momento de transitar el cambio de colegio, del Lenguas Vivas al Liceo 9, ambos en la Ciudad de Buenos Aires. “Teniendo en cuenta que yo era nueva, era como que estábamos todos en la misma, no era yo la que estaba en otra sintonía. Era como si todo el curso recién se conociera. Me reayudó para hacerme amigas, me hice un grupito durante el colegio virtual con las que hacía trabajos grupales. Y después, cuando fue presencial, para mí fue muchísimo mejor, porque llegué a conocer a todos mis amigos. No me daba cuenta cuánto extrañaba esa parte, era como que la pasamos súper bien”, asegura.

Con respecto al contenido y tareas en clase, Julia considera que “todo el trabajo en el año de colegio virtual me desgastó mucho más que en el presencial. En el de presencial tuvimos más pruebas y trabajos pero como que eso no era tan pesado porque estabas con tus amigos, ibas al colegio y tenías una rutina. En cambio cuando era cuarentena y virtual, no tenía pruebas, tenía un montón de trabajos”.

“Los alumnos valoran el vínculo pedagógico”

Marta Tenutto, doctora en Educación, se enfrentó este 2021 a experiencias diferentes con la presencialidad de las cuales aprendió y ganó recursos para implementar en sus próximas clases. El primer caso fue una clase híbrida para un profesorado universitario; el segundo, también fue un encuentro en “bimodalidad” (presencial y virtual en simultáneo) pero para una especialización en Docencia Universitaria.

Para el profesorado, “las condiciones del espacio las había decidido la universidad, entonces llegamos y había un escritorio con un micrófono pegado al escritorio. Esto quería decir que no podías moverte mucho de allí porque los alumnos no te escuchaban. Con respecto a la cámara, pensamos que la misma nos seguía y en realidad había que agarrarla y moverla, y al mismo tiempo teníamos un tema importante con la iluminación”, recuerda Tenutto.

Por otro lado, al ser una clase “por estaciones”, mientras que unos hacían actividades de forma presencial, el resto realizaba otras desde sus hogares: “Uno va mentalizado que se va a encontrar con los alumnos en las aulas y les va a dar actividades en papel, pero tenés que pensar qué haces con los que están de forma virtual y asegurarte que cuenten con los recursos”.

Este primer contacto sirvió para equiparse para otro encuentro que debía dictar en la Universidad Nacional de Rosario. “Lo que hicimos fue planificar la experiencia: vimos cuáles eran los elementos que necesitábamos para que se vincularan los diferentes dispositivos en el aula. Compramos una filmadora que giraba y los profesores teníamos micrófonos inalámbricos asociados a la computadora. También controlamos las condiciones de luz y pasamos un power point de forma simultánea para quienes estaban de forma presencial y virtual”.

Esta bimodalidad “necesita mucha planificación, recursos, cierta habilidad de parte de los docentes y monitorear el minuto a minuto como también presentaciones bien hechas y organizar los tiempos”.

La mayoría de los estudiantes asistió de forma presencial y un porcentaje bastante escaso quedó en la virtualidad. En las pantallas la mayoría estaba presente, pero veo que cuando estamos en el aula, observamos a los estudiantes, quienes entran y salen. No es tan fácil seguir y que te sigan en la virtualidad, más allá de que uno le haga preguntas. Finalmente, salimos muy contentos y ellos también, lo valoraron positivamente y lo agradecieron”.

En las clases de especialización en docencia “se aprende haciendo y lo que hacemos requiere que ellos también hagan. Tienen que trabajar de manera colaborativa, con indicaciones y demás”. Al ser sus alumnos docentes, “valoran positivamente el vínculo pedagógico: que ellos ven que a nosotros nos importa que aprendan. Ellos valoran la relación, el sentido: '¿Esto te salió o no te salió?' y dicen que esto mismo lo llevan a sus propias clases. Ves que lo que trabajás con ellos, es algo que pueden llevar a su trabajo en el aula”.

“No solo transmitimos contenido, estamos ayudando a pensar en formas de relacionarse con el otro a lo largo de la vida”, cierra Tenutto.

“Nervioso pero contento”

“A mí no me gustaba lo virtual, porque no tengo espacio porque somos tres hermanos y después todos hablaban, no se escuchaba casi nada, y se trababa”, cuenta Facundo que terminó cuarto grado en el Establecimiento Educativo Argentino, de Adrogué. Recuerda que cuando volvieron a la presencialidad absoluta y no había más burbujas, “estaba nervioso, pero contento también porque volvía a ver a mis amigos que no los veía hace mucho tiempo, a los que no estaban en mi burbuja, y era volver a encontrarnos con todos y estaba lindo”.

“Yo sentí que aprendía más en la escuela porque en la computadora te hacían imprimir, y si no lo tenías que hacer en la computadora y tenías que tener dos computadoras, y era un lío. Después, yo que sé, a la seño no se la escuchaba tan bien porque no tenía muy buen internet, y en la escuela es como que llevas la carpeta, la 'seño' copia en el pizarrón, copiás y terminás la tarea. Es mucho más simple”, concluye Facundo de 10 años.

AB/LS

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