Un documental muestra cómo la extracción del litio, “el oro del futuro”, afecta a las comunidades originarias
“Creen que todo es ir, sacar y dar. Y no es así, sino que es una convivencia manejada entre todos para que quede para todos”. Así se refiere Clemente Flores, habitante de la comunidad de El Moreno, perteneciente a la Cuenca de Salinas Grandes y Laguna de Guayatayoc, en el noroeste argentino, a cómo desde hace siglos su gente trabaja en armonía con los recursos que ofrece la naturaleza.
Pero algo cambió en los últimos años. El abandono de las fuentes de energía fósiles que los gobiernos del mundo se pusieron como meta para luchar contra el cambio climático hizo que el litio que se extrae de esa zona se convirtiera en un metal muy preciado, el “oro del futuro”, porque se utiliza, por ejemplo, para las baterías de los vehículos eléctricos. Y así es como la naturaleza de esa región, que abarca las provincias de Salta y Jujuy, se está enfrentando a una intervención descomunal.
La Cuenca de las Salinas Grandes y la Laguna de Guayatayoc está dentro del llamado “triángulo del litio”, la zona geográfica en el límite de Argentina, Bolivia y Chile, que concentra más del 85 % de las reservas de ese metal blando conocidas hasta ahora.
En el nombre del litio, documental de Tian Cartier y Martín Longo, refleja el conflicto generado en la región a partir de la llegada de las mineras. La película celebra su estreno online, antes de llegar a las salas, este 1 de agosto, Día de la Pachamama (Madre Tierra), y estará disponible gratuitamente hasta el 9 de agosto, Día Internacional de los Pueblos Indígenas, en la web https://enelnombredellitio.org.ar/. Nada de esto es casualidad. En diálogo con elDiarioAR, los directores, ambos de 40 años, explicaron qué los motivó a adentrarse en este trabajo y por qué decidieron estrenarlo ahora.
“Desde un principio, el objetivo del documental fue mostrar un espectro lo más amplio posible de puntos de vista, obviamente siempre desde nuestra postura, más allá del documental, del cuidado del medio ambiente, el respeto a todo tipo de opiniones y visiones y a la diversidad de culturas. En este caso, el documental está enfocado desde el punto de vista de las comunidades y eso coincide también con nuestra manera de pensar y ver el mundo”, explica Cartier.
Todos los puntos de vista implicaba también buscar los de las empresas mineras, pero no los consiguieron. “Intentamos varias veces contactarnos con las empresas privadas encargadas de la extracción de litio para también incluir su punto de vista y darles un espacio para manifestar su postura. Ninguna de las empresas aceptó participar del documental ni dejarnos filmar adentro de las instalaciones”.
“Algunos no quisieron participar en el debate, básicamente porque la desinformación les juega a favor a ellos”, acota Longo. Lo mismo pasó con parte del arco político. Lograron entrevistar a algunos funcionarios del Gobierno de Jujuy, como la secretaria de Pueblos Originarios o el secretario de Minería, pero no fueron atendidos más arriba.
Para los directores, En el nombre del litio supone la oportunidad de visibilizar un conflicto muy actual. “A nivel local, por cómo afecta a las comunidades de los salares, pero también a nivel mundial, por todo lo que implica la necesidad de una transición energética que abandone el uso de combustibles fósiles”, explica Cartier. “El litio aparece como una opción para hacer una transición hacia la movilidad eléctrica, con los autos eléctricos, sobre todo”.
Pero, como dice en el documental Bruno Fornillo, investigador del Conicet, uno de los tantos expertos entrevistados en el documental: “Con nuestra explotación de litio financiamos la transición energética de los países centrales”. Es decir, “los países del norte tratan de asegurarse su propia supervivencia” y la región en la que vive Clemente pasaría a ser una de las llamadas “zonas de sacrificio”.
El documental muestra que no hay licencia social para llevar adelante la extracción del litio. De hecho, hace mención al protocolo comunitario Kachi-Yupi, que en quechua significa “Huellas de la sal”, un documento que presentaron las 33 comunidades de la zona. En ese documento se establecen explícitamente las formas en que las comunidades deben ser consultadas de acuerdo a sus cosmovisiones, usos y costumbres, tal como lo establece el convenio 169 de la OIT que ratificó el Estado argentino y que además tiene rango constitucional, y la Declaración de los Derechos de los Pueblos Indígenas de la ONU. Obviamente, nadie los consultó.
En cuanto al estilo audiovisual, Cartier explica: “Queríamos mostrar de la manera más fiel posible la cosmovisión de las comunidades y su relación con el medio ambiente, cómo honran a la naturaleza”. Por eso, el punto de vista de las comunidades fue filmado con un registro documental de observación y de contemplación, con imágenes de la vida cotidiana y de la naturaleza.
“Y medio por contraposición fue surgiendo la otra voz, como el antagonista dentro del relato cinematográfico, que está representado por una cosmovisión totalmente opuesta”. Esta voz se muestra a ritmo vertiginoso con material de archivo de declaraciones de empresarios y gobernantes. En esos segmentos se ve a políticos como Donald Trump o Mauricio Macri proclamar que el litio es el futuro.
“Puede que los bloques de archivo tengan un tono más burlón, pero básicamente tiene que ver con el lenguaje audiovisual que es más propio de esa manifestación cultural. Seguramente esos dos tonos tan diferentes generen cierta subjetividad, pero la idea es generar el debate, instalarlo en la agenda y motivar y colaborar en una transición energética consciente”, explica Longo.
La película, de una hora y quince minutos de duración, registra también cómo se organiza la resistencia a las mineras en una lucha que comenzó en 2010. Los presidentes de todas las comunidades se juntan en asamblea una vez al mes y todas las decisiones salen de ese foro. Lo que más les preocupa es la pérdida de agua dulce, porque pone en riesgo todas las demás actividades de la zona. La extracción de litio requiere de muchos millones de litros de agua a través de un procedimiento que se explica muy gráficamente en la película.
Los directores dieron con el conflicto del litio a partir de la tesis de doctorado que estaba haciendo una amiga. La investigación de base sirvió para poder mostrar el conflicto en todas sus aristas. Para la realización de la película, la productora Calma Cine contó sobre todo con el apoyo de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN), el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) y Mecenazgo Cultural de la Ciudad de Buenos Aires. El proceso llevó cinco años. La idea era estrenar el documental en proyecciones itinerantes con un cine móvil en las treinta y pico de comunidades de la zona de los salares. Solo llegaron a hacer una proyección a fines de 2019. Luego llegó la pandemia.
Y, como con otros temas ambientales, “la defensa del territorio se dificultó en pandemia porque no podían juntarse en asambleas presenciales. Y las empresas aprovecharon para avanzar sigilosamente”
El desafío que plantea En el nombre del litio es que, si se van a aplicar nuevas tecnologías, estas no destruyan el medio ambiente. “Lo que muestra el documental es que hay que replantear algunas prácticas del ser humano en cuanto al extractivismo y el manejo de recursos finitos y a la destrucción de la naturaleza”, sostiene Cartier. “No buscamos mostrar una solución, sino las cosas que están mal, y generar un debate”.
CRM
0