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La zona autorizada para explorar petróleo en el Mar Argentino es donde las ballenas francas se alimentan, advierten los científicos

Ballena Franca

Marina Aizen

Periodista por el Planeta —

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Valentina no es cualquier ballena franca. La llamaron así por la valentía de haber fundado una familia que se extiende, por lo menos, a cuatro generaciones. La identificaron en 1971 y, desde entonces, se le conocieron 8 crías, 3 nietos y cuatro bisnietos. No es la única que tiene nombre. Otra es, por ejemplo, Pionera, quien fue fotografiada por primera vez desde el aire por el legendario Roger Payne, el biólogo que descubrió que los cetáceos se comunicaban cantando. Los científicos tienen una conexión emocional con cada uno de ellos. Saben sus rutas de alimentación, los lugares de apareo y cría. Por eso, tampoco dudan sobre el impacto nocivo de la actividad petrolera. Y temen lo peor.

Diego Taboada, Presidente Instituto de Conservación de Ballenas (ICB) y VicePresidente de Foro para la Conservación del Mar Patagónico y Areas de Influencia, afirma que los bloques concesionados a Equinor, que trabajará conjuntamente con YPF y Shell, “se superponen con zonas muy relevantes para las ballenas francas durante toda su época de alimentación, que es en primavera y en verano. Los recorridos destacan que las ballenas hacen un uso intensivo de esas áreas de interés”. 

Los bloques que fueron concesionados a Equinor, la empresa estatal noruega de hidrocarburos, como queriendo guardar un secreto, el último día hábil de 2021 por el ministro de Ambiente. Estos se conocen técnicamente como CAN100, CAN 108 y CAN 114. Son áreas tan extensas que van por el Atlántico desde Mar del Plata hasta Necochea. Pero, por sobre todas las cosas, tienen una enorme riqueza biológica ya que en esas aguas confluyen dos corrientes contrapuestas: la corriente de Brasil, que es cálida, y la Corriente de Malvinas, que es fría.

“Allí choca la corriente de Brasil con la de Malvinas y se encuentra la biodiversidad que viene de los trópicos con la que viene de la Antártida. Ese lugar de la confluencia es desde el punto de vista biológico de brutal relevancia”, señala, por su parte, Claudio Campagna, director del Sea and Sky Project de la Wildlife Conservation Society (WSC).

El biólogo ni quiere imaginar las consecuencias de un derrame en esa zona del mar como el que ocurrió con la plataforma Deepwater Horizon, en 2010, en el Golfo de México. Indica que la contaminación afectaría tanto a las más superficiales que existen sobre la plataforma marítima, como a las más profundas, por donde circulan las corrientes a gran velocidad. Así afectaría no sólo a los mamíferos y los pingüinos, sino también la distribución de larvas, huevos y la zona de migración del calamar.

Argentina tiene soberanía sobre un litoral marítimo muy extenso que tiene características especiales. Por un lado, tiene una plataforma enorme, con profundidad relativamente baja. Y un borde, o talud, muy pronunciado, donde la acción de las corrientes permite emerger los nutrientes del fondo marino, un auténtico “supermercado” de alimentos.

“La combinación de características biológicas, oceanográficas y geológicas es una suma de cualidades únicas es lo que hace este mar particular”, indica Campagna. “El talud -que es donde se emplazan los proyectos hidrocarburíferos- es como la pampa húmeda en serio, constante, sin sequías. Es el espacio del mar argentino que fertiliza el resto del mar argentino. Es un frente productivo, por lo tanto, de allí surgen los nutrientes del fondo del mar a la superficie y por lo tanto, se fertiliza el resto al dispersarse. Aquí hay un sistema importante, un vergel. Para arruinar todo lo demás, hay que ir al talud”.

La misma preocupación expresa Taboada. “Los bloques con permiso para exploración se localizan en el talud, un área clave para la estructura ecológica y funcional del mar argentino y de la región, con gran influencia de la corriente de Malvinas y donde se genera el mayor y más productivo frente marino a nivel regional. Las áreas frontales influyen en procesos de productividad biológica, estructura de tramas tróficas, historias de vida, flujos de CO2, entre otros y por lo tanto su conservación es prioritaria”.

“La industria petrolera tiene antecedentes gravísimos de su capacidad destructiva del ambiente marino. Todos recordamos el accidente del Golfo de México; y durante el 2021 la plataforma de Pemex, en el mismo golfo. Entonces, no hay forma de que esta actividad pueda garantizar que no tendrá impactos irreversibles en la biodiversidad y, por ende, en la salud y biodiversidad de toda la población, sobre todo de las actividades productivas como lo es el turismo de observación de ballenas, delfines y otros mamíferos marinos, que benefician a todas las comunidades costeras”, agrega Taboada. 

Inmediatamente después que se concedieron los permisos a Equinor, las 23 organizaciones que constituyen el Foro para la Conservación del Mar Patagónico y Areas de influencia, señalaron en un comunicado que “la prospección sísmica genera intensas explosiones acústicas bajo el agua que pueden ser registradas a miles de kilómetros de distancia. La introducción de ruido en el mar puede afectar las funciones biológicas esenciales de mamíferos marinos, tortugas, peces y aves. Los efectos potenciales sobre la fauna marina son diversos e incluyen desde lesiones graves hasta la muerte, efectos físicos y/o fisiológicos, deterioro de la audición, enmascaramiento, y cambios del comportamiento.”.

“Sumado al impacto de la prospección sísmica, la posterior explotación de recursos hidrocarburíferos se asocia a amenazas potenciales para la vida marina y sus hábitats, como los riesgos de derrame de petróleo y las emisiones de gases por la quema de combustibles fósiles que empeoran los efectos del cambio climático. En un escenario donde se manifiestan a diario los devastadores efectos del cambio global, la aprobación de este proyecto resulta en un retroceso para la vida y salud del ambiente y de las personas.”, agregaron.

La ampliación de la frontera hidrocarburífera, además, contradice los compromisos internacionales asumidos por la Argentina al firmar el Acuerdo de París, cuyo objetivo es limitar la suba de la temperatura a 1,5 C respecto de la era preindustrial. Para ello, es necesario reducir para 2030 a la mitad las emisiones de CO2, que en su mayoría, son producto de la quema de combustibles como los que se pretenden extraer del Atlántico Sur. Las emisiones deberán ser iguales a cero en 2050. Esto significa que estos proyectos serán de vida corta pero de daño largo.

Paradójicamente, la conservación de las ballenas ayuda a mitigar los efectos del cambio climático, con lo cual, la actividad acústica de la prospección petrolera, significa un golpe por partida doble.  “Sus heces ricas en hierro, nitrógeno y otros nutrientes, actúan como fertilizante, aumentando la productividad de pequeñas algas conocidas como fitoplancton. Éstas son el principal alimento de pequeños crustáceos conocidos como krill, que a su vez sostienen la vida de cientos de especies de peces, aves y mamíferos marinos, incluídas las ballenas. Estos eventos de fertilización también pueden facilitar la mitigación de los impactos negativos del cambio climático. La cantidad de hierro contenido en las fecas de las ballenas puede llegar a ser 10 millones de veces mayor que el nivel de hierro en el ambiente marino, desencadenando importantes florecimientos de fitoplancton, que a su vez secuestran miles de toneladas de carbono de la atmósfera anualmente. Cuando mueren, sus enormes cuerpos caen al fondo marino, convirtiéndose en la mayor y más nutritiva fuente de desecho alimenticio, capaz de sostener una sucesión de conjuntos macrofaunales por varias décadas”, dice Taboada.

MA

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