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MALDITO CLIMA
Opinión

Hidrocarburos o nosotros

Los organismos de crédito multilaterales empujan a la Argentina a profundizar una matriz productiva que agrava la crisis climática ,El proyecto de exploración petrolífera del lecho marino en el Mar Argentino es uno de ellos.

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¿Se acuerdan de cuando el petróleo valió menos que cero porque no había lugar físico dónde meterlo en la pandemia? Con la penetración exponencial de los autos eléctricos en el mercado de los países desarrollados, se plantea una situación que tiene un aire de familia. Habrá mucho hidrocarburo dando vuelta. Demasiada oferta y poca demanda, lo que llevaría a los precios a menos de la mitad de lo que son hoy en 2030.

Esta es una de las conclusiones del nuevo escenario energético de Net Zero publicado por la Agencia Internacional de Energía (AIE), que curiosamente, pasó muy por debajo del radar de los medios de nuestro país. No debería haber sucedido esto: el informe es un orientador de decisiones de inversión en lo que se refiere a esta materia. Y está indicando que las medidas estratégicas que se toman en la Argentina son las equivocadas.

Según la AIE, el precio del barril del petróleo caería dentro de poco más que un lustro a los 42 dólares porque la electricidad reemplazará al viejo y viscoso combustible. Una década más tarde a 30 y después a 25. ¿Con esos precios se va a poder pagar la deuda externa?¿Dónde deja a proyectos como el puerto petrolero que YPF quiere construir en el Golfo San Matías, que estaría operativos cuando la demanda se disuelva? ¿Es sensata una obra con tanto impacto en la vida marina y terrestre con ese horizonte?

La política de las petroleras y del Estado argentino es fingir demencia y pretender que no pasa nada. Que no hay crisis climática, que vivimos en 1950. Y mientras el clima, inflado por los hidrocarburos, se convierte en un arma de destrucción masiva más poderosa, trabajan para que la opinión pública crea que no hay otra alternativa que el fracking en Vaca Muerta, cuando en diez años no ha resuelto la pobreza en ningún lado. La electricidad es el nuevo petróleo y la generación solar la forma más barata de energía, nos guste o hiera en el orgullo nacional que ahora parece enquistado en el subsuelo.

Hay que preguntarse, entonces, por qué seguimos apostando a combustubles contaminantes y caros con los recursos renovables que existen en este país. ¿Es una cuestión de poder? Lo lógico sería dejar de expandir nuevos emprendimientos hidrocarburíferos que tienen un impacto brutal en el ambiente, el agua, la atmósfera y la vida entera, establecer una fecha de cierre definitivo de estos proyectos extractivos, duplicar la eficiencia energética, redireccionar la inversión a renovables y exigirle a los organismos financieros internacionales una política para que todo esto sea posible.

El papel del FMI y compañía no es menor. Un sesudo trabajo llamado Nafta al Fuego, deuda y cambio climático, publicado la semana pasada por ACIJ, señala correctamente los organismos de crédito multilaterales empujan a la Argentina a profundizar una matriz productiva que agrava la crisis climática, mientras los efectos del aumento de la temperatura global la dejan cada vez más lejos de los objetivos fiscales. Al mismo tiempo, el fondo y el Banco Mundial se rasgan las vestiduras hablando del clima y no te perdonan ni un pago cuando tu economía cruje porque el clima está caliente.

Es necesario invertir mentalmente la ponderación de nuestros recursos: que haya petróleo en el subsuelo de la Argentina no significa que hay lugar para meter a los subproductos de su quema. Nuestro país figura entre los 20 “Destructores del Planeta”, una lista confeccionada por Oil Change International, en la que estamos, incluso, por encima de terribles contaminadores como Arabia Saudita. Tan intensivo en metano y carbono es explotar Vaca Muerta. Ya no sólo importa quién emitió más sino también quién sigue moviendo las fichitas para que el mundo deje de ser habitable porque la ventana es chica. Lo que se haga en esta década es lo que determinará el futuro inmediato y el que habrá durante miles de años por venir. Si esto suena un poco terrible, es porque lo es. Argentina es un contaminador histórico importante y está hoy número 19 en la lista de los mayores del mundo del World Resaurces Institute.

En ese contexto, llega el barco de Equinor a Mar del Plata a explorar el lecho marino ante la impotencia de los habitantes de la costa, que temen no sólo por derrames sino por el ruido aturdidor de las exploraciones, que causan daños terribles en la fauna marina. La empresa noruega es otro de los villanos climáticos mundiales y tiene juicios por todas partes. Por la resistencia popular y las demandas legales, tuvo que suspender, por ejemplo, proyectos en Australia y en el Artico, entre otros. No sólo aquí son malvenidos, no es una cuestión del obstinación de unos cuantos tontos argentinos.

Ya entramos en una era en la que están floreciendo los juicios contra las petroleras y los estados que promueven sus actividades. En Montana, un lugar petrolero y carbonífero, acaba de triunfar una demanda planteada por un grupo de jóvenes contra el Estado, por violar el derecho constitucional de vivir un ambiente sano. Nuestra Constitución también nos garantiza ese derecho, que nos se viola abiertamente. Ante la Corte Europea, se está cocinando un juicio similar presentado por seis jóvenes portugueses contra 32 países, que de prosperar, podría tener más fuerza legal de cumplimiento que el propio Acuerdo de París. California, otro sitio con bastante petróleo en su subsuelo, acaba de demandar a cinco petroleras (Chevron, Exxon, Connoco Phillips, Shell y BP) por haber sabido que sus productos provocaban daños irreparables en el clima y haber mentido y manipulado a la opinión pública por décadas. Esta acción repite más o menos el libreto que se usaron en los 90 contra las tabacaleras y pide la creación de un fondo de compensación multi millonario por los daños ya sufridos y para adaptarse a un mundo de mayores tragedias.

Una masiva marcha acaba de desfilar por las calles de Nueva York pidiendo el fin de los combustibles fósiles. Esta es la primera vez que una consigna así aglutina el pedido de toda la sociedad civil y eso es lo que dominará sus discursos en la COP 28, las negociaciones internacionales del clima, que se harán en Abu Dabhi, bajo la comandancia de un jeque petrolero. Va a ser descarnado ese proceso. Ya no se trata de hablar de ambiente y clima de manera abstracta y buena. Necesitamos defender nuestros cuerpos. Hay todavía una pequeña ventana de esperanza en este mundo dado vuelta. Pero para que sea viable hay que dejar de emitir gases que calientan el clima. Son los hidrocarburos o nosotros.

MA/MG

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