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Alejandro Marinelli

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“Cuando tu hijo de 25 años viene a verte a medianoche y dice que quiere dormir con sus padres es que algo no anda bien. Le pregunté qué le pasaba y me respondió que no sabía, pero que se sentía mal”. Estas palabras son de José Antonio, el papá de Andrés Iniesta. Aún con mucha emoción cuenta cómo fue ver que en el mejor momento de su carrera, su hijo, el amigo de Messi, el del gol en la final de un Mundial. se derrumbaba por dentro porque no podía domar sus fantasmas.

En un documental sobre su vida estrenado el año pasado, el Iniesta jugador también trata de explicar lo que le ocurrió en 2009. Acababa de levantar su segunda Copa de Campeones, luego de ganarle al Manchester United en Roma, con un Barsa de ensueño dirigido por Guardiola. Había sido decisivo metiendo el gol para llevar al equipo a la final, pero no podía disfrutar. Su gran amigo, Dani Jarque, jugador de fútbol como él, moría de manera súbita en una gira de pretemporada. El mundo del fútbol lo lloró e hizo el duelo por la pérdida. Pero Andrés no pudo. Encima, una lesión en el aductor lo tenía parado.

“Pasan los días, no mejoras, te das cuenta de que no tienes vitalidad, todo se va volviendo nublado o negro. Comencé a entrenar, pero no me sentía bien. La pierna no mejoraba. Y luego lo de Dani. Fue como un disparo muy potente que me hizo volver a caer abajo porque no estaba bien”, cuenta ante las cámaras su delicada batalla contra una depresión, que lo llevó a un tratamiento extendido con psiquiatras, psicólogos deportivos y que contó con la compañía de la familia y del propio técnico del club.

“No somos robots, no estamos hechos de acero, nos pasan cosas”, había dicho Santiago García en una entrevista en 2019. Le pasaban cosas al Morro. Se había peleado con el presidente de Godoy Cruz, estaba separado del plantel, no podía ir a ver a su hija a Uruguay, tenía una relación sentimental difícil. Como Iniesta, comenzó un tratamiento. Pero no alcanzó, a él lo encontraron muerto el sábado pasado. Lo que le faltó al Morro ya no se sabrá, pero los que intentaron acercársele en los últimos tiempos cuentan que no poder jugar lo tenía muy angustiado. Justo cuando se cayó la posibilidad de volver a su país, se contagió de Covid y tuvo que quedarse solo. 

“En la medida que el negocio del fútbol crezca, las presiones y las angustias no disminuirán. El fútbol profesional, desde el punto de vista físico y mental, es patológico. Se exige a niveles nocivos. Lo lúdico está desdibujado y si perdés, no servís. El deporte es sanador pero el fútbol profesional ya no es sólo deporte. Si no no estaríamos hablando tanto de estos temas”. Fernando Signorini es uno de los varios consultados por elDiarioAR. Preparador físico de Maradona, sostén y confidente del Diez durante muchos años, entiende de subidas y ocasos, de presiones y expectativas desmedidas. “Los futbolistas están cada vez más expuestos a la mirada de otros. Pensá que hay gente que en este país le dice a Messi que es un fracasado. Imaginate lo que queda para otros pibes y que les pasa cuando escuchan agresiones como ésas. No es para cualquiera bancarse cosas así. Si cada uno se exigiera a sí mismo como le exigen a los futbolistas, Argentina sería Noruega”.    

“Con cuantas más herramientas cuentes, más posibilidades vas a tener de disfrutar de lo que hacés y de poder manejar mejor los momentos difíciles. A veces uno se queda estancado en determinado sentimiento y no podés salir. Una vez que estás metido en la melancolía, en la angustia, en la tristeza podés llegar a tener pensamientos que no son buenos”. Facundo Sava jugó en Boca, Racing, en España e Inglaterra, ahora es técnico y es psicólogo social, de la escuela de Pichon-Riviere. Siempre las conductas de los otros le llamaron la atención. Habla de cómo transitar los momentos malos pero también los buenos, que a veces son los más difíciles de manejar. “Hay situaciones de extrema felicidad en la carrera de un jugador que hay que poder procesarlas. Te ponen en un lugar de ser superior para el cual no estás preparado. Hay gente que por su educación está más acostumbrada, pero a la mayoría no se les hace fácil”, agrega. Sava no elige apuntarle al fútbol de manera exclusiva, al contrario, cree que las crisis entre los jugadores no es más grave que en otros lugares. Lo que cambia, para él, es la exposición. “La depresión y la angustia aparecen en todos lados, en todos lados es difícil hablar de lo que te pasa. De hecho creo que en los últimos años el fútbol se acercó mucho más a la psicología. Claro que falta mucho, pero ya no es poco habitual que haya especialistas en los planteles”.  

Según un informe de la Federación Internacional de Futbolistas Profesionales (FIFPro), una especie de sindicato internacional de jugadores, el 38% de los profesionales de este deporte sufrió durante su carrera depresión o problemas psicológicos. En los planteles que habitualmente tienen entre 25 y 30 personas, entre 9 y 12 futbolistas podrían atravesar síntomas como angustia, ansiedad o depresión. Según cifras de la OMS, en el mundo 350 millones de personas padecen depresión. El número de personas que la sufren a lo largo de su vida se sitúa entre el 8% y el 15% de la población global. Es un número enorme, pero bastante por debajo del porcentaje en el fútbol. En el estudio, el 84% respondió que no hubo suficiente apoyo durante su carrera futbolística para manejar adecuadamente los síntomas de los trastornos mentales comunes.

El número de personas que sufren depresión va entre el 8% y el 15% de la población global. Es un número grande, pero por debajo del porcentaje en el fútbol. En un estudio, el 84% respondió que no hubo suficiente apoyo durante su carrera futbolística

“Me parece que llegó el momento de que algunos actores principales del fútbol tomen más en serio la salud mental de los jugadores. Si le cuidan el cuerpo con preparadores físicos y nutricionistas, también le cuiden la mente con psicólogos deportivos y clínicos, porque no son máquinas que rinden, son seres humanos que piensan, sienten y sufren”, plantea el psicólogo deportivo Marcelo Roffe. 

Tanto lo que dice Sava como lo que señala Roffe tiene su parte de verdad. Los avances en la última década son significativos, pero el gran cambio se produjo en las divisiones menores. En la lista de los 26 clubes de Primera solo seis tienen psicólogos trabajando con sus planteles profesionales; Boca, River, Vélez, Lanús, Patronato y Talleres de Córdoba. En cambio en las menores casi no hay clubes sin un especialista. “Lo importante es que en juveniles se ha ganado el lugar, y ya nadie lo discute. Esos son los jugadores que el día de mañana lo van a pedir para Primera, y cuando sean técnicos lo van a valorar”, sostiene Roffe, que trabajó en una docena de clubes y que acompañó a los juveniles de Pekerman y luego fue a los Mundiales de mayores con los planteles de Argentina y Colombia.

“Los clubes no lo ven, con mi hermano fue así. El no estaba preparado para lo que le estaba pasando. Lo quería el Real Madrid, algunos lo comparaban con Redondo. Tenía 21 años. Era muy sensible y le estaban pasando cosas buenas pero muy movilizantes”. Martín Saric es el hermano de Mirko, un jugador de San Lorenzo que murió en abril 2000. Un par de buenos partidos lo pusieron en la tapas de los diarios. Como dice Martín, la emotividad a veces lo desbordada. Y en medio de tanta estridencia recibió una noticia que le impactó: un ADN comprobó que el hijo que había tenido su novia no era suyo. A partir de ahí las cosas se le pusieron cuesta arriba. “Mirko no comprendía la maldad, era alguien demasiado bueno. Para los que son así el mundo a veces se vuelve difícil. No sé qué hubiera pasado si hubiera tenido la posibilidad de una terapia, pero seguro algo lo habría ayudado”.

Varios consultados destacan que desde que comienza la carrera del jugador pasa por muchos momentos de vulnerabilidad. “Las expectativas de la niñez, las frustraciones en esos momentos son marcantes, la sensibilidad de la adolescencia, las privaciones de los chicos cuando no pueden salir con sus amigos. Mientras el resto sale a experimentar, a ellos les toca concentrar y cuidarse porque el sábado juegan. Y al final de la secundaria, si es que siguen estudiando, les viene el momento bisagra, si quedan o los dejan libres. Desde entonces, muchos sostendrán las expectativas familiares por cambiar su realidad. Cuando elaboran todo eso y tienen cierta madurez, comienzan a ver el retiro en el horizonte”, explica un ex técnico de las Inferiores de Lanús, que quiso comentar el problema pero que a él se lo mantenga en el anonimato. Como se ve, son muchos los momentos en los que pueden haber conflictos en una carrera de futbolista.  

El Pulpo Alexis Ferlini quedó libre en Colón. Era un chico de 19 años, había llegado desde Santo Tomé para atajar en las inferiores de Colón. Había intentado seguir en dos clubes del GBA pero sin mucha suerte. Después vino el encierro de la pandemia y no pudo contactar a ningún club más y tuvo que quedarse en su casa. Un mes después del anuncio de la cuarentena, en abril de 2020, se suicidó. Lo mismo le pasó a Leandro Latorre, el Polaquito. Tenía 18 años y jugaba en Aldosivi en 2017. Se lesionó, le quitaron su lugar en la pensión y estaba lejos de su familia en Río Negro. Cuando lo dejaron libre, en diciembre de 2019 volvió a su pueblo, donde finalmente todo se precipitó en agosto del año pasado.

Menos visibles que las historias de los más grandes, pero en las inferiores las frustraciones son enormes. De todos los juveniles que cada año comienzan a jugar en la Novena División, menos del 10% llega a ser profesional. Por eso es tan importante que en esos momentos de malas noticias haya acompañamiento. Para la mayoría de ellos había ahí un plan de vida, no una práctica de deporte. Y de repente no saben qué hacer porque no se prepararon para otra cosa. 

“Lo tienen que resolver las instituciones con dispositivos para el seguimiento de situaciones conflictivas. Son relativamente pocas las instituciones con sistemas adecuados de prevención del sufrimiento psíquico. En el fútbol. la psicología aún sigue siendo algo que muchos miran de reojo. Queda bien decir que la tienen en cuenta pero es solo discurso”, analiza el médico psiquiatra y psicoanalista, especialista en vínculos y deporte, Marcelo Halfon.  

“A los juveniles los dejan mucho a la deriva. Ahí hay que hacer un laburo fuerte. Un psicólogo solo para seis categorías no alcanza. Tiene que haber trabajo conjunto entre psicólogos y los cuerpos técnicos. Los que jugaron saben también de los miedos que se sufren y pueden identificarlos mejor para trabajar con los psicólogos”, suma Saric, que se formó como asesor deportivo para, entre otras cosas, trabajar en la contención de los jugadores. 

Para Signorini, la respuesta a estos problemas no va a venir de los clubes ni de las asociaciones, que ellos son parte del negocio y del problema. Por eso le reclama al Estado. “El Ministerio de Salud, la Secretaría de Deportes, el Ministerio de Cultura, todos ellos tienen que intervenir con políticas públicas. ¿Quién se hace cargo de esos chicos que no llegan? Alguien tiene que explicarles antes la verdad de la práctica profesional. Ellos necesitan formación e información”. 

En abril de 2019, Julio Toresani, el Huevo, el que había jugado en River y Boca, Independiente, Colón y Unión fue hallado ahorcado en el predio de la Liga Santafesina de Fútbol. Tenía 51 años, problemas económicos, y los dirigentes le habían acondicionado un lugar para que durmiera. Estaba quebrado, separado de su mujer y no veía a sus hijos. No lo pudo sostener. Ya había avisado dos semanas antes, cuando lo salvaron de morir por ingesta de pastillas. Antes de que lo encontraran muerto había dejado su último mensaje en su historia de WhatsApp: “Llegó el momento, demasiada espera”. 

Decenas de jugadores explican que siempre los prepararon para jugar pero nunca para dejar de hacerlo. El retiro de la actividad, demasiado temprana como para jubilarse, a muchos los sacude de manera inesperada. Están los que quieren y pueden seguir en el fútbol, reinventados como mánagers, técnicos, ayudantes o representantes, los que no quieren saber nada y los que quieren continuar y no lo consiguen. En general estos son a los que más difícil se les hace la despedida.  “Insisto con el tema de las instituciones. Si estuvieran instalados dispositivos en los clubes. Los jugadores que se están por retirar o que ya se retiraron sentirían que tienen las puerta abiertas para tratar esos temas. Facilita el acceso para poder pensar lo que le está pasando. Y no que cuando termina la relación quedan librados a su suerte”, concluye Marcelo Halfon.

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