Federico Rodríguez estaba acostumbrado a que lo chequeen cinco o seis veces al año. Chequear es el término que usan en la industria audiovisual cuando los llaman para saber si están disponibles para un proyecto. Hasta 2023, tenía que decir que no a varios porque se le superponían los rodajes. Tiene 33 años, es asistente de dirección y filmaba entre tres y cinco películas o series por año. Su especialidad son las de autor, sobre todo las óperas primas, apoyadas por el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa). Desde que asumió el gobierno de Javier Milei, Federico filmó una sola, una ópera prima que se rodó en 2024 y ya tenía el financiamiento garantizado de la gestión anterior.
—Estamos a mitad de año y no me chequearon para ningún proyecto. Nunca me pasó desde que empecé a trabajar.
La industria audiovisual argentina creció un 45% entre 2007 y 2022, cuando llegó a ocupar a 31.000 trabajadores y trabajadoras en puestos formales y generar otros 600.000 de manera indirecta. Ese crecimiento se frenó en 2024. La motosierra llegó al Incaa en los primeros meses de gobierno y gran parte de la producción nacional quedó paralizada. La gestión de Carlos Pirovano fue la primera en tener cero películas aprobadas en 2024 y 2025 y frenó el financiamiento de alrededor de 200 proyectos que estaban en proceso de realización en todo el país.
También fueron eliminadas medidas clave de fomento, como el certificado de exhibición –un tributo que las distribuidoras de películas extranjeras pagaban al cine nacional–, la cuota de pantalla que garantizaba la exhibición de filmes argentinos y la media de continuidad que aseguraba la permanencia de una película en cartelera según su audiencia. También eliminó la preclasificación que adelantaba fondos y hubo más de 400 despidos en el Incaa.
Federico se dio cuenta que no había lugar para el cine nacional cuando a comienzos del 2024 se encontró con colegas en las puertas de Congreso para pedir que no se desfinancie el Incaa. No solo estaban los técnicos como él. Los productores que siempre lo llamaban cuando tenían la plata para hacer las películas llegaron en la misma, pidiendo que les habiliten los proyectos. Desde hacía meses nadie los atendía ni firmaba los contratos.
—Ahí me di cuenta que si ellos no tenían certezas faltaba muchísimo para empezáramos a filmar algo.
Su salida fue parecida a la de muchos de sus amigos y amigas. Hace “changas audiovisuales”: producciones institucionales baratas con equipos reducidos. Lo que antes eran varios roles ahora lo cumple uno solo. A eso le suma alguna que otra publicidad.
—Y así desaparecen fuentes de laburo. Mis amigos están en la misma, haciendo changas o buscando otra cosa.
Federico trabajó en su primera película Incaa a los 24 años. Estaba en el equipo de dirección y a punto de recibirse en la Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica (Enerc). Había llegado a Buenos Aires desde Corrientes en un momento en el que crecía la industria de la mano de la Televisión Digital Abierta (TDA). Canal Encuentro, la Televisión Pública y otros canales públicos se convirtieron en una usina de producción para una generación de jóvenes egresados de escuelas de cine y distintas universidades. Había trabajo en Buenos Aires pero también en las provincias.
Entrar a la industria era salir de trabajos precarizados y filmar una serie con presupuestos reales, donde se cumplían los roles y los pagos según lo que estipulaba el sindicato. Federico pasó por distintos trabajos, primero de eléctrico, después de producción hasta especializarse en asistente de dirección. Cuando estaba terminando de estudiar en Enerc un profesor le dijo algo que le quedó resonando: la inversión en la TDA era algo bueno porque había generado una industria pero también una trampa.
—No había publicidad y nuestro rubro siempre se paga. Se tiene que poder sostener por sí mismo como pasaba con Incaa que era autosustentable y tenía fondos de varios impuestos.
El primer cambio en la industria lo vio con el macrismo. Se terminaron las producciones para la televisión y tuvo que arrancar de cero. Ahí se metió en las de autor. Hizo más de 20 películas y series, por lo menos 15 con apoyo del Incaa, y filmó en provincias como Corrientes, Formosa, Misiones, Entre Ríos, Santa Fe y Buenos Aires. En esos años vio cómo los presupuestos alcanzaban cada vez menos y siempre eran necesarios otros fondos, ya sea de las provincias, coproducciones con otros países o entidades privadas.
—Cada vez se desplaza más a las películas de cine de autor y a las ópera prima que son la contracultura de la industria. Todo lo que vemos es de plataformas o grandes productoras. Me lleva a pensar en cuándo voy a volver a laburar en una película porque mi búsqueda laboral es en un cine que está desapareciendo. Los pocos que tienen trabajo están en plataformas. Y casi todo se filma en Buenos Aires.
Abril Alassio entró en la producción de plataformas. Es tucumana pero vive en la ciudad de Buenos Aires. Tiene 32 años, es microfonista y empezó en 2022 en una película con apoyo del Incaa. Desde entonces no paró: la llaman para distintos proyectos y casi no tiene baches. Al principio eran trabajos en cine pero en los últimos dos años la mayoría son series y películas para plataformas, como División Palermo y Atrapados.
—Mi caso es excepcional, me considero bastante afortunada. Mi hermana trabaja hace 15 años en esto y estuvo un año y medio parada. Ahora está cosiendo y dando clases de costura. La mayoría está haciendo laburos de otra cosa por dos pesos con cincuenta.
La hora de las provincias
—La industria audiovisual hoy depende de lo que hagan las provincias— dice Luciana Lacorazza, quien integra la Cámara de Productoras Audiovisuales de Santa Fe. Según estimaron, en la provincia quedaron 50 proyectos truncos por el desfinanciamiento del Incaa. En Santa Fe en 2022 se filmaron al menos cuatro películas y siete series, que emplearon a gran parte de la industria provincial. En 2025 ninguna.
Luciana tiene 41 años y es productora creativa de proyectos. Trabaja con directores y directoras desde la etapa de desarrollo hasta la distribución. Antes del desfinanciamiento, trabajaba en una serie y una película que tenían premios y la declaración de interés para empezar y los frenaron. Ella también se considera afortunada: puede sobrevivir con empleo en el sector público. Dirige Señal Santa Fe, un canal del Ministerio de Cultura donde se proyectan producciones provinciales.
Entre sus colegas la situación es distinta. Los que dan clases en las escuelas de cine de Santa Fe y Rosario tienen una parte de la subsistencia garantizada ahí. Pero no alcanza. Los salarios docentes quedaron atrasados.
—Muchos se volcaron a otros trabajos o incluso se fueron de la provincia.
Luciana es parte de la comunidad que pelea por una Ley de Cine provincial. Esta semana presentaron nuevamente el proyecto a la Legislatura. La propuesta tiene varios aspectos y uno de los más importantes es la creación de un fondo para la industria audiovisual. La idea es que dependa, entre otras partidas, del cobro de ingresos brutos a los servicios digitales audiovisuales online y del total de los ingresos brutos de la actividad audiovisual, de cines y cualquier otro medio de exhibición.
Santa Fe fue pionera en 2008 cuando creó el plan de Fomento Espacio Santafesino, del Ministerio de Cultura, pero con los años los montos se volvieron bajísimos para una industria como la audiovisual.
—Fuimos precursores y ahora quedamos relegados. Con un gobierno provincial que tiene uno de sus ejes en la producción, la audiovisual es una industria que genera trabajo directo e indirecto y construye identidad santafesina.
Romina Tamburello habla con elDiarioAR apenas baja del avión en Misiones. Llegó a Posadas para estrenar Vera y el placer de los otros, la ópera prima que codirigió con Federico Actis, hecha por la productora Pez. Vera fue filmada en Rosario y trata de una adolescente de 17 años que subalquila por un par de horas un departamento vacío para que otros adolescentes tengan relaciones porque le gusta escuchar detrás de la puerta. La película se estrenó en 2023 en un festival en Estonia y cosechó premios en todo el mundo, desde Tailandia hasta Mar del Plata.
El camino para hacer una película o una serie es largo. Vera lo empezó en 2016 cuando ganaron el concurso Raymundo Gleizer del Incaa y quedó frenada dos veces: primero por la intervención del macrismo y en marzo de 2020 por la pandemia. El rodaje fue a fines de 2021 y empleó a muchas de las personas que trabajan en la industria en Rosario. Tuvo apoyo del Incaa y de la provincia de Santa Fe, entre otros fondos. Unos meses antes del rodaje, Romina dirigió Maternidark, una serie financiada por el programa Renacer Audiovisual del ex Ministerio de Cultura nacional con apoyo municipal y provincial. La serie estaba en Contar pero la bajaron junto con la plataforma.
Con Pez trabajan en una segunda película pero no consiguen los fondos. Estaba en evaluación del Incaa para ser declarada de interés y se las mandaron de vuelta con el cambio de gestión. Romina ahora da talleres de guion y escritura. También escribe la adaptación a película de su último libro, Los amigos de papá.
—Estamos buscando financiamientos internacionales para las dos películas porque el Incaa está destruído. Y también atentos a que salga la ley de cine de Santa Fe y viendo cómo coproducir con otras provincias.
Con ley también es difícil
Por primera vez en más de 20 años en la industria, Rodrigo Guerrero piensa en irse de Córdoba o en ponerse un negocio de otra cosa, tal vez una panadería. Es director, productor y guionista y tiene la productora La Buena Hora. Hizo su primera película en 2009, El invierno de los raros, estrenada en 2011.
Trabaja en cine desde 2002 y vivió en cambio de la industria audiovisual cordobesa. Primero de la mano de las producciones de la TDA y después con una masa profesionalizada que empezó a hacer películas con el apoyo del Incaa. Hasta 2023 se rodaban entre diez y quince películas al año. En 2024 se hicieron dos y este año ni una. Rodrigo vive de los coletazos de una película que estrenó esta semana y todavía tiene un resto del Incaa y del Polo Audiovisual de Córdoba. También de otra película filmada en 2023 que le vendió a Amazon.
—El año pasado solo rodé un cortometraje independiente y este año nada. Tenía tres películas con declaración de interés de 2023 y se cayeron.
Córdoba tiene una ley propia de Fomento y Promoción para la Industria Audiovisual desde 2016. Fue implementada a través del Polo Audiovisual Córdoba, que depende del Ministerio de Industria, Comercio y Minería. Hay un Fondo para el Fomento de la Actividad Audiovisual pero la ley no especifica un monto fijo ni de donde sale, depende de la voluntad política de cada gobierno.
Rodrigo explica que el Fondo para el Fomento siempre fue un complemento al Incaa. El tema es que es cada vez más chico. La otra política anunciada este año fue un cash rebate (o devolución de dinero) de $5.000 millones por año, con el que la provincia busca convertirse en un destino atractivo para filmar. Rodrigo celebra la medida pero dice que hay una disparidad con el Fondo, de apenas $350 millones. Para él, el cash rebate dificulta la producción de películas cordobesas y favorece que lleguen productoras de afuera con sus equipos armados.
—Se valora el instrumento pero son reintegros y tenés que tener el dinero para gastarlo. Se complica sin el apoyo inicial del Incaa, que antes permitía rodar y luego reintegrar. El tema es en qué lugar quedamos los directores, guionistas y productores con las historias cordobesas contadas por cordobeses.
Desde que está la nueva gestión en el Incaa, Rodrigo presentó proyectos en las pocas convocatorias que hubo. No quedó. Los proyectos seleccionados eran la mayoría porteños. Para él, el Incaa debería tener un cupo federal. Sobre todo en tiempos en que lo único que se filma es de plataformas.
—Los rodajes de plataforma son casi todos allá. Para las productoras de las provincias es doblemente difícil continuar produciendo y resolviendo la financiación de nuestras películas porque no tenemos la trayectoria ni la espalda económica de las productoras de Buenos Aires.
Rodrigo hace ficción y documental. Más de 20 años logró vivir de su trabajo. No se metió en la docencia porque, mal que mal, siempre salían proyectos e hizo una carrera ahí. Ahora duda.
—Si no produzco algo este año tengo que ir a otro lado o dedicarme a otra cosa. Es una decisión que me cuesta porque hace más de 20 años que vengo haciendo películas. Fuimos la primera generación que no nos fuimos de Córdoba y que empezamos a producir acá. Nos convertimos en la segunda plaza de producción a nivel nacional. Y ahora todo eso se está cayendo.
AB/DTC