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Análisis

Bolsonaro y un escándalo anunciado: ¿desviar la atención o reconquistar las bases?

Fútbol y política en el escándalo de las eliminatorias sudamericanas

Eleonora Gosman

San Pablo —

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Primero fue el anuncio de la mañana de este domingo con la suspensión de los cuatro futbolistas argentinos y la afirmación, por parte de los diarios brasileños, de que no irían a jugar. Un segundo título, poco antes del mediodía, indicaba que los astros sí entrarían en el partido y que todo seguiría su curso normal. Pero bastaron los cinco primeros minutos para que entraran en escena los personajes de la Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria (Anvisa), un organismo con presencia de militares que está dirigido por un íntimo del presidente Jair Bolsonaro. Se trata del contralmirante Antonio Barra Torres, que ingresó en la Marina en 1987. Se graduó en medicina, pero en su currículo registra varias críticas de “interferencias políticas” en la agencia sanitaria.

Según un comunicado de Anvisa, “por vías no oficiales llegaron a nuestro organismo noticias que dieron cuenta de supuestas declaraciones falsas prestadas por tales viajantes”, es decir, los cuatro jugadores de la selección que procedían de Venezuela, pero que antes habían estado en Inglaterra, lo que los obligaba a realizar el aislamiento previo al partido. No deja de ser un dato que la agencia admite haber contado tan solo con informaciones “no oficiales” y “supuestas declaraciones falsas”.

Más aún, la periodista Ana Flor, una muy reconocida columnista del canal Globo News, contó en su blog que consultó “fuentes de Anvisa” y estas le informaron que la AFA le había informado a la agencia la decisión de presentar la selección argentina completa (es decir, con los supuestos cuatro infractores). Y, según la Asociación del Fútbol Argentino, esto se debió a que contaban “con la autorización del gobierno brasileño”. Esa comunicación de la AFA ocurrió el sábado por la tarde.

Otro hecho singular: el sábado se reunieron con Anvisa los directivos de la Confederación Brasileña de Fútbol y la Conmebol con los directores de Anvisa. En esa cita, los dirigentes dijeron que habían conversado con el gobierno de Bolsonaro para permitir la participación de los cuatro jugadores supuestamente infractores. Los medios especularon con que la decisión de permitir el juego vino de la Casa Civil, que es el ministerio de coordinación, cuyo titular es el político Ciro Nogueira, uno de los pocos civiles que ocupan cargos de gran importancia en el gabinete bolsonarista.

Otro hecho llamativo es que, según la agencia sanitaria brasileña, sus controladores fueron primero al hotel donde se hospedaba la delegación, en la capital paulista. Pero, he aquí que llegaron tarde, justo cuando los deportistas argentinos ya se dirigían al estadio Neo Quimica, que en su momento se conoció como Itaquerao. Los oficiales de Anvisa decidieron entonces dirigirse con la policía federal al campo de juego. La prensa brasileña afirma que la idea de ellos era impedir ya en los vestuarios que los futbolistas “infractores” participaran de la competencia. Pero, como es obvio, la delegación argentina no se los permitió. Y entonces los de Anvisa tomaron otra decisión: ingresar a la cancha para “suspender” el partido y llevarse a los jugadores. Se dijo inclusive que la presencia de la policía federal brasileña se debía a que querían detenerlos en comisarías para luego tomarles declaración.

En ese momento, estalló el escándalo. Los principales medios periodísticos de Brasil se mostraron cautelosos. Algunos calificaron el episodio de “algo poco común” que “generó una gran confusión”. Lo cierto es que la “presión” ejercida in situ por la agencia sanitaria y la policía sobrepasó los límites deportivos. Como si se tratara de una consigna “preestablecida”, los inspectores sanitarios declararon que los futbolistas argentinos “mintieron”. Esa fue la justificación para convertir una fiesta futbolera en un tumulto de fuerte impacto internacional. Algo que Claudio Tapia, de la AFA, negó enfático.

El contralmirante (RE) Barra Torres, que preside Anvisa, recordó el medio millón de brasileños muertos por el Covid-19. El número es mayor, ya que supera los 580.000. El directivo sostuvo que “Anvisa considera la situación como un riesgo sanitario grave y por eso orientó a las autoridades a determinar la inmediata cuarentena de los deportistas, que están impedidos de participar en cualquier actividad”. E inmediatamente, pidió la deportación del cuarteto por incumplimiento de las restricciones sanitarias.

En los medios políticos brasileños se sorprendieron, pero a medias, con el aquelarre. Un diputado petista consultado (que prefirió no dar el nombre) recordó las “enormes tensiones internas” que vive Brasil, por cuenta de las posiciones “radicales” adoptadas por Bolsonaro en su guerra contra la Corte Suprema, el Tribunal Superior Electoral (integrado por miembros de esa Corte) y parte del universo legislativo.

El mandatario presidirá el martes 7 de septiembre dos actos por el día de la independencia (en 1822). Uno de ellos será en Brasilia y otro en San Pablo, donde sus seguidores piensan ocupar la célebre avenida Paulista. Las declaraciones presidenciales provocaron temores a lo que pueda ocurrir en ambas manifestaciones. Es que el jefe de Estado convocó a sus partidarios a “comprar armas, porque el pueblo armado no será esclavizado”. No sólo eso: dijo que esas marchas que dirigirá van a demostrarle a los magistrados su fuerza política, lo que teóricamente debería conducirlo en 2022 a su reelección.

Hay dos versiones de por qué Anvisa decidió entrar en la cancha y protagonizar el tumulto. Según algunos analistas brasileños, medió en esto la necesidad de desviar la atención puesta en los actos del martes, muy cuestionados por los principales medios periodísticos. La otra interpretación es que, con esta demostración de “fuerza” frente a los argentinos, el presidente podrá reconquistar buena parte de sus bases que se habían disgregado, lo que incidió en el descenso de su popularidad.

 EG/CRM

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