Un lunes largo en la Rosada: dos reuniones de gabinete, mercados en rojo y autocrítica en voz baja

Golpeado por la derrota en la provincia de Buenos Aires y con los mercados en rojo, Javier Milei buscó dar un golpe de timón: tras dos reuniones de gabinete en un mismo día —algo inédito en su gestión— decidió conformar una mesa política nacional bajo su mando. “La misma será presidida por él y estará conformada por: Karina Milei, Guillermo Francos, Patricia Bullrich, Santiago Caputo, Martín Menem y yo”, anunció el vocero Manuel Adorni en redes sociales.
Según el mismo mensaje del portavoz, también “se instruyó al jefe de Gabinete a abrir una mesa de diálogo federal con los gobernadores” y se resolvió ampliar la mesa política bonaerense “en virtud de la representatividad del espacio provincial”. Algo que, en principio, pudo ser interpretado como un guiño a Las Fuerzas del Cielo en la pulseada que mantienen con el armador Sebastián Pareja, el principal apuntado por la tropa digital del mileísmo tras el resultado adverso de este domingo. “Es una referencia al PRO”, aclaró, sin embargo, un funcionario ante la consulta de elDiarioAR.
La decisión oficial buscó ponerle un cierre político a una jornada marcada por el revés electoral en territorio bonaerense y las tensiones internas en La Libertad Avanza. Desde su rol de líder, Milei intentó proyectar control en medio del tembladeral: reafirmó su centralidad, abrió eventuales canales de negociación con mandatarios provinciales y envió una señal de autocrítica tras el mazazo en el distrito más poblado del país.
A primera hora de la mañana, el Presidente había llegado a la Casa Rosada antes de lo previsto. Faltaban ocho minutos para las nueve cuando atravesó el Salón de los Bustos con paso acelerado. Convocó a todos los ministros al Salón Eva Perón, en el primer piso de Balcarce 50, para una primera reunión de gabinete que se extendió durante dos horas, y luego volvió a citarlos por la tarde, ya con la idea de sellar un nuevo esquema político.
Karina Milei y Manuel Adorni se habían instalado desde temprano, como anclando el centro de gravedad presidencial. El resto de los ministros fue llegando de a poco, con rostros tensos y silenciosos. Entre los primeros en aparecer estuvo el asesor Santiago Caputo, que se cruzó con Gerardo Werthein en la explanada y se encerró en su despacho veinte minutos antes de la reunión. También dio el presente Martín Menem, uno de los rostros más incómodos en el escenario del búnker libertario la noche anterior. Su primo Eduardo “Lule” Menem, en cambio, brilló por su ausencia: salpicado por los audios de Diego Spagnuolo, quedó directamente bajo sospecha en el nuevo clima de depuración interna.

La mañana no dio respiro. Afuera, las acciones argentinas sufrían un desplome en Wall Street y en la city porteña crecía el nerviosismo cambiario. El ministro de Economía, Luis “Toto” Caputo, se ausentó de la cita —estaba con su equipo preparando respuestas para los mercados— y recién apareció más tarde para recibir, junto a Milei, al presidente del BID, Ilan Goldfajn. La foto con el brasileño buscó transmitir respaldo externo en un día que había empezado marcado por la fragilidad.
En privado, Milei repitió lo que había dicho en Gonnet: que la derrota era política pero el rumbo económico se mantenía inalterable. “No se retrocede ni un milímetro, el rumbo no solo que se confirma, sino que lo vamos a acelerar”, insistió. Su discurso giró en torno a los logros económicos —inflación reducida, pobreza supuestamente en retroceso— como si esas cifras pudieran servir de contrapeso al mazazo electoral. Pero en los pasillos de la Rosada nadie ocultaba que el golpe político había calado hondo.

El primero en hablar, temprano por la mañana, había sido el jefe de Gabinete Guillermo Francos, que intentó poner paños fríos. Reconoció que habrá cambios, pero los postergó hasta diciembre, cuando Patricia Bullrich (Seguridad) y Luis Petri (Defensa) asuman sus bancas en el Congreso y el vocero Manuel Adorni se convierta en legislador porteño. “El resto estamos siempre a disposición del Presidente”, deslizó, como si quisiera blindar la idea de continuidad en medio del temblor.
En paralelo, un alto funcionario del Gobierno ensayaba un balance crudo en off. “Siempre dijimos que esto era un piso, de ahí todo para arriba. Hay por lo menos diez puntos del electorado que no fue a votar. Es muy probable que esa gran mayoría sea nuestro”, sostuvo ante la consulta de elDiarioAR. El análisis incluyó una advertencia sobre los intendentes peronistas: “Jugaron ahora, en octubre no tienen mayor incentivo para hacer lo que hicieron ahora”. También sobre el PRO: “Fallaron los votos prestados. Evidentemente fallamos nosotros en seducir a ese electorado y a la dirigencia”.

La magnitud de la derrota desbordó incluso los cálculos previos. “En estas condiciones, lo anormal hubiera sido ganar. Lo que nos shockeó fue la diferencia. Podíamos prever una derrota por seis o siete puntos”, admitió el funcionario. El diagnóstico, sin embargo, no se limitó a la aritmética electoral: “El peronismo obtuvo lo que suele obtener. Lo que hay que ver es por qué perdimos lo nuestro: ahí entra la gestión, lo económico, los audios, malos candidatos, logística territorial, entre otras cosas”. La conclusión fue tan incierta como desafiante: “Yo creo que se puede remontar”.
La creación de la mesa política nacional buscó ser la respuesta inmediata a esa mezcla de desazón y urgencia. Hacia afuera, el mensaje de Milei fue que el rumbo económico no cambiará y que el poder se concentra aún más en su figura. Hacia adentro, el intento de ordenar un oficialismo fracturado y de contener a sus socios tras la derrota más dura desde que llegó a la presidencia.
PL/MG
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