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Panorama Político

Una elección crucial que puede acelerar la agenda ultra o empujar a Milei a una crisis

Javier Milei saluda a su exempleador Eduardo Eurnekián, en la nueva sede de Corporación América. A la distancia, observa Karina. 25 de agosto de 2025

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En un país con propensión al drama político, tanto real como escénico, las citas electorales de medio término suelen ser presentadas como desafíos agónicos para los Gobiernos de turno. “Es la elección más importante desde el retorno de la democracia”, reza el lugar común.

Por varios motivos, la votación de hoy en la provincia de Buenos Aires no escapa a ese título grandilocuente. La “fiesta cívica” bonaerense porta credenciales suficientes para medir el alcance del más radicalizado y exótico de los proyectos de ultraderecha que irrumpieron en democracias del mundo. ¿Cambiaron tanto la subjetividad y la lógica del electorado argentino, hasta tornarse irreconocibles? ¿Cuál es la magnitud de la crisis del peronismo? ¿El odio como herramienta política mantiene su efectividad?

Aunque la paridad y los vuelcos abismales que mostraron sondeos recientes y la probable alta abstención invitan a no precipitar pronósticos, se pueden prever escenarios posibles.

La elección bonaerense puede desbaratar el tablero político por completo en dos de las hipótesis en juego: un triunfo de La Libertad Avanza (LLA), aunque sea por un margen menor, o una victoria clara de Fuerza Patria por, por ejemplo, cinco puntos porcentuales. Cara o ceca. En el primer caso —celebración de LLA aunque sea con lo justo—, la llegada de Milei a Casa Rosada hace veinte meses habrá sido sólo el comienzo de una derechización radical cuyos límites no se vislumbran. La elección nacional de octubre será una radiografía de esa mayoría. En el segundo, un eventual triunfo del peronismo mostrará su altísima resiliencia y alumbrará un candidato presidencial competitivo: Axel Kicillof.

Ambos escenarios tienen su contracara: o bien un declive irremediable del kirchnerismo en todas sus formas, arrinconado, en el mejor de los casos, a algunos municipios del conurbano, o el Gobierno nacional entrará en zona de inestabilidad política y económica para la que no cuenta con experiencia política, ni densidad intelectual, ni estabilidad emocional.

Con diferentes artilugios y el favor de unos cuantos medios dispuestos a propalar sus lógicas, para Milei y los Kirchner, las victorias son propias y los fracasos son ajenos.

Existe una foto intermedia. Una victoria moderada de Fuerza Patria será una mala noticia para el violento habitante de la Casa Rosada que hasta hace apenas semanas prometía “clavar el último clavo en el cajón” y “hacer mierda al kirchnerismo”, pero dejará abierta una incógnita sobre las elecciones legislativas nacionales del 26 de octubre. Si la ventaja del armado peronista es de unos pocos puntos porcentuales, los comicios bonaerenses de este domingo podrían funcionar como lo hicieron las primarias en años anteriores, que dispararon reacomodamientos tácticos del electorado de cara a la elección general.

Las urnas consagrarán probablemente un ganador, pero no será tan automático nombrar al perdedor. Dos de los apellidos en juego, Kirchner y Milei, no se caracterizan por asumir las derrotas. Con diferentes artilugios y el favor de medios dispuestos a propalar sus lógicas, para el actual mandatario y su predecesora, las victorias son propias y los fracasos son ajenos.

Así, resulta previsible que el eje Instituto La Cámpora-Instituto Patria se apresure a señalar esta misma noche a Kicillof como responsable de un eventual mal resultado, porque, como afirma la primera cristinista y antikicillofista Mayra Mendoza, “no hay que caretear”. En caso contrario, nadie debería descartar que los Milei incendien el escenario con alguna denuncia temeraria —de fraude o golpe institucional—, o la simple negación de los hechos, algo propio de una psiquis tan llamativa. Acaso las pantallas de Clarín, La Nación y América se entretengan esta noche con cualquier dato —cantidad de secciones ganadas por cada uno, ausentismo, reparto de bancas en la Legislatura, mesas impugnadas— antes que informar el recuento de votos.

Test para Kicillof

Los antecedentes en lo que va del siglo —el peronismo no gana una elección bonaerense de medio término desde 2005— aportan una interpretación inequívoca sobre lo que sería un triunfo de Fuerza Patria.

Fue Kicillof el mentor de la fecha desdoblada de la votación bonaerense y de las dos cabezas de lista en las secciones electorales que agrupan 10,2 millones de los 14,3 millones de ciudadanos habilitados: Verónica Magario en la tercera —oeste y sur del Gran Buenos Aires— y Gabriel Katopodis en la primera —norte y oeste—. Fecha y candidaturas fueron motivo de una pulseada traumática entre Kicillof y los Kirchner, por lo que una victoria de Fuerza Patria será un triunfo del primero antes que de ningún otro.

La oposición al desdoblamiento de parte de la expresidenta y su hijo, bajo la premisa de que Milei nacionalizaría la contienda y no habría gran cosa por defender de la gobernación de Kicillof, fue sostenida hasta ya iniciada la campaña. Se impone la presunción, corroborada en las participaciones hostiles de Máximo y sus allegados, de que una victoria holgada de Fuerza Patria no sería la mejor noticia para el eje que comandan los Kirchner.

Un resultado adverso sin atenuantes no sólo marcará un final prematuro de la aspiración presidencial del mandatario bonaerense, sino que comprometería la gobernabilidad de la principal provincia. Con la previsible aceleración del boicot y el desfinanciamiento orquestado por la Casa Rosada, más las ganas de los Kirchner de escarmentar la disidencia y la pulsión de Mayra Mendoza a cantar “verdades” porque no es “careta”, nada debería descartarse en una provincia que afronta necesidades presupuestarias y financieras acuciantes. Hace tiempo que en el gabinete bonaerense hay voces que evalúan que ese juego de pinzas está aguardando su oportunidad.

Axel Kicillof habla en la exposición Hecho en Merlo el 4 de septiembre de 2025. A su derecha, el intendente Gustavo Menéndez y el ministro y candidato Gabriel Katopodis

El Gobierno del Soez llega a esta instancia con un final a toda orquesta. Sobre el cúmulo de políticas fallidas, el 3% de Karina, los celulares escondidos y la saña contra discapacitados y jubilados, prevalece el dato elocuente de que la economía se estancó desde marzo, tras una recuperación centrada en exportaciones de soja y petróleo luego del abismo al que empujaron la gestión de los Fernández y Massa, y el doble peligro Milei, primero como candidato y luego como Presidente.

El rebote del último cuatrimestre de 2024 se agotó rápidamente y los salarios y las pensiones volvieron a perder poder adquisitivo. El gabinete de Luis Caputo intenta suplir su reconocido desprestigio con insultos y provocaciones al estilo Milei. La copia del equipo económico carece del mérito de la espontaneidad y no sirve para contrarrestar las críticas a la insolvencia del programa que señalan en forma cada vez más explícita economistas ortodoxos que se sienten más cercanos al Gobierno que a la oposición, y hoy, si votan, lo harán mayormente por LLA.

Interna detonada

La presunta ruta de la corrupción sistemática descripta por el examigo íntimo Diego Spagnuolo terminó de detonar una interna que vuelve insostenible la convivencia del Triángulo de Hierro Javier-Karina-Santiago, cualquiera sea el resultado hoy y en octubre. Es una guerra abierta, sin reglas, con montajes de espionaje y agravios en las redes que ofenden hasta a los aliados más lisonjeros, en cualquiera de sus versiones cordobesas.

Al final, la furia emanada desde el Parisini (Gordo Dan), Arietto, Lemoine, Iglesias, el Tronquito, los canales de noticias y los editoriales de La Nación no eran más que esta poquita cosa: a lo sumo, la simulación de algún disenso por el insulto a una persona con discapacidad y el reclamo del respeto al diálogo privado hasta para organizar coimas. En los últimos días, la agenda del mainstream mediático viró desde la obscenidad de la ruta del dinero difundida por Spagnuolo a tratar de dilucidar el origen de la filtración.

Una guerra interna abierta, sin reglas, con montajes de espionaje y agravios en las redes que ofenden hasta a los aliados más lisonjeros de Milei, en cualquiera de sus versiones cordobesas

Las candidaturas como la del policía Maximiliano Bondarenko y “el profe” José Luis Espert la provincia, y el abogado ultracatólico Alejandro Fargosi en CABA, más los aportes de la dupla PRO Santilli-Ritondo, no sumaron el más mínimo alivio a un oficialismo que atraviesa su peor crisis.

Del derrotismo al exitismo

Con la podredumbre ultraderechista desatada, el mundo anti-Milei pasó del derrotismo a cierto exitismo con el transcurso de las semanas. Hay indicios sólidos para pisar el freno, entre otros, el evidente intento del Gobierno nacional de bajarse el precio para poder festejar un empate o una derrota por poco.

Durante la campaña de 2023, la candidatura presidencial de Milei vivió momentos oscuros, en los que el padre de los cinco hijitos de cuatro patas se mostró alienado en televisión, con aliados en fuga y actos proselitistas de apariencia fúnebre, vacíos de militantes y poblados de barrabravas mercenarios. Y sin embargo, Milei rompió el techo en las primarias, trastabilló apenas en la primera vuelta y arrasó en el ballottage.

No corresponde menoscabar el valor de la baja de la inflación para los hogares, en especial, aquéllos más indefensos, ni el hartazgo, incluso odio, que germinó en importantes sectores sociales contra el peronismo, el progresismo, la izquierda y cualquier proyecto político que incluyera en su discurso, real o impostado, la idea de un proyecto colectivo. Pisar la cabeza al prójimo en nombre del derecho individual se transformó en una bandera convocante. A tal punto llegó el sufrimiento por la inflación y la voluntad de escarmentar al peronismo, que 56% de los argentinos decidieron faltarse el respeto a sí mismos y pusieron la boleta de Milei en la urna hace apenas 22 meses.

Una pauta del giro que debería ocurrir hoy para consolidar una victoria peronista es que, en 2023, en la primera sección electoral, la socialmente más diversa, que suele marcar algo aproximado al promedio provincial y alberga partidos humildes (Moreno), medios (Morón) y ricos (San Isidro), industriales (San Martín) y semirrurales (Suipacha), la boleta de gobernador de Kicillof obtuvo 44,5%, la de Juntos por el Cambio 26,4% y la de LLA 24,8%. Si las dos derechas, que ahora van en alianza, repiten sus apoyos, difícilmente podría ocurrir hoy una derrota del partido de los Milei.

Es cierto que pasaron dos años y el ultraderechista implementó un ajuste que pagó cualquiera menos la casta, en todas sus acepciones —desde la elite económica voraz a jueces, periodistas y sindicalistas comprables, y laboratorios pagadores de coimas—, incumpliendo otra de sus promesas centrales. Pero ese economista auspiciado por grupos empresariales poderosos (Eurnekián primero, Rocca y Bulgheroni después), mimado por las pantallas (América primero, Clarín y La Nación después), consultor-candidato que cobraba US$25.000 la charla con inversores, portador de violencia fascistoide y promotor de la venta de órganos y personas ganó la Presidencia con la bandera de la regeneración ética. La mayoría de los argentinos eligió creer.

Desde entonces, el panperonismo ofreció resistencia en las bancadas legislativas y un puñado de gobernadores, eclipsada por un espectáculo que encontró a la deshonrosa claudicación de la CGT, Massa en silencio, Alberto Fernández fuera de pista y los Kirchner volcados a eximirse de toda responsabilidad del pasado y obturar cualquier liderazgo de reemplazo. A falta de autocrítica, se produjo la reaparición fulgurante de Guillermo Moreno.

Se trata de un escena en pleno desarrollo, que requerirá esfuerzos de lectura y cuya secuencia sería irresponsable precisar.

SL

slacunza@eldiarioar.com

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