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Balotaje

¿Massa o Milei?: Argentina, ante una elección que define mucho más que un presidente

Milei y Massa, en uno de los debates presidenciales que hubo durante la campaña electoral.

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Quizás nunca como hoy en estos 40 años de democracia argentina son tan trascendentales esos segundos –tal vez, minutos– en los que uno recibe el sobre blanco, entra al cuarto oscuro, elige una boleta y coloca el voto en la urna electoral. Para esa escena están convocados este domingo unos 35 millones de electores, quienes tendrán la oportunidad de elegir al próximo presidente entre las dos opciones que llegaron a la finalísima del balotaje: Sergio Massa o Javier Milei; Javier Milei o Sergio Massa.

Los candidatos de Unión por la Patria y La Libertad Avanza se enfrentan en la segunda vuelta de unas elecciones presidenciales eternas y que estuvieron por demás embarradas: denuncias (sin pruebas) sobre la posibilidad de que haya “fraude”, la ausencia de propuestas claras contra la inflación, reivindicaciones a la dictadura, el destape de presuntos casos de corrupción oficialista y golpes camaleónicos de timón para captar a la masa de votantes ajenos.

El subibaja que se evidenció entre las PASO de agosto –donde ganó Milei– y las generales de octubre –donde ganó Massa–, más la inevitable polarización que concibe toda disputa mano a mano, hacen más que impredecible el resultado final. Por eso hay fuerte expectativa en los datos que arrojen Buenos Aires y Córdoba, los distritos que podrían definir la contienda hacia un lado u otro. UP apuesta por sacar la ventaja en territorio bonaerense: reside un tercio del electorado nacional. LLA intentará hacerse fuerte en el centro del país: hay 1,8 millón de votos huérfanos en juego.

Pero las sospechas agitadas por los libertarios contra el histórico y afianzado sistema electoral permiten imaginar que si la diferencia entre el ganador y el perdedor es muy ajustada durante el escrutinio provisorio, puede que hoy mismo no se defina claramente quién será el mandatario para los próximos cuatro años. Tendría efectos inesperados a nivel político y para la frágil situación socioeconómica que la duda se extienda más allá de esta noche. El modus operandi de Milei sigue el guion que ya desplegaron Donald Trump en Estados Unidos y Jair Bolsonaro en Brasil, justamente dos de sus referentes internacionales.

El sprint final de la campaña se inauguró el domingo pasado con el debate cara a cara entre Massa y Milei. En la Facultad de Derecho de la UBA el ministro de Economía acorraló con preguntas al diputado nacional, y este acusó de “mentiroso” a su rival. El cruce de acusaciones les permitió tapar la discusión en profundidad de sus propuestas de gobierno, sobre todo cómo harían ambos para terminar con el principal problema de la opinión pública: la inflación.

El ministro-candidato logró llegar competitivo al balotaje pese a que la suba de precios interanual superó el lunes el 140%. Para reducir la inflación Massa patea la pelota hacia adelante: promete que lo lograría el año próximo a partir del ingreso de dólares genuinos de una mejor cosecha agrícola, nuevos proyectos de litio, y la venta de gas a Brasil y Chile a través del gasoducto Néstor Kirchner. Anuncia además una renegociación con el FMI.

El diputado-economista mantiene sus temerarias propuestas de “dolarización” y “cierre” del Banco Central, aunque nunca explicó ni cuál será el proceso concreto para llevarlas a cabo ni a qué valor se imagina el peso. Ya avisó además que pretende hacer un fuerte recorte en el Estado, principalmente con la privatización de las empresas públicas –con incluido apriete de la legisladora electa Lilia Lemoine a una movilera de la TV Pública transmitido en vivo el miércoles–.

Si la salida a la crisis económica es brumosa, el resto de la campaña electoral no estuvo exenta de polémicas. Massa supo “fingir demencia” ante los escándalos de corrupción que estallaron en distintos tramos de la campaña y que salpican al oficialismo: del reciente espionaje que involucra a un funcionario camporista de la AFIP a las tarjetas de “Chocolate” Rigau y el viaje en yate del eyectado Martín Insaurralde. 

Ser el dueño absoluto de la campaña de UP y embanderarse en la prédica de la “unidad nacional y el diálogo” fue el tono que encontró para buscar los votos del centro y llegar competitivo. Se desmarcó de su alianza con el kirchnerismo y demostró una habilidad sin igual para sacar los platos del pie del fracasado gobierno del Frente de Todos, del que es socio fundador. Consiguió silenciar a Cristina Fernández de Kirchner y enviar al ostracismo a Alberto Fernández.

Milei hizo su jugada decisiva para este partido apenas 48 horas después del 22-O. Pactó con Mauricio Macri y Patricia Bullrich una alianza táctica para lograr dos objetivos: captar el voto duro del PRO –se quebró la coalición de Juntos por el Cambio con la UCR y Elisa Carrió– y sumar fiscales para custodiar sus votos. Si la apuesta es acertada, habrá que ver si ese pacto “incondicional” firmado entre gallos y medianoche en la mansión del ex presidente en Acassuso toma forma de un co-gobierno libertario-macrista. 

Con vía libre de sus flamantes socios para llevar adelante una propuesta ultraliberal en lo económico, Milei tuvo que mutar su narrativa “contra la casta” a una más antikirchnerista: así llegó a utilizar el latiguillo macrista de “populista” para referiste a Massa. También buscó desactivar el ruido de algunas iniciativas como la venta de órganos, la libre portación de armas o los vouchers educativos.

Pero Milei nunca retrocedió en su reivindicación abierta a la última dictadura cívico-militar. Su compañera de fórmula, Victoria Villarruel, fue más allá: defendió en público a genocidas condenados por la Justicia y profundizó ese rasgo antidemocrático esta misma semana al decir sin sonrojarse: “¿Cómo pensás resolver un país devastado si no es con una tiranía?”. Un discurso inflamable si se combina con las denuncias de amenazas de muerte por parte de supuestos simpatizantes libertarios que hicieron dirigentes tanto del peronismo como del radicalismo y los fantasmas de fraude agitados desde LLA.

En ese escenario de aparentes antagonismos políticos, hoy podría definirse algo más que el nombre del próximo presidente. ¿Massa o Milei? La respuesta estará en las urnas.

MC/DTC

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