“El agua en la que se sumergen nunca es la misma”. Alicia Genovese escribe sobre los nadadores en el poema que abre Aguas. Unos versos más tarde dirá una verdad: que María Inés Mato nadó las aguas más frías del planeta; cruzó el Beagle, el canal de la Mancha, un estrecho impensable en el mar Báltico… Aguas es un poemario sobre el cuerpo, sobre el agua: “Nadar es hablar con la respiración”. Y María Inés Mato es una nadadora argentina, performer y teórica del agua que, debido a un accidente, tiene una pierna amputada hasta la mitad de la pantorrilla.
Pido permiso a Genovese. Cuando entrevistamos, los y las periodistas tampoco nos sumergimos en el mismo agua. Por más entrenamiento que tengamos, el mar en el que braceamos siempre es diferente. Aún cuando vayamos a la nota con el personaje estudiado de punta a punta, aún con el machete de inquietudes a mano, aún cuando sabemos los motivos que nos llevan a ese encuentro con Otro. La entrevista es un acto pautado en el que todo puede salir al revés. Pero a la cuestión de la entrevista ya me referí en una entrega anterior y hoy quiero hablar de la pregunta.
Estar incómodo, estar disponible
María Moreno entrevistó a María Inés Mato para el suplemento Las/12 en el año 2001. Dos años después, en el prólogo de Cómo se hace una entrevista contará que demoró mucho una pregunta que quería hacerle a la nadadora: qué nombre le había puesto a su prótesis. “Es cierto que el desplazamiento en el agua hace irrelevante su discapacidad -escribe Moreno en el prólogo- y le permite a Mato anular el principio de simetría y convertir su pierna completa en una suerte de timón. Pero no era un elemento como para omitir en la entrevista. Cuando más planeé cómo hacer la pregunta, más insultante parecía”.
No hay preguntas buenas, no hay preguntas malas: hay preguntas. Pero sí hay tonos y modos, hay que armar un clima. Y eso depende, enteramente, del entrevistador. Un entrevistador debe estar disponible sin ser un adulador. Un entrevistador debe estar absolutamente informado, con un plus de dificultad: que no se note para no convertir la entrevista en un interrogatorio policial. Un pequeño gesto del cuerpo puede hacer que una pregunta de batalla no ponga al otro a la defensiva. Alcanza con ser respetuoso.
Me cuesta pensar la entrevista como “charla”. Uno charla con amigos. Creo más en una actitud de entrevistador, un modo de estar en presente que habilita varias cosas. Entre esas cosas, la repregunta, el quiero-retruco-vale4 de todo intercambio periodístico. Y tiene un valor superior cuando el entrevistado es un funcionario público, alguien que tiene que rendir cuentas a la Justicia o una personalidad relevante para la Historia, la actualidad o la Farándula -sí, “farándula” en mayúsculas.
Tini y Wanda: un ejercicio
Hace poco propuse un ejercicio a estudiantes de la carrera de Periodismo. Un grupo “iba a entrevistar” a Tini Stoessel y el otro a Wanda Nara. Para cada entrevistada había dos opciones de preguntas. Para el team Tini, la opción a era preguntarle si iba a viajar al Mundial. La b, qué piensa de los progenitores que deben la cuota alimentaria a sus hijos. Para el team Wanda, la opción a era si con su pareja había divorcio o reconciliación; la b: qué consejo le daría a madres que buscan la independencia económica. La consigna era elegir una y argumentar por qué harían esa pregunta y no la otra.
Las cuatro preguntas son coherentes, corresponden a la vida pública de las entrevistadas y tienen actualidad en términos noticiosos. La diferencia es que con la respuesta a la opción a podés tirar un día, hacer una nota breve, un breaking: “Obvio que voy a Qatar a alentar a Rodrigo”, “Con Mauro decidimos seguir adelante por la familia”. La opción b, en cambio, pone a pensar a las entrevistadas.
Los estudiantes dudaron. Muchos dijeron que preferían no incomodar a Wanda y a Tini con cuestiones de su vida personal. Yo creo que las preguntas b humanizan a ambas mujeres, las acercan a nuestro mundo, al mundo de la SUBE en negativo, el de ir a comprar al Chino, hacer una guita por nuestra cuenta y poner en agenda un tema que para un grueso de madres argentinas es un calvario, esto de reclamar al padre del chico que ponga la plata mensual que por ley le corresponde.
“La mejor pregunta es la que no se sabe de dónde llega”
Vuelvo. María Moreno no sabía cómo preguntarle a María Inés Mato si le había puesto nombre a la prótesis, y si tenía nombre, cuál. Escribe Moreno en aquel prólogo en el que cuenta esta incomodidad: “Sólo cuando olvidé la pregunta apareció fuera de mi voluntad y tomó esta forma: ‘¿Cómo se llama tu prótesis?’. ‘Fellini’, contestó ella con total naturalidad y luego me contó la historia. La mejor pregunta es la que no se sabe de dónde nos llega y, sólo por lo que provoca, descubrimos que era la pregunta adecuada hecha en el momento adecuado”.
Qué, quién, cómo, dónde, cuándo, por qué y: ¿para qué somos periodistas? Esa pregunta sí nos cabe. Y no encuentro más truco que éste: dudar, romper las pelotas, poner al otro a laburar, insistir, pedir explicaciones. Nadie nos va a recordar por haber hecho una pregunta magistral, pero la audiencia sí va a recordar respuestas magistrales. Nadie, ninguno de nosotros, ninguna de nosotras, ha hecho tanto para merecer que labren en bronce nuestro nombre. El problema del periodismo es que está demasiado ocupado en sí mismo. Hace más de quince años que venimos hablando de periodismo y es la época en la que menos periodismo se ha hecho. Alcanza con la cámara frontal, sponsor y canje. Y juntar followers. Debe ser agotador estar de moda. Debe ser agotador pelear para estar vigente.
Hay que volver al agua. Una vez. Otra vez. Hay que dejarse golpear por la rompiente. Hay que nadar y nadar aunque sea para llegar a la orilla. Nadar y dejar de hacer pie. Nadar y nadar, y que sea del agua la tarea de borrar el surco. Nadar rengo, nadar manco: pero nadar. Subirse a la canoa, dejarse arrastrar. Tirar el ancla. Bancar. Después, tomar los remos. Tomar los remos y volver contra la corriente. Siempre en contra: contra el imperativo, contra el manual de estilo, contra el micrófono, contra el método. Remar en contra de la audiencia. El cierre es de Alicia Genovese: En el agua pienso/ en el agua descanso/ encuentro/ la boca blanda/ hacia todas las cosas.
VDM
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