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CUATRO FUNCIONES EN VÉLEZ

Duki y la multitud, voz y gesta de una generación

Mauro Ezequiel Lombardo AKA Duki

Hernán Siseles

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La llegada de Duki a Vélez es mucho más que el pasaje definitivo a la masividad de un artista. Es la consagración de toda una escena que dio vuelta el negocio musical y generó un recambio de nombres y de formas como no se veía desde que el rock argentino se impuso como el canon cultural de la juventud a comienzos de la década del 80. El trap es definitivamente la música de los jóvenes de esta época. El futuro siempre es un enigma: poco podemos saber del alcance que tendrá este sonido a la luz de la historia, pero hoy es necesario abrir ojos y oídos para no perderse lo que está pasando con un movimiento vivo, caliente, en plena efervescencia, y que puso a la música argentina, de forma bastante inédita, en el centro de la atención mundial.

Los números en las reproducciones de Spotify y YouTube fueron el primer indicio de que la cosas habían cambiado. Los cifras del trap hace ya un par de años dejaron atrás a las de cualquier otro género hecho anteriormente en Argentina. La comparación permitía una foto muy clara de cuál era el sonido de la época, pero podía ser un poco injusta si se usaba para medirse con artistas surgidos en otro siglo, con otras reglas de mercado y otros hábitos de escucha. Ahora, la llegada del trap a los grandes estadios -los mismos donde vivieron noches de gloria los íconos del rock argentino- permite una mejor perspectiva para observar y entender el fenómeno. 

Los shows de Duki del jueves y viernes abren una serie que tendrá en total cuatro funciones en el estadio de Vélez Sarsfield. El mismo espacio donde Luis Alberto Spinetta reunió a sus bandas eternas, donde Charly García vivió uno de sus regresos más recordados y donde Fito Páez presentó el disco más vendido de la historia argentina, fue ocupado por una verdadera revolución musical, celebrada por 45 mil personas en cada noche, que fueron invitados por el propio Duki a sentirse parte de la gesta. Todos los presentes podían colgarse la medalla. El artista sobre el escenario hizo colectiva la narrativa de la música urbana de empezar con nada, ser un outsider, un incomprendido, y un día dar vuelta la historia hasta convertirse en la voz de una generación.

Siguiendo una de las principales reglas del género -la colaboración entre artistas para la creación de singles de alcance global-, Duki organizó su show como una fiesta compartida con varios de esos músicos que fueron parte de su camino a la cima. Nicki Nicole, Bizarrap, Lit Killah, Neo Pistea, Khea, Rels B, Rusherking y Emilia Mernes -quien es hoy su pareja- fueron algunos de los nombres que engalanaron esta serie histórica de shows.

Givenchy -su más reciente single- y Rockstar -uno de los hits del inicio de su carrera- fueron los temas elegidos por Duki para poner en marcha la máquina y empezar el intercambio con la multitud. Enseguida, con las primeras palabras al público, dio muestras de emoción y agradecimiento, pero también de una notable ambición para seguir adelante y hacer crecer todavía más al movimiento del trap. Se podía respirar la satisfacción de haber llegado a la cima, pero también recorría el estadio una sensación de que esto podía ser a la vez un nuevo comienzo.

Luego de los primeros temas, se sumó Rei al escenario y empezó el desfile de colaboradores y amigos. La lista de invitados de la segunda noche tuvo un lugar especial para Neo Pistea, quien integró junto a Duki y YSY A -ausente con aviso- el trío Modo Diablo, que fue clave en la expansión del trap por Latinoamérica. El encuentro sobre el escenario con quienes fueron sus primeros aliados, ahora frente a la gran marea humana, le iba sumando mística a la noche. El propio Duki suele destacar la importancia de estas personas que lo acompañaron incluso en sus horas más difíciles, durante una etapa de excesos que debió dejar atrás para entrar en esta fase super profesional de su carrera.

Promediando el concierto, Duki abandonó el escenario principal y se dirigió a un pequeño ring montado en el centro del estadio, sobre la torre de sonido, como un modo de acercarse a “los del fondo”, la parte del público de las ubicaciones más alejadas. Desde allí interpretó Hello Coto y Ticket, dedicada a su padre.

En un momento entre tema y tema, Duki se disponía a explicar a la multitud lo que significaba haber llevado a este punto de masividad a un género que durante muchos años fue de nicho. Pero el público empezó a corear su nombre cada vez más fuerte y de pronto las palabras que el artista había preparado ya no servían de mucho. Duki simplificó su discurso: “Lo único que importa es que ustedes me aman, yo los amo y aguante la música”, dijo y siguió adelante con un show al que todavía le quedaba mucha cuerda.

Si bien fue definitivamente la noche del trap, porque ese es el origen de todo, la música de Duki se va cargando de sonidos menos puros, sin temor a romper las barreras del género. La masividad alcanzada por este movimiento musical que encabeza, obligó a muchos a hacer un upgrade instrumental. Acostumbrados al freestyle sobre pistas pregrabadas, toda la primera línea de esta escena fue incorporando -a medida que crecía la convocatoria y los espacios para tocar- a músicos profesionales, que en muchos casos vienen de la escuela del rock.

En la banda de Duki se destaca como baterista Andrés Vilanova, quien fuera integrante nada menos que de Carajo y A.N.I.M.A.L. La base musical que sostiene a la ráfaga de palabras, a esas historias de redención, donde no falta la ostentación de dinero, sexo y sustancias -una marca de género heredada del rap y el hip hop- es finalmente una banda de rock pesado súper afilada. Las almas rockeras que anden desconcertadas frente al sonido de esta época pueden encontrar a partir del show en vivo de Duki la puerta de entrada a un nuevo mundo.

“Un aplauso para Mauro Lombardo”, pidió Emilia Mernes luego de interpretar junto a Duki el hit Como si no importara. La mención del nombre real de su novio sirvió para bajar a tierra y dotar de una impronta más humana y cercana a una noche por momentos surreal que consagró a Duki, de tan solo 26 años, como el solista argentino más convocante de la actualidad. Habían pasado casi dos horas y 30 canciones, pero todavía quedaban algunos hits por entregar a la multitud. Si quieren frontear, Hitboy, Goteo, Malbec y She don't give a Fo -esos dos últimos con la presencia en el escenario del productor estrella Bizarrap- elevaron la temperatura de Vélez y a la vez avisaban que la fiesta iba llegando a su fin.

En el saludo final con su banda, un vaso con agua impactó contra la cara de Duki. El incidente no llegó a empañar nada de lo que hasta allí habían compartido el artista y su numerosa y fiel audiencia, pero dio pie a un gesto que hasta el momento no había aparecido, una mirada desafiante y sostenida de Duki hacia la multitud. Un modo de pararse frente al mundo que recordó al tiempo de las batallas de freestyle en las que Mauro Lombardo empezó a contar su historia, cuando un estadio de esta magnitud gritando su nombre no podía ser más que una remota fantasía en la cabeza de alguien con muchas ganas de comerse el mundo.

HS

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