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Fenómeno popular

Prohibido tener pareja y otras normas castradoras que muestran el lado oscuro del K-Pop

El grupo surcoreano de K-pop Bewave

Clara Nuño

21 de julio de 2025 10:16 h

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El 18 de diciembre de 2017, el cantante de K-Pop Kim Jonghyun fue encontrado muerto en un apartamento alquilado al sur de Seúl. Tenía 27 años y había dejado una nota de suicidio diciendo que la depresión lo había carcomido por dentro. Kim Jonghyun era entonces una de las personas más famosas de Corea. Vocalista de la banda SHINee, se había convertido en uno de los jóvenes más deseados de su país. Poco antes de su muerte, se habían filtrado unas fotos en las que caminaba, sonriente, de la mano con una chica. Y aquello era algo que no le estaba permitido como cuenta la película Love on trial, de Koji Fukada, que se pudo ver el pasado Festival de Cannes. Su atención debía dedicársela única y exclusivamente a los fans. O, al menos, eso especificaba su contrato.

Dos años después, en octubre de 2019, el cadáver de Sulli, de 25 años, fue encontrado en Seongnam, al sur del país. La autopsia confirmó el suicidio. La también cantante era víctima de ciberacoso y body-shaming, además de críticas a su estilo de vida. Dos meses después, Goo Hara (28) se quitaba la vida tras vivir un fuerte acoso mediático a causa del fallecimiento de la primera.

Fueron las tres muertes más sonadas dentro de la industria del Pop Coreano. Años después, en 2023, la revista científica BMC Public Health lanzó un estudio sobre la tasa de suicidio en el país. Este concluía que las muertes de estos ídolos de K- Pop provocaron un incremento significativo de suicidios en las semanas siguientes, sobre todo en la población de entre 10 y 29 años.

Imagen de los miembros de la banda surcoreana de K-pop 'Bangtan Boys, BTS'. EFE/EPA/KIM HEE-CHUL

“El precio a pagar por ser un ídolo de K-Pop es muy alto, sí, pero la gran pregunta es por qué no se vuelven locos en masa y son solo unos pocos quienes no aguantan la presión”, explica en entrevista con este periódico John Lie (1959, Seúl), profesor de sociología en la universidad de Berkley (California) y autor del libro K-Pop: Música popular, amnesia cultural e innovación económica en Corea del Sur. La respuesta, para Lie, es sencilla, “porque están entrenados para ello desde la más tierna infancia”.

Nació una estrella

“Pocos países se toman tan en serio su música popular como Corea”, explica Lie para señalar que el K-Pop nace en los años 90 cuando el país asiático comenzó a invertir en su industria cultural como una estrategia de desarrollo nacional de cara al exterior. “Lo que hoy se conoce en geopolítica como poder blando”, explica.

Su punto de inflexión llegó con la aparición de Seo Taiji and Boys, un grupo que revolucionó la música coreana al incorporar elementos del hip-hop, el rap y el pop occidental, acompañados de coreografías sincronizadas. Su éxito marcó una ruptura con la música tradicional y sentó las bases estéticas y sonoras del K-pop moderno. A raíz de este fenómeno, surgieron las primeras grandes agencias como SM Entertainment (1995), YG Entertainment (1996) y JYP Entertainment (1997), que profesionalizaron la industria musical creando un modelo de “fábrica de idols”.

“Esa es la gran diferencia con cualquier superestrella occidental, que los ídolos coreanos están fabricados al milímetro”, continúa Lie para apuntar que a una estrella del pop español, por ejemplo, es raro que la conozcan fuera del panorama nacional, mientras que los grupos de K-pop están creados con la intención de ser exportados como cualquier otra materia prima. “Y eso”, señala, “es algo muy inusual. Corea es el primer país que hace pop con la intención de venderlo fuera”, insiste.

Esa es la gran diferencia con cualquier super estrella occidental, que los idols coreanos están fabricados al milímetro

John Lie Profesor de Sociología en la Universidad de Berkley

Para crear a los idols perfectos las agencias establecieron un sistema de entrenamiento (trainee) en el que seleccionan a niños y adolescentes para entrenarlos durante años con clases de canto, baile, idiomas y control de imagen. Todo ello con la finalidad de agruparlos en pequeñas formaciones (de hombres o mujeres, nunca mixtas) para debutar en grupos con roles específicos (el líder, el guapo, el vocalista principal, etc.). Un modelo que, tal y como describe Suk-Young Kim en su libro K-pop Live: Fans, Idols, and Multimedia Performance (Stanford University Press, 2018), se inspiró parcialmente en las boy bands occidentales, pero perfeccionándose con una disciplina casi militar.

“Convertirse en idols es algo aspiracional en Corea. Es casi la única manera de acceder a la riqueza para las clases bajas, para quienes no pueden estudiar y desean ganar dinero”, desarrolla Lie para compararlo con el mundo del fútbol y las canteras de los grandes equipos. “El que tus hijos se metan en la industria se ha convertido en algo muy atractivo para las familias que no tienen posibles y también para los niños porque, claro, ¿quién no quiere ser una estrella del pop?”, se pregunta.

Un régimen militar

Jornadas de más de 12 horas, dietas exiguas que han provocado desmayos en el escenario, operaciones estéticas para convertirse en el hombre o la mujer perfectos, kilos y kilos de maquillaje, la sonrisa constante o la prohibición de tener pareja son algunos de los requisitos que se le pide a los aspirantes, tal y como describe Suk-Young Kim en su ensayo para explicar que el fenómeno K-pop no puede entenderse sin su componente visual, digital y participativo: “el K-pop no solo se escucha, se mira, se coreografía y se comparte”.

“Es agotador y muchos no aguantan el ritmo”, continúa Lie para señalar que tras años de entrenamiento muchos lo dejan o no llegan a debutar. “Las mujeres, muchas de ellas, acaban en la industria de la noche, en bares de ambiente o sirviendo copas ligeras de ropa y se ve como algo normal. Pasas de ser un tipo de objeto de deseo a otro”, apunta el experto.

Los que triunfan, por su parte, también se retiran jóvenes. En torno a la treintena, como en el deporte profesional. “Unos grupos sustituyen a otros y, como los futbolistas, los veteranos se recolocan en distintos puestos de la industria”, continúa Lie para afirmar que todo lo que rodea al mundo K-pop es un engranaje “perfectamente engrasado”.

El papel de los fans

“Cuando salieron las fotos de Kim Jonghyun de la mano de aquella chica yo me eché a llorar, me llevé un disgusto muy grande. Él era nuestro, de las fans, lo sentí como una traición”, relata Alexandra Luca, admiradora española a la que sus amigos llaman Alice.

Alice tiene hoy 30 años, pero lleva siendo fan del K-Pop desde que tenía trece. Hoy, ya adulta, sigue sintiendo la misma pasión por un género con el que se topó de casualidad, como muchos chavales de su edad, en YouTube. Un día se encontró con un video de unos chicos guapísimos, con un estilo rompedor y música hipnótica y entró en un mundo que hoy todavía le fascina. “Es increíble lo cuidadísimo que lo tienen todo y cómo marcan tendencia en Occidente. La ropa que les ves hoy en un video en unos meses será tendencia en Zara y allí, para entonces, ya estarán a otra cosa”, afirma en declaraciones a elDiario.es para recordar el viaje que hizo a Corea y cómo le llamó la atención lo guapo que iba todo el mundo por la calle. “No te encontrabas a nadie en chándal. Ellos y ellas, todos, delgadísimos y maquilladísimos. Si eso pasa en la gente corriente, imagínate en las estrellas de pop, que deben ser perfectas”, opina.

Alice, que a día de hoy tiene una canal donde baila K-pop con sus amigas, admite haber tenido una relación parasocial con los idols que le gustaron en su momento. “Yo era una adolescente y, claro, en el momento en el que se filtraron las fotos no era consciente de que lo que yo sabía de Jonghyun era lo que nos contaban las agencias y los paparazzi. Yo no le conocía, no sabía quién era como persona” explica a este periódico para recordar que, cuando le llegó la noticia del suicidio, lo sintió como la muerte de un familiar. “Me escribieron muchos amigos para preguntarme cómo estaba porque sabían lo importante que era para mí. Y yo me sentí como una tonta por haberme enfadado con él porque tuviera una vida, porque otra persona lo quisiera”, cuenta.

“Era una cría y ellos están diseñados para satisfacerte, para sonreír al público, para decirles a las fans que viven y respiran por ellas” continúa la española para señalar que, en Corea, hacen eventos para que los idols conozcan a las chicas que los siguen y les dan la mano y les dicen lo guapas que están. “Es una táctica de marketing muy agresiva y funciona. Pero claro, cuando ellos quieren vivir su vida, pasa lo que pasa”, continúa para señalar que, no obstante, “las fans occidentales somos más calmadas. En Corea es una locura”.

El de los fans como un componente elemental en la creación o destrucción en las carreras de los idols es un tema que también refleja Suk-Young Kim en un ensayo: “Muchos invierten capital afectivo y económico (comprando múltiples copias de álbumes, votando por teléfono, asistiendo a eventos) y algunos llegan al extremo de convertirse en ‘sasaeng fans’, acosadores que incluso instalan cámaras ocultas, siguen a los idols o les envían regalos inapropiados como ropa interior o cartas escritas con sangre menstrual, solo para llamar su atención”.

“Son esclavos en jaulas de oro, sí. Ese es el precio de la fama en un sistema medido al milímetro”, apunta Lie para señalar que, a pesar todo, el escrutinio sobre su vida no es tan diferente al de las grandes estrellas de pop occidentales. “O si no, que se lo pregunten a Taylor Swift”, zanja.

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