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ENTREVISTA

Emilia Delfino: “Villarruel busca protagonismo, pero hoy se siente expulsada del Gobierno”

Emilia Delfino, autora de La Generala, biografía no autorizada de Victoria Villarruel.

Pedro Lacour

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A los ojos de sus aliados más cercanos, Victoria Villarruel es una mujer de fe, de convicciones firmes y lealtades escasas. A los de sus detractores —algunos dentro de su propio espacio—, una figura incómoda, que avanza sola, sin red. En La Generala (Planeta), la periodista Emilia Delfino reconstruye por primera vez la vida, el recorrido político y el entramado ideológico de la vicepresidenta, una dirigente que llegó al poder como compañera de fórmula de Javier Milei, pero hoy se siente, según la autora, “afuera del gobierno”.

En diálogo con elDiarioAR, Delfino repasa la trastienda de su investigación, el vínculo de Villarruel con los sectores que impulsaron la teoría de los dos demonios, su rol como portavoz de la nueva derecha y los límites de su proyección política. “Ella no construye para un colectivo. Construye para sí misma”, asegura.

—¿Qué significó meterse en el mundo de Villarruel, sabiendo lo hermética que es su figura?

—Fue muy difícil. Tardé un año en hacer el libro y fui investigando mientras escribía. Me encontré con un entorno muy cerrado: nadie hablaba sin autorización. Recién al final algunas personas aceptaron darme información off the record. Ella misma no quiso dar entrevista, pero sí habilitó a su entorno para responder mis consultas. Le interesaba que su versión de ciertos episodios quedara reflejada en el libro.

—¿Y qué descubriste sobre ella?

—Que es una persona muy conflictiva. Por donde pasa, deja enemistades. Le cuesta sostener vínculos. Tiene pocas amistades verdaderas. No encaja fácilmente en los espacios que integra. Construye para ella, no para un proyecto colectivo. Es nacionalista, muy católica, y está marcada por su historia familiar: su abuelo marino, historiador; su padre, militar y veterano de Malvinas. Una persona que la conoce hace más de veinte años me dijo que es “una francotiradora”: alguien que avanza sola, con precisión, sin estructura.

Victoria Villarruel, en su rol de presidenta del Senado.

—¿Se puede decir que es una militante?

—Es una de las mejores voceras que tuvo la derecha argentina. A través de la defensa de las víctimas del terrorismo de los 70, logró instalar una agenda, entrar a los medios y, después, a la política. Primero fueron los medios tradicionales, después las redes sociales. Su batalla, como ella la llama, fue instalar la idea de que también había víctimas civiles del ERP y Montoneros.

—¿Ese discurso fue decisión suya o parte de una estrategia colectiva?

—Ambas cosas. Desde chica le interesaba el tema: su mamá le contaba historias, ella leía sobre eso. Una autopsia que la marcó fue la de Larrabure, un militar secuestrado por el ERP durante un año y que aparece muerto. Pero también fue impulsada por un grupo muy consolidado de hombres del poder económico y político que la apoyan y financian. Uno de los nombres es Martínez de Hoz hijo. Ellos querían instalar otra agenda: hablar de nuevas víctimas y forzar la reapertura de causas contra exguerrilleros —algunos ligados al kirchnerismo— para, finalmente, lograr una amnistía para ambos lados. Esa era la estrategia oculta: la única manera de liberar a los militares presos por lesa humanidad.

—¿Una forma de reeditar lo que pasó en los 90?

—Exactamente. Lo que pasó con los indultos. Sabían que los juicios no se paraban más. Lo intentaron con Cecilia Pando y no funcionó. Había que cambiar la estrategia. Y Villarruel era la cara nueva.

La Generala, de Emilia Delfino, salió por Planeta.

—¿Ella defendió a los militares presos en algún momento?

—Sí, al principio. Formó parte del círculo de Pando. Fundó otra ONG antes de CELTYV, llamada Jóvenes por la Verdad. En 2001 organizó una campaña de apoyo a Ricardo Cavallo, detenido por crímenes de la ESMA. Pero después cambió su relato para poder llegar a los medios. Supo que si seguía con ese discurso no iba a tener espacio en la agenda pública.

—¿Sigue cerca de quienes la impulsaron en ese momento?

—Algunos sí, otros no. A medida que fue encontrando su camino, se volvió más autónoma. Dejó de ser una vocera para convertirse en su propio proyecto. Pero no le gusta que le marquen la cancha. Todo lo filtra ella. Tiene un equipo muy chico, con gente leal, algunos técnicos, otros ideológicos. Emilio Viramonte Olmos fue su armador durante un tiempo. Le tendió puentes con Mauricio Macri. Claudia Rucci le abrió contactos con sectores del peronismo. Pero es muy selectiva.

—¿Qué pasó cuando llegó al poder? ¿Pudo avanzar con su agenda?

—En agosto de 2023 hizo un acto en el Senado por el Día Internacional de las Víctimas del Terrorismo. Invitó a familiares, hizo un discurso, prometió reabrir causas contra miembros de las guerrillas, incluyendo hasta familiares de exguerrilleros. Pero no tiene capacidad para eso. Es vicepresidenta, no jueza. Tampoco desde su ONG impulsó ninguna reapertura concreta. Fue una puesta en escena, como lo de la visita a Isabelita Perón. Gente de su entorno me decía que eran caprichos, que no tenían una estrategia detrás.

Emilia Delfino, autora de La Generala, biografía no autorizada de Victoria Villarruel.

—¿Y a quién le habla cuando hace eso?

—A la gente que la apoya. Es su forma de no quedar desdibujada. Busca protagonismo. En ese acto hubo tanta gente que muchos no pudieron entrar. Y ella se quedó después hablando con todos. Era una manera de mostrar fuerza.

—¿Esa necesidad de figurar tiene que ver con la interna del gobierno?

—Tiene que ver con las consecuencias de esa interna. Ella queda desdibujada, marginada. Y eso la saca. Porque ella quiere ser protagonista, y siempre lo buscó. A veces hace cosas que incluso su equipo no termina de entender.

—¿Cuándo se rompió la relación con Milei?

—En el armado de listas de 2023. Ella quiso participar, planteó su intención de tener espacios de poder y Milei delegó todo en Karina y Carlos Kikuchi. Karina nunca le reconoció su lugar. Y Villarruel no vio venir la injerencia que Karina iba a tener en el gobierno.

—¿Intentó recomponer?

—Sí. En 2024 pidió un almuerzo con Karina en el Senado. Comieron juntas. Ella le preguntó si iba a ser candidata, y Karina le respondió que no, que su única misión era cuidar a su hermano. Villarruel le ofreció ayudar en el armado de listas en provincia y a nivel nacional, pero Karina le dijo que no. Sus asesores se lo venían advirtiendo: “Tenés que hablar con Karina”. Pero ella insistía: “Yo hablo con Javier”. Ya es tarde.

Victoria Villarruel y Javier Milei, cuando eran compañeros de bancada en la Cámara de Diputados.

—¿Y con Milei cómo era el vínculo?

—Él la quería, la respetaba. Ella tenía gestos maternales con él: le hacía un té, le acomodaba el saco… pero eso no le gustaba a Karina. Había una competencia silenciosa sobre quién era más cercana a Javier.

—Y después vino la frase del “jamoncito” en la entrevista con Jonatan Viale…

—Sí, eso fue clave. Él se enojó muchísimo. Sintió que lo había ridiculizado, que lo trató como un juguete entre dos chicas. Ella le pidió perdón, pero eso sumó una gota más al vaso.

—¿Y hoy? ¿Hay margen para que Villarruel arme algo propio?

—Su entorno dice que están viendo cómo insertarla en otra fuerza. Representa ese conservadurismo católico, nacionalista. Pero no alcanza. Necesita otra palanca. Algo contemporáneo, donde tenga peso real. Coqueteó con sectores del PRO, con algunos del peronismo. Pero no está cómoda en ninguno de esos espacios. No hay diálogo posible con el kirchnerismo, eso está claro. Pero tampoco está definido por dónde va a ir.

—¿Está su suerte atada a la del gobierno de Milei?

—Sí. Los consultores dicen que hay dos factores que definen su imagen: la pelea con Milei, y lo que le pase al Gobierno. Aunque ella se sienta afuera, llegó con él. Y si el barco se hunde, probablemente se hunda con él.

PL/MG

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