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Copa de la Liga

Continúa la medianía generalizada: la renuncia de Pergolini no impidió el triunfo de Boca y River volvió a chocar contra la misma pared

Mauro Zárate festeja con Carlos Tevez el gol que le dio la victoria a Boca sobre Defensa y Justicia

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A mitad de semana, la renuncia de Mario Pergolini a la vicepresidencia de Boca activó el ciclo semanal de suposiciones sobre el Club. Lo cierto es que Pergolini llegó como representante de una perspectiva novedosa, ligada a los medios y la tecnología, y se fue sin materializar sus anhelos. Ni haber matado a Phil Collins en 1992, ni las giras con Soda Stereo en los ochenta, ni los reportajes con el Indio Solari parecieron importarle al mundo del fútbol que, más allá de este caso específico, suele mirar de reojo -tal vez subestimar-, cualquier proyecto de renovación por parte de personajes no ligados al palo.

Las expectativas y el “choque contra la realidad” fueron el núcleo de la explicación que Pergolini ofreció en su programa radial. Semanas atrás había negado los rumores de renuncia con un video sarcástico para el cual evidentemente no tuvo en cuenta sus conocimientos en el campo del manejo de redes. Astuto, le bajó el precio a su ida, y destacó al presidente Jorge Amor Ameal. Tal vez Pergolini se pensó como la balanza que pudiera equilibrar el peso abrumador de Juan Román Riquelme, el símbolo ajeno a los algoritmos, que demostró que con un grito, y sin estudio de marketing alguno que lo respalde, puede condicionar la agenda mediática. Hoy habló a través de @bocapredio, la cuenta de Instagram por la que Pergolini, al parecer, dispuso su renuncia, cansado de otras gambetas. Se esperaban declaraciones lacónicas, punzantes, de su estilo, pero el breve monólogo de 58’ segundos estuvo dedicado a la vida institucional. Desentendido de la coyuntura, volvió a sorprender como en sus mejores tiempos en la cancha. 

En el plano deportivo, el sábado por la tarde, Boca ganó el mismo partido que hasta hace poco empataba. Con la Bombonera vacía, el equipo no se inyecta de la mística ancestral, ni siquiera en su cumpleaños 116. Se dan partidos, entonces, que sin duda puede ganar pero que también están al borde de la derrota (como sucedió con Talleres). La jerarquía de Carlos Tevez le permite concentrar al máximo sus acciones y participar siempre de las jugadas de gol. Un rebote en el área y un centro a los pies de Zárate fueron las claves para entender la victoria. Defensa y Justicia manejó la pelota en el primer tiempo y llegó a ponerse en ventaja a través de Walter Bou, que hizo un gran partido a pesar de no festejar el gol. En el segundo tiempo, más por las escapadas heroicas de Campuzano o Capaldo que por un circuito de juego colectivo, Boca inclinó la cancha y demostró que la atmósfera enrarecida que rodea al Club, muy expuesto en la opinión pública, no se corresponde del todo con los resultados: no viene mal recordar que ganó los dos últimos campeonatos locales. Ahora, con poco, le alcanzó para meterse entre los 4 primeros de su grupo.

Lo de River y Arsenal, en cierto punto, también fue un partido repetido. Si el empate con Racing había dejado en el aire la idea de que a River los equipos se le cerraban atrás y no había forma de abrirlos, el encuentro del sábado por la noche certificó esa hipótesis. Otra vez el rival se quedó con 10 y aguantó el cero. El regreso de Montiel hizo fluir más los ataques pero el asedio fue bloqueado. Esta vez hubo varias situaciones de gol, pero a River le cuesta marcar. La situación es entendible: el equipo se encuentra en un periodo de transición, con jugadores que se fueron, otros que llegaron y algunos que no se sabe si se van o se quedan. Juega mejor que el resto pero ya no le alcanza para ganar. Por otro lado, el River de Gallardo, en los torneos locales, nunca se caracterizó por un itinerario del todo efectivo: alternó entre pelear por la punta y no prestar atención, concentrado en otros menesteres internacionales. El equipo espera por ver si el armador es Palavecino o Carrascal. Tal vez sean los dos, más De la Cruz. Reemplazar a Nacho Fernández parece ser como suplantar a Pedro Aznar en Serú Girán según David Lebón: “Se necesitan dos o tres tipos”.

Mientras tanto, la Copa sigue con una mayoría de equipos que profundizan esa sensación de que cualquiera le puede ganar a cualquiera. Boca y River incluidos. Independiente y San Lorenzo ofrecen una buena muestra de los altibajos generales. Aunque tuvo un buen arranque, el equipo de Falcioni perdió 3 a 1 con Talleres en Córdoba. San Lorenzo, que suele eyectar con facilidad a sus entrenadores, ya ponía a Dabove entre la espada y la pared, pero, de local, le ganó 2 a 0 al Central del Kily González. Sólo Colón se escapa de la lógica: empató con Argentinos Juniors pero le lleva ¡8 puntos! a los cuatro que lo persiguen (River, Banfield, Central Córdoba y Racing): sumó 20 de 24 puntos en juego. En la semana Vélez había perdido con Banfield por un lugar en la Sudamericana 2022. Encima, el sábado Lanús lo había alcanzado en la punta del grupo B. Sin embargo, casi habituado a recuperarse después de derrotas traumáticas, le ganó 4 a 1 a Unión y quedó solo arriba. 

Si esta medianía generalizada se debe a la competitividad del fútbol argentino (que esta semana fue incluida entre las 10 mejores del siglo XXI según la clasificación de la Federación Internacional de Historia y Estadística) o a una meseta creativa, con ausencia de grandes apariciones y un predominio mortal del negocio por sobre el deporte, es un debate que ni los dirigentes, ni los cuerpos técnicos -tampoco los planteles-, sumergidos en la vorágine, tienen tiempo de replantearse.

 

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