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Murió Aníbal Etchard, un jockey que deja un legado de mucha sinceridad

Milo

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(Agrega dato)

Aníbal Etchard, alias Brazo Fuerte, al que se lo conoció más por ese apodo que por su apellido, murió hoy y dejó un legado de estilo recio que lo hizo famoso.

Anibal pegaba y pegaba hasta exigir al máximo al caballo. Estuvo en los tiempos de Irineo Leguisamo, de Eduardo Jara y de Vilmar Sanguinetti. Fue jinete, después entrenador y luego profesor en la escuela de jockeys de San Isidro. A los 82 años dijo adiós.

Corrió de manera intensa en los años 60 y 70. En esos tiempos Palermo o San Isidro metían 60 o 70 mil personas por reunión. Eran tiempos en que los muchachos de la Popular dejaban de trabajar los sábados al mediodía y salían rápido hacia el hipódromo. A las 12 ya estaban ansiosos por ver la primera carrera. El turf era popular al cien por cien.

En esos tiempos Aníbal Etchard sacó patente de jockey con una gran personalidad. La gente lo jugaba porque sabía que Etchard iba al frente en todas. Tanto iba al frente que pegaba desde la largada hasta el disco. Un estilo inconfundible.

Sus últimos años los pasó en la Escuela de Jockeys de San Isidro. Allí se sentía como en su casa y tenía una gran vocación para enseñar.

Su corto tiempo como entrenador no aporta demasiado a su legado. En poco tiempo se dio cuenta que estaba para otra cosa. Y esa otra cosa fue la Escuela de Jockeys, un lugar en donde alternaba con gente joven a la que podía darle buenos consejos.

Fue un hombre respetado y querido como ser humano. Siempre sincero, siempre solidario, siempre amable para la charla.

No ganó grandes premios ni ninguna estadística. Eso si, ganó carreras imposibles en donde muchos quedaban con la boca abierta. Sus finales eran famosos. Aníbal llegó a ser un tipo muy popular porque se la jugó siempre arriba de los caballos. Nadie como él a la hora de pegar y pegar para definir en los últimos 200 metros.

Ya de veterano y trabajando en la Escuela de Jockeys de San Isidro, Aníbal siempre tenía tiempo para un café y una charla. Era respetuoso, cordial, un hombre sumamente interesante para hablar de Turf, una pasión que nunca perdió. Se fue, pero queda el recuerdo de su rostro sincero en cada gesto.

Los de ayer y los de hoy lo lloran porque saben que se fue un tipo sin doble juego, que siempre dio su vida por el Turf. Corría mejor la corta distancia que la larga. En los 1.000 metros era un cheque al portador.

A punto tal que cuentan que una tarde en Palermo Leguisamo dijo “ese mozo Etchard

es una cosa seria“. Pavada de elogio de un gran maestro a un inolvidable Brazo Fuerte.

Queda su humildad y queda el dolor de quienes lo trataron y de quienes lo jugaron para ganar algunos pesos. Se fue siendo muy querido y recordado por todos sus colegas. ¿Para que más?

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