La cara oculta de Globant: empleados fuera de convenio, salarios bajos y miedo a perder el empleo
Todo lo que se diga sobre Globant es poco y todo lo que se dice, casi siempre, significa lo mismo. Con presencia en 18 países, una valuación estimada en 8.700 millones de dólares y 19.400 empleados a nivel mundial, hace rato que la empresa ya es bastante más que un unicornio. Fundada en 2004 por Martin Migoya, Nestor Nocetti, Guibert Englebienne y Martín Umarán, es un verdadero pulpo que se expande más allá de las fronteras y acaba de anunciar una inversión de 50 millones de dólares con la que promete crear 5.000 puestos de trabajo en Argentina y ampliar su presencia en las ciudades de La Plata, Tandil, Mar del Plata, Bahía Blanca, Rosario, Córdoba, Mendoza, Tucumán y Resistencia.
La compañía de ingeniería de software y tecnología digital es la más grande de la Argentina, acredita una trayectoria larga y supo surfear los cambios de gobierno. Actos con Cristina Fernández en 2011, apoyo al modelo de Mauricio Macri y hasta la visita del candidato Alberto Fernández en sus oficinas de México en 2019.
Con un modelo de negocios que se basa en vender servicios de consultoría en estrategia digital, se ampliaron a la computación en la nube y la inteligencia artificial, a partir de compras e inversiones permanentes en startups. En 2008, comenzó con la adquisición de empresas en distintos lugares del planeta y nunca paró. Hoy es un imperio que tiene presencia en países como el Reino Unido, India, Colombia, Estados Unidos, Brasil, Chile y se define a sí misma como empresa descentralizada: entre sus clientes figuran Disney, National Geographic, Coca Cola, Banco Santander, Chicago Tribune, Walmart, Latam, Google y Linkedin. Su balance indica que cerró 2020 con ingresos por más de 800 millones de dólares, un alza del 23,5% con respecto a 2019.
Ese crecimiento exponencial, su modelo exitoso y el anuncio del nuevo mundo que ya llegó tiene, cuándo no, una contracara de la que casi nunca se habla. Es la que vive una porción nada desdeñable del continente de empleados que trabajan para Globant en Argentina. Una masa de asalariados fuera de convenio que cumplen rápido el sueño de ingresar al gran unicornio argentino pero, una vez allí, quedan maniatados y no pueden ascender.
Un gremio que no existe
“Globant es la exportación de Software Factory, tiene clientes muy importantes como la FIFA y la Policía de Londres y vende sus servicios con los trabajadores de acá, que están fuera de convenio y tienen prohibido sindicalizarse”. El que habla es Ezequiel Tosco, secretario general de la Asociación Gremial de Computación (AGC), un sindicato que existe desde 1992, representa a trabajadores del sector informático y es uno de los pocos que levanta la voz contra la compañía estrella de Migoya. No parece casual que tanto las empresas reunidas en la Cámara Argentina de la Industria del Software (CESSI) como el ministro de Trabajo, Claudio Moroni, hayan decidido darle la espalda y negarle entidad.
Tosco asegura que desde la entidad que conduce y forma parte de la CGT le pidieron en cinco oportunidades una reunión al ministro y nunca la consiguieron. A la inversa, la cámara que reúne a las compañías de software tiene trato permanente con el Gobierno. La preside Sergio Candelo, de la firma Snoop Consulting, y en su comisión directiva están representadas más de 50 empresas del sector. Como secretario de la entidad, figura Nestor Nocetti, uno de los socios fundadores que acompaña a Migoya desde que Globant abrió los ojos.
La industria cree que tienen el derecho o privilegio de no tener gremio en el sector. Hay una persecución sindical tremenda. Los empleados y empleadas no se quieren exponer. Los suspenden y los echan.
“La industria cree que tienen el derecho o privilegio de no tener gremio en el sector. Hay una persecución sindical tremenda. Los empleados y empleadas no se quieren exponer. Los suspenden y los echan. Tenemos casos de trabajadores que se afiliaron y literalmente al otro día los despidieron. Quizás ganan la batalla judicial y los reincorporan, pero mientras el Gobierno no intervenga nadie se va a querer afiliar, menos con un gremio que no pudo siquiera firmar convenio”, dice Tosco.
La AGC consiguió la personería gremial durante la gestión del macrista Jorge Triaca hijo -en noviembre de 2018- y la perdió apenas un mes después bajo la del macrista Dante Sica, que -según el sindicato- la derogó debido a la presión de las empresas tecnológicas. Sin embargo, el gremio cuenta con tres fallos a su favor en sede judicial: uno en el juzgado de primera instancia del trabajo número 21, de noviembre de 2019; otro en la Sala II de la Cámara Nacional de Apelaciones del Trabajo, de marzo de 2020; y un tercero, de agosto de 2020, de la Sala X de la misma cámara en rechazo a una presentación del sindicato de Comercio de Armando Cavalieri. Sus dirigentes atesoran además un video en el que el Presidente los saluda y felicita por el rol que cumplen en el sector privado
Sin embargo, Moroni y el ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, repiten que el sindicato de los informáticos no tiene personería y por lo tanto no existe. Como tampoco existían, en teoría, los empleados disconformes de Globant con los que se comunicó elDiarioAR. Prohibida la sindicalización, la mayoría pone como condición guardar reserva de su nombre por miedo a las represalias del unicornio, es decir, a perder el empleo.
La industria del software es uno de los sectores que generan dólares en una economía sedienta de divisas y, según se publicita desde las empresas, cuenta con una larga lista de virtudes. La forma de trabajo descentralizada se promociona como una ventana al futuro y los sueldos que se pagan suelen ser señalados como de los mejores de la Argentina. Pero puertas adentro existe una legión de programadores en relación de dependencia que ganan menos de lo que necesitan, la desigualdad es abismal y el clima que se respira es otro.
“¿Buen salario en Globant? Yo no escuché a nadie, por lo menos de los que tuve contacto. Un (desarrollador) Senior está pagándose 130 o 140 mil pesos en otras empresas. Mi amigo está ganando 60 mil y hace tres años que viene peleando su sueldo solo. Es así con todas las categorías. Un Junior en cualquier empresa está ganando 70 u 80 mil pesos por mes, en algunos casos incluso 90 mil y acá está ganando 50 mil”. El que habla es Joaquín, tiene 25 años, dos hijos y trabaja en Capital Federal con una jornada de 9 horas ininterrumpidas de lunes a viernes. Su categoría es la denominada Servicenow Developer, Trainee, y es el estadío prolongado en el que habitan los que tienen el ingreso más bajo dentro de la compañía. Puede oscilar entre 20 mil y 40 mil pesos, según el lugar en el que el empleado esté asignado o el proyecto en el que esté trabajando. Dice, por eso, que los unicornios son la fantasía de los que recién arrancan en el sector.
Sin promociones
Según cuentan los empleados consultados por el DiarioAR, se trata de una categoría que está apenas por encima del pasante y que, curiosamente, parece ser peor. Cuando un estudiante universitario ingresa a través de una pasantía, su tiempo de prueba no puede exceder los tres meses. En cambio, el Trainee puede permanecer en esa fase durante mucho más tiempo. “Sos Trainee hasta que ellos decidan sacarte de ahí. Llevamos seis meses ya y no hay chances de pasar de categoría. Globant dice que te está entrenando y mientras tanto no te aumenta el sueldo. No importa que tengas título universitario o no. Un amigo era ingeniero en sistemas, entró como Trainee y lo tuvieron un año hasta que lo ascendieron a Junior”, recuerda uno de los empleados que prefieren no dar siquiera un nombre.
La promesa se estira de manera indefinida y así la compañía logra extender los plazos de espera, sobre todo en los casos de los que no tienen otra alternativa que seguir en la firma que hoy tiene sede en Luxemburgo. “No importa el conocimiento previo para ellos, pero tampoco importa que hayas hecho todos los cursos que te piden y hayas salido bien, incluso algunos que se hacen en el exterior”, cuenta Joaquín. De Servicenow Developer -Trainee- a Java Developer -Junior Advance- se calcula que hay un aumento del 50% en el salario, pero eso tampoco está escrito en ningún lado ni se cumple de manera estricta. Andrea tiene 31 años, una hija, paga alquiler y se encuentra en una situación parecida. “Cada seis meses tenemos una evaluación, la tuvimos, la pasamos y el cliente está muy contento. De hecho estamos resolviendo problemas de Junior y hasta a veces de Senior, pero no logramos el ascenso y eso depende de ellos”, dice. “Nos dijeron que si pasábamos el examen nos iban a subir de categoría, pero no sucedió. Siempre por algo se demoran. La mayoría de los cursos te los dan ellos pero hay algunos que hay que hacerlos en el exterior y la empresa tarda entre 4 y 6 meses en pagarlo. Es un tiempo que no pudiste avanzar y tu sueldo quedó congelado”, agrega.
Consultados para esta nota, en la firma de Migoya, Nocetti, Englebienne y Umarán, prefirieron no hablar sobre lo que pasa puertas adentro del gigante tecnológico. El contraste con ese silencio es el relato coincidente de los empleados. Según coinciden los programadores que hablaron con el DiarioAR, para ascender de Junior a Seniority, se requiere un mínimo de dos años de experiencia y, aún esforzándose mucho, la promoción no está garantizada. En Globant, como en la mayor parte de las empresas del sector, los sueldos se mueven con la cotización del dólar oficial. Sin embargo, son muy distintos entre una compañía y otra, o dentro de una filial y otra en el caso de Globant.
“Mi proyecto no es tan importante, entonces mi sueldo está por debajo del índice de pobreza, como le pasa a un amigo. Otro que tiene una categoría más baja tiene un sueldo mayor que él. Depende del nivel de importancia que ellos le otorgan a las cosas”, cuenta Esteban, de 32 años, un programador que trabajaba en una de las startups que compró Globant.
Aunque trabajan en la mayoría de los casos desde sus casas, el contacto entre los empleados existe y la sensación es generalizada. Pero la impotencia parece ser la regla: “Adentro de la empresa hay como un miedo en general. De no preguntar esas cuestiones, de no quejarse mucho, de no hablar del sindicato”, dice Andrea.
Adentro de la empresa hay como un miedo en general. De no preguntar esas cuestiones, de no quejarse mucho, de no hablar del sindicato.
Aunque casi no se difunda su realidad laboral y no tengan representación gremial para resguardarse, la disconformidad de los empleados con los salarios en un rubro que factura en dólares y en una de las empresas más grandes de la Argentina no es un secreto tan bien guardado. Se puede ver en las plataformas internas de Globant, donde todos los planteos de los programadores quedan registrados. Los artículos más votados o más vistos son los que tienen que ver con las bandas salariales y las categorías. La mayor parte de la gente, afirman los que tienen acceso a la plataforma, preguntan cuál es el criterio de la empresa. Nunca hay respuesta.
“Yo gano 350 dólares y todos los días hablo con gente de la India en inglés o me mando mails con gente de Colombia, que también tiene que ser en inglés. Por eso lo sé: en mi categoría, con misma la tecnología que estoy trabajando, otro compañero que hace la misma tarea para la misma empresa está ganando 1.250 dólares”, dice Joaquín.
El acceso al sector esta empresa lo brinda, hay que reconocerlo. Ninguna hace eso. Por algo se dice que Globant es el trampolín. Pero te tienen de rehén porque si no ascendés tu experiencia afuera no vale.
Los programadores tienen escaso o nulo contacto con las autoridades de Globant y las respuestas lacónicas suelen venir de los líderes de proyecto o el personal de recursos humanos. La demora se extiende sin mejora concreta de los ingresos durante meses y sin horizonte hasta que alguien advierte que se están perdiendo muchos “perfiles” y puede haber una actualización. Entrar y salir del mundo Migoya requiere una serie de saberes que no cualquiera tiene y las opiniones se dividen entre los entrevistados. “El acceso al sector esta empresa lo brinda, hay que reconocerlo. Ninguna hace eso. Por algo se dice que Globant es el trampolín”, opina Joaquín. Pero emigrar le parece bastante más complicado. “La mayoría de las empresas te pide cierta categoría para tomarte. Si me voy después de dos años sin una nueva categoría, no me lo van a reconocer. Te tienen de rehén porque si no ascendés tu experiencia afuera no vale. Además, la situación antes de la pandemia era otra. Ahora no hay trabajo”, dice.
“A ellos le sirve hacerte creer que vales menos para poder pagarte lo menos posible, aun sabiendo que hay gente muy capaz. Yo gano alrededor de 60 mil pesos más o menos. Para ellos sigue siendo un Junior pero estoy a nada de Semisenior. Sé lo que valgo, soy igual de capaz que un programador que está en Nueva Zelanda o en Estados Unidos. Además, es fácil conseguir trabajo como programador con la gran demanda. Si tenés un perfil completo en Linkedin, los reclutadores te escriben a vos”, asegura Esteban.
Para Ezequiel Tosco, de la Asociación Gremial de Computación, el desfasaje en la escala salarial que relatan los empleados comienza a impactar en el mercado. “Hay un precio en dólares por el valor de este trabajo y hay plataformas de Estados Unidos y Europa que contratan a los programadores freelance y le pagan con una cuenta en el exterior. Entonces muchos terminan trabajando para afuera en forma remota sin irse de la Argentina. Pierden las empresas, pierde el Estado y pierden los gremios. Pero a esa situación nos arrastró el sector empresario que tiró el salario tan abajo”.
DG/WC
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