Descontrol de precios: la inflación persistente deja a los consumidores sin referencias sobre qué es caro o barato

¿Un yogur a $100 es caro o es barato? ¿Pagar por un chocolate de 150 gramos $250 es mucho o es lo que vale? ¿Un jean a $8.800? ¿Una procesadora a $6.500? Nos acordamos algunos precios emblemáticos de la década de 1990 —diez caramelos Flynn Paff por $1, una Coca Cola en botella de vidrio por $0,50—, pero hoy nos resulta difícil tomar una decisión frente a la góndola y, sin referencias claras, convalidamos en la caja precios sobre los que no tenemos ninguna pista. 

El contexto inflacionario, sumado a la diversidad de regulaciones vigentes y la posibilidad de empresas de acceder o no al dólar oficial, permite encontrar precios muy diversos para el mismo bien y alumbrar comparaciones extrañas. Un kilo de yerba puede costar más caro que una botella de champagne y es posible encontrar zapatillas deportivas último modelo que superen el monto de un salario mínimo o incluso de un mes de alquiler en un monoambiente porteño.   

La Coca Cola clásica de 1,25 litros, incluida en el programa Precios Cuidados, cuesta $100 en supermercados argentinos. La misma botella se consigue en un Walmart de Miami a US$1,08.

Según las mediciones de la consultora LCG, los precios de alimentos y bebidas se renuevan por completo cada tres meses. “Con esa velocidad de actualización, es lógico que haya disparidades, porque hay productos que se actualizan antes que otros”, apuntó Guido Lorenzo, su director. Según señaló, son los consumidores los que terminan por validar los precios, la mayoría de las veces sin información suficiente para saber si corresponde o no pagarlo. 

“En una economía con inflación se pierden referencias, que es una de las funciones del dinero. Entonces uno empieza a calcular en moneda extranjera para saber si es caro o barato. Los tickets de restaurante que algunos suben a Twitter para mostrar lo que les salió una comida, por ejemplo, muchas veces resultan baratos en dólares, pero caros en relación con salarios en pesos”, apuntó.

Sin referencias

El Gobierno intenta sentar referencias de precios con el programa Precios Cuidados, motivo por el que busca incorporar productos representativos del consumo de los argentinos y marcas populares. Sin embargo, hay grandes disparidades. El pan de mesa de 560 gramos Lactal, incluido en Precios Cuidados, tiene un precio de $150,50, pero otro de idénticas características de otra marca se encuentra a $215,70 en góndolas. La harina leudante incluida en el programa cuesta $67,40, pero también se ofrece por $64,43 o por $104,83. En el caso de los fideos spaghetti, las marcas reguladas van de los $41,50 a los $59,80, pero otra muy popular se encuentra -en la misma presentación- a $103,50 en supermercados y hay opciones premium importadas que escalan a $447,30. 

Si se compara con los precios en góndolas de otros países del mundo, es posible encontrar cierta relación en algunos productos emblemáticos. Por ejemplo, la Coca Cola clásica de 1,25 litros, incluida en el programa Precios Cuidados, cuesta $100 en supermercados argentinos. La misma botella se consigue en un Walmart de Miami a US$1,08, según la oferta de su web. Al tipo de cambio oficial, tienen casi el mismo precio, $101,52 y si se le suma el impuesto PAÍS y el 35% a cuenta de Ganancias escala a $169. 

La gestión actual, que tiene al empresario textil Ariel Schale como secretario de Industria, aplicó una política más proteccionista que, según Rajnerman, "da más margen de mercado y permite aumentar”.

El café soluble de Nescafé de 100 gramos se vende a $364,70 en la web argentina de Carrefour, a170 pesos uruguayos en el supermercado Ta-Ta ($353,6 al tipo de cambio oficial y $480,5 con los impuestos vinculados a la moneda extrajera) y a US$2,49 en el Walmart de Miami ($236 a dólar oficial y $388,44 si se suman los impuestos).  

Para Matías Rajnerman, economista jefe de Ecolatina, otro factor que afecta a la dispersión de precios es la diferencia de acceso al dólar. “Hay muchas empresas que por su rubro pueden importar con dólar a $90 y ponen precios bajos. A la vez, hay empresas que operan en los mismos rubros, similares o con sustitutos indirectos, que no pueden acceder al dólar oficial, lo pagan $150, y tienen que poner precios más altos”, detalló. Como ejemplo, mencionó el sector de los autos usados, que no puede acceder al mercado de cambio oficial, mientras que las terminales automotrices sí, lo que genera que un auto usado tenga un precio no muy lejano a uno cero kilómetro.

En el caso de la indumentaria, Rajnerman pone la mirada en un cambio de política que afectó la dinámica de precios. Durante el Gobierno de Mauricio Macri se abrió la puerta a la importación de textiles y prendas terminadas. La gestión actual, que tiene al empresario textil Ariel Schale como secretario de Industria, aplicó una política más proteccionista que, según consideró, “da más margen de mercado y permite aumentar”. De acuerdo con los últimos datos del Indec, el rubro de prendas de vestir y calzado aumentó 60,5% en enero en comparación con el mismo mes de 2020, muy por encima del resto de las categorías.

Aduana cerrada

Los productos importados, con limitaciones de ingreso al país, también se dispararon por la reducción de oferta y el costo estimado de reposición futura, al tiempo que quienes especulan con una posible devaluación se adelantan a adquirirlos. En el caso de las zapatillas deportivas, algunos modelos de punta como el Nike ZoomX Vaporfly NEXT%, rondan los $35.000, cerca del 30% por encima del salario mínimo ($20.587,50 desde diciembre).

Según Horacio Moschetto, secretario de la Cámara del Calzado, se trata de casos muy puntuales, últimas tendencias con mucha tecnología. De todos modos, señaló que si se lo convierte a dólar (contemplando el impuesto PAIS y el 35% a cuenta de impuestos futuros) el valor es el habitual y el mismo por el que pueden encontrarse también en Estados Unidos y Europa: US$200. 

“El resto del calzado deportivo está en un valor mucho más bajo. Hay zapatillas deportivas de marcas premium que valen $8.000, $10.000, y el calzado de cuero tampoco llega a ese precio”, aseguró Mochetto. Por otro lado, señaló que “el calzado salido de fábrica, con respecto a la temporada anterior, no aumentó más del 25%”. La baja de la demanda redujo el margen para la remarcación de precios, lo que también se combinó con una mayor oferta por excedentes de stocks. 

Por otro lado, y más allá de los cambios de los precios relativos que reflejan “verdaderas condiciones del mercado”, Camilo Tiscornia se refirió al efecto generado por las políticas oficiales de regulación de precios. “En contextos como el actual, de inflación muy alta, los Gobiernos a veces recurren a planchar algunos productos artificialmente con la idea de afectar al conjunto. Sin embargo, mientras tanto hay otros precios que siguen su cauce natural”, detalló el director de C&T Asesores Económicos.

Molinos Río de la Plata tiene seis marcas de fideos con la que acapara el 79,4% del rubro, Unilever reúne el 82% de la facturación total del jabón para la ropa

Según Tiscornia, ese freno genera que se multipliquen los precios para un mismo producto (donde algunas marcas están bajo acuerdo y otras liberadas) y una reacción. “Los productores retacean lo más posible ese producto y los consumidores demandan lo más posible. Así empiezan a aparecer situaciones de escasez”, señaló.  De hecho, la semana pasada la Secretaría de Comercio Interior imputó a once empresas de consumo masivo por no cumplir con el acuerdo de Precios Máximos y “generar desabastecimiento”.

Por otro lado, los rubros más concentrados ofrecen a las empresas que dominan mayor margen para subir los precios o afectar el stock de la góndola. Según un informe reciente del Centro de Economía Política (CEPA), las empresas imputadas por la secretaría de Comercio coinciden en gran parte con las firmas de mayor predominancia en los supermercados argentinos. Por caso, Molinos Río de la Plata tiene seis marcas de fideos con la que acapara el 79,4% del rubro, Unilever reúne el 82% de la facturación total del jabón para la ropa y Danone, el 79,9% de yogures y el 73,3% de postres. 

DT