Entrevista

Guillermo Wierzba, director del Banco Nación: “No es adecuada la negociación perpetua; es necesario establecer niveles de confrontación”

“Esto hay que decirlo explícitamente: el crecimiento no es condición de igualdad”, apunta el economista Guillermo Wierzba, integrante del Directorio del Banco Nación, y marca su postura dentro de un debate que, por estos días, genera una tensión crítica al interior del Frente de Todos y tiene como núcleo ardiente la política económica del ministro Martín Guzmán. “Las consignas de la primera revolución burguesa profunda, que fue la Revolución Francesa, no fueron ‘crecer y agrandar la torta. Fueron ‘libertad, igualdad y fraternidad’”, ilustra.

Wierzba –que es profesor de la Universidad de Buenos Aires desde hace casi 40 años y se desempeñó como director del Centro de Economía y Finanzas para el Desarrollo de la Argentina (Cefidar) hasta 2015– tomó notoriedad en los medios en las últimas semanas por dos situaciones. Por un lado, fue cuestionado por el senador radical Martín Lousteau durante una reunión en la que se debatió el proyecto para recuperar dólares “fugados” para saldar la deuda externa. Por otro, la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner recomendó y compartió en sus redes sociales un artículo suyo publicado en El Cohete a la Luna.

En esta entrevista con elDiarioAR Wierzba cuestiona la estrategia que primó en la renegociación de la deuda de US$45.500 millones contraída en 2018 por Mauricio Macri y abona una idea que en un sector del Gobierno se expresa cada vez con más énfasis: el Presidente debe dejar de lado la lógica del consensualismo y virar hacia una política de mayor confrontación.

–En su artículo planteaba esta idea de que no se puede crecer de cualquier forma, que el planteo de “crecer primero y redistribuir después” saca del centro la cuestión de la igualdad. 

Absolutamente. En la década del 60 Alvaro Alsogaray trajo a la Argentina una aplicación bastante burda de lo que en la Alemania occidental de la posguerra los social cristianos alemanes llamaron la “economía social de mercado”; poco social y muy de mercado. Esta idea de que para que la gente viva mejor hay que agrandar la torta para que las porciones sean más grandes. Esto es correr el eje de la igualdad para instaurar el eje del combate a la pobreza. O sea, si agrandamos la torta, todos van a comer más, pero sin cambiar la relación entre los más ricos y los más pobres. ¿Cómo haces para agrandar rápidamente la torta? El liberalismo diría “liberando las fuerzas productivas”, desinterviniendo la economía para aumentar las ganancias empresarias, algo que despertaría el espíritu inversor. La cuestión es que cuando mirás los números, no pasa eso. En la Argentina la tasa de inversión sobre el producto fue mucho menor en la época de Menem que en los 12 años de gobierno kirchnerista. Y eso se debe a que en los países de desarrollo medio la tasa de inversión reacciona mucho más a los niveles de demanda de consumo y de actividad económica que a la tasa de ganancia.

Cuando vienen tipos que te dicen que no van a aceptar un impuesto más y te traen los tractores a la Plaza de Mayo están diciendo que el futuro de la nación queda definido por las condiciones de propiedad

–¿Por qué, entonces, los sectores empresarios que se beneficiarían de este modelo impulsado por el consumo interno también se alinean con la idea de “liberar las fuerzas productivas”’

Yo ahí veo un problema de tres órdenes. En primer lugar, la hegemonía de un pensamiento que coopta las cabezas aún de aquellos a los que no les conviene. Segundo, la internacionalización del capital y la constitución de activos externos; los grupos locales ya no responden al modelo de una burguesía nacional sino que se convierten en una oligarquía diversificada que también hace valorización financiera, que también pone plata afuera y entonces quieren tener la posibilidad de sacar y meter la plata. En tercer lugar, podría lo que llamo “la condición Kalecki”. Este economista polaco dice que existen dos maneras de estimular el crecimiento: estimulando el consumo de los sectores populares o con la idea de la confianza, que está basada en la ganancia. El punto es quién tiene el poder en cada uno de esos modelos. Cuando, alineado con el primer modelo, el Estado adquiere autonomía, hace políticas sociales y establece la dirección de la economía, el sector privado tiene que atenerse a las leyes del Estado y de alguna manera está expuesto a las condiciones del despliegue democrático. Bueno, esto es lo que los poderes concentrados no quieren. Y aparte, durante los 12 años de kirchnerismo de alguna manera han vivido algo como esto. 

–El sector privado se resiste a volver al orden del kirchnerismo… 

Yo creo que así como después del 55 hubo una política revanchista con el peronismo, ahora el revanchismo es contra el kirchnerismo. Se expresará como se expresará: los muñecos el otro día en la plaza [muñecos que, en la Plaza de Mayo, simulaban el ahorcamiento de figuras vinculadas al kirchnerismo] o el contenido machista contra Cristina. Ese contenido revanchista tiene que ver con que durante esos 12 años se alcanzó una autonomía del Estado que impuso políticas al sector privado. Yo creo que uno de los problemas que tiene hoy el Frente de Todos es que las fuertes disputas que hubo en el período previo fueron leídas por algunos sectores como que la Argentina aspiraba a niveles de un consensualismo o de menos confrontación. El tema es que el poder económico no quiere consensuar, quiere imponer condiciones. Es grave que se diga “no vamos a aceptar ningún impuesto más, ningún aumento de impuestos”. ¿Esto quién lo define? ¿Lo definen los dueños de las empresas o lo define la sociedad? Es central para la cuestión de la distribución y la igualdad, porque muchas veces la política pone el crecimiento delante y, aún creciendo, implica un retroceso en términos de la igualdad. Esto hay que decirlo explícitamente: el crecimiento no es condición de igualdad. Tampoco es condición de desigualdad. Pero las consignas de la primera revolución burguesa profunda, que fue la Revolución Francesa, no fueron “crecer y agrandar la torta”. Fueron “libertad, igualdad y fraternidad”.

Una inflación que es de recomposición de ganancias requiere de una intervención en la cadena productiva para racionalizar la conformación de precios en todos los niveles

¿Cómo cree que se posiciona el Presidente frente a este planteo de los sectores concentrados?

Este gobierno es francamente diferente al gobierno anterior [al de Mauricio Macri] que era un gobierno de los sectores concentrados. Durante la pandemia tuvo algunas políticas muy valientes en la gestión de la vacuna y después apareció el impuesto a las grandes fortunas.  Pero me parece que ahora que el poder económico va hacia un disciplinamiento y una inflación que es de recomposición de ganancias, requiere de una intervención en la cadena productiva para racionalizar la conformación de precios en todos los niveles.  Creo que en el Frente de Todos hay miradas diferentes respecto de las metodologías necesarias para operar. A mi me parece que no es adecuada la metodología de la negociación perpetua y que es necesario establecer niveles de confrontación. La política es eso. El Estado, cuando se plantea ejercer la defensa de los intereses populares, tiene que establecer políticas de “poner en caja” a los jugadores concentrados. Es inadmisible que en el marco de la guerra y con los beneficios que han tenido en los últimos años haya sectores que se resistan al desacople de los precios internacionales de los productos agropecuarios con las retenciones o resistan este impuesto a las ganancias inesperadas, que es una buena medida y tendría que alcanzar a un universo más amplio que el planteado. No es que el Gobierno no lo debería haber hecho antes, pero ahora se impone.

–¿Por qué le parece que los gobiernos populares no han podido reemplazar la Ley de Entidades Financieras heredada de la dictadura?

Primero una aclaración: la ley sufrió muchas modificaciones, hoy no es la misma en todo su dispositivo que en la época de dictadura, del mismo modo que la Carta Orgánica del Banco Central. Ahora, la Ley de Entidades Financieras está y hay que terminar con esa ley. A mi no  me parece que “no han podido” reemplazarla, sino que es una tarea pendiente que los gobiernos populares tienen; no hubo muchos intentos por poner esto en el centro de la discusión. En el sector financiero no puede ser la libertad de mercado la que asigne los recursos y la que determine las reglas y el destino de los fondos para el crédito. Porque si esto fuera así, el destino del país no sería determinado por la ciudadanía, sino por los mercados, y en los mercados no somos todos iguales. Ese conflicto mercado-ciudadanía es un conflicto bravo, porque de alguna manera pone en contradicción al liberalismo con la democracia. ¿Quién determina hacia dónde va el país en términos del desarrollo? En ese marco está instalado también el debate hoy en la Argentina, porque cuando vienen tipos que te dicen que no van a aceptar un impuesto más y te traen los tractores a la Plaza de Mayo están diciendo que el futuro de la nación queda definido por las condiciones de propiedad y que esa propiedad tiene un carácter ilimitado ¿Dónde está la sustancia del voto? ¿Qué es lo que define la ciudadanía si hay cosas que quedan excluidas de la decisión popular?

La negociación con el Fondo Monetario Internacional

–La postura de desconocer la deuda y llevarla a la corte internacional fue encarnada solo por la izquierda, con una mirada más “antisistema”. ¿Cree que había un camino para que el Gobierno pudiera encarar esa estrategia, dentro del sistema?

Llevarlo a las cortes internacionales a mí no me parece mal, me parece bien. Ahora, pensar que eso implica la posibilidad de resolver el tema de la deuda o de no pagar, no lo comparto. Me parece que es un ámbito para dar una lucha política, así como la Argentina llevó en el año 2015 el tema de los buitres a Naciones Unidas. Además, puede haber todo un dispositivo legal aprobado a nivel del derecho internacional, pero hace falta un organismo de coerción para que lo que se decida sea cumplido. ¿Y cuál es el organismo de coerción del Derecho Internacional? De todos modos, no me parece inocuo lo que se pueda hacer a nivel de discusión y apertura de instancias para generar en el largo plazo relaciones nacionales más equitativas entre países y entre los hombres. Ahora, el acuerdo con el Fondo ya está hecho. 

–¿Le parecen adecuados los términos en los que se renegoció la deuda?

El acuerdo se hizo cuando ya Argentina se había quedado sin reservas para poder negociar. Era distinto hacerlo con reservas y sobre la base de, por ejemplo, dejar de pagar algún vencimiento y decir “voy a pagar, pero con tales condiciones y no te pago hasta que no firmemos”. El economista Aldo Ferrer decía que cuando te sentás a negociar tenés que estar dispuesto a levantarte; si no, no estás negociando. El problema es que para estar dispuesto a levantarse hay que tener con qué y el con qué se tenía antes, cuando había reservas.

–Pero antes estaban las elecciones de medio término. Se asume que se demoró la discusión para tratar de llegar mejor a esa instancia. 

Siempre está ese problema de las elecciones, los gobiernos tienen que lidiar permanentemente con su resultado electoral. De todos modos, lo que se arregló en términos de los vencimientos a mí no me satisface. El Fondo Monetario no ofreció un acuerdo sostenible; ofreció ese tipo de arreglo en el que vos tenés que volver a arreglar y cada vez que volvés te impone nuevas condiciones. Yo coincidía con la idea de la mayoría del bloque del Senado [del Frente de Todos, que responde a la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner], que planteaba que el acuerdo tenía que ser a más de 20 años.

–La explicación de Guzmán fue que eso no estaba en el menú del Fondo. Que existen solo dos líneas de crédito, cada una con sus condiciones definidas, y lo que se pedía no calzaba en ninguna.

En realidad eso lo dijo sobre el final. Pero también en la negociación se dijo que el objetivo fundamental era no pagar los sobrecargos y tampoco se consiguió eso. El Fondo no permitió que Argentina hiciera una negociación que alterara las condiciones habituales sobre las cuales impone sus términos. Impuso su condición de cogobierno, con visitas trimestrales y consultas necesarias para cambiar cualquier cosa. Yo creo que como Argentina tenía una deuda tan grande con el Fondo Monetario Internacional, y con las condiciones internacionales que estaban presentadas sobre todo a partir de la pandemia, había que negociar con una vocación más confrontativa. En la política, cuando hay intereses contrapuestos, se necesita de climas de tensión y de confrontación.

–¿Cree que el Gobierno tenía elementos para imponer su posición ante el FMI? 

Estaban todos los estudios en relación al proceso de endeudamiento de 2018: que no fue transparente, que el Fondo aceptó el desembolso sin que se hayan respetado las normas internas administrativas para el desembolso. Estaba que Argentina se había convertido en un deudor que tenía más de la mitad de los fondos prestados por el FMI. Así como pasó con los fondos buitres, Argentina volvió a estar en una situación en la que por lo menos una parte de la del peronismo y el kirchnerismo intentó dar una pelea. Pero esa pelea no fue asumida, pensando que el Fondo no iba a cambiar porque Argentina lo planteara. No tenemos, finalmente, el resultado de una confrontación. Ahora, el hecho de que no se comparta la forma de la negociación de los resultados no debe tapar el bosque de que semejante endeudamiento no puede ser endilgado al gobierno que negocia.

DT