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EL LOBBY

Nadie quiere ser el primero en gritar que el emperador está desnudo

“Fue muy positivo el superávit (de enero) pero no es tan real como indica el número", alertó un empresario en el grupo Nuestra Voz.

Alejandro Bercovich

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Algunos lo piensan desde hace tiempo y están empezando a animarse a decirlo. Otros siguieron con entusiasmo los primeros pasos de la gestión pero se sobresaltaron por sus más recientes tropezones. Si bien el empresariado sigue sorprendido por la audacia con la que Javier Milei encaró un ajuste fiscal y de ingresos que la mayoría de ellos pedía a gritos, el fanatismo de las primeras semanas mutó en un modo wait and see. Aparecen, todavía tímidamente, quienes comienzan a llamar la atención de sus colegas sobre obviedades como lo difícil que le resultará al Gobierno sostener en el tiempo los recortes draconianos de enero. 

Pasó en el grupo de whatsapp “Nuestra Voz – Dolarización”, un subforo creado el año pasado por empresarios integrantes del grupo “Nuestra Voz”, que nació a su vez en 2019 para respaldar a Mauricio Macri frente a un paro nacional de la CGT. El financista Matías Tamburini, socio de Orca Capital y exadministrador del Fondo de Garantía de Sustentabilidad (FGS) de la ANSES en los inicios de la gestión Cambiemos, advirtió que “fue muy positivo el superávit (de enero) pero no es tan real como indica el número”. Y precisó: “Cuando te metés a mirar el resultado ves que se logró por el lag (rezago) en el ajuste de jubilaciones, por el no pago a CAMMESA (la administradora del mercado eléctrico mayorista), por frenar la obra pública y por el no pago del subsidio al transporte y del incentivo docente, que están por ley y que probablemente tengan que pagar el otro mes”. 

No lo dice el Instituto Patria ni un centro de estudios heterodoxo. Se trata de un ágora virtual donde suelen intercambiar opiniones pesos pesado del establishment que no ocultan sus ideas como Martín Migoya (Globant), Cristiano Rattazzi (ex Fiat), Gabriel Martino (ex HSBC), Gonzalo Tanoira (citrícola San Miguel), Eduardo Bastitta (Plaza Logística), Sebastián Gurmendi (Crédit Agricole) y Alec Oxenford (OLX). Últimamente prima el silencio: de sus casi 200 miembros, apenas una treintena participa activamente. Y la de Tamburini no fue la primera voz que planteó un matiz de duda respecto del plan Caputo. 

El torniquete en las remesas a las provincias, incluso las que por ley está obligada a girar la Nación, fue justamente lo que animó al gobernador chubutense Ignacio Torres (PRO) a encabezar la rebelión federal que estalló el viernes y que promete escalar. “Si para el miércoles no nos quitan la pata de encima, no va a salir un barril más de petróleo. Y ahí te quiero ver”, emplazó este viernes en un acto. Un rato después llegó la declaración de guerra: una carta firmada por los seis mandatarios patagónicos  –Gustavo Melella (UP-Tierra del Fuego), Claudio Vidal (provincialista, Santa Cruz), Rolando Figueroa (exMPN, Neuquén), Sergio Ziliotto (UP-La Pampa) y Alberto Weretilneck (provincialista, Río Negro), además del propio Torres– donde advirtieron que no aceptarán “patrones de estancia” y que “las provincias son preexistentes a la Nación y merecen respeto”.

Es apenas el principio. No lo hicieron público aún, pero los firmantes ya pactaron una reunión para el viernes 8 de marzo y el lanzamiento el sábado 9 de una empresa patagónica de energía que no solo concentrará el control de las concesiones petroleras y gasíferas privadas de todas esas provincias sino también de las generadoras hidroeléctricas y los molinos eólicos en su territorio. Algo había anticipado un mes atrás el vice de Weretilneck, Pedro Pesatti. Estudian tomar el nombre de la red de estaciones de servicio “de bandera” que instaló el gobierno de Santa Cruz el año pasado en un par de localidades donde faltaba oferta, utilizando la plataforma del Fomicruz, la compañía minera provincial. En las petroleras privadas están avisados y prefieren no hacer olas. Leyeron la Constitución. 

El discreto tejido del joven Torres, debutante y con apenas 35 años, tiene el mérito adicional de haber aglutinado a mandatarios de distintas fuerzas políticas. Todos fueron agredidos de una u otra manera por la Casa Rosada en estos dos meses. Igual que los del resto del país, donde lo respaldaron desde Axel Kicillof hasta Jorge Macri (¿con la venia del primo?). Pero lo que lo decidió a avanzar fue el espaldarazo que recibió de la justicia federal, que hizo lugar a su planteo y le exigió a Milei que envíe el dinero de los subsidios para el transporte público, intempestivamente interrumpidos por Luis Caputo cuando naufragó la Ley Ómnibus. 

Ingobernables

En la Corte Suprema imaginan el mismo trayecto para los aumentos de tarifas de luz y de gas y para varias otras decisiones que tomó Milei en un intento de aprovechar el envión de la asunción y la luna de miel con un electorado que no reacciona aún a la evaporación de sus ingresos. Se supone que el ministro de Justicia, Mariano Cúneo Libarona, tiene los contactos necesarios para que nada de eso naufrague en el fuero Contencioso Administrativo. Pero en la Corte saben que no es cuestión de tecnicismos y miden los tiempos políticos con la maestría que solo concede la experiencia. Hasta ahora optaron por un silencio concesivo. 

La número dos del FMI, Gita Gopinath, preguntó específicamente por esa dinámica en la reunión con consultores que mantuvo en Buenos Aires, donde estuvieron Carlos Melconian, Eduardo Levy Yeyati y Ricardo Arriazu, entre otros. A todos los extranjeros influyentes que visitan Buenos Aires parece preocuparlos la gobernabilidad: las mismas consultas hicieron solo en la última semana el secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, el canciller francés, Stéphane Séjourné, la CEO del Citigroup, Jane Fraser, y los empresarios británicos que llegaron en misión comercial mientras David Cameron provocaba con su aterrizaje en Malvinas. 

A Milei no lo amedrentan imágenes turbadoras como la del policía que el viernes intentó calmar a un manifestante que reclamaba por alimentos para los comedores populares y le dijo “estamos todos igual”. Juega con fuego en cada movilización donde permite a Patricia Bullrich ensayar su coreografía de represión para las cámaras frente a desvalidos con cada vez menos que perder. Parece bastarle con el blindaje que le prodigan los principales grupos de medios, incluso a cuyos periodistas fustiga públicamente. 

Por ahora esa protección se mantiene inquebrantable, como probaron la indulgencia de esos medios frente al viajero Damián Arabia (cuya inoportunidad no difiere de la de Martín Insaurralde el año pasado) y su campaña contra Juan Grabois y el Fondo de Integración Sociourbana (FISU), creado por Mauricio Macri en 2018. La pregunta es cuánto tiempo más podrá pagarla: esta semana, por ejemplo, el Ministerio de Capital Humano adquirió sin licitación libros escolares para escuelas primarias por $9.600 millones de la empresa Arte Gráfico Editorial Argentina S.A. (AGEA), del grupo Clarín. Salió en el portal compr.ar y la excusa para no licitarlos fue que se trata de productos únicos que nadie más imprime, como ‘Los Matetubers’, o ‘Yo Matías’. Los azarosos meandros de la pauta. 

Winter is coming 

La inflación, mientras tanto, no da respiro. Milei le dijo a Jonatan Viale que los indicadores de alta frecuencia apuntaban a un 10% en febrero y apenas cuatro días después, ante el mismo interlocutor y sin que ninguno de los dos pestañeara, dijo que “15% sería un numerazo”. A la consultora LCG, las últimas cuatro semanas le dieron 1%, 3,4%, 4% y 2,7% respectivamente de suba de alimentos y bebidas. No solo no se percibe desaceleración alguna sino que tampoco están incluidas las subas del tren, del colectivo ni de la luz, que fueron los motores de febrero. 

La contrapartida es un desplome del consumo que tampoco encuentra fondo. La consultora Scentia detectó caídas en las ventas de los supermercados del 12,5% la primera semana de febrero y del 15% la segunda, por encima de las retracciones interanuales de enero. Un confeccionista top que ya prescindió de varios costureros apuntó a elDiarioAR que “va a ser una caída de más arriba”. “Con (Sergio) Massa estábamos consumiendo como si no hubiera futuro porque nos quemaban los pesos y ahora retrayéndonos como si hubiera estallado una guerra”, explicó. 

Mientras procura secar la plaza de pesos, al Gobierno se le encendió una alarma sobre la llegada de dólares. La Bolsa de Comercio de Rosario recortó esta semana su estimación de las cosechas de soja (de 52 millones a 49,5 millones de toneladas) y de maíz (de 59 a 57 millones de toneladas) por la ola de calor de fines de enero. Contando la de girasol, prevé que entren al país U$S31.500 millones, U$S9.000 millones menos que lo que proyectaba en diciembre. Es un desafío que se suma al que puede representar que los productores no liquiden sus granos y exijan otra devaluación para hacerlo.  

Quizá para anticiparse a esa presión, Caputo se apuró a revelar que negocia un nuevo préstamo del FMI. Volvió así a incomodar a un staff que todavía le factura haber malgastado parte de los U$S45.000 millones que llegó a desembolsar en su anterior gestión, con Macri. Dólares que vendió baratos a los bancos y fondos de inversión que le habían prestado antes a él y que ahora, lógicamente, dudan. 

No serán esos prestamistas ni el FMI quienes alcen la voz para advertir que la trayectoria del modelo es social y políticamente explosiva. Probablemente tampoco los empresarios que de a poco empiezan a dudar. Nadie quiere ser el niño que grita que el emperador está desnudo. Pero como en la fábula, todos lo miran y cuchichean. 

AB/DTC

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