Ultiman el centímetro con el que nos medirán la cintura cada tres meses
El Fondo Monetario Internacional (FMI) se parece a un nutricionista que descree que su paciente pueda bajar de peso sólo haciendo ejercicio y sin comer menos, pero le permitirá hacerlo con la condición de que cambie la composición de su dieta. Y cada tres meses este organismo donde Estados Unidos pesa más que nadie medirá nuestra cintura para constatar si la panza se nos reduce. Por estos días, el staff técnico del FMI y el ministro de Economía, Martín Guzmán, preparan el régimen y el centímetro con el que se constatará si efectivamente bajaron el déficit fiscal y el financiamiento monetario al Tesoro y si aumentaron las reservas del Banco Central.
En el equipo de Guzmán -bajo fuego del presidente del PJ bonaerense, Máximo Kirchner, pero respaldado por Alberto Fernández- reconocen que el acuerdo para renegociar el préstamo récord que contrajo Mauricio Macri resulta necesario, pero no resuelve todos los problemas y prevén que la inestabilidad macroeconómica fue, es y seguirá siendo por un tiempo más constitutiva de la realidad argentina. Su esperanza radica en ir encarrilándola este año. Este es su deseo, incluso aunque no se lo exigiese el FMI.
En el Fondo le insisten en que con un alza de tarifas de luz y gas del 20%, como el que autorizó Cristina Fernández de Kirchner a sus funcionarios del área energética, Federico Basualdo y Federico Bernal, no se logrará bajar el presupuesto de subsidios y, por consiguiente, tampoco el déficit fiscal primario (antes del pago de la deuda) a la meta del 2,5% del PBI en 2022. Guzmán quería un 35% de incremento, pero el Presidente no se lo autorizó porque no quiere tensar más la cuerda con la vicepresidenta después de la renuncia de Máximo Kirchner a la jefatura del bloque de diputados del Frente de Todos (FdT) en oposición al pacto con el Fondo. ¿Se podrán bajar subvenciones con la segmentación de tarifas a través de la quita de subsidios a los barrios de ingresos medios altos y altos? En el ámbito del gas, donde tercia Bernal, interventor del Ente Nacional Regulador del Gas (Enargas), ni se habla del asunto. En el de la electricidad, Basualdo, subsecretario de Energía Eléctrica, difundió un mapa del área metropolitana de Buenos Aires (AMBA) sobre las zonas que perderían el subsidio y la tarifa se triplicaría, pero representan sólo el 10% de los usuarios de la urbe, que a su vez cobija a un tercio de los argentinos. Con esa quita, las subvenciones sólo descenderían un 3% respecto del año pasado. Pero el presupuesto va camino de aumentar por un factor del que el Gobierno no es responsable: el encarecimiento mundial del petróleo y el gas natural licuado (GNL, el que se importa por barco), lo que también encarece los insumos de las centrales termoeléctricas.
Guzmán considera injusto que el 10% de la población del AMBA se quede sin subsidios y el 90% restante y el interior los reciba sin poda. Coincide con el FMI en que se trata de un recorte insuficiente para llegar al 2,5% de rojo fiscal y sugiere que más usuarios de todo el país sufran un ajuste no total de las ayudas sino en proporción a sus ingresos o a su patrimonio.
Fuentes conocedoras de los funcionarios en esta disputa interna vaticinan que prevalecerá la postura cristinista, que Guzmán se comprometerá ante el FMI a bajar los subsidios energéticos, pero en la primera revisión trimestral del acuerdo deberá dar explicaciones porque su falta de reducción llevará a un incumplimiento de la meta fiscal. Por tanto, dentro de tres meses se volvería a discutir sobre cuánto deben subir las tarifas, aunque para entonces ya estaremos a mitad de año y cualquier aumento deberá ser mayor para alcanzar el ajuste deseado por el Departamento del Hemisferio Occidental del Fondo, que dirige desde el mes pasado el ortodoxo brasileño Ilan Goldfajn, que está cada vez más involucrado en la negociación.
En el Ministerio de Economía están empecinados en cumplir la meta del 2,5%, alegan que no hay dinero para financiar más y por eso anticipan que la discusión interna futura consistirá en plantearle al cristinismo qué otro gasto cortar si no reducen los subsidios energéticos. Guzmán destaca que el acuerdo con el FMI le permite aumentar las erogaciones en obra pública, ciencia y tecnología. ¿Le responderá Máximo Kirchner que, en lugar de bajar gastos, eleve o cree impuestos? Dirigentes que integran el FdT y critican el acuerdo, como Alberto Pianelli, Daniel Catalano y Rafael Klejzer, han propuesto cobrar un tributo extraordinario a los 100 grandes fugadores de capitales de la era Macri. En su momento, Horacio Verbitsky los identificó en una nota de El Cohete a la Luna: Enrique, Matías y Sebastián Eskenazi, Néstor y Gustavo Ick, Claudio Belocopitt, Emilio Luque, Ricardo Benedicto, Marina Speroni y Abdo Mandalaqui, algunos de ellos considerados empresarios K, dominaban el top ten, en una lista donde también figuraban José Alberto Benegas Lynch, Mauricio Filiberti, Armando Losón, Gerardo, Daniel y Adrián Werthein, Domingo Catena, Eduardo Elsztain, Antonio Tabanelli, Pilar Supervielle, Guillermo Reca, Alejandro Ayerza, Agustín Casasco, Evaristo Sánchez Córdova, Constanza Brito, Miguel Sarquiz, Miguel Urquía, Gonzalo Peres Moore, Rogelio Pagano, David Lee, Carlos Moltini, Oscar Andreani, Marcelo Devoto, Guillermo García, Héctor Colella, Manuel Antelo, Federico de Achával y José Chediack.
En el equipo de Guzmán y en la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP), que conduce Mercedes Marcó del Pont, apuntan, en cambio, a mantener los impuestos, admiten que pasarse de ciertos límites desalentaría la economía, pero quieren combatir más la evasión de los grandes contribuyentes como parte del acuerdo con el FMI. Por un lado, buscan profundizar el análisis de la información de cuentas bancarias que la AFIP recibe de los más de 100 países que firmaron el acuerdo mundial de intercambio automático de datos, pero además pretenden profundizar los pedidos a Estados Unidos, que se encuentra fuera de ese pacto. Por otro, controlarán más la subfacturación de exportaciones, la sobrefacturación de importaciones -ahora la Justicia investiga las compras de unos 300 aviones de lujo en 2020 y 2021- y la gran evasión en el IVA y el impuesto a las ganancias.
En su lucha deberán pelear contra la moda antiimpuestos que crece en la Argentina: desde el Kun Agüero -se quejó de tener que tributar por su patrimonio si lo había comprado con el sueldo que ya había pagado Ganancias- y Ricardo López Murphy que lo defiende, hasta los llamados a la rebelión fiscal de José Luis Espert o de desconocidos productores agropecuarios que se viralizan por redes sociales. Aunque los impuestos al patrimonio existen en el mundo desarrollado al que aspiramos, no necesariamente como Bienes Personales pero sí como el inmobiliario y la patente, de mayor peso que aquí, en la Argentina ahora se los cuestiona. Pero son los gravámenes que captan riqueza que muchas veces se hereda o se elude Ganancias. Además, con el mismo argumento de Agüero, un trabajador podría quejarse de pagar Ganancias o el monotributo y después tener que abonar un 21% de IVA cada vez que compra un bien o un servicio.
Expertos en tributación como la española Susana Ruiz, de Oxfam, y Adrián Falco, de la Fundación SES, responden al discurso antiimpuestos. Ruiz recuerda que en Estados Unidos y Europa ahora se discute cómo elevar tributos para financiar la recuperación pospandemia: “Está muy demostrado ya que elevar la presión fiscal de forma progresiva, cerrar agujeros de fuga, evitar privilegios, no sólo no afectan negativamente al crecimiento sino que además tienen un elemento de cohesión social. No impuestos no es la solución, sino qué impuestos o cómo cerrar fugas. Y esta vez no pueden ser al consumo, por el perfil de la crisis y a quién ha afectado”. Falco recuerda que “la recaudación de impuestos en todo el mundo sostiene a los poderes del Estado, los sistemas de salud, claves en esta pandemia y que sostienen gran parte de las inversiones en desarrollo de vacunas, y el sistema educativo”, ese que forma a los trabajadores que contratan los empresarios y que incluye los subsidios a colegios privados. También financia las fuerzas de seguridad o la obra pública. “Está comprobado que la recaudación de impuestos de carácter progresivo (más los que más tienen) es una gran plataforma para reducir la desigualdad en muchos países de América Latina y eso ayuda además a simplificar y reducir el aporte de los que menos ganan, otorgando más justicia al sistema. América Latina es la región que menos recauda, el peso está puesto en los impuestos al consumo y no al patrimonio. Los que promueven un discurso antiimpuestos son los mismos que reducen la parte que deberían pagar valiéndose de estructuras fraudulentas como guaridas fiscales, empresas fantasma, falsa facturación. Sólo pagan sobre lo que declaran y lo que declaran no siempre es lo real”, concluye Falco.
Pese a que la Argentina es uno de los países latinoamericanos con más impuestos y a pesar de las tribulaciones macroeconómicas que la afectan hay quienes la ven barata en dólares para invertir. No por nada Elsztain acaba de lanzar el fondo Toronto Trust Argentina 2021 para invitar a apostar al país. En el brochure de presentación argumenta: “El valor del peso en términos reales está en mínimos históricos y debería estar comenzando un ciclo alcista. Los activos sujetos al peso, como acciones locales, títulos públicos, etc. están también en pisos históricos tanto en precios como volúmenes. Esto significa que sería un buen momento para ingresar al mercado y aprovechar la posible tendencia alcista del próximo ciclo. El contexto global sería muy favorable para países productores de materias primas como lo es Argentina. Y este debería ser el viento de cola que empuje el mercado local y la economía en general”. Campo y energía son sus apuestas.
El ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, también apoya a ambos sectores, incluidas Vaca Muerta -donde crecen las petroleras medianas y pequeñas como Vista, de Miguel Galuccio, o Phoenix, dirigida por Pablo Bisotto- y las energías renovables pero con equipamiento local, sin necesidad de financiamiento externo, como en la era Macri. Pero también Kulfas quiere minería -de allí se espera el ingreso inmediato de dólares tras el acuerdo con el FMI-, software, construcción, servicios e industria, que en 2021 tuvo su mejor diciembre en cinco años y ya emplea a 48.000 personas más que a fines de 2019. Kulfas espera que en medio de la incertidumbre actual se consolide en 2022 el fuerte repunte del año pasado. Su colega Guzmán sigue soñando con un 4% de crecimiento este año, después del 10% que sorprendió en 2021 y que sirvió para recuperar antes de lo pensado todo lo perdido en la pandemia. El ministro de Economía considera que no sólo se creció por el aflojamiento de restricciones sanitarias que permitieron recuperar la demanda sino también porque la oferta de bienes se mostró dinámica, con una industria que superó el nivel previo al Covid-19 gracias al tipo de cambio aún competitivo y las políticas productivas específicas. De todos modos, sabe que el escepticismo empresarial es “extremo” y deben engranarse noticias positivas de crecimiento económico, como ocurrió en la crisis de 2002, para comenzar a diluir ese mal clima. Tanto voluntarismo choca con las dudas del FMI, que vaticina una expansión del 3%, pero advierte sobre tiempos más duros aún donde habrá que recaudar más y gastar menos en determinadas áreas. En el Gobierno admiten que, a diferencia de la realidad de hace 20 años, ahora deberán enfocarse más en incentivar que los beneficiarios de planes sociales entren en la economía formal y deberán recuperar la bandera de la educación, que por la cuarentena quedó en manos de la derecha. Otro cambio respecto de hace dos décadas radica en otro mal clima, el del planeta: la ONU advierte que en menos de diez años sufriremos consecuencias devastadoras en el mundo si no actuamos ahora ante un calentamiento global que viene del carbón, el petróleo y otras producciones ganaderas e industriales, y que ya está azotando a la Argentina con incendios y sequías que pueden acotar la próxima cosecha y despertar así el fantasma del dólar que por estos días se ha tranquilizado a fuerza de la nueva receta ortodoxa del Central de subir la tasa de interés.
AR
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