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Análisis

La denuncia contra el gobierno Bolsonaro por coimear con las vacunas era un testimonio falso

El análisis del celular de Luiz Paulo Dominguetti, a cuyos contenidos accedió la cadena O Globo, reveló que negociaba sobreprecios para vacunas de laboratorios de los que decía ser representante.

Alfredo Grieco y Bavio

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El fin de semana, las avenidas brasileñas se cubrieron de multitudes urbanas y suburbanas unidas por el clamor de ¡Impeachment! para Jair Messias Bolsonaro. En la Cámara de Diputados hay más de 100 pedidos de juicio de destitución. Ninguno prosperó, ninguno avanzó. El número de estas demandas va a seguir creciendo, sin que al aumento del volumen corresponda ningún aumento en la idoneidad de todas ni de ninguna para hacer abrir el proceso en el Congreso. La Comisión Parlamentaria de Investigación (CPI) que organizó y puso a sesionar el Senado para evaluar la performance del Poder Ejecutivo en la gestión de la pandemia empezó por rehusarle una buena calificación, siguió por bajársela sin exceso en el número pero con énfasis en el teatro, y acabó por encontrar en las denuncias de coimas pagadas, ofrecidas, negociadas, regateadas para la adquisición y distribución de vacunas entre tanto demoradas en su ingreso al sistema de salud, y todavía más postergadas en su aplicación, el escándalo perfecto para amenazar y controlar la sobrevida de la presidencia. Sin embargo, la declaración clave del testigo de cargo, del denunciante estrella, quedó el domingo al descubierto como un falso testimonio al filtrarse a los medios el contenido de su teléfono celular.

Si las sesiones de la CPI, televisadas en directo, son un espectáculo dramático de rating estable, acaso la de patetismo más resonante y más y por más escuchado haya sido la del jueves. Durante horas, un suboficial de la Policia Federal, Luiz Paulo Dominguetti, que se presentaba como representante del laboratorio Astra Zeneca, dio detalles sórdidos, ásperos, mezquinos, de un codicioso y avariento Ministerio federal de Salud, institución cruel pero no hipócrita, en su retrato, al aplicarse a nunca dejara nada sin extraer del lucro que encierran la medicalización de la enfermedad, la promesa de inmunidad y la seguridad de la muerte. El dato vertido en su testimonio que más repitieron los medios fue uno que él mismo reiteró, porque ya lo había hecho público en una entrevista de Folha, diario de San Pablo: que un director del Ministerio de Salud quería cobrar un dólar de retorno por cada dosis de vacuna comprada por el Estado.

Durante el week-end que siguió a la denuncia de 1 dosis = 1 dólar (de coima), la oposición mantuvo viva en las calles la indignación comunitaria matando la distancia social. El domingo, el programa vespertino Fantástico, uno de los más vistos de la televisión brasileña, traía una primicia conmovedora. A este ómnibus tradicional de la red Globo habían llegado registros de comunicaciones guardadas en el celular de Dominguetti, que seguía en poder de la Justicia desde su testimonio. Al darlos a conocer, Fantástico abría una ventana sobre un mundo más sórdido, pero más pequeño y aspiracional, que el cuadro que el policía había pintado ante la CPI.

En pocos días, pocas horas, Dominguetti ya no infundía tranquila probidad. Decían sus vecinos que lucía como mentiroso, que buscaba estafar presentándose como representante o intermediario de Astra-Zeneca -no lo era, el laboratorio lo desmintió-, de la vacuna Sputnik V -tampoco, desmintió el Fondo Soberano Ruso-, de Johnson&Johnson –tampoco-. Ofrecía vías de excepción para el suministro de vacunas que ni él,  ni ningún particular, podían ofrecer, porque los laboratorios no las vendían a personas privadas, ni las comercializan por su intermedio. Los estados brasileños y funcionarios con los que trató –figuran sus ofrecimientos en el celular, donde les pedía coima de 1,25 dólares por cada dosis que él como negociador conseguiría para su cliente reconocieron las comunicaciones y conversaciones iniciales, que quedaban truncas porque Dominguetti no podía dar prueba de las representaciones que decía ejercer, sólo de su pertenencia a una empresa, Davati Medical Supply, fundada en 2020 y que tiene en total tres empleados.

Poco sabemos de cierto sobre Dominguetti, su actuación pasada y los propósitos de su actuación ante el Senado y los medios. Sin embargo, en la coyuntura, parece difícil hacer a un lado el pronóstico de que el entusiasmo del Senado y de andariveles de la opinión pública ante un testimonio tan satisfactorio para sus expectativas, pero falso, o inutilizable a fuer de incompleto, contribuirá a reconstruir la imagen del presidente.

Desde que la CPI fue creada, también había hecho Bolsonaro diagnóstico y pronóstico, y había anticipado que la actividad de la Comisión no iba a ser investigar la pandemia sino reunir alguna evidencia fatalmente dañosa en venideros litigios contra él. La CPI sacó a la luz corrupción e ineficacia en la administración de la Salud, desde el Ministerio hasta organismos descentralizados o estaduales y locales. Desidia de la administración para armar planes de negocios con laboratorios y farmacéuticas, para asegurarse anticipadamente un flujo constante de dosis que pudieran ser de inmediato distribuidas proporcionalmente según la demografía regional y los alertas meteorológicos, y aplicadas en vacunatorios funcionales. Desgano en la adquisición de vacunas, en el diseño de campañas. Casi todo esto se sabía, nada de esto es judicialmente reprochable aunque sea políticamente repudiable.

El viernes creían haber encontrado, si no las pruebas contra Bolsonaro, sí un relato aniquilador, el de quien lucra con medicamentos a costa de la enfermedad y la muerte. Tanto les urge la caída del presidente derechista todavía apático por el coronavirus, desapasionado para orquestar cierres de calles y ciudades, irresponsable para controlar o mantener la distancia social, inconstante para ponerse el barbijo, desinteresado en actuar el luto por el más de millón de muertes brasileñas, cuota alta de socio local en la pandemia global, indiferente al prestigio de la ciencia, la higiene, la vacunación, la educación superior, los postdoctorados y los referatos, que no les importó a estas masas desbordadas comportarse como Bolsonaro. No respetaron ninguna distancia social, se hablaron y gritaron en la cara, callaron o faltaron en su vigilancia de que no hubiera cara destapada, y mucho más desatendieron si la cobertura era completa, si los barbijos cubrían nariz, boca y mentón.  

A la noche del domingo, la acusación que por sí sola podría haber dejado herido a Bolsonaro donde las peores de las otras apenas si lo rasguñaron había cruzado una línea de sombra de la que nunca volverá entera. Las denuncias a las que sostienen pruebas lo dejaron fuera a Bolsonaro de tramas, grupos y complots de la corrupción burocrática. Si la que más lo involucra es falsa, Bolsonaro no faltará a la verdad si se señala víctima de lawfare y de persecución ideológica. 

AGB

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