Doctores en Gaza: “Vemos a diario heridas de bala, amputaciones y quemaduras que se complican por la malnutrición”

Graeme Groom y Ana Jeelani son dos cirujanos del sistema de salud pública británico especializados en traumatología y ortopedia que han trabajado varias veces en Gaza en estos últimos veintidós meses. Forman parte de un grupo heterogéneo de médicos ingleses que han viajado varias veces a la Franja como voluntarios, asumiendo enormes riesgos. En un país como Reino Unido, que ha seguido enviando material militar a Israel, su solidaridad ha acaparado atención pública, y algunos de ellos han adquirido una significativa popularidad.
Él integra el equipo de cirujanos del hospital King´s College de Londres y es cofundador de la organización humanitaria International Disaster and Emergency Aid, con la que lleva viajando a territorio palestino muchos años. Ella trabaja en el hospital de Liverpool.
En Gaza han operado a cientos de niños, niñas, mujeres y hombres con heridas provocadas por balas, explosiones y quemaduras. Groom salió de la Franja en junio. “Aún estoy en profundo estado de shock”, confiesa, nervioso. Ana Jeelani estuvo en Gaza por última vez en octubre de 2024, con la organización Medical Aid for Palestinians: “Ya entonces encontrábamos signos de malnutrición en muchos pacientes”, señala.
Han venido a Madrid de la mano de la organización Avaaz, para reunirse con interlocutores gubernamentales, instituciones y grupos parlamentarios. “Lo hemos visto y tenemos que contarlo”, subrayan.
¿Qué han visto en Gaza, qué falta, qué tipo de heridas suelen tratar a diario?
Graeme Groom: En mi último viaje, ahora en junio, alrededor de un tercio de nuestros pacientes han sido niños y niñas, otro tercio mujeres y otro hombres, de todas las edades. Cuerpos mutilados, amputaciones. Nos despertábamos por la mañana, entre las cuatro y las seis, con el coro de bombas, misiles y drones y, a veces, armas de fuego automáticas.
Me gustaría mostrarle algunas imágenes [extrae fotos de una carpeta]. Este niño pequeño es Adam, de once años, pensaban que estaba muerto, se dieron cuenta de que no, después barajamos amputarle el brazo pero pudimos salvárselo.
Mientras le operábamos conocimos su historia. La bomba que le hirió mató a sus nueve hermanos y hermanas e hirió de gravedad a su padre. Su madre no estaba con ellos porque es doctora, pediatra, la doctora Al Najjar, de hecho estaba trabajando en nuestro hospital cuando se enteró de la noticia. El padre murió ocho días después. [Esta historia acaparó titulares y portadas de medios internacionales].
Así que de once integrantes de la familia solo quedan dos. Esto es algo muy común en las familias palestinas. Más de 2.500 familias han desaparecido por completo. Más de 4.500 familias solo tienen un superviviente. Adam era un niño lindo, tiene la cara de un ángel, sonreía a pesar de las heridas.
Este es otro [muestra otra foto]. Se llama Yakoub, tiene siete años. Todos en su familia murieron bajo las bombas, solo ha sobrevivido uno de sus hermanos, que tiene nueve años. Nos ocupamos de la salud física de los pacientes, pero ¿y su salud mental?
Hay otra foto que querría mostrarle, porque me avergüenza profundamente. Es esta. Una niña de siete años [con las piernas amputadas, tumbada sobre la mesa de operaciones]. La razón por la que me avergüenza es porque no puedo recordar nada de ella. No puedo recordar su nombre, su historia, no sé cuántas personas en su familia fueron asesinadas. Ella simplemente era la siguiente en la lista a operar. Esta es la realidad en Gaza.
¿Cuál ha sido su experiencia, doctora?
Ana Jeelani: El tipo de heridas que nos encontramos en Gaza ha ido cambiando. En marzo de 2024 teníamos muchísimas heridas por explosiones y, por tanto, amputaciones. El problema es que ya por entonces había hambre, lo que se traduce en dificultad para cicatrizar las heridas, por lo que a menudo se producían infecciones y no había antibióticos para tratarlas, no había agua en el hospital, no teníamos las manos limpias, nos estábamos quedando sin gasas, sin guantes estériles, sin todo lo necesario.
Cuando regresé en septiembre y octubre de 2024, veíamos a diario heridas provocadas por cuadricópteros, con disparos en diferentes áreas del cuerpo, con quemaduras causadas por las explosiones, para las que solo teníamos vendas, hacíamos cambios de vendaje.
Ahora la situación es peor aún, hay muchas más lesiones por armas de fuego, relacionadas con los disparos de los francotiradores en las colas del hambre de la mal llamada Fundación Humanitaria de Gaza. La cantidad de niños y niñas que llegan a los hospitales es muy elevada, y hay pacientes reincidentes, por complicaciones tras las amputaciones y la colocación de prótesis.
No siempre hay rayos-x para hacer radiografías y a todo esto hay que sumar los pacientes con enfermedades crónicas. Por ejemplo, traté a un hombre con diabetes que no podía conseguir su medicación, la insulina; su diabetes no estaba controlada. Tenía una infección en la mano y necesitaba insulina para sanar. Iban a someterlo a una amputación porque no recibía su medicación habitual.
Lo que está sucediendo en Gaza es un verdadero genocidio, nuestros compañeros sanitarios están siendo asesinados
¿Qué puede hacer la comunidad médica europea y qué deben hacer los dirigentes políticos?
Ana Jeelani: Hay muchas voces en la comunidad médica denunciando y algunas han entrado en Gaza. Hemos dado nuestros testimonios. Todo esto está documentado desde el primer equipo que entró. Todos nuestros testimonios corroboran la gravedad de la situación. Todos decimos cosas muy específicas y similares sobre los disparos de francotiradores a niños, sobre el patrón de esas lesiones.
Nuestra voz como colectivo debe ser escuchada y valorada, somos gente independiente que ha estado en Gaza, pero recuerden que 220 periodistas han sido asesinados en Gaza por mostrar lo que está sucediendo. Somos médicos. Estos son nuestros pacientes, no podemos tratarlos si no existe el entorno político adecuado. No tengo espacio en mi mochila para llevar a Gaza todo el material necesario.
Ya es hora de que nos escuchen; lo que está sucediendo es un verdadero genocidio, un crimen. Nuestros compañeros están siendo asesinados, asumen un gran riesgo para tratar a las personas que lo necesitan. La voz se está alzando mucho más, pero creo que debe ser escuchada en su conjunto.
En octubre de 2024 ya había hambre y malnutrición, lo que se traduce en dificultad para cicatrizar las heridas
Mire: Este es mi compañero Osama, cirujano, con su esposa y sus dos hijos. Y en esta otra foto está su hermana, sus padres, su hermano, sobrinos. Todos están muertos, por un ataque israelí. Me lo contó un día en el quirófano. Yo había visto esa foto con los niños, le dije “qué linda foto”, y me lo contó. Un misil israelí alcanzó su casa y los mató a todos. Solo pudieron encontrar el brazo de uno de sus niños y la pierna del otro.
Él ahora vive en una tienda de campaña en un campo de refugiados en Al Muwasi, todavía va a trabajar todos los días, a tratar a los pacientes, a salvar vidas y su familia entera ha sido asesinada. Así que el hambre que está indignando a la gente es importante, sí, pero hay otros métodos que están matando a la gente, no ahora, desde hace 22 meses, y todos estos métodos están siendo usados a la vez.

Ha usado la expresión entorno político necesario: “No existe el ambiente político necesario”. ¿Qué opina de la postura de la Unión Europea y de Reino Unido?
Ana Jeelani: Los gobiernos pueden decir muchas cosas, pero cuando hablo con mis amigos en Gaza, la realidad es que nada ha cambiado. De hecho, está empeorando. Hemos mantenido reuniones en Bruselas, en Alemania, estuvimos en Francia la semana pasada, nos hemos reunido con integrantes de gobiernos y se lo hemos contado. Curiosamente, todos saben lo que ocurre en el terreno. No es que no se sepa, se sabe.
Nada ha cambiado para mis amigos de Gaza. Tengo vídeos del 24 de marzo de la ayuda preparada a las puertas de la Franja. Tengo vídeos de octubre del envío de ayuda en paracaídas: eso es una escenificación. Lo que Europa está haciendo es performativo: intenta apaciguar a la opinión pública, a gente como nosotros.
Hay declaraciones contundentes, pero no hay acciones que lo respalden. Cuando los gobiernos quieren actuar con rapidez, lo hacen, lo han demostrado muchas veces, ante casos que no son un genocidio. Pero ante esto, no. Sí actúan con rapidez para silenciarnos. Y ese es el problema. Como cirujana, puedo ir a ver a un herido, sacar mi bisturí, arreglar algo, pero esa no será la solución. No es la solución.
Es frustrante, porque ya se ha contado todo. Las fotos han estado ahí, las pruebas han estado ahí durante 22 meses. Todo lo que se está haciendo es performativo, aparentar pero sin hacer nada realmente. Algunos comprenden más que otros, pero nadie quiere salirse de la línea y ser la única voz que diga no o ser el único gobierno que dé pasos con acciones. Todos quieren ir juntos, que sus aliados los respalden.
Para un cambio real se necesita que alguien salga y diga: «No en mi nombre, la historia lo ha registrado, esto está mal». Lo estamos haciendo entrando en Gaza y dando testimonio. Ojalá los gobiernos tuvieran la misma valentía que tanta gente ha demostrado al ir a Gaza, como nuestros colegas palestinos que se levantan a diario, aunque tengan hambre, aunque hayan perdido a familiares, aunque vivan en tiendas de campaña, aunque no sepan qué les deparará el día siguiente, pero aun así se levantan, van a trabajar y tratan a estos pacientes.
Todas las personas tenemos un papel que desempeñar ante este genocidio. Mi papel podría ser ir a Gaza. El papel de Patricia [de la organización Avaaz] es traernos a Madrid. Tu papel es escribir la historia. ¿Cuál es el papel de los políticos y por qué no lo hacen?
Lo que vemos hoy en Gaza no ha pasado de repente, es la culminación de un proceso que se ha permitido
¿Cómo afrontan todo esto las personas que conforman los equipos sanitarios en Gaza?
Graeme Groom: Tenemos grandes amigos y amigas doctores, enfermeros, sanitarios, los conozco desde hace años, entré por primera vez en 2009. Atienden a los pacientes y a su vez sufren depresión, múltiples desplazamientos y, literalmente, hambre.
Un anestesista con el que he trabajado mucho, Niza Aboudaka, me contó hace dos semanas que no tenían alimento alguno. Su esposa, sus seis hijos -de entre trece y dos años- y él estuvieron casi tres días sin probar bocado. Por la noche mezclan sal con agua para llenar sus estómagos.
Otro compañero, Mohammed Hanin, recién licenciado como médico, me contaba el otro día que ha tenido que ir a buscar harina en las colas del hambre de organización estadounidense que opera en Gaza, y donde han matado a mucha gente, disparándola. Nos ha enviado vídeos de esta marea humana suplicando comida.
Él y su hermano intentaron conseguir algo durante cinco días seguidos, y no lo lograron. A su lado hubo gente que resultó herida por disparos. Ayer me dijo que por fin su hermano consiguió un poco de comida, pero las milicias de Abu Shabab [armadas por Israel] lo atacaron, le arrebataron lo que tenía y lo golpearon tanto que quedó inconsciente durante cuatro horas.

En los últimos años hemos formado a gente de Gaza en Londres. Uno de ellos, nuestro primer cirujano becario, se llamaba Adnan Bursh. Estuvo con nosotros seis meses, se sentó en nuestra mesa, estuvo en nuestro hospital, conoció Londres. Fue arrestado en diciembre y murió en una prisión israelí el 19 de abril. Tenía 24 años y su cuerpo no ha sido entregado a su familia.
El pasado mes de junio trabajé con un cirujano palestino mayor que había estado seis meses en prisión en Israel y con un enfermero de quirófano más joven que llevaba un año en prisión. El mayor estaba demasiado traumatizado para hablar de ello. El más joven, que solía ser culturista, había perdido su musculatura cuando lo vi. Nos contó su año en cautiverio, la privación de comida, las ataduras, el ruido constante, la luz permanente y las palizas que recibió dos o tres veces al mes durante un año, durante los interrogatorios.
Como parte del interrogatorio, lo golpeaban, lo pateaban y había una tortura muy específica que describió: le obligaban a ponerse de pie, le ataban las manos a la espalda, lo inclinaban hacia adelante y luego lo colgaban de las manos hasta que solo los dedos de los pies tocaban el suelo. Eso no solo es terriblemente doloroso, sino que te da una sensación de asfixia, de no poder respirar, y eso ocurrió dos o tres veces al mes, todos los meses durante un año.
Por la noche cuando me voy a dormir me pregunto: '¿Estoy haciendo todo lo posible?' Me atrevo a pedir a todo el mundo, empezando por los dirigentes europeos, que se haga la misma pregunta
¿Qué piensan cuando escuchan discursos que aún niegan que haya una campaña de hambre provocada en Gaza?
Ana Jeelani: Llevamos 21 meses intentando informar, y solo ahora, con las imágenes de hambruna, parece que la gente quiere escuchar. Cuando estuve allí en octubre del 2024, traté rupturas de huesos de niños. Cuando los niños se rompen un hueso generalmente se curan bastante bien. No he tenido en Inglaterra ningún caso de niños que no se hayan curado de sus fracturas. Cuando estuve en Gaza en octubre, vi niños y niñas cuyos huesos no sanaban, no se unían, porque sufrían desnutrición. Eso fue el 24 de octubre.
Lo que vemos hoy es la culminación de todo lo que ha sucedido durante los últimos 22 meses; no ha ocurrido de repente, no es que esta gente se haya muerto de hambre de repente; es un proceso que se ha permitido. Así que, como seres humanos tenemos el deber de hacer todo lo posible. Nada justifica esto.
El hambre que está indignando a la gente es importante, sí, pero hay otros métodos que están matando a la gente, no ahora, desde hace 22 meses, y todos estos métodos están siendo usados a la vez.
Graeme Groom: Los gobiernos tienen que saber que necesitamos una solución duradera.
Ana Jeelani: Como alguien que ha trabajado en Gaza, todas las noches cuando me voy a dormir me pregunto qué más puedo hacer. Me miro al espejo y me pregunto si estoy haciendo todo lo posible para detener esto. Y me atrevo a pedir a la gente que se haga la misma pregunta, empezando por los dirigentes políticos, que se pregunten si están haciendo todo lo posible. ¿Estoy haciendo todo lo que puedo para poner fin a esto? Porque si la respuesta es no, puedes empujar más. ¿Estás haciendo todo lo posible, estás en el lado correcto?
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