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La guerra de Gaza reabre heridas en el Partido Laborista británico

La concejala independiente Shaista Aziz en el Ayuntamiento de Oxford.

María Ramírez

Oxford (Reino Unido) —

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Unos días después de dejar el Partido Laborista por su posición sobre la guerra de Gaza en octubre, la concejala de Oxford Shaista Aziz estaba haciendo la compra y se fijó en un hombre mayor parado en el aparcamiento. Le pareció desorientado y le preguntó: “¿Está bien, señor?” Aziz, que fue trabajadora humanitaria durante 15 años, le insistió a pesar de que el vecino decía no necesitar ayuda. “¿Está usted seguro?” Cuando el hombre por fin reconoció estar buscando a su esposa, la concejala le echó una mano. 

La mujer apareció y exclamó: “Usted es la concejala”. Aziz había dado entrevistas en los días anteriores para explicar que la falta de condena clara por parte del líder de su partido, Keir Starmer, a los cortes de luz y agua de Israel en Gaza la había empujado a dejar el grupo y a convertirse en concejala independiente

Entonces el hombre le pidió a Aziz estrechar su mano para agradecerle su dimisión. La pareja la felicitó y le contó su historia. “Me dijeron que eran judíos, que tenían familia en el kibutz. Y de repente ahí estábamos tres desconocidos llorando en el aparcamiento. Llorando por el genocidio, el horror, la deshumanización y la mierda en la que nos encontramos”, relata Aziz a elDiario.es en un café en el centro de Oxford mientras representa el diálogo como si estuviera en aquel aparcamiento, aunque hayan pasado más de cuatro meses. 

El legado de Jo Cox

La concejala representa barrios del este de Oxford, hogar de vecinos de clase obrera y pasado migrante y jóvenes estudiantes que comparten pisos ruidosos. Ella nació cerca de uno de los barrios que representa. Su padre, que había emigrado de Pakistán con sólo 16 años, era miembro del sindicato ferroviario y su madre se dedicaba a la enseñanza. 

Aziz lleva seis años como concejala. Decidió presentarse en un momento especialmente traumático para ella, tras la muerte de su padre y el asesinato de la diputada laborista Jo Cox a manos de un terrorista de extrema derecha unos días antes del referéndum sobre el Brexit en 2016. Cox era amiga y fue colega de Aziz durante cinco años en Oxfam, la organización de ayuda humanitaria nacida en Oxford. 

Aziz cuenta que esas tragedias personales y el Brexit la impulsaron a entrar en política y presentarse al Ayuntamiento: quería “combatir la retórica de extrema derecha” que veía alrededor. Le había interesado la política desde adolescente por la experiencia sindical de su padre y le había llegado el mensaje de esperanza de Tony Blair. La invasión de Irak cambió su opinión sobre Blair y empezó así lo que ella llama su “relación problemática” con el Partido Laborista. 

El pasado octubre, cuenta que se sintió “muy incómoda” cuando en la conferencia del Partido Laborista en Liverpool ni se mencionaba a los palestinos en las referencias a Oriente Próximo. Al volver, escuchó a Starmer en una entrevista sobre los cortes de agua y luz, y aunque el líder luego rectificó, eso fue lo que agotó la paciencia de la concejala. Aziz pidió explicaciones al partido y, después de insistir, recibió un email de “copia y pega” que sólo incluía la condena de los ataques de Hamás (que Aziz también ha condenado y descrito como “atrocidades”), y nada sobre “el castigo colectivo contra los palestinos”. 

Ella y otros nueve concejales de Oxford renunciaron al partido y han pasado a ser independientes, por lo quelos laboristas han perdido la mayoría en el Ayuntamiento y ahora gobiernan en minoría.

Decenas de concejales laboristas han renunciado a su partido por todo el país y algunos han sido suspendidos por no acatar las resoluciones laboristas, como pasó hace unos días en dos barrios de Londres. Varios diputados del Parlamento nacional han renunciado a sus portavocías como protesta y el descontento ha empujado a Starmer a mover su posición en las últimas semanas. 

En una caótica sesión a finales de febrero en el Parlamento, el Partido Laborista presentó una resolución para pedir “un alto el fuego humanitario inmediato”. Esto neutralizó otra resolución del Partido Nacionalista Escocés a la que se podían adherir parte de los diputados laboristas. Y en medio del debate, el speaker del Parlamento, Lindsay Hoyle, casi pierde su puesto por relajar las reglas para que el Partido Laborista pudiera presentar su texto a última hora. El speaker dijo que intentaba proteger a diputados laboristas que estaban recibiendo amenazas de activistas si no votaban a favor de una resolución que pidiera el alto el fuego. Hoyle era laborista, pero renunció a su afiliación política para ocupar este puesto que debe ser apartidista y que él ocupa desde 2019.

Lo que dicen las encuestas

Sólo el 14% de los británicos cree que Starmer ha gestionado bien la respuesta al conflicto en Oriente Próximo, frente al 52% que cree que lo ha gestionado mal o muy mal (el resto no sabe), según una encuesta de YouGov recién publicada. La mayoría de las personas que dicen haber votado al Partido Laborista en 2019 también considera que lo ha gestionado mal, y Starmer tiene porcentajes todavía más negativos entre las personas que tienen sentimientos y opiniones más fuertes sobre la guerra: el 67% de los que dicen que apoyan sobre todo a los palestinos y el 69% de los dicen que apoyan sobre todo a los israelíes creen que Starmer no ha gestionado bien el asunto. El primer ministro, Rishi Sunak, tiene notas igual de negativas. 

La empatía con palestinos e israelíes es un asunto que divide a la opinión pública británica, aunque los votantes laboristas dicen con claridad sentirse más cerca de los palestinos (el 47% dice esto ante esta opción y otras tres: más empatía hacia los israelíes, hacia ambos por igual o ninguno de los dos). 

Los titubeos de Starmer tienen que ver sobre todo con el pasado de su partido y el miedo a arriesgar su ventaja en las elecciones generales previstas para este año y que si celebrasen ahora ganaría por 20 puntos, según las encuestas

Distanciarse de Corbyn

La obsesión de Starmer es distanciarse de las acusaciones de antisemitismo de los años de su predecesor, Jeremy Corbyn, que llevó al Partido Laborista a una abultada derrota en 2019 frente a Boris Johnson, con el peor resultado para los laboristas desde 1935, que fue atribuido en parte al antisemitismo.

“Hemos pasado mucho tiempo trabajando con Starmer y su equipo para reconstruir la confianza después del desastroso liderazgo de Corbyn y sus fracasos en materia de antisemitismo”, explica a elDiario.es por teléfono Mike Katz, presidente del Movimiento Laborista Judío que también fue parlamentario. “La comunidad judía le da crédito a Starmer por cambiar el Partido Laborista y devolverlo a una posición donde pueda votar haciendo consideraciones normales sobre las políticas del partido en lugar de preguntarse: ¿es racista? ¿es una amenaza para mí como judío británico? Todo lo que queremos es volver a estar en un campo de juego nivelado”.

La organización está afiliada al partido desde 1920 y trabaja con otras por todo el país, también grupos interreligiosos, por ejemplo uno de concejalas judías y musulmanas que se reunió en Liverpool con el alcalde de Londres, el laborista Sadiq Khan, en octubre. 

Katz dice que queda trabajo por hacer y cita como ejemplo los temores de la comunidad ante algunos mensajes en las protestas pro-palestinas a favor de la desaparición de Israel e incidentes en los ayuntamientos locales, como el ataque verbal hace unos días contra un concejal laborista, identificado como judío, en un debate sobre el presupuesto en un barrio de Londres.

Antisemitismo e islamofobia

Katz comparte la ansiedad por los rehenes de Hamás y por los civiles en Gaza, defiende la solución de dos Estados, es muy crítico con el Gobierno “racista y de extrema derecha de Netanyahu” y quiere que la guerra “se acabe lo antes posible”. 

También teme que “la política exterior se convierta en una batalla en las calles británicas” y señala los datos sobre “un enorme aumento del antisemitismo y también de la islamofobia”. “No podemos responsabilizar a los judíos británicos por las acciones del Gobierno israelí de la misma manera que no responsabilizas a los musulmanes británicos de las acciones de Hamás”, dice. 

Entre octubre y noviembre, su organización escribió a todos los concejales laboristas como Aziz para decirles que desempeñan “un papel muy importante en el mantenimiento de la cohesión de la comunidad” más allá de las “opiniones firmes sobre política exterior”. “Tenemos que asegurarnos de que, sobre el terreno, la gente de todas las comunidades se sienta segura y que continúe el diálogo que los ayuntamientos mantienen entre grupos de todo tipo”, dice Katz.

¿Volver a qué?

Desde que renunció, Aziz ha recibido mensajes como éste y llamadas de los principales miembros del Partido Laborista, que esperan que un día vuelva. Pero ella lo tiene claro ahora: “¿Volver a qué? No reconozco a este Partido Laborista de ninguna forma. No ofrece nada. No ofrece visión. No ofrece ninguna alternativa… No soy una política de carrera. No renuncié por una maniobra publicitaria. Renuncié por principio, por el principio del derecho humanitario y el derecho internacional y por el principio de que el pueblo palestino es un pueblo de seres humanos que merecen ser tratados como tales y cuyas vidas importan”.

Ella, además, siente una conexión con el desprecio que ha visto hacia comunidades minoritarias en el Reino Unido, en particular la pakistaní-británica a la que pertenece, por parte del Gobierno conservador. Las declaraciones más extremas de la exministra de Interior Suella Braverman van contra su comunidad, según Aziz.

Decepcionada y cansada del acoso y las amenazas que ella también ha sufrido como concejala, dice que no se presentará a las próximas elecciones municipales y seguirá con su trabajo humanitario y su asociación feminista y antirracista de futboleras

Para la concejala, uno de los problemas es el uso de la identidad minoritaria como una casilla que rellenar o una baza para ganar votos sin que haya un respeto real detrás. Es muy crítica con el Partido Laborista, pero también con algunos movimientos a su izquierda, incluidos los verdes y los sindicatos.

“La izquierda está muy desorganizada. No creo que tenga una visión clara de lo que quiere hacer. Hay mucho racismo, islamofobia y antisemitismo en sus filas. ”¿Cree en el pluralismo? ¿Puede gestionar a mujeres que se parecen a mí? Yo no estoy aquí para ser salvada“, dice Aziz, que también cuenta haber sufrido lo mismo en tiempos de Corbyn. 

La concejala Aziz dice que apoyó a Corbyn y que, aunque tenía “algunas ideas”, no supo ejecutarlas y “había muchas camarillas y políticas de identidad que no ayudan a nadie”. “Existía un antisemitismo que no se fue del Partido Laborista porque se fuera Corbyn. Hay antisemitismo en el mundo y en la sociedad británica, y lo hemos visto porque ha habido ahora un aumento masivo y vergonzoso del antisemitismo. No basta con cambiar el líder”, explica la concejala Aziz, que cree que las minorías étnicas, religiosas o sexuales están en el mismo barco de la discriminación: “Como mujer de una minoría nunca me sentí segura en el Partido Laborista con Corbyn como líder o con Starmer como líder. El Partido Laborista no es un espacio seguro para mucha gente… gente trans, gente judía, gente musulmana, gente que piensa por sí misma”.

Victoria de Galloway

Una de las señales preocupantes para el Partido Laborista es la reciente victoria en Rochdale, una ciudad cerca de Manchester, de George Galloway, un antiguo laborista, admirador de Sadam Husein, y que en 40 años en política ha dado bandazos a izquierda y derecha mientras trabajaba para la tele estatal iraní o para un concurso de Gran Hermano. Galloway se ha puesto del lado de los regímenes autoritarios de Rusia y Siria, definió violar a una mujer mientras está dormida o no utilizar condón en contra de su voluntad como “mala etiqueta sexual”, hizo campaña por el Brexit y ahora ha ganado un escaño en el Parlamento nacional tras vencer hace unos días en unas elecciones especiales acusando a los partidos británicos de “apoyar el genocidio” en Gaza. 

El Partido Laborista había quitado su apoyo a su propio candidato después de la publicación de los detalles de una reunión en la que sugería sin pruebas que el Gobierno israelí había dejado a propósito que sucedieran los ataques de Hamás. Era demasiado tarde para sustituir al laborista y Galloway arrasó en unas elecciones con una participación más baja que en las generales, como suele ser habitual. 

“En un momento de creciente antisemitismo e islamofobia, él es como echar gasolina en un incendio”, dice Katz. La concejala Aziz coincide en sus críticas al político: “Rochdale es un lugar muy volátil. Es un lugar donde ha habido mucho trauma, necesita curación. No creo que George Galloway sea una respuesta a esto en absoluto”. Al mismo tiempo, culpa a su antiguo partido por no saber ofrecer una alternativa y empujar a los ciudadanos hacia “un voto protesta”.

Elecciones generales

Rob Ford, profesor de Políticas de la Universidad de Manchester y miembro del think-tank UK in a Changing Europe, cree que el de Rochdale es un caso especial por la circunstancias. A la vez, según él, el resultado revela “la alienación creciente respecto al laborismo de comunidades musulmanas que han apoyado al partido durante generaciones” y la “volatilidad” de la política actual.

“Por ahora, el enfado de los votantes en las elecciones generales de este año parece estar centrado principalmente en el fallido e impopular Gobierno conservador en el poder. Pero ese enfado se puede mover rápidamente a otra parte”, escribe Ford en un artículo publicado este martes. Una preocupación para estrategas laboristas es que “su fortaleza en las encuestas está guiada más por el rechazo al fallido statu quo que por el apoyo a una alternativa específica” y, si gana los comicios, el Partido Laborista “puede pasar pronto de ser el beneficiario al blanco del descontento de los votantes”.

La debacle de los servicios públicos, el hundimiento de la economía –que entró oficialmente en recesión el último trimestre de 2023–, la falta de trabajadores, la factura disparada de la electricidad y el caos para intentar deportar a unos pocos migrantes a Ruanda dominan las preocupaciones del electorado ante un Gobierno muy impopular. La política exterior no está, de momento, entre las principales preocupaciones de los británicos. 

“En última instancia, para la mayoría de las personas, cualquiera que sea su origen étnico o su religión, las cosas que les importan cuando eligen un gobierno potencialmente para los próximos cinco años son sobre la vida cotidiana”, dice Katz. “¿Por qué la vivienda es tan cara? ¿Por qué no puedo conseguir una cita con el médico de cabecera o con el dentista?... Son preguntas fundamentales que judíos, musulmanes, personas de cualquier religión o de ninguna, se van a hacer”.

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