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ANÁLISIS

El hundimiento de Liz Truss representa la mayor derrota del dogma neoliberal en Europa

Kwarteng y Truss visitan la construcción de un campus médico en Birmingham el 4 de octubre.

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Pocas veces un jefe de Gobierno se ha encontrado en una cita tan dramática para su futuro como Liz Truss en la conferencia de prensa que dio en la tarde del viernes. La primera ministra británica tenía que presentarse para explicar la destitución de su ministro de Economía provocada por la presión del grupo parlamentario de los tories. No tenía mucho que contar. El encuentro con los periodistas duró ocho minutos y 21 segundos.

Truss respondió a cuatro preguntas en tono dubitativo y salió corriendo ante la perplejidad de los reporteros, que obviamente querían plantear muchas más cuestiones.

En ese tiempo, a Truss le dio tiempo al menos para anunciar que cancelaba su rebaja del impuesto de sociedades a las empresas. El Gobierno conservador anterior había tomado la decisión de subirlo del 19% al 25% con la intención de financiar un inmenso paquete de ayudas a la población para afrontar el precio de la luz. Truss pretendía mantenerlo en el 19% y así lo había confirmado el miércoles en la sesión de control en el Parlamento. El humillante giro de 180 grados la obligaba a cesar al ministro Kwasi Kwarteng, a pesar de que ella había defendido la medida en el reciente congreso anual del partido y en la Cámara de los Comunes.

El caos causado tanto en la reputación de la deuda británica en los mercados financieros como en el Partido Conservador simbolizan la derrota del dogma neoliberal que dice que ante cualquier coyuntura económica la solución correcta es bajar los impuestos, en especial a las empresas, para favorecer el crecimiento. Reino Unido es el país de Europa occidental donde esta idea echó raíces con más intensidad desde los tiempos de Margaret Thatcher.

España es uno de los países en que la derecha asumió ese mensaje con mayor convencimiento. Isabel Díaz Ayuso se apresuró a tuitear el anuncio inicial de la rebaja fiscal masiva para atacar al Gobierno de Pedro Sánchez. No volvió a hacerlo desde que se conoció el impacto en la cotización de la libra y en los tipos de interés y en la caída de los conservadores en las encuestas.

“Es como el Miércoles Negro de 1992 (el día en que la libra tuvo que abandonar el sistema monetario europeo) –comentó un desmoralizado viceministro a BBC–, ”cuando los tipos de interés se dispararon, perdimos la credibilidad económica y nos costó quince años recuperarnos“. Esa es una receta que pocos partidos europeos querrán preparar en su cocina.

Truss perdió el apoyo de los diputados conservadores cuando estos vieron las consecuencias dramáticas de sus políticas. Las encuestas dan a los laboristas una ventaja de entre veinte y treinta puntos. En la más reciente de Ipsos, sólo un 16% se muestra satisfecho con su gestión y un 67% la rechaza.

La conferencia de prensa era una oportunidad de recuperar la confianza, una vez que ofreciera el cadáver político de Kwarteng. En una especie de gesto premonitorio, Truss vestía de negro y sus respuestas estuvieron a la altura de ese tono sombrío. En ocasiones, sonaba robótica, como si llevara memorizadas las respuestas. En la frase menos acertada, dijo que continuaba en el puesto para dar “estabilidad” a la economía del país, que es lo contrario de lo que sucedió. En menos de diez minutos, puso fin a la tortura.

Incluso sus partidarios quedaron decepcionados por la actuación. Uno de ellos, el diputado Christopher Chope, dijo que el partido y el Gobierno se convirtieron en “el hazmerreír” de la política: “Francamente, no sé qué vamos a hacer a partir de ahora”.

Todos sabían que Truss no es una gran comunicadora, pero esperaban algo más. El periodista Rob Burley escribió que la rueda de prensa hacía que Theresa May, otra primera ministra siempre incómoda en los contactos con periodistas, pareciera Barack Obama.

En poco más de dos horas, los medios británicos se llenaron de artículos en los que citaban a diputados tories que describían de forma anónima su impresión tras ver a Truss en televisión. “Es mala en todo”, dijo uno a la revista conservadora The Spectator. Otro que le dio su voto en las primarias se planteaba su eliminación política como una opción realista a corto plazo: “Ella lo empeoró todo. Todo es peor hasta el punto de que hace 24 horas no me hubiera creído la idea de que Rishi y Penny puedan hacerse con el control del partido, pero ahora creo que hay una posibilidad de que eso ocurra”.

Rishi Sunak y Penny Mordaunt fueron los candidatos que llegaron más lejos en las primarias en su enfrentamiento con Truss. Mordaunt fue eliminada en la última votación del grupo parlamentario tory. Sunak fue derrotado cuando la decisión quedó en manos de los militantes del partido, que eligieron a Truss con una mayoría del 57% de los votos. La triunfadora recibió 81.326 votos en una contienda a la que estaban convocados los 170.000 militantes tories.

De inmediato, anunció un paquete de rebajas fiscales que no figuraba en el programa electoral con el que los conservadores obtuvieron una amplia victoria en las elecciones de 2019, en las que consiguieron casi catorce millones de votos.

El viernes tuvo que anunciar su derrota, la única forma de salvar su cargo de momento. “Está claro que partes de nuestro presupuesto iban más lejos y más rápido de lo que esperaban los mercados (financieros). Por eso, la forma de cumplir nuestra misión tiene que cambiar. Necesitamos actuar para tranquilizar a los mercados sobre nuestra disciplina fiscal”.

La referencia a los mercados no pasó desapercibida. “Es una gloriosa ironía que aquellos en la política británica que idolatran los mercados financieros internacionales y el capitalismo de casino sin control hayan sido destruidos por las mismas fuerzas que ellos promueven y veneran”, escribió el periodista Kevin Maguire, del prolaborista Daily Mirror.

Truss nombró a Jeremy Hunt para ser el nuevo ministro de Economía y máximo responsable de la política económica. Hunt es un superviviente del Gobierno de David Cameron del que fue ministro de Cultura y Sanidad. Luego se puso al frente del Foreign Office en el Gabinete de Theresa May. Se presentó sin mucho éxito a las primarias para sustituir a Boris Johnson. Quedó eliminado en la primera votación al recibir el voto de sólo 18 diputados y decidió apoyar a Rishi Sunak.

Curiosamente, en esa campaña Hunt fue aún más lejos que Liz Truss en el asunto de la rebaja fiscal. Pretendía reducir el impuesto de sociedades al 15% con la intención de congraciarse con el ala derecha del partido, que no confía demasiado en él.

Reino Unido tuvo cuatro primeros ministros diferentes en seis años después del referéndum del Brexit. En el caso del canciller del Exchequer (ministro de Hacienda) la ratio de defunción política es peor: cuatro distintos en los últimos tres meses. Eso no salvará a la primera ministra. Los tories gastan fama de ser implacables con los primeros ministros que pueden ser un peso muerto en las urnas.

Lo único que los retiene es el hecho de que no pueden seguir cometiendo errores estúpidos. “La gran cuestión es: ¿podemos deshacernos de ella sin que la opinión pública diga: 'Sois una banda de payasos?'”, dijo a The Times un diputado conservador.

Truss pasó a ser “una primera ministra zombie” en un tiempo récord, en expresión de un columnista del Financial Times. Llegó al cargo con la promesa de reducir todos los impuestos y anunció que era esencial para aumentar el crecimiento. Su rectificación la forzó ahora a entregar la política económica a un partidario de su rival en las primarias que ahora casi tendrá tanta autoridad como ella en el Gobierno.

Su intento de convertirse en la nueva Margaret Thatcher y de conseguir que los tories vuelvan a influir en la política fiscal de la derecha europea quedó reducido a cenizas. Truss es ahora un símbolo del fracaso por querer ir demasiado lejos sin más armas que el poder del dogma frente al rechazo de la opinión pública y de tu propio partido. Todos conocen ya las consecuencias de imponer una rebaja fiscal de amplio espectro en una época de inestabilidad financiera.

ISU

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