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Jesús, el primer bebé nacido en España tras un trasplante de útero de una donante viva

El recién nacido Jesús, hijo de Tamara y Jesús, en el Hospital Clínic de Barcelona

Pau Rodríguez

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El primer trasplante de útero de la historia de España tuvo lugar en octubre de 2020 y tres años después el resultado de aquella operación pionera es un retoño de nombre Jesús. Tamara Franco, su madre, lo llevaba este lunes en brazos por los pasillos del Hospital Clínic de Barcelona, donde se realizó todo el proceso. “Ha sido un proceso muy duro y a la vez muy bonito; ha merecido la pena”, valoraba la mujer.

El trasplante se realizó el 5 de octubre de 2020, liderado por los jefes de los servicios de Ginecología del Hospital Clínic, Francesc Carmona, y de Urología y Trasplante Renal, Antonio Alcaraz. El proceso se inició en 2016 y se enmarca en el proyecto de investigación Estudio de factibilidad de procedimiento de trasplante uterino de donante viva con obtención de injerto para cirugía robótica, con el objetivo de validar la viabilidad de esta cirugía.

“Se trata de uno de los trasplantes más complejos que hay”, advertía el doctor Alcaraz. La extracción del órgano a la donante, la hermana de Tamara, duró hasta once horas. Y se hizo con cirugía robótica. La posterior implantación fue otra cirugía de cinco horas. Esto se debe, explicó el doctor, a que los vasos sanguíneos soy muy pequeños y que no se puede “sacrificar” la vascularización de órganos adyacentes como la vejiga. “Y a eso se le añade que el uréter siempre va por el peor sitio y se mete en medio”, comentaba. 

El de Tamara fue el primer trasplante de útero de un donante vivo realizado en España, pero no en Europa. El primer nacimiento en el continente tras una operación de este tipo fue en Suecia en 2014. Desde entonces, es en la ciudad sueca de Göteborg donde se hace recuento de todos estos casos en el mundo y se han practicado ya poco más de 100, de los que han nacido una cincuentena de niños. “La cifra da una medida del tremendo éxito”, ha valorado Carmona. 

En el Clínic, que ha llevado a cabo este proceso de forma experimental, lograron autorización de los comités éticos del centro y de la Generalitat para hacer cinco trasplantes a mujeres con el síndrome de Rokitansky, que afecta a aquellas que, como Tamara, han nacido sin útero. De momento, el hospital ha hecho dos de esos trasplantes y está pendiente de otras dos parejas que han comenzado el proceso. 

El trasplante de útero de donante vivo presenta algunas dudas a nivel ético, puesto que hay que evaluar los riesgos y beneficios de una compleja operación que responde no a la curación de una patología concreta, sino a la infertilidad de la paciente. Así como el Clínic logró el aval del Comité de Bioética de Catalunya, la Organización Nacional de Trasplantes (ONT), de ámbito estatal, mostró en su día sus reservas. “Es muy positivo que se abra el debate ético sobre los límites a los que podemos llegar con los avances éticos. Es básico discutirlo socialmente”, ha valorado Carmona, que no ha querido entrar en si cree que esta cirujía acabará saltando de la experimentación a la práctica diaria.

En la rueda de prensa ha participado también el conseller de Salud, Manel Balcells, que ha elogiado al Clínic por “ampliar las fronteras de la ciencia”.

Ocho años y un hijo sano

Desde que se obtuvieron los avales para probar esta cirugía, en 2015, han pasado ocho años. “Ha sido un largo peregrinaje”, describía el doctor Carmona. Durante este tiempo, tanto él como Alcaraz han visitado quirófanos de México, India y Estados Unidos para observar las técnicas empleadas. 

Tras la operación a Tamara, en octubre de 2020, el primer síntoma de que todo iba según lo previsto es que tuvo la regla un mes después. “Era la demostración de que el órgano hacía su función”, relataba este lunes el doctor Carmona. Pero faltaba la segunda parte, que Tamara pudiese quedarse embarazada. En la segunda transferencia de embriones que le hicieron lo logró, pero sufrió un aborto. A la tercera, se volvió a quedar en cinta.

El embarazo, por si fuera poco, se complicó con una preeclampsia, lo que obligó a programar una cesaria a los siete meses de gestación. De ahí las palabras que repetía este lunes la madre. “El proceso ha sido muy duro. Pero a la vez bonito. Con todos los riesgos, creo que ha merecido la pena”, insistía ante la prensa. 

Jesús nació con un peso de 1,1 kilos y tuvo que estar ingresado en la UCI de neonatos durante unos días. Pronto su madre ya pudo darle el pecho y hoy todos sus indicadores de desarrollo son positivos. Pesa 3,2 kilos y la ayuda intermitente de oxígeno que todavía tiene que llevar se la podrán retirar pronto.

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