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La “moda” de las dietas sin gluten o sin lactosa sin diagnóstico médico, “un riesgo sin necesidad”

Las "dietas de exclusión" pueden implicar riesgos para la salud.

Daniel Sánchez Caballero

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“Cuando la población se preocupa por su salud, tiende a cambiar sus patrones de vida. Pero los cambios no son siempre los más adecuados”, reflexiona la médico de familia Eva Arranz. Está pasando con la alimentación. Un 15% de la población española ha excluido de su dieta la lactosa de manera voluntaria, sin justificación médica que apoye su decisión. El 5,7% ha hecho lo propio con el gluten, según un estudio de la Academia Española de Nutrición y Dietética (AEND) y la Fundación Mapfre. Y puede no ser tan buena idea, aunque la motivación que la sostenga sea la de intentar comer más sano, según los expertos en nutrición.

“El seguimiento de las dietas de exclusión de forma no justificada puede suponer un riesgo para la salud”, asegura Giuseppe Rusolillo, presidente de la Academia. “Las dietas sin gluten están asociadas a un mayor consumo de grasas saturadas. El ciudadano piensa que está siguiendo una dieta más saludable, pero está tomando grasas perjudiciales para la salud”, elabora.

“Por otro lado, el consumo de productos sin lactosa incrementa el riesgo de ingesta inadecuada de calcio, que podría impactar en la salud ósea”, apunta Rusolillo. Los sustitutivos habituales de la leche y sus derivados –principalmente, las bebidas vegetales a base de frutos secos o cereales– tampoco son el complemento ideal para compensar la falta de lactosa por su habitual alto contenido en azúcares, añaden los expertos. Además, explica Fernando Rodríguez Artalejo, catedrático en Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad Autónoma de Madrid, ni siquiera es necesario buscar sustitutivos si se mantiene una alimentación equilibrada correcta. “En nuestra dieta hay productos ricos en calcio que pueden servir para atender nuestras necesidades, como el pescado (sardinas), huevos o algunas verduras. Ni siquiera es necesario reemplazar los productos lácteos por otros”, explica.

Las dietas sin gluten están asociadas a un mayor consumo de grasas saturadas y los sustitutivos de la lactosa son ultraprocesados que pueden tener muchos azúcares

La Academia de Nutrición explica que “durante los últimos años, el gluten y la lactosa han adquirido la fama de nutrientes poco saludables y muchas personas han decidido eliminarlos de su dieta”. Este colectivo está compuesto por más mujeres que hombres y especialmente población de mediana edad, “quienes, en general, están más concienciados con el cuidado de su alimentación y estado físico”, según los resultados de la encuesta. En muchas ocasiones, son las mismas personas: el 79% de quienes evitan el gluten también lo hacen con la lactosa; el 56% de los que se quitaron la lactosa lo extendieron al gluten. Y arrastran en sus decisiones a sus familiares.

La AEND destaca como aspecto positivo que estas prácticas “derivan de una preocupación cada vez mayor por el bienestar, el autocuidado de la salud y la calidad de la alimentación”, pero la doctora Arranz añade que “si dicho cambio viene motivado por la sospecha de padecer una enfermedad, alergia o intolerancia a algún alimento, el diagnóstico debe ser siempre realizado por un médico” y tener “un correcto asesoramiento y seguimiento”.

“Son productos ultraprocesados”

Fernando Rodríguez Artalejo, catedrático en Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad Autónoma de Madrid, opina que mucha gente excluye alimentos “por motivos ideológicos” –como no comprar productos de origen animal o realizar un consumo más sostenible medioambientalmente–, pero el problema es por qué alimentos se sustituyen, habitualmente las bebidas vegetales a base de frutos secos o cereales.

“Todos estos productos son ultraprocesados, cuyo efecto a largo plazo sobre la salud no es bien conocido porque su consumo es reciente pero, en cualquier caso, va en la línea contraria de todas las recomendaciones alimentarias, que pasan sobre todo por no utilizar productos ultraprocesados”, expone.

Eduard Baladía, director científico del área del conocimiento científico de la AEND, añade que “muchas de estas bebidas llevan azúcares añadidos –más las que derivan de cereales, menos las de frutos secos– y es necesario controlar esto, porque la población es sedentaria y tiende a la obesidad. Hay que vigilar el consumo”.

Ambos expertos añaden otro argumento, aunque este no es sanitario: “Además, son mucho más caros: una bebida de soja al menos cuesta el doble que la leche”. Artalejo también comenta que, si se van a consumir, al menos hay que “asegurarse de que están fortificados en calcio, que la mayoría lo están, y que no tengan azúcares añadidos”.

Sin diagnóstico clínico

Luego está el gluten, el otro gran excluido de las dietas. Artalejo cree que “hay una corriente de moda, ideológica, de gente que piensa sin fundamento que quitándose el gluten puede mejorar su salud”. Nada que objetar, añade el catedrático de Medicina Preventiva, “cada uno puede experimentar y ver cómo se siente”, pero advierte: “El diagnóstico en la sensibilidad o intolerancia al gluten no está nada claro y es una entidad relativamente controvertida. Se habla de ella, se investiga, pero el diagnóstico de la intolerancia, que es distinta a la celiaquía, es complicado y no tiene pruebas muy específicas. Y siempre hay que llegar a este diagnóstico después de descartar que uno tiene celiaquía. Es más un diagnóstico de exclusión o sospecha clínica”.

Además, es difícil de diferenciar. “Muchos de los síntomas intestinales de la posible intolerancia al gluten son muy inespecíficos y se asocian a otras muchas cosas también, por ejemplo el estrés”, ilustra. En cualquier caso, más allá de las incomodidades que le causen a cada uno –“el gluten está en todas partes”–, “quitárselo no implica ningún problema porque no es imprescindible para la vida, aunque hay que asegurarse que se toman otros cereales con vitaminas”, cierra.

Contra los mitos del veganismo

El informe de la AEND también refleja que España tiene unos índices de población que sigue una dieta flexitariana (con baja ingesta de carne y prioridad por las blancas y magras), vegetariana (sin carne ni pescado, pero sí lácteos o huevos) o vegana (sin nada de lo anterior) similar a la de otros países del entorno: un 7%, un 4% y un 0,8%, respectivamente. Y desmiente algunas ideas asentadas en torno a ellas.

“Sigue existiendo la idea de que una dieta vegetariana o vegana no tiene por qué entrañar un riesgo para la salud”, comenta Rosillo. Y aunque matiza que este tipo de dietas pueden ser perfectamente adecuadas (“es cierto que se puede ser vegano en cualquier etapa de la vida sin poner en riesgo la salud”) explica que lo ideal es “suplementar la dieta con vitamina B12 y planificar correctamente el menú”, cierra.

*Este artículo ha sido editado para matizar los dos últimos párrafos, que podían entenderse como una crítica a las dietas veganas o vegetarianas, que no era el mensaje que pretendió trasladar el presidente de la Academia Española de Nutrición y Dietética.

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