Elecciones en España 2023 - Análisis

La revancha del sanchismo: el único gobierno aritmética, parlamentaria y políticamente posible es socialista

Un día después de celebrar elecciones generales el 23-J, la figura del futuro gobierno de España lucía su contorno rígido pero nítido. El popular Alberto Núñez Feijoo ganó las legislativas, pero perdió las elecciones. El aspirante a vicepresidente de una coalición derechista, el ultra Santiago Abascal, fue el gran perdedor del penúltimo domingo de julio. La suma de los votos de Feijoo y Abascal es insuficiente para formar gobierno. El socialista Pedro Sánchez salió segundo en las legislativas, pero puede ganar la reelección.

El presidente suma los votos de su socia y actual vicepresidenta segunda, la izquierdista Yolanda Díaz, y los de sus aliados electorales catalanes y vascos. También son insuficientes. A menos que el catalán Carles Puigdemont  ordene a sus diputados que se abstengan en la votación del presidente en el Congreso. Sin Puigdemont no hay gobierno, ni de izquierda, ni de derecha. A nadie escapa la ironía de que la gobernabilidad del Reino de España dependa de un líder independentista, fugado del país, refugiado en la ciudad belga de Waterloo, sentenciado como criminal y cuya extradición reclama la Justicia de Madrid.

Los números no mienten pero desmienten

Cuatro veces presidente de Galicia, el candidato opositor fue el primer candidato de derechas español en lograr en su primera postulación que su partido ganara en las legislativas. Pero con 136 bancas es aritmética, parlamentaria y políticamente imposible que el líder del Partido Popular (PP) logre reunir para el bloque derechista los 176 votos de la mayoría. Llega hasta 171, sumados los 33 de la derecha extrema de Vox, el partido que se derrumbó el penúltimo domingo de julio.

Después de cada elección de la democracia española, dos bloques ideológicos antagónicos se enfrentan a la misma, reiterada realidad. En España, ni la izquierda ni la derecha pueden gobernar sin los territorios: dependen de un Sí o un No independentista.

Con 122 bancas, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) cuenta con hasta 172 votos sumando los 31 de su socio de izquierda Sumar y las voluntades de sus aliados electorales regionalistas vascos y catalanes. Le es indispensable, pero no imposible, la abstención de los 7 diputados de Junts x Catalunya (JxC), el partido separatista cuyo líder está en el exilio.

La Vox a ti debida

Vox perdió 600 mil votos, 19 escaños, casi la mitad, más de un tercio de los que tenía. La posibilidad de llegar a la vicepresidencia del gobierno quedó por completo trunca. Hay algo de sumo interés para Vox, pero que excluyen de la jeremiada de la derrota, porque sería demasiado iluminador de sus malas costumbres. Y que de su dependencia, para ganar y retener votos. y es una de las áreas más rutilantes de sus similitudes con Trump, Bolsonaro y el difunto Berlusconi, de las artes del espectáculo político.

Vox se quedó sin escaños suficientes como para presentar recursos de inconstitucionalidad, con los que templó abundantemente sus dotes de showmanship en la anterior Legislatura, ni para presentar en solitario mociones de censura, como hizo en dos oportunidades. Se descuenta la participación de Vox en toda aventura de investidura del PP, pero los números y el aislamiento ideológico le auguran un futuro período de irrelevancia folk. “¿Has oído la Vox, Giorgia?”, tuiteó el ex premier centro-izquierdista italiano Matteo Renzi, apostrofando a la actual premier post fascista, Giorgia Meloni, que había viajado a España para hacer campaña por su “amigo” y “hermano de Italia”, Santi Abascal.

Las tribulaciones de un gallego en Madrid

Una de las paradojas de Vox, partido de centralismo de estricta observancia, es el haber sido fundado por vascos y catalanes. Junto a los medios y los sondeos, el bilbaíno Santiago Abascal incluyó en la lista de causas de la derrota al auriense candidato del PP, al que reprochó escabullir el último debate presidencial.

Gallego como el caudillo Francisco Franco, a Núñez Feijoo tocó presidir el amargo festejo pírrico de sonrisas perfectamente bien forzadas de la noche del domingo 23-J en la sede partidaria madrileña, y constatar lo que sabía de sobra, que en el Reino no se ganan mayorías absolutas como él las ganó por cuatro veces consecutivas en su Xunta autonómica. En el balcón de victoria de la calle Génova 13,  donde se celebran los triunfos populares, todos de blanco. Menos Isabel Díaz Ayuso, presidenta de Madrid con mayoría absoluta ganada el 28-M, toda de rojo. Debajo del balcón, el pueblo madrileño no gritaba Feijoo, perdedor del verano, coreaba el apellido de la gran ganadora de primavera: “¡Ayuso, Ayuso!”.

El martes, en la reunión de la cúpula del PP en Madrid, todos los altos mandos populares cerraron filas en torno al ganador de los 136 escaños que había creído que iba a ganar 150 ó 160, el gallego que había venido a Madrid para triunfar y derogar al sanchismo, y que la noche anterior, desde el balcón, le había pedido al sanchismo que por favor tuviera a bien derogarse. Y que lo dejara gobernar a él, a Alberto Núñez Feijoo, porque había ganado más bancas. El pedido resulta desconcertante, porque aún si el madrileño Sánchez tuviera la deferencia que le piden, con 136 bancas no es posible gobernar en solitario.

En la reunión popular cumbre, preguntaban los medios a los barones si Feijoo debía seguir siendo el líder del PP, dadas las cirncunstancias. Todos exclamaban: '¡Desde luego!'. Como lo había hecho nocturna en balcón, también se diferenció aquí, diurna, Ayuso, que respondió: “No creo”.

Los dilemas de un catalán en Waterloo

La gobernabilidad del Reino de España está a la merced de un partido que es la quinta fuerza política en Cataluña, y que el 23-J hizo la peor elección de su historia. Este último dato de mal y deteriorado desempeño electoral de JxC es el más importante. Aquel que influirá sobre la decisión final que medite Puigdemont en su 'embajada catalana' de Waterloo, localidad belga donde se libró la batalla de la derrota final napoleónica.

El Partido Socialista de Cataluña (PSC) hizo una brillante elección, y se colocó como primera formación política en la Autonomía. Barcelona no quiere a Vox en Madrid. ¿Lo quiere Waterloo? Si JxC vota consistentemente No a la posibilidad de que el PSOE forme gobierno, habrá nuevas elecciones. ¿Y cómo saldrá en ellas JxC, que ve sus votos menguar, y ganar en cambio, relativamente, a su rival independentista de izquierda, Esquerra Republicana (ER)? Además de la fatiga ciudadana y del gasto público de una nueva elección, ¿quiere quedar en la foto y en la historia como el partido que dio una nueva oportunidad a la derecha? ¿En la misma foto que Vox, un partido en cuya plataforma refulge como una misión histórica, ratificada después del 23-J, el ilegalizar para siempre a JxC? (Y al propio destino judicial del propio Puigdemont, encausado por el referéndum independentista catalán de 2017, ¿no le es más provechoso un gobierno progresista?).

Además, JxC concesiones puede obtener, de un gobierno PSOE-Sumar, a pesar de que en la pasada Legislatura sistemáticamente votó en contra de todas sus iniciativas. Porque, y es otra paradoja, si los catalanes que forman el electorado de JxC no fueran catalanes, fueran castellanos, votarían Vox o PP. Porque la base social de JxC (heredados o recaudados de Convergencia y Unión, el partido de Xordi Pujol), es anti socialista y anti izquierdista por antonomasia, como también es xenófoba.

Las tres regiones de España que ganó enteras el PSOE, las únicas pintadas de rojo en un mapa azul, son Cataluña, el País Vasco, y Navarra. Tres regiones independentistas. Cuando se han contado los votos, se ha cantado el “¡No pasarán!”, se ha prohibido el “De cara al sol”, España, sin embargo no ha ajustado todas sus cuentas. Debe seguir con el ábaco en la mano. En España, ni la izquierda ni la derecha pueden gobernar sin los territorios.

AGB