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“Todos están buscando opciones”: Las rusas vuelan a Argentina para dar a luz

Las mujeres rusas que se trasladan a Argentina para dar a luz pagan entre 1.200 y 9.000 dólares a intermediarios.

Pjotr Sauer

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Mientras hacía cola en la maternidad del Sanatorio Finochietto, en la bulliciosa Buenos Aires, Polina Cherepovitskaya de repente oyó el familiar sonido de la lengua rusa. “Era una locura, había por lo menos ocho mujeres rusas embarazadas esperando delante de mí”, cuenta en una entrevista telefónica Cherepovitskaya, que es diseñadora de joyas y reside en Moscú.

Cherepovitskaya, que dio a luz a principios de este mes, es una de los cientos de mujeres rusas que viajaron en el último año a la capital argentina para tener a sus bebés allí.

Desde el inicio de la invasión rusa en Ucrania, Argentina experimentó un auge del “turismo de maternidad” proveniente de Rusia.  “Turismo de maternidad” o “turismo de parto” son los términos con que se refiere a la práctica de viajar a otro país con el propósito de dar a luz y obtener la ciudadanía para el recién nacido.

Si bien el concepto de “turismo de maternidad” no es nuevo, el aislamiento al que Occidente sometió a Rusia como consecuencia de la guerra en curso convirtió a Argentina, donde los ciudadanos rusos no necesitan visa para ingresar, en el destino preferido de las familias que desean conceder a sus hijos los privilegios de una segunda nacionalidad. Puede que el reclutamiento de cientos de miles de reservistas militares por órdenes de Vladímir Putin haya contribuido a esta tendencia.

Georgy Polin, jefe del departamento consular de la Embajada de Rusia en Argentina, estima que entre 2.000 y 2.500 rusos se mudaron a Argentina este año, muchos de los cuales, dice, eran mujeres rusas que planeaban dar a luz en el país. “El año que viene, ese número puede crecer hasta 10.000”, según Polin.

“Me enteré de que estaba embarazada poco después de que comenzara la guerra en Ucrania”, recuerda Cherepovitskaya. “Cuando vimos que las fronteras empezaban a cerrarse rápidamente a nuestro alrededor, supimos que teníamos que hallar un lugar al que pudiésemos viajar fácilmente. Un pasaporte argentino le va a abrir muchas puertas a mi hijo”.

Cherepovitskaya y su marido, que abandonaron Rusia poco después de iniciada la guerra en Ucrania, planean quedarse en Buenos Aires y solicitar la ciudadanía argentina. El proceso se simplificó ahora que son padres de una niña argentina.

“Buenos Aires está muy solicitada en estos tiempos. Es el único destino con el que estamos trabajando actualmente”, dice Eva Pekurova, que dirige una agencia que gestiona los documentos de viaje, el alojamiento y las estadías en el hospital para rusas embarazadas que dan a luz en el extranjero.

Los ciudadanos rusos no necesitan visa para visitar Argentina. Pekurova dice que extender la estancia básica de 90 días, que se expide a los viajeros al momento en que llegan al país, también resulta bastante sencillo, al igual que solicitar un permiso de residencia,.

Una de las principales ventajas del pasaporte argentino, según Pekurova, es que con él se pueden realizar viajes de corta duración a 171 países sin necesidad de una visa, incluidos los miembros de la Unión Europea, Reino Unido y Japón, mientras que obtener una visa estadounidense de larga duración “no es muy difícil”.

Incluso antes de la guerra, los rusos solo podían viajar sin visa a unos 80 países. Y después de que Putin enviara sus tropas a Ucrania, varios países europeos hicieron que a los rusos les resultara prácticamente imposible realizar una visita, mientras que en los consulados occidentales en Moscú, faltos de personal, las colas para solicitar una visa llegan al mes de duración.

Al igual que muchas otras empresas del sector, la compañía de Pekurov antes ofrecía viajes similares a Miami, que supo ser un epicentro del “turismo de maternidad”.

Pero su negocio se tambaleó cuando llegó la pandemia y Estados Unidos cerró sus fronteras a los rusos. La guerra en Ucrania les complicó aún más los viajes a Estados Unidos. “Antes de la pandemia, Miami era el lugar al que ir”, dice Pekurova. “Pero hoy, es Argentina”.

La propia Pekurova parió a su hijo a principios de año en Buenos Aires. Su experiencia “positiva” reforzó aún más su deseo de ofrecer viajes al país.

“Ante la situación actual en Rusia, todo el mundo está buscando opciones de salida. Al haberle asegurado un pasaporte argentino a mi hijo, le estoy dando libertad”.

Además de los privilegios de un pasaporte argentino, Pekurova dice que los clientes rusos eligen Buenos Aires por la alta calidad de su sistema de salud, tanto público como privado.

Los padres extranjeros de un bebé nacido en Argentina también tienen un camino relativamente fácil hacia la ciudadanía argentina, que puede tramitarse en menos de dos años.

Las mujeres rusas que se trasladan a Argentina para dar a luz pagan entre 1.200 y 9.000 dólares a intermediarios como Pekurova, que ofrecen servicios que van desde la contratación de intérpretes y la asistencia con el papeleo hasta la organización de sesiones fotográficas con el recién nacido.

Sin embargo, es difícil saber cuántas mujeres rusas viajan a Argentina específicamente para dar a luz.

Kirill Makoveev, fundador de la agencia Baby.RuArgentina, dice que su empresa ha asistido a más de 100 mujeres rusas y a sus parejas a lo largo del último año.

Makoveev se mudó a Argentina en 2014. Inicialmente trabajó como guía de turismo, pero no tardó en ver el potencial del país como destino para el “turismo de natalidad”, y fundó su agencia en 2018. 

“Tenemos reservas hasta mayo de 2023. También hay lista de espera”, dice Makoveev, y añade que más de “diez mujeres rusas embarazadas” aterrizan en Buenos Aires cada día.

“Desde el comienzo de la guerra, la demanda se disparó. Se llegó a un punto en que los hospitales tienen carteles en ruso”.

Cherepovitskaya, la diseñadora de joyas, dice que casi todos los intérpretes de habla rusa, a quienes se les exige estar presentes cuando se registra al niño, están reservados con semanas de antelación. Los que sí están disponibles cobran tarifas “exorbitantes”.

En un grupo de chat llamado “Dar a luz en Argentina”, en la aplicación de mensajería rusa Telegram, más de 3.000 miembros, en su mayoría futuras mamás, intercambian consejos sobre las mejores maternidades de Buenos Aires o dónde conseguir la mejor leche de fórmula.

Makoveev se dio cuenta de que, después de que Vladímir Putin anunciara en septiembre una movilización militar que provocó un éxodo sin precedentes en Rusia, muchos de sus compatriotas están optando por quedarse en Argentina.

“Para muchos, Argentina ya no es solo un lugar para dar a luz”, dijo Makoveev. “Vemos que la gente quiere construir una vida acá y no volver atrás”.

Argentina tiene un historial de acogida de emigrantes rusos: a finales del siglo XIX, muchos judíos rusos, huyendo de la pobreza y los pogroms, cruzaron el Atlántico en barco, mientras que una oleada menor llegó tras el colapso de la Unión Soviética en 1991.

“Desde marzo vengo oyendo cada vez más ruso por las calles, se nota mucho”, dice Maxim Mironov, profesor asociado de Finanzas en la IE Business School de Madrid, quien vive en Buenos Aires desde 2005.

Según Mironov, el país latinoamericano está atrayendo no solo a mujeres que desean dar a luz, sino también a miembros de la comunidad tecnológica y de start-ups que abandonaron Rusia como respuesta a la guerra y al deterioro del clima empresarial en su tierra de origen. Mironov dice que Argentina es “muy tolerante” con los rusos y que no ha visto “ningún indicio” de que las autoridades locales estén planeando introducir restricciones para viajar al país.

Argentina fue más cauta que Europa y Estados Unidos a la hora de condenar la invasión rusa en Ucrania. Al igual que el resto de América Latina, ha optado por no imponer sanciones a Rusia y ha cuestionado la eficacia de las mismas.

Entre los últimos emigrantes en instalarse en Argentina está Viktoriya Obvintseva, que se mudó a Buenos Aires desde Moscú a principios de 2022 y dio a luz en octubre.

“Nuestra decisión de dar a nuestro hijo un pasaporte argentino no tiene tanto que ver con los viajes o las visas, sino con el futuro que buscamos para él”, dice Obvintseva.

“Ahora es mucho más difícil acceder a cosas importantes, como una educación occidental de calidad, viviendo en Rusia. Y mientras prosiga la movilización militar, mi marido probablemente no regrese a Rusia”.

Obvintseva y su marido, desarrollador de software, planean quedarse en Buenos Aires y solicitar la nacionalidad argentina.

“Nos encanta esta ciudad”, dice Obvintseva.

Traducción de Julián Cnochaert.

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