Mi amor, hagamos un trío

0

Una cosa es la pareja y otra el deseo. Una pareja es el intento fallido de que dos sean uno, mientras que en el deseo siempre hay un mínimo de tres. 

Es cierto que hoy en día tenemos las parejas abiertas, las relaciones libres y demás, pero la apertura amorosa solo existe si los dos de la pareja están de acuerdo. Entonces, volvemos al dos para la pareja. Y respecto del deseo, puede ser que dos personas deseen lo mismo, pero incluso en ese caso no lo van a desear de la misma manera. Cuando dos personas en una pareja hacen el esfuerzo de desear lo mismo de la misma manera, es ahí que empieza la simbiosis (fusión que cancela la pareja) o comienzan las peleas (que son algo más sano que cualquier pegoteo). No pocas veces las peleas de una pareja son para conservar una distancia que, de otra forma, no pueden conseguir. Esa distancia, es el deseo.

Por lo tanto, el deseo es un tercero en toda relación. La manera más simple en que se expresa es la fantasía. No me refiero a aquellas personas que necesitan fantasear con otra para acostarse con su pareja, porque hay un caso más simple: quienes fantasean con su pareja para acostarse con su pareja. En este punto, hay en el deseo un aspecto que es profundamente infiel. ¿Podemos decir que la pareja con que se fantasea es la misma que aquella con la que alguien se acuesta? Esta no es una pregunta filosófica, no es preciso entrar en debates metafísicos sobre la identidad de dos objetos (uno en la fantasía y otro real) en distintos espacios. Más bien diría que cuando esta infidelidad constitutiva del deseo no se admite, es que retornan ciertos síntomas básicos; entre ellos, el más común: los celos, cuando son un intento desesperado por fundar una pareja en el deseo.

Si el deseo no funda la pareja, ¿quiere decir esto que, entonces, no hay remedio para una relación? ¿Sólo queda sufrir? Pienso que esta conclusión solo podemos sacarla si apuntamos a lo que no se comparte en una relación; pero también está lo que se comparte y, en este punto, no me refiero a proyectos, ideales, etc. En el centro de lo que se comparte en una pareja está la vulnerabilidad. En el amor, todos somos vulnerables y, aunque haya mucho que no compartimos, sí podemos tener una posición respecto de la vulnerabilidad del otro y de la propia. Desde un punto de vista, una relación son dos personas atravesadas por un deseo en fuga, a veces más encontradas, otras menos. Desde otro punto de vista, una relación de pareja son dos personas que comparten su vulnerabilidad y, por lo tanto, pueden tener menos temores. 

Relaciones en las que no hay cuidado ni asunción de la vulnerabilidad, refuerzan los síntomas de deseo. Otro motivo de un refuerzo de estos últimos pueden ser las neurosis. Una persona es neurótica cuando usa el deseo contra la vulnerabilidad (por ejemplo, por razones inconscientes, alguien puede sospechar que su pareja lo/la engaña aunque sepa que esto no es así, pero no puede confiar; de la misma manera, a veces quien más reprocha es quien menos se entrega). En cualquier caso, sin compartir vulnerabilidad no hay relación que sea estable. El deseo es maravilloso, pero sin un trabajo personal sobre ciertas cualidades vinculares, puede ser infernal.

Llegados a este punto, luego de mencionar la fantasía y los celos, quiero referirme a un aspecto cada vez más común en la consulta con varones: el planteo de hacer tríos. Al menos en mi consulta es algo que escucho con más frecuencia en varones. Suelo pensar en qué lleva a un varón a hacer este pedido, porque de eso se trata: ninguno llega a casa con una tercera persona, sino que antes hay una conversación en la que puede ser que se busquen diferentes cosas: a veces convencer (y aquí puede ser que una vez conseguido el objetivo, con eso sea suficiente y no se pase al acto), otras investigar qué pasa por la cabeza de su pareja (en busca de que pueda ser otra que la que él conoce), en cualquier caso mi hipótesis es que el planteo de un trío antes que un anhelo sexual, de una pareja eróticamente conectada, es un manotazo desesperado en busca de una sensualidad que desfallece, quizá porque primero perdió su recurso a la fantasía: cuando ya no pueden ser tres de a dos, se busca que venga un tercero

En las personas que me contaron que hicieron la experiencia de un trío, no hay un patrón común en las consecuencias; para algunas estuvo bien, para otras fue el inicio de una crisis anticipada y, en términos generales, diría que una inmensa minoría es la que repitió la experiencia. Por lo tanto, no podría decirse que la realización del trío trajo un descubrimiento sexual. Al mismo tiempo, dado que escribo desde la perspectiva de los varones, en la mayoría de los casos la invitación fue a que se incorporase una mujer y no otro varón. Y en los casos en que participó otro varón, prácticamente no hubo lazo homoerótico, sino que ambos se dedicaron con mayor esmero a la mujer. Este último punto sí merece algún detalle, a partir de una consideración mínima de cómo funciona el erotismo masculino (heterosexual).

Por la terceridad del deseo, un varón siempre está dividido entre dos mujeres. Por ejemplo, entre su madre y su esposa; así es que puede casarse, pero nunca admitir que su mujer critique a su madre (o un sustituto, como su hermana), o puede permanecer en la añoranza de los ravioles de su madre (que quizá fueron comprados toda la vida) mientras cuestiona el pollo al horno de su esposa. Menciono ejemplos triviales, más o menos estereotipados, que cualquiera puede reformular con un poco más de ingenio. Sí me importa situar que Freud entrevió este aspecto cuando habló de la degradación de la vida amorosa: el varón necesita rebajar a la mujer (algo muy distinto de humillación, propia de la perversión sádica) para acostarse con ella, es decir, para que no sea su mamá. Sin embargo, esta no es la única vía de padecer la división. Lo mismo podría idealizarla, e igualmente estaría entre dos mujeres. Por eso a los varones los excita pensar en un trío con dos mujeres, o incluso fantasean con las parejas de mujeres homosexuales. Nunca conocí a una mujer que fantaseara con estar en el medio de dos varones homosexuales. 

Podría explicar mejor esto último con un ejemplo clínico. Hace ya un tiempo una mujer me hablaba de la célebre canción de Maluma “Felices los 4”: es claramente una fantasía homoerótica, que desea a una mujer deseada por otro hombre, es decir, desea el deseo de ese hombre. Ahora bien, lo interesante es que diga que van a ser felices los 4. Eso supone que pueden ser dos parejas y, por lo tanto, que la mujer es doble. Para representarse como varón, necesita desdoblar a la mujer. Esto permite entender cómo en psicoanálisis hablar de varón, mujer, masculino, femenino, no tiene que ver con géneros ni con identidades, sino con modos de conflicto.

Por otro lado, a partir de las invitaciones masculinas a tríos, encontré las respuestas más variadas. Recuerdo un caso del psicoanalista Jacques Lacan, quien relata cómo un paciente (allá en 1958, nada de esto es muy nuevo) que padecía impotencia le propuso a su esposa invitar a otro hombre a la relación. Entonces ella le respondió con un sueño, en el que ella no solo tiene una vagina sino también un pene (aclaración: tampoco pasó de moda que los varones sueñen con mujeres con pene) que podría traducirse del modo siguiente: tener uno, no le impide desear (el de su pareja); es decir, un pene no puede ser anónimo. ¿Qué tonta degradación le hace creer a un impotente que una mujer querría un goce sin nombre? El resultado fue, luego de que la mujer contase a su marido el sueño, que él recuperase la potencia perdida.

Por mi parte, para concluir, quisiera recordar una anécdota. Hace unas semanas un amigo me contó que estaba tratando de convencer a su mujer de hacer un trío. Ella al principio se negó, luego le dijo que sí y, cuando lo encontré, él estaba como loco con los preparativos… de algo que no ocurrió. Me lo dijo en estos días, cuando lo encontré nuevamente y me dijo muy contento que su mujer está embarazada. Siempre voy a admirar cómo una mujer se las arregla para cumplir las fantasías de un varón sin que éste lo sepa, para desentrañar su sentido profundo. En efecto, hicieron “un trío”.

LL