Bolivia: ¿volverá Evo y será millones?
Evo Morales, el exitoso sindicalista y dirigente cocalero, el primer presidente indígena de Bolivia, tres veces sucesivas elegido y reelegido en primera vuelta por grandes mayorías durante los años 2006-2019, ha quedado excluido de la nueva dirección nacional del hegemónico partido Movimiento al Socialismo (MAS) conformada el 5 de mayo 2024 en el Congreso realizado en la ciudad de El Alto impulsado por los seguidores afines al primer mandatario Luis Arce.
El flamante líder del Partido, Grover García, representante de la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB), organización afín al ejecutivo de Arce, declaró “Evo Morales es el expresidente del instrumento MAS, hay un nuevo presidente que es mi persona” y agregó, “Ha concluido la ‘dedocracia' y la discriminación….en los próximos 90 días se llamará a un congreso para cambiar los estatutos del partido para ‘refundarlo”.
Morales negó la legalidad del cónclave y anunció que seguirá una “batalla legal” de cuyo resultado dependen las eventuales manifestaciones y bloqueos de carreteras de sus seguidores. Esta decisión que sigue a la competencia contra Arce trasluce las ventajas y desventajas de Evo, quien tiene un extraordinario reconocimiento social y experiencia de liderar un partido en contra un gobierno a diferencia de Arce.
El actual presidente no cuenta con la fidelidad inconmovible de algún sector social, lo que lo hace frágil a la hora de movilizar la calle. Aun así, el actual mandatario es un personaje menos resistido que Evo y en este momento puede movilizar el Estado central a su favor. Una encuesta reciente muestra que Arce cuenta con mayor simpatía en el electorado (18%) que Morales (9%), quien solamente saca ventaja entre el electorado rural.
El mismo Arce había pedido en la apertura del evento que se refundara el oficialista MAS para que no quede en “manos de una persona”, sin referirse al líder del partido Morales. Las diferencias que ambos mantienen desde 2021 se acentuaron en 2023 cuando se llevó a cabo el X Congreso Nacional del MAS-IPSP (Movimiento al Socialismo - Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos) realizado el 3 de octubre 2023 en Lauca Ñ, una pequeña localidad ubicada en el trópico del departamento de Cochabamba. En esa ocasión, Evo rodeado de los dirigentes campesinos del Chapare fue ratificado como líder del MAS y nombrado “candidato único” para las elecciones de 2025.
Arce no asistió a ese encuentro partidario por considerar que las organizaciones sociales, bases del partido, no estaban debidamente representadas. Lo mismo hicieron otros notorios ex aliados de Morales, entre ellos el actual vicepresidente David Choquehuanca. También, la COB junto a los sindicatos mineros de Huanuni y de Corocoro, horas antes del evento y en una nutrida conferencia de prensa, rechazaron su participación en el congreso alineándose con el bloque de Arce-Choquehuanca. Arce y otros dirigentes afines fueron expulsados del partido en medio de duras acusaciones. “Lamentamos mucho la decisión de algunos hermanos que se autoexcluyen”, expresó Morales, en directa referencia a Arce y sus más estrechos colaboradores, y agregó: “Los que no aceptan los estatutos, no aportan ni dejan aportar, y tampoco respetan la convocatoria a este congreso legal y legítimamente fiscalizado por el Tribunal Supremo Electoral, no pueden llamarse militantes del Instrumento Político del Pueblo”.
Los 27 años del MAS, ‘los hermanos sean unidos’
Un año antes, en 2022, el MAS de raigambre campesina, que llegó al poder en representación de los pobres e indígenas por medio de las urnas que probaron los postulados democráticos presentes en la tradición boliviana forjada en las luchas de los sindicatos, había celebrado el 27 aniversario de su fundación en la ciudad minera de Oruro, con sus tres principales dirigentes. Evo “líder indiscutible” del movimiento; Arce, actual presidente y ex Ministro de Economía autor del exitoso modelo económico vigente en el país andino desde 2006 y Choquehuanca ex canciller de Morales y hoy vicepresidente. La insistencia en la necesidad de “unidad’ de los discursos pronunciados no dejaba de traslucir en eco ‘dime de qué alardeas y te diré lo qué careces’.
Morales dejó el país el 11 de noviembre 2019, acusado de fraude electoral y obligado a dimitir en medio de una inacción de las bases de su movimiento, pero también al negarse que los militares reprimieran las protestas en su contra. Luego de pasar casi un año de exilio en México y Argentina, regresó después del triunfo electoral del MAS en noviembre 2020 y continuó el liderazgo del partido hegemónico del país andino que desde hace 27 años ha representado la unidad de la izquierda boliviana hoy en entredicho.
Arce, elegido presidente con 55% de los votos, cuenta con un núcleo “arcista” dentro del movimiento y sólo incorporó de manera tangencial a los principales colaboradores de los anteriores gobiernos de Evo. Un nuevo entorno para un nuevo presidente, a pesar de que Arce fue favorecido por Morales. El candidato preferido por el MAS para las elecciones 2020 era precisamente Choquehuanca, no validado por Evo y sus colaboradores en el exilio: funcionario sin base social propia y allegado de confianza mejor candidato pareció Arce, quien fue militante en la Universidad del Partido Socialista 1 (PS1), para el momento de crisis económica; mejor aún ante un rival político que además es indígena.
El aymara Choquehuanca, de ideas indianistas y principal actor de una “renovación” en 2016 enfrentó a Morales para una tercera reelección. Morales logró una controvertida habilitación del Tribunal Constitucional para presentarse a un cuarto mandato y Choquehuaca fue despedido del Ministerio de Relaciones Exteriores en 2017.
Dos rivales políticos, dos articulaciones del poder del Estado
A primera vista, la cuestión pareciera ser un conflicto por la sucesión del poder. Por detrás de la rivalidad entre los dos rivales, los dos MAS, y las dos candidaturas del ex presidente y del actual presidente que busca la reelección está la articulación corporativa de la sociedad boliviana bajo un esquema general de Estado presente, y exitoso, en la economía nacional.
Con todo, el Estado Plurinacional de Bolivia que cuenta con una de las inflaciones más bajas del mundo, no logra imprimir una tendencia que permita alejar los peligros de una caída inflacionaria y el espectro de la devaluación que se vinculan con el agotamiento del ciclo del gas. El gobierno de Arce apuesta a reemplazarlo con la explotación e industrialización del carbonato de litio. La dificultad del Gobierno radica en que los primeros volúmenes de exportación que se estiman en 50 mil toneladas están previstos para el 2024 con la intención de alcanzar las 100 mil toneladas el 2025, tiempo en el que intentará desacelerar la caída de las Reservas Internacionales Netas (RIN), hasta ahora el más alto de la región .
Este escenario económico también expresa, aunque no de manera lineal ni mecánica, los equilibrios políticos o el intento por lograrlos. Desde el golpe de Estado del 2019, el país sigue atravesado por una crisis estructural contenida gracias al acuerdo tácito entre derechistas, evistas y oficialistas de no trasladar sus disputas y, por lo tanto, la profunda polarización política, a las calles. Utilizan los instrumentos institucionales y judiciales para contener a sus adversarios e intentar mejorar sus propias relaciones de fuerza. Este acuerdo tácito, de no trasladar a las calles sus disputas, podría verse rápidamente desbordado si el equilibrio económico empieza a transformarse en abierto desequilibrio y crisis.
La crisis del régimen político configurado por el Estado Plurinacional se manifiesta en el órgano judicial y también en el sistema de partidos políticos. Si la Guerra del Agua y todo el ciclo de levantamientos nacionales que se produjeron desde el 2000 al 2005 habían llevado a la demolición del demolido el régimen de la democracia pactada, y con él todo su sistema de partidos (que eran los que pactaban la alternancia en el poder Ejecutivo), la construcción del Estado Plurinacional se tradujo en la reconstrucción parcial de un nuevo sistema de partidos en el que el MAS ocupaba un rol hegemónico socialmente y el único con presencia en todo el territorio nacional.
Este papel central del MAS era acompañado por partidos de centro derecha de cierto alcance nacional junto a decenas de agrupaciones políticas locales, municipales y departamentales. Estos partidos de centro derecha, como Comunidad Ciudadana (CC) y Creemos del cruceño Fernando Camacho que expresaban el viejo régimen de la “democracia pactada”, lograban agrupar al conjunto de la oposición de derecha. Ocupaba en este bloque, el ex presidente Carlos Mesa del CC, el papel central.
¿Muerto el MAS, viva el MAS?
La hegemonía del MAS llegó a abarcar al mundo campesino e indígena, a amplios sectores de la clase obrera, sectores populares, clases medias “progres” y franjas de las burguesías regionales. Para estas últimas el creciente dinamismo estatal presentó una posibilidad de capitalizarse en la provisión de bienes y servicios. El MAS, al convertirse en una fuerza política hegemónica se constituyó en un factor clave de estabilización del conjunto de la situación política y del Estado Plurinacional, cuya fortaleza estaba estrechamente ligada a la fortaleza del partido y en particular a la figura carismática de Evo y su caudillismo virtuoso que ocupó en la política de los años de sus gobiernos un punto de intersección: las pasiones indianistas e indigenistas se encontraron con las tradiciones sindicales, con veteranos de extintos partidos de izquierda, con dispersas fuerzas gremiales.
Sin embargo, este proceso de reconstrucción de un sistema de partidos fue virtualmente dinamitado en noviembre del 2019 con el golpe de Estado y el ascenso al poder de Jeanine Áñez y con ella de lo más concentrado de la oligarquía agroindustrial y transnacional. La resistencia popular volvió a modificar la relación de fuerzas entre las clases en la rebelión popular de agosto del 2020.
El triunfo electoral del MAS con el 55% de los votos invisibilizó grietas políticas y hasta étnicas y de clase al interior del MAS-IPSP. Como primera prueba, Arce, Eva Copa y todos los parlamentarios y parlamentarias del MAS aprobaron la ley electoral para el 18 de octubre de 2020, en acuerdo con Áñez, sin ni siquiera consultar a la Central Obrera Boliviana (COB), a la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia CSUTCB ni a las demás organizaciones del Pacto de Unidad que se encontraban en las calles y rutas del país. A partir de ese momento, las disputas al interior del MAS se se intensificaron. Un segundo mojón, las elecciones subnacionales del 2021 donde Eva Copa, ex presidenta del Senado, hoy alcaldesa de El Alto, fue expulsada del partido poniendo en evidencia en el ámbito local y regional la fragmentación del MAS que empezó a mostrar tendencias centrífugas cada vez más fuertes.
A la vez, la fragmentación del MAS repercute en el conjunto del régimen político donde la derecha no solo está más fragmentada que el MAS sino que tiene unos 200 actores claves del Golpe tras las rejas. Entre ellos el gobernador de Santa Cruz, Luis Fernando Camacho, que ejerce su cargo desde las celdas de la cárcel de Chonchocoro.
Dos movimientos, dos revoluciones, ¿una misma dinámica (pluri)nacional?
El Movimiento al Socialismo (MAS) parece atravesar un proceso similar al recorrido por el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) que llegó al poder a inicios de la década de 1950 con la insurrección revolucionaria popular de 1952, y lo retuvo hasta ser derrocado por un Golpe militar en 1964. La retórica revolucionaria no dejó de ser abandonada para dar paso a la asimilación creciente a las clases sociales dominantes y a la defensa del orden existente. Que también fue causa de una ‘ch’ ampa guerra’ como se llamó en los años '60 a los violentos enfrentamientos al interior del MNR.
AGB
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